OPCIONS DE MENÚ

diumenge, 30 de setembre del 2012

"Tu marca es lo que la gente dice de ti cuando no estás en la habitación". Frases para cambiar vidas.


Autor: Jeff Bezos, fundador de Amazon 
No es la primera vez que abordo la cuestión de la 'marca personal' en el blog, y espero que aún me resten unos cuantos capítulos más. Todos los que hagan falta hasta dejar patente la singular trascendencia que, en nuestros días, adjudico al hecho de disponer de un acento propio y bien definido que nos haga inconfundibles y, por lo tanto, diferentes y, por lo tanto, elegibles entre la masa uniforme.
Decía un afamado especialista en marketing, Philip Kotler: "Si no logramos convertirnos en una marca, seremos una pura y simple mercancía." Pero alguno se sorprenderá con el concepto: ¿Nosotros, una marca? Si, como la del maravilloso chocolate que nunca falta en tu lista de la compra o como esa deliciosa bebida refrescante que bebes sin parar o como la compañía propietaria del avión con el que te trasladas confortablemente de un lugar a otro. Una marca cuyo Consejero Delegado eres TÚ.
La idea, de lo que en Estados Unidos se convino en llamar Personal Branding, es la de poner en solfa todas nuestras habilidades, capacidades, competencias, honestidad y fiabilidad, para ser percibidos por el mundo de la mejor manera posible. Es decir, la marca personal es la impronta que dejamos en el corazón de las personas, es la huella que dejamos en los demás. La forma de vendernos al mundo.
Y en el camino hacia esa marca propia debemos potenciar las cualidades intrínsecas y genuinas que nos hagan destacar. Cualquier cosa antes que quedar diluidos y convertirnos en una especie de 'marca blanca' que deje a la gente indiferente e incapaz conectar de una manera positiva con nadie. El objetivo es hacer que no nos olviden, que nos recuerden con cariño y que hablen bien de nosotros, aun cuando no estemos. Que nos vean como queremos ser vistos y que digan de nosotros lo que queremos que digan. Ser auténtico, transparente y constante, son las claves para potenciar nuestra marca.
Y sí, la marca personal es insoslayable. Al interactuar con otros, enseguida se establecen asociaciones mentales que nos adjudican, o nos hacen adjudicar, ciertas etiquetas. Esto ocurre automáticamente porque nuestros cerebros están diseñados para reconocer patrones y formar asociaciones.
Cómo te vistes, lo que llevas encima, tus gestos, tu voz, lo que opinas, lo que dudas, lo que amas y odias... todo ello configura la esencia de ese producto que eres tú. Cuando se trata de la promoción de la marca TÚ, todo lo que hagas, -y todo lo que optes por no hacer- comunica el valor y el carácter de tu marca. Todo, desde la forma en que hablas por teléfono hasta la forma en que contestas los mensajes de correo electrónico. Esto no quiere decir que no se pueda ser humano o cometer errores, pero si implica una cierta responsabilidad y una cierta reflexión acerca de los comportamientos que pudieran dañar tu marca.
Todos tenemos la oportunidad de destacar. Todo el mundo tiene la ocasión de aprender, mejorar y desarrollar sus habilidades. Todo el mundo puede convertirse en una marca digna de observación. Y más te valdrá aprender cómo entregar valor al 'cliente' (los demás con los que te relacionas), porque de ello dependerá buena parte de tu éxito en la vida.
Ya tienes una marca personal, si lo deseas o no. Depende de ti determinar qué hacer con ella: sepultarla en el anonimato de los miles de productos que pasan desapercibidos en las estanterías de los hipermercados o darle un lugar predilecto en el pasillo principal donde todo el mundo te vea... y te 'compre'.


ELEVAR EL ÁNIMO. Gaspar Hernàndez.


Loehr sugiere reprogramar la mente v el cuerpo para sentirnos como nos gustaría sentirnos.
El cuerpo responde de forma fisiológica a las sensaciones reales ya as representaciones convincentes
Siempre me han sorprendido las personas que durante un entierro son capaces de sonreír. No me refiero al muerto (que a veces también sonríe, como si pensase: «Por fin descanso de la maldita crisis»), sino al pariente próximo. Al cónyuge, o al hijo o hija del muerto.
En estos casos, tiendo a pensar que aún no han interiorizado la muerte de ese ser querido. Por desgracia, ya llegarán los duros meses de pena y lágrimas. Y, sin embargo, a veces, durante otro tipo de duelo, el de un divorcio, la persona te confiesa que está hecha polvo, y al cabo de poco rato es capaz de gastar una broma. Este subidón del estado de ánimo me sorprende tanto como el de los entierros con sonrisas.
Me pregunto cómo elevan tan rápidamente su estado de ánimo. ¿Son personas cínicas? En absoluto. La respuesta la descubrí leyendo a Jim Loehr, atleta, y especialista en psicología deportiva. Según Loehr, la actuación excelente de un deportista no solo depende del entrenamiento físico, sino también del adecuado adiestramiento mental y emocional.
«Las emociones responden del mismo modo en que lo hacen los músculos, y es por ello que las que más ejercitamos acaban convirtiéndose en las más intensas y frecuentes», leo en el libro Lo que realmente importa (La Liebre de Marzo), de Tony Schwartz. Y me lo han comentado amigos actores. Si durante dos horas interpretan a un personaje enfurruñado, salen del teatro enfurruñados. Y al contrario: si durante dos horas interpretan a un personaje chistoso, salen del teatro contentos. Como el público.
Por eso Loehr recomienda reprogramar la mente y el cuerpo para sentirnos como nos gustaría sentirnos: «Cuando uno deja de preocuparse por cómo se siente y presta más atención a cómo necesitaría sentirse para dar lo mejor de sí, está transformando su misma fisiología».
En 1990, Tony Schwartz lo comprobó acompañando al tenista Ivan Lendl, que por aquel entonces ocupaba el primer lugar de la clasificación mundial. Se dio cuenta de que, a parte del entrenamiento y el régimen físico implacable, invertía mucho tiempo en el adiestramiento mental. Como lo hacen los meditadores. Antes de cada partido, se sentaba y revisaba sus objetivos: «Sé fuerte, seguro, ambicioso y rápido», se repetía, como un modo de programar su mente. Finalmente, cerraba sus ojos y se imaginaba materializando sus objetivos.
Uno de los éxitos más fulgurantes de Loehr fue la tenista argentina Gabriela Sabatini. Cuando Loehr la conoció, esta se hallaba sumida en un profundo bache. Se sentía tan abatida que había perdido la motivación. En la pista, se encontraba ansiosa y confusa. Loehr se concentró en su estado anímico. Su reto consistió en ayudarle a revitalizar su juego haciéndole recuperar la sensación de diversión, excitación e intensidad que había perdido.
Para ello, Loehr invitó a Sabatini a ser más expresiva en la pista, a hacer un gesto de seguridad con el puño cada vez que ganaba un punto, a sonreír e incluso a gritar. Es decir, a hacer todo aquello que sirviera para infundirle entusiasmo. Le recomendó, en suma, que aunque no sintiera grandes emociones positivas, debía actuar como si las sintiese, ya que el cuerpo responde fisiológicamente tanto a las sensaciones reales como a las representaciones convincentes. Al final, Sabatini acabó sintiendo lo que estaba representando. Cuatro meses después, derrotó a Steffi Graf.
Como dijo Willian James, el pájaro no canta porque sea feliz, sino que es feliz porque canta.



dissabte, 29 de setembre del 2012

CÓMO EVITAMOS PERDER LOS PAPELES Ferran Ramon-Cortés. El País. 28/03/10

A veces explotamos emocionalmente diciendo y haciendo cosas de las que nos arrepentimos en muy poco tiempo. ¿Qué nos provoca? ¿Podemos controlar nuestros impulsos?.
“Reaccionar ante algo inmediatamente es una mala estrategia. Quedárselo dentro es otra estrategia igual de mala o peor”
Teníamos en la oficina un compañero que era dado a las explosiones emocionales. Las discusiones con él (legítimas discusiones de trabajo, nada personal) solían terminar con manifiestas pérdidas de papeles, en las que los reproches, las salidas de tono y hasta los insultos se sucedían sin control. Lo sabíamos, y conocíamos la señal: un temblor en el labio y en las manos que indicaban que estaba a punto de explotar.
Él no lo pasaba bien, y me consta que hacía lo posible (como hacemos todos los que somos dados a este tipo de explosiones) por controlarse. Lo cierto es que poco a poco la gente dejó de sentirse cómoda trabajando con él. Porque lo dicho en una explosión emocional, por más que entendamos que lo es, dicho queda. Y en ningún caso es neutro para las relaciones. En su caso, los que habían vivido sus explosiones en directo no tenían ganas de repetir la experiencia, y esto hizo que renunciaran a trabajar con él a pesar de su sobrado talento, y que con el tiempo se fuera quedando solo.
El “efecto gaseosa”. Todos sabemos lo que ocurre cuando agitamos violentamente una botella de gaseosa y seguidamente abrimos el tapón. No hay forma humana de controlar el pegajoso líquido que sale a presión salpicándolo todo. El estropicio está servido.
Nuestras emociones son como la gaseosa. Si algo las agita y de forma inmediata dejamos que salgan fuera, saltan por los aires causando estropicios. Cuando discutimos, cuando recibimos mensajes que nos remueven, nuestro interior se convierte en un cúmulo de sentimientos agitados, que si abrimos la botella provocamos desastres de los que nos arrepentimos de inmediato y que causan daños en nuestras relaciones.
Las respuestas en caliente nunca van a ser ni mesuradas ni constructivas. Es esencial encontrar mecanismos que nos ayuden a mantener el control y a posponer la réplica inmediata. Una gaseosa agitada no puede abrirse al instante. Si la dejamos reposar, al cabo de un cierto tiempo podremos abrirla. Mantendrá todavía cierta presión, pero si lo hacemos con cuidado no pasará nada. Así, ante algo que nos agita debemos intentar evitar las reacciones inmediatas. Hay que tomarse un poco de tiempo y dejar que “baje un poco la presión” para, recuperada la serenidad, responder cuidadosamente. Sólo así evitaremos palabras que desearíamos no haber pronunciado y daños irreversibles en nuestras relaciones. Hay que contar hasta 10 antes de responder, como decían las abuelas. O hasta 100, o hasta 1.000 si es necesario.
UNA REACCION NATURAL
“Enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo” (Aristóteles)
Sería deseable poder siempre actuar con serenidad ante las palabras de los demás. Pero lo cierto es que muchas veces las circunstancias “nos pueden”. Esto es así porque cuando nos sentimos atacados, dejamos de actuar conscientemente y es nuestro cerebro límbico quien toma el control. El cerebro límbico es como un piloto automático que actúa para defendernos cuando estamos en peligro, y como tal sólo sabe hacer dos cosas: atacar o huir. Éstas son las dos clases de reacciones que tenemos generalmente con los prontos: o reaccionamos violentamente con toda clase de reproches (atacar) o dejamos plantado al otro sin más explicaciones (huir). En cualquiera de los dos casos es importante entender que no acabamos de ser conscientes de nuestro comportamiento. El piloto automático (el cerebro límbico) nos conduce más allá de nuestra voluntad. Por esto, cuando recuperamos la serenidad y volvemos al control consciente en nuestro cerebro, la mayoría de las veces nos sorprendemos nosotros mismos de las reacciones que hemos tenido, y pagaríamos por no haber dicho o hecho lo que acabamos de decir o hacer.
Entendido este proceso, la clave no está en limitar nuestras respuestas automáticas, cosa que está fuera de nuestras posibilidades. La clave está en reconocer los estadios previos a la pérdida de control consciente para que ésta no se produzca. Es en este instante anterior, en el que aún podemos tomar nuestras decisiones, cuando debemos actuar y evitar el desastre. El autocontrol debe producirse en fase de alarma, porque cruzado el límite ya no lo podremos ejercer.
NO "QUEDARSE LAS COSAS DENTRO".
“Los sentimientos son como el vapor que se acumula en el interior de una olla. Si se guardan dentro, pueden acabar haciendo saltar la tapadera” (John Powell)
Podemos controlar los prontos en esta fase de alarma, evitando nuestra reacción descontrolada. Pero ello no significa que nos quedemos dentro los sentimientos. Que nos los traguemos sin ninguna acción por nuestra parte. Porque los sentimientos que no se comunican, que no salen fuera, se van acumulando. Y cuando salen –es inevitable que lo hagan tarde o temprano–, lo hacen en el peor momento y del modo más inoportuno. Es, por tanto, aconsejable abrir la botella de vez en cuando y dejar que salga la presión acumulada. Encontrar el momento y la disposición mental para poder hablar las cosas y no guardárselas. Para dialogar con quienes nos han herido, o para responder serenamente a quienes nos han atacado. No es bueno hacer como si nada hubiera pasado y pasar página, porque las emociones no se extinguen por sí solas. Al contrario: les damos vueltas y más vueltas, las alimentamos interiormente, hasta el punto de crear pequeños monstruos que saldrán a la luz el día menos pensado. Así como ante algo que nos hiere la inmediatez en la reacción es siempre una mala estrategia, el no hablar del tema nunca y quedárselo dentro es una estrategia igual de mala o peor.

EL TRABAJO DE FONDO
Podemos trabajar en el autocontrol para evitar las explosiones emocionales, identificando nuestros síntomas de alarma y tomando las decisiones oportunas antes de la explosión. Pero para superarlas definitivamente tenemos que ir un paso más allá y aprender de ellas. En el origen de una explosión emocional, o de un pronto, siempre encontraremos algo que nos hiere. Un reproche, un insulto, un comentario malintencionado…, alguna cosa que vivimos como una agresión. Es importante, además de no perder el control, analizar y entender por qué este comentario nos hiere, y trabajar intensamente sobre ello. Éste es el trabajo que de verdad erradicará nuestra tendencia a las explosiones emocionales y el que supondrá el verdadero crecimiento.
Lo que nos hace vulnerables a las explosiones emocionales no es sólo la falta de autocontrol. Es sobre todo la percepción de sentirnos atacados, y en donde nos sentimos especialmente atacados es en aquellas cosas en que nos sentimos inseguros. Así, el reproche que nos hace saltar nos está dando una inequívoca pista de unas áreas de nuestra vida en las que nos sentimos inseguros y sobre las que debemos trabajar.
Podemos aprender mucho de los prontos, porque nos están enseñando nuestras vulnerabilidades y nos muestran los aspectos en los que como personas todavía podemos crecer.

PARA EVITAR LAS EXPLOSIONES EMOCIONALES.
Las explosiones no son buenas ni para quien las recibe ni para quien cae en ellas. Esto es lo que podemos hacer para llegar a controlarlas:
1. Descubra los síntomas de agitación: cada uno tenemos nuestros síntomas de alarma: acaloramiento, respiración entrecortada, aceleración del ritmo cardiaco… Si aprendemos a reconocerlos, podemos identificarlos a tiempo.
2. Busque “mecanismos de escape”: si identificamos que estamos a punto de estallar, hemos de buscar salidas rápidas que nos aparten emocionalmente de lo que nos agita. Con cualquier excusa, podemos salir a la calle, salir del despacho, abandonar un minuto una reunión y respirar hondo, beber algo… son pequeños trucos para no reaccionar inmediatamente.
3. Gestione el tiempo de respuesta: la respuesta inmediata tiene muchas posibilidades de resultar desmesurada. Planifique la respuesta dando tiempo para que “baje la presión”.
4. Analice lo que le remueve: cuando algo nos afecta es por alguna razón. Además de controlar puntualmente el comportamiento, es importante buscar la razón oculta de esta afectación y resolverla. El trabajo no termina en el autocontrol. Hay que buscar el crecimiento

divendres, 28 de setembre del 2012

UN RELATO SOBRE AMOR. Jorge Bucay.

Se trata de dos hermosos jóvenes que se pusieron de novios cuando ella tenía trece y él dieciocho. Vivían en un pueblito de leñadores situado al lado de una montaña. Él era alto, esbelto y musculoso, dado que había aprendido a ser leñador desde la infancia. Ella era rubia, de pelo muy largo, tanto que le llegaba hasta la cintura; tenía los ojos celestes, hermosos y maravillosos..
La historia cuenta que habían noviado con la complicidad de todo el pueblo. Hasta que un día, cuando ella tuvo dieciocho y él veintitrés, el pueblo entero se puso de acuerdo para ayudar a que ambos se casaran.
Les regalaron una cabaña, con una parcela de árboles para que él pudiera trabajar como leñador. Después de casarse se fueron a vivir allí para la alegría de todos, de ellos, de su familia y del pueblo, que tanto había ayudado en esa relación.
Y vivieron allí durante todos los días de un invierno, un verano, una primavera y un otoño, disfrutando mucho de estar juntos. Cuando el día del primer aniversario se acercaba, ella sintió que debía hacer algo para demostrarle a él su profundo amor. Pensó hacerle un regalo que significara esto. Un hacha nueva relacionaría todo con el trabajo; un pulóver tejido tampoco la convencía, pues ya le había tejido pulóveres en otras oportunidades; una comida no era suficiente agasajo…
Decidió bajar al pueblo para ver qué podía encontrar allí y empezó a caminar por las calles. Sin embargo, por mucho que caminara no encontraba nada que fuera tan importante y que ella pudiera comprar con las monedas que, semanas antes, había ido guardando de los vueltos de las compras pensando que se acercaba la fecha del aniversario.
Al pasar por una joyería, la única del pueblo, vio una hermosa cadena de oro expuesta en la vidriera. Entonces recordó que había un solo objeto material que él adoraba verdaderamente, que él consideraba valioso. Se trataba de un reloj de oro que su abuelo le había regalado antes de morir. Desde chico, él guardaba ese reloj en un estuche de gamuza, que dejaba siempre al lado de su cama. Todas las noches abría la mesita de luz, sacaba del sobre de gamuza aquel reloj, lo lustraba, le daba un poquito de cuerda, se quedaba escuchándolo hasta que la cuerda se terminaba, lo volvía a lustrar, lo acariciaba un rato y lo guardaba nuevamente en el estuche.
Ella pensó:
- “Que maravilloso regalo sería esta cadena de oro para aquel reloj.”
Entró a preguntar cuánto valía y, ante la respuesta, una angustia la tomó por sorpresa. Era mucho más dinero del que ella había imaginado, mucho más de lo que ella había podido juntar. Hubiera tenido que esperar tres aniversarios más para poder comprárselo. Pero ella no podía esperar tanto.
Salió del pueblo un poco triste, pensando qué hacer para conseguir el dinero necesario para esto. Entonces pensó en trabajar, pero no sabía cómo; y pensó y pensó, hasta que, al pasar por la única peluquería del pueblo, se encontró con un cartel que decía:
- “Se compra pelo natural”.
Y como ella tenía ese pelo rubio, que no se había cortado desde que tenía diez años, no tardó en entrar a preguntar.
El dinero que le ofrecían alcanzaba para comprar la cadena de oro y todavía sobraba para una caja donde guardar la cadena y el reloj. No dudó. Le dijo a la peluquera:
- Si dentro de tres días regreso para venderle mi pelo, ¿usted me lo compraría?
- Seguro – fue la respuesta.
- Entonces en tres días estaré aquí.
Regresó a la joyería, dejó reservada la cadena y volvió a su casa. No dijo nada.
El día del aniversario, ellos dos se abrazaron un poquito más fuerte que de costumbre. Luego, él se fue a trabajar y ella bajó al pueblo.
Se hizo cortar el pelo bien corto y, luego de tomar el dinero, se dirigió a la joyería. Compró allí la cadena de oro y la caja de madera. Cuando llegó a su  casa, cocinó y esperó que se hiciera la tarde, momento en que él solía regresar.
A diferencia de otras veces, que iluminaba la casa cuando él llegaba, esta vez ella bajó las luces, puso sólo dos velas y se colocó un pañuelo en la cabeza. Porque él también amaba su pelo y ella no quería que él se diera cuenta de que se lo había cortado. Ya habría tiempo después para explicárselo.
Él llegó. Se abrazaron muy fuerte y se dijeron lo mucho que se querían. Entonces, ella sacó de debajo de la mesa la caja de madera que contenía la cadena de oro para el reloj. Y él fue hasta el ropero y extrajo de allí una caja muy grande que le había traído mientras ella no estaba. La caja contenía dos enormes peinetones que él había comprado… vendiendo el reloj de oro del abuelo.
Si ustedes creen que el amor es sacrificio, por favor, no se olviden de esta historia. El amor no está en nosotros para sacrificarse por el otro, sino para disfrutar de su existencia.

Jorge Bucay

dijous, 27 de setembre del 2012

Victoria Baras: "He curado depresiones solamente arreglando los intestinos". La Vanguardia


La terapeuta y naturópata publica el libro 'Antiaging natural', en el que incluye un programa para regenerar el cuerpo y revitalizar la mente
La nutricionista Victoria Varas nos detalla algunos de los puntos que trata en su libro Antiaging Natural para regenerar el cuerpo y revitalizar la mente
Lo sufrió y vivió en primera persona y, desde entonces, su vida ha experimentado un giro radical. Victoria Baras era una mujer de éxito, tenía su propia empresa y compaginaba como podía su vida profesional con su maternidad. Hasta que su cuerpo dijo basta y la obligó a hacer una introspección a partir de la cual decidió cambiar su vida. Con 46 años se puso a estudiar y decidió tomar contacto con un ámbito que le apasionaba, el de la salud, interesándose especialmente por la nutrición y el concepto de antiaging natural, disciplina que utiliza nutrientes de gran poder regenerativo para tratar y prevenir los efectos del envejecimiento. Ahora, ha querido compartir sus conocimientos en un libro en el que muestra cómo entrar con energía y salud en la edad de la madurez, lo que ella llama el Segundo Tiempo de nuestra vida. Cree que los 50 años son motivo de celebración y nos anima a todos a desintoxicar nuestro cuerpo, también de las emociones negativas.

- Permítame que empiece con algo más personal. Cuando cumplió 46 años decidió hacer un cambio de vida radical. ¿Por qué?
- Tenemos que hablar entonces del cerebro femenino.

- Neurología. Acepto.
- He leído bastantes libros que hablan sobre la naturaleza del cerebro femenino. Hasta ahora, el ser humano era sólo el hombre. Hoy en día el modelo masculino ya no es el único. También se sabe que el cerebro femenino tiene sus peculiaridades. Durante todo el desarrollo, nuestro cerebro está completamente bañado en hormonas, incluso en el feto de la madre ya hay hormonas que bañan el cerebro constantemente. Estas hormonas, en diferentes proporciones, hacen que nuestra bioquímica nos lleve a actuar de una manera que hace que seamos mucho más animales de lo que creemos. En el cerebro femenino tenemos, por ‘mandato genético’, una etapa en la que todo nos lleva al ‘busca un macho y reprodúcete’.

- Y hay quién no está para muchos mandatos genéticos.
- Sí, pero lo tenemos igualmente. Cuando la mujer queda embarazada, sube otra hormona que hace que todo gire alrededor de ese embarazo. ¡Hormonas! Cuando ha superado esta fase, pasa por otro descalabro hormonal y el mandato que recibe es “sube a tus hijos”. Esta es una etapa que dura mucho tiempo. Cuando todo esto acaba, se iluminan unas áreas del cerebro que tienen otros intereses y que empiezan por un “¿y yo qué?”. “¿Estoy contenta con mi vida?” “¿Estoy haciendo lo que realmente quiero?” “¿Qué voy a hacer el resto de mi vida?”

- Cuantas preguntas. ¿Usted se rebeló contra las órdenes genéticas?
- No. Durante toda mi vida he trabajado, he tenido hijos y he formado una familia. Llegué a ser madre y empresaria al mismo tiempo. Hay muchas mujeres que seríamos sólo madres y con mucho gusto, pero que también queremos llevar una carrera profesional al mismo tiempo, y esto genera ciertas tensiones y hace que acabemos exhaustas. Eso sí, lo hacemos.

- ¿Se rebelan contra un mandato genético o contra una presión social de base machista?
- Contra las dos cosas. La presión social te dice que si sólo te quedas como madre corres el peligro de que, una vez cambie esta situación familiar, te quedes a expensas de lo que quiera darte tu pareja.

- Entiendo que no quiso asumir riesgos.
- Mi mandato genético me recordaba que ya había sido madre, había criado los hijos y que necesitaba dar un siguiente paso. Muchas veces no nos damos cuenta y atribuimos esta fase a determinadas cosas: una depresión, tener el síndrome de Burnout, estás cansada, la competencia es fuerte, etc. Todo esto lo podemos ir superando y la mayoría de la gente lo hace y sigue adelante. Pero si esta fase va acompañada de una insatisfacción personal y ves que todo es más de lo mismo, es que tienes que cambiar algo.

- Y usted lo hizo a lo grande.
- En esta sociedad en la que vivimos parece algo raro. Recuerdo que lo primero que me dijo mi familia y mis amigos fue que estaba loca por quererlo dejar todo en un momento en que estaba muy bien posicionada y era una persona conocida. Pero yo no quería seguir con esa vida.

- ¿Qué quería, Victoria?
- El cuerpo me pedía que parara y que hiciera lo que realmente quería: saber hasta dónde podía llegar mi potencial de comunicación pero dirigiéndolo hacia otro ámbito. Un ámbito que me gustaba mucho es el de la salud.

- ¿Estaba estresada?
- Mucho. Cuando empecé a tener síntomas de estrés acudí al médico y me recetaron pastillas para el estrés y la ansiedad. Veía los prospectos y quedaba alarmada por los efectos secundarios y la dependencia de estas pastillas. Así que me negué a tomarlas porque confiaba en que hubiera algo más. Me puse a investigar y a estudiar, por lo que me tomé tres meses de vacaciones y me fui a Mallorca a serenarme.

- Buen lugar para hacerlo, no se lo niego.
- Sí. Cuando vamos muy estresados la vibración energética que desprendemos es disarmónica, por ello cuando vamos al campo o estamos en contacto con los animales nos sosegamos de golpe.

- ¿De qué se dio cuenta en Mallorca?
- Primero de todo encontré paz y pude meditar largas horas. Lo primero que hice fue investigar qué se podía hacer para que una persona que estuviera cansada, desvitalizada, desmotivada y debilitada como yo tuviera alternativas a lo que ofrecía la medicina convencional.

- ¿Las encontró?
- Sí, en la medicina natural. Estudié naturopatía y en esta especialidad me encontré muy cómoda. A los 46 años empecé a estudiar y me hice mis tres años de curso que ya te digo que no es lo mismo que a los 20 años. Además, por las mañanas iba a la empresa porque quería dejarla en marcha y bien posicionada para que el equipo pudiera seguir. Hacía los deberes por la noche, y recuerdo que mis hijos colgaban en la nevera el dibujo del esqueleto humano con el nombre de los huesos y me preguntaban la lección (Sonríe).

- ¿Alguna materia de la que se enamoró?
- Me gustaban mucho la bioquímica y la física cuántica, pero lo que me chifló fue la nutrición. Fue un momento en el que empezaban a llegar a España laboratorios de nutrición ortomolecular que hasta entonces no se sabía qué era. La formación en ese momento, principios de siglo, no estaba ni autorizada.

- Estados Unidos nos ha importado un nuevo concepto: el antiaging. ¿En qué consiste esta especialidad?
-Hay un doble Premio Nobel, Linus Pauling, que predicó la potencia, la fortaleza y el poder de las vitaminas tomadas de una forma determinada, no como carencia sino como si fueran medicamentos. De ahí viene la palabra “orto”, que en griego quiere decir “en su justa medida”. Él estuvo utilizando la vitamina C y para entonces, ya se postulaba que había tres razones por las cuales se envejecía: la oxidación, una bajada en la efectividad de las mitocondrias y la tercera, que es la que está de moda ahora mismo, es el acortamiento de los telómeros.

- ¿Disculpe?
- Cada vez que el genoma se replica, la fotocopia va quedando más borrosa y acortada, eso quiere decir que la vida se va cortando y tienes menos expectativas. Para las tres razones del envejecimiento tenemos en este momento respuestas. Pauling dijo que la vitamina C evitaba la oxidación. Él vivió más de 90 años y estuvo tomando dosis altísimas de vitamina C y luego de vitamina E, de la que descubrió sus efectos beneficiosos más tarde. Aseguró que era una lástima que no se empezara a tomar vitamina E desde los 20 años. Desde entonces, hay una escuela que ha estado investigando que una cosa es enfermar por falta de vitamina C y otra es que la vitamina C utilizada en dosis justas puede ser usada como medicamento. Por ejemplo, una persona que fuma está mucho más oxidada que una persona que no fuma. Un fumador debería tomar, como mínimo, tres gramos de vitamina C al día, cuando las dosis recomendadas son 60mg.

- ¿Por qué dice que hay celebrar que uno cumple 50 años?
- Para nuestros ancestros, los ritos de paso fueron siempre muy importantes. ¿Qué nos queda ahora mismo? La boda. Los 50 años son la adolescencia de nuestro Segundo Tiempo, y hay que celebrarlo.

- Hay mucha gente que ya llega a este segundo tiempo falta de motivación, de ganas de vivir, incluso.
- Hay que positivizar este segundo tiempo de nuestra vida porque tiene múltiples ventajas que tenemos que descubrir. Normalmente, a partir de los 50 años los hijos ya han crecido y no vas de cabeza con ellos. Es el momento de vivir de una forma plena porque ya no te debe importar lo que esperan de ti ni la mirada del otro. Llegar a los 50 años es una celebración. Primero porque estamos empezando la segunda fase. También porque te has librado del infarto, de la muerte, hasta la fecha.

- Visto así, podríamos celebrar que llegamos a casa cada día.
- Sí, pero insisto en que empezamos una nueva etapa e invito a hacer una introspección para preguntarnos qué queremos ser de mayores. “¿Cómo quiero vivir esta segunda etapa?” Lo peor de todo es la desesperación. Yo me encontré realmente mal cuando me di cuenta de que me podía morir de éxito. Me rebelé contra la presión social. Lo que hice fue obedecer a mi mandato genético, que me decía que pensara en mí.

- ¿Cree que hay personas que llegan a ese segundo tiempo mayores de los que indica su DNI?
- Claro que sí. Son personas que sólo ven lo negativo y están cansadas. Puedes hacer muchos cambios en tu vida y es bueno que te los propongas, pero ya veremos cuándo empiezas el viaje. Lo que es importante es saber si quieres ir a algún sitio y trazar un mapa. La desesperanza es lo peor que hay, porque es la antítesis de la libertad. Lo que sucede es que esta vida trepidante que llevamos nos agota y es importante alimentarse bien.

- Habla de alimentación viva, en su libro. ¿Qué tipo de alimentación es esta?
- ¿Qué hay en un piñón?

- ¿En un piñón? ¿Proteínas y vitaminas?
- Algún hidrato de carbono y un poco de grasa. Pero lo más importante de todo es que el piñón tiene en su interior la información de “conviértete en pino”. Los alimentos vivos son aquellos que si tú los plantas van a crecer. Esta información es un ADN, así que te están aportando a ti su vida. Cuando digo “tome alimentos vivos”, son alimentos que están llenos de energía y que te la transmiten también a ti. Estamos en el modelo cuántico de campos de información.

- ¿La gente que utiliza la cirugía o la cosmética para sentirse joven se está engañando?
- No. Es una vía más, por supuesto. Muchas veces, si las personas hacen un trabajo preparatorio, la piel está más oxigenada, con lo cual, cuando el cirujano haga su trabajo ésta responderá mejor, por poner un ejemplo. Así que se pueden complementar. El antiaging es, sobre todo, un estilo de vida, es hacer la reflexión de celebrar, cuando llegas a los 50, que estás vivo y que todavía tienes muchas cosas que hacer. Si te encuentras mal cuando intentas hacer cosas es que has gastado más de lo que tenías, que vas en reserva. El organismo tiene un mecanismo de defensa que es el agotamiento.

- ¿Qué complementos recomienda para alguien que se encuentra así de cansado?
- Primero, que no tome antidepresivos. El decaimiento no se va a curar con un antidepresivo. No hablo de depresión, sino de agotamiento. El problema es que muchas veces se trata como depresión lo que no es más que falta de energía. Si hablamos de complementos alimenticios recomiendo, ante todo, tomar alimentos vivos y luego siempre aconsejo un multivitamínico. Hay que tomar grandísimas dosis de vitamina B y luego hay que pensar que si estás desmotivado significa que te has cargado tus neurotransmisores. Hay un neurotransmisor que se llama dopamina que has agotado y lo único que crece con el tiempo es el cortisol, que es la hormona del estrés.

- ¿Qué hay que hacer para tener serotonina, otro de los grandes neurotransmisores?
- Tener unos intestinos en perfecto estado, porque el 70% de la serotonina se fabrica en los intestinos. Si hemos tomado antibióticos, si vamos con diarrea, si los nervios no nos dejan comer bien, el intestino se va erosionando y hay que hacer una cura intestinal. Hay que darle glutamina, un aminoácido y, sobre todo, hay que tomar flora intestinal para que puedas volver a generar tu cantidad de serotonina, y eso va a repercutir en tu estado de ánimo. He curado depresiones solamente arreglando los intestinos.

- ¿Solemos descuidar nuestra libido al aceptar que en ese segundo tiempo es normal y natural que esté más baja?
- Gran error. Que sea natural no significa que sea deseable y que lo tengamos que aceptar.

- ¿Qué hay que hacer para mantenerla alta?
- Recuperar energía, comiendo alimentos vivos, descansado adecuadamente, gestionando muy bien el estrés, mirando que el pH no sea ácido y manteniendo una actividad física. Pensamos que la fuerza y la energía nos la da el alimento, y el alimento nos da un porcentaje de un 20% o un 30% de la energía. La otra energía la generamos moviéndonos. Si eres hombre, te recomiendo el Tríbulus terrestres, que es una planta fácil de encontrar y que es precursora de la testosterona, y si eres mujer te aconsejo ésta o la arginina y una planta andina que se llama maca. Cuando te sientes más vital te crece el cabello, ves mejor y la libido sube a los tres meses. Es una pena que pensemos que, con los años, sexualmente tenemos que rendirnos ante la evidencia. A mí el sexo me interesa más que nunca, y tengo mis años.

- Hablemos de los aceleradores de envejecimiento. ¿Cuáles son los que hay tener más en cuenta?
- El distrés, estrés continuado, es el factor que provoca más envejecimiento. Después estaría la oxidación, el sedentarismo, la obesidad y los tóxicos.


COMO SER UN NUEVO MODELO DE HOMBRE - Miriam Subirana. El País.

La masculinidad impuesta históricamente tiene cura. La clave: dejar a un lado las etiquetas y crear una imagen propia en la que compartir y sentir no sean sinónimo de menos virilidad.

La identidad masculina se ha visto influida por la reafirmación de la mujer y la liberación homosexual, que han cuestionado el modelo tradicional del varón. En las últimas décadas, algunos hombres se han feminizado, aunque son muchas más las mujeres que se han masculinizado. La masculinidad ha ido ganando terreno en los espacios, las vidas y las conductas de muchas mujeres. Una masculinidad que no ha sido siempre la mejor, ya que ha vuelto a muchas mujeres más duras y agresivas. Podríamos afirmar que el paradigma masculino tradicional sigue presente en nuestros espacios, en nuestra vida privada y pública, en nuestros países.

Existe una masculinidad emocional y físicamente sana e integradora, necesaria para construir un mundo mejor a todos los niveles. Sin embargo, en el mundo sigue predominando una masculinidad tóxica que se expresa en las guerras, violaciones, accidentes, muertes, conductas deportivas y sociales, actitudes sexuales, en la corrupción, en los negocios desprovistos de ética, en un consumismo inmoral y en la multiplicación de las adicciones. Todo ello ¿para qué?. ¿Serán formas de esconder la angustia y el vacío existencial?. Sin duda, ello influye en que vivamos relaciones insatisfactorias, condicionadas por el lastre social, cultural e histórico que nos ha llevado a un vacío interior.

Hombres y mujeres buscamos modelos masculinos alternativos al modelo cultural impuesto socialmente de lo que, durante siglos, ha significado ser hombre. La auténtica cuestión:

"¿Qué hacer con el bagaje de valor y arrojo que debieron acumular para estar a la altura del papel real?" (Marina Subirats)

Por miedo a perder una imagen social viril, muchos hombres se aíslan de sus propias emociones. Se centran en la acción hasta que son adictos al hacer, hacer y hacer. La acción llega a convertirse en una huida de sí mismos. Para reencontrarse, el hombre tiene ante sí una tarea urgente: aceptar su mundo de sentimientos y no por ello sentirse menos hombre. Robert Moore, doctor en psicología y teólogo, y Douglas Gillette, fundador del Institute for World Spirituality en Chicago, dicen que hemos llegado a "pensar que los sentimientos, y en particular nuestros sentimientos, son obstáculos molestos e inadecuados para ser hombres".

Afortunadamente, cada vez son más las personas de género masculino que intentan conectar con su identidad libres de los condicionamientos externos y abriéndose a su verdadero ser. De esta manera se encaminan hacia la liberación de lo que durante milenios ha significado ser "hombre" en su sentido castrante y destructivo.

La cuestión que se plantea es cómo logra uno conectar con su verdadera identidad. Para vivir una vida emocionalmente inteligente, sin adicción al poder de dominar ni a la acción, es bueno parar y hacer introspección, es decir, mirar hacia dentro. Es una mirada que busca el sentido y conecta con lo esencial, aquello para lo que merece la pena vivir. A este fin, la práctica de la meditación y la búsqueda de espacios de silencio pueden ser muy beneficiosas. En el silencio, uno aprende el arte de escuchar, tan necesario para relacionarse y a veces tan olvidado. Escuchar lo que se siente y dejarse sentir. Escuchar lo que se quiere y oírlo. Al meditar, uno viaja al encuentro de sí mismo y recupera el poder del ser.

EL PODER DEL SER
"Aquellos que desean crear un nuevo estado de cosas deben comprenderse a sí mismos en su relación con otro" (Krishnamurti)

La verdadera identidad del hombre está conectada con la esencia de la masculinidad que prevalece más allá de los modelos patriarcales impuestos, más allá de lo que ha significado ser hombre durante siglos. A esta esencia la denominaríamos la masculinidad eterna, en la que el hombre vive todo su potencial en su ser. Para ser hombre no necesita demostrar, vencer ni triunfar. Cambia su visión y su enfoque: en vez de competir con armas adquiridas, coopera con sus armas innatas, con sus talentos y valores, cultivando su inteligencia emocional y espiritual. Vive una masculinidad madura, con raíces emocionales y espirituales propias.

Recuperar el poder interno implica tener un mayor dominio de su mundo interior y de sus facultades, como son la mente, el intelecto, los condicionamientos y los hábitos. La práctica del control mental, del pensamiento positivo y de la meditación le ayudará a conseguirlo. Fortalecer valores como la tolerancia, la aceptación y la flexibilidad le ayudará a vivir en paz en tiempos de turbulencia y cambios como los que vivimos. Cualquier debilidad, dispersión, falta de enfoque y fluctuación interna le robará la energía necesaria para sentirse pleno. Liberarse de cualquier aspecto que le haga sombra le permitirá gozar de una vida más plena. Para superar una debilidad es necesario aceptarla sin vergüenza, reconocerla con sinceridad, entender por qué está ahí y empezar a trabajar el valor o fortaleza que contrarreste esa debilidad y le ayude a vencerla.

LA NUEVA HOMBRIA
"Es una masculinidad sostenida en el coraje del espíritu y del compromiso y en la valentía de la compasión" (Sergio Sinay)

No se trata simplemente de pasar de un modelo machista a ser un hombre políticamente correcto que limpia en casa, cuida del niño, la pareja lo alaba y la sociedad lo apoya. La transformación necesaria es más profunda, más de raíz. Implica replantearse los valores, las actitudes y la conducta. Es necesario reformular las creencias acerca de lo que es ser hombre.

Fundamentados en su poder interior, los hombres cambiarán los mandatos que configuran la identidad de género en nuestra cultura. Hasta que no se transformen, en el mundo laboral tampoco entrarán la compasión, la fraternidad, la trascendencia, la espiritualidad, el humanismo y un espacio para la alteridad, la condición de ser otro.

Con autoestima, asentado en su valor interior, el hombre puede ser sin necesidad de imponer, forzar ni presionar. Esta es la condición imprescindible para el encuentro con el otro. Aprender a relacionarnos sin dañarnos, a amarnos sin atarnos, a ser cómplices recuperando y preservando nuestra identidad original y eterna, a experimentar la unidad en la diversidad. Esta es mi propuesta de transformación integral para que sea posible la armonía en las relaciones.

Cuando un hombre aprende a verse a sí mismo en la integridad de su ser, es amoroso y sabe amar. Desde esa conciencia, va al encuentro del otro partiendo de un lugar diferente: no desde el conquistador que elude la entrega y la intimidad sentimental, sino desde el ser abierto y comprensivo que sabe comprometerse con sinceridad. Para él, el compromiso no significa atadura, sino complementariedad y enriquecimiento. Sabe tener al lado a una mujer como persona con los mismos derechos, obligaciones y necesidades que él, sin envidiar sus logros profesionales, su inteligencia o su ingenio.

Reconoce que ser varón no es sinónimo de ser más inteligente, más fuerte ni más poderoso. Es consciente de que el poder no se pierde cuando se comparte; que las decisiones asumidas a medias son más fáciles de tomar; que compartir el cuidado de los hijos es fundamental en su papel de padre; que ser frío no le hace más viril; que los hombres se expresan y lloran..., y no pasa nada.

Para llegar a disfrutar la complementariedad que armoniza a hombres y mujeres, y a estos entre sí, tenemos que emprender una tarea conjunta si lo que deseamos es lograr una transformación de raíz, cambiando el punto de partida y el eje desde el que miramos y percibimos la realidad. Así podremos despojarnos del lastre que arrastramos para ver el futuro con visión renovada. La recuperación de nuestra identidad auténtica pasa por redescubrir valores como el amor, la paz, la sinceridad, la empatía, la escucha, y despojarnos de todos los estereotipos que nos alejan de la posibilidad de lograr armonía y plenitud.

De esta manera, los hombres de hoy serán referentes para las nuevas generaciones como ejemplos de coraje con corazón, de empatía y escucha, de entrega y servicio; serán guías que ofrecen herramientas para un modelo de mundo deseable y una participación pedagógica en esa transformación. Padres que ofrecen una referencia válida a sus hijas en la búsqueda de un compañero. Modelos válidos de hombre para que sus hijos crezcan libres de condicionantes por razón de su sexo y contribuyan a la construcción de un mundo más saludable, desintoxicado de masculinidad machista.

Reconstruye tu propia imagen

“El concepto de uno mismo es el destino. El peligro es que nos volvamos prisioneros de nuestra imagen negativa, que le permitamos dictar nuestras acciones”. En esta frase de Nathaniel Branden se puede encontrar una clave para salirse de la masculinidad impuesta históricamente: reconstruir tu propia imagen. Una imagen de ti mismo independiente de los estereotipos culturales de género. Eso implica desaprender lo aprendido. Dejar de lado tus personajes, tus etiquetas, lo que se espera de ti. Así clarificas tu camino. Consiste en desaprender, soltar, conocer y construir. Cada hombre tiene que saber lo que está bien o lo que está mal para él. Lo que te acerca a tu plenitud y lo que te vacía. Lo que te conecta con tu ser y lo que te desconecta de lo esencial. Tener tus propios criterios de valor y, a partir de ahí, valorarte. Valorarte no solo por lo que ocurre en tu mundo sentimental o laboral, sino por lo que ocurre en la totalidad de tu mundo. Tener una imagen completa del ser. Se trata de conocer la masculinidad emocionalmente madura y tus cualidades innatas, conectarte con ellas y serlas, vivirlas para compartirlas. Reencontrar tu eje, tu columna vertebral, en ti y no buscarlo en el otro. Así reconstruyes tu propia imagen en la esencia de tu ser más allá de identidades limitadas por cuestión de género.



CONSTRUIR LA PROPIA IMAGEN

1. Libros

– ‘Masculinidad tóxica’, de Sergio Sinay.

– ‘Sobre las relaciones’, de Krishnamurti.

– ‘Mujeres y hombres, ¿un amor imposible?’, de Manuel Castells y Marina Subirats.

2. Películas

– ‘Lost in translation’, dirigida por Sofia Coppola.

– ‘La chica del adiós’ (‘The goodbye girl’), dirigida por David Gates.

– ‘El príncipe de las mareas’, dirigida por Barbra Streisand y protagonizada por Nick Nolte.

3. Música

– ‘Harvest’, de Neil Young.

– ‘Dreams’, de Fleetwood Mac.



Web de Miriam Subirana