... O están hablando o preparándose para hablar. Están filtrando todo con sus propios paradigmas; la lectura de su autobiografía en las vidas de otras personas."
Somos humanos, y si bien ello no debe disculpar las innumerables meteduras de pata que cometemos y los excesivos comportamientos irracionales en los que incurrimos, si que puede servir para tratar con una cierta indulgencia nuestra soberbia y descafeinar esa sensación que nos hace contemplarnos como casi invencibles y perfectos.
Es un hecho que en casi todas las acciones que forman parte de nuestra experiencia cotidiana, están involucrados los demás y, por ello, es ciencia básica e indispensable saber cómo tratar a cada una de las decenas de personas con las que el día a día nos va a enfrentar.
Hablaba al principio de nuestra fragilidad e imperfección, que nos hace, por ejemplo, prejuzgar a otros sin darles siquiera la oportunidad de defenderse de lo que ya pensamos de ellos. Es como si en nuestro encuentro con los demás fuéramos con el arma desenfundada, dispuestos a defendernos de un ataque que ni se ha producido y que, probablemente, no se producirá.
Hemos decidido de antemano quien nos cae bien y quien nos cae mal e imputamos a los demás cualidades, virtudes, defectos o incapacidades, tan solo con un somero vistazo de lo que muestran o tan solo con un par de palabras de su discurso. Y ya desdecirse de esa impresión será casi imposible.
Pensemos: si nos acercamos con prevención y prejuzgando a alguien, ¿cuál será la receptividad que encontraremos en la otra parte y qué nos devolverán a cambio de nuestro pre-juicio anticipado?. Es fácil: lo mismo.
En un experimento que se realizó en una universidad de Estados Unidos, sesenta estudiantes que se veían por primera vez fueron divididos en parejas, para que durante escasos cinco minutos hablaran entre ellos.
Después, los separaron para comentarles a algunos de ellos que la impresión que habían causado en el otro había sido excelente, mientras que a otros estudiantes les dijeron (sin ser cierto) lo contrario.
Posteriormente, los juntaron de nuevo con su pareja para que discutieran algo sobre un tema cualquiera y así observar el comportamiento de cada uno. Las señales no verbales que enviaron los que se sentían rechazados, eran de poco contacto visual, mayor distancia y tensión. Lo interesante es que muchas de sus parejas, sin saber nada de lo que les habían contado a los otros, imitaron estas conductas y con ello se formó un círculo “trágico”: “Como yo te caigo mal, tú me caes mal”. Por el contrario, los que se sabían aceptados enviaron señales cálidas y empáticas, creando un círculo mágico con el otro: “Como yo te caigo bien, tú me caes bien”. Así de simple resulta.
Demos la oportunidad a los demás de mostrarse como son y cuando tengamos suficientes elementos de juicio, fomentemos su compañía o apartémosles de nuestro lado, pero no antes. Y, sobre todo, mostrémonos tal y como somos. La impostura es la peor receta posible en el trato con los demás. Si nos disfrazamos, solo atraeremos a nuestro lado a aquellos que encajen con ese disfraz y nunca a los que de verdad puedan comprendernos. No necesitamos simplemente ser queridos, necesitamos ser queridos por lo que somos.
Reflexión final: "Ver con los ojos del otro, escuchar con los oídos de otro, y sentir con el corazón de otro."
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada