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dimecres, 31 de juliol del 2013

AMOR DE PLAYA. Jon Fernández, La Vanguardia.

El verano es época de enamoramientos, idilios que duran semanas, meses a lo sumo, intensos pero con fecha de caducidad. Y no siempre es fácil gestionarlos emocionalmente
Si la primavera la sangre altera, el verano acaba re-volucionando el corazón. Todo indica que durante la estación estival el juego de muñecas de Cupido es más ágil, y la puntería de sus flechas mucho más afinada. El amor de verano no es sólo cuestión de cine o literatura. Es una experiencia vital que los psicólogos consideran importante para la madurez personal. De hecho, suele ser un amor especial por su brevedad, intensidad y por los buenos recuerdos que deja. Y aunque normalmente se trate de una relación con fecha de caducidad, existen muchos recursos para afrontar la despedida y aprovechar al máximo el idilio veraniego.
Para el 82% de los solteros españoles esta es la mejor época para encontrar pareja, según una encuesta del portal Match.com. ¿Alguna vez se ha preguntado por qué tendemos a enamorarnos más en verano? La biología, el ambiente que nos rodea y nuestro propio comportamiento contribuyen a ello. Durante esta época confluyen varios factores que propician la chispa del amor. Mila Cahue, psicóloga del centro Álava Reyes especializada en relaciones de pareja y exasesora de los portales de búsqueda de pareja on line Meetic.es y Match.com, apunta una serie de razones. El ritmo de la naturaleza es una de ellas. "El verano, época en la que hay más luz, es el momento natural de reproducción, y en el fondo del cerebro se activa ese instinto". Pero añade que en el caso del ser humano hay que analizar más allá del instinto, y recalca que durante estos meses estamos más descansados física y mentalmente, que al bajar el ritmo de trabajo desciende el estrés y que rompemos las rutinas, lo que nos predispone a estar abiertos a nuevos estímulos.
Mila Cahue subraya que cualquier relación requiere tiempo, y es justamente en verano cuando no tenemos que mirar tanto el reloj. "Precisamente una de las razones de que muchas parejas en invierno vayan mal es que casi no queda tiempo para atenderla", apunta. Al contar con más tiempo, la gente aprovecha para emplearlo en el ocio que más le gusta, y es ahí donde coincide con otras personas con quienes comparte esa afición. Es como si todo nos condujera a encontrar a una persona especial.
Por si todo lo anterior fuera poco, el factor sorpresa también tiene un papel importante. En vacaciones, nos desplazamos a diferentes destinos como la playa, la montaña o el pueblo, y la novedad de un entorno distinto es estimulante. Pero, tal como apunta la psicóloga Cahue, también entra en juego otro tipo de fascinación. "Una sorpresa doble que nos saca del aburrimiento: es muy agradable que alguien nos sorprenda y, al mismo tiempo, resultar sorprendente para alguien. En verano estamos más abiertos a descubrir a gente nueva que nos gratifique". En esta época de sol, arena, agua y fiestas nocturnas además, se agudizan los estímulos visuales y sensoriales. "Puede parecer una tontería –confiesa Cahue–, pero en verano hay más piel, que es fundamental en cualquier tipo de relación". El tacto entre pieles crea un vínculo de confianza especial tanto en las parejas enamoradas como durante la lactancia entre una madre y su bebé, dado que el organismo segrega oxitocina, conocida como molécula del amor u hormona del apego.
Mati Segura, terapeuta sexual y de pareja y miembro del Col·legi Oficial de Psicòlegs de Catalunya, va un poco más allá. Asegura que cuando la relajación del verano coincide con un enamoramiento el cerebro se inhibe, se bajan las barreras y se deja paso libre al amor. "Durante esa época la amígdala cerebral, que es la parte que controla el miedo, está desconectada. No se ven los peligros y se deja llevar". Los mecanismos de defensa del cerebro se desconectan y se activan los de recompensa. Parece que tanto el entorno como nuestro propio cuerpo se confabulan para empujarnos a vivir una relación amorosa durante estos meses.
No obstante, para evitar posibles desilusiones, conviene recordar en todo momento en qué consiste un amor de verano. "Al fin y al cabo, es un juego –explica la psicóloga Cahue–. Y hay que saber participar en él, saber aceptar las reglas, no engañar a nadie, y, sobre todo, no autoengañarse". Pero eso no quiere decir que el amor de verano sea frívolo ni superficial. Los psicólogos advierten que la frivolidad reside en actuar conscientemente con engaños, sin tener en cuenta los sentimientos de la otra persona. Pero el amor debe ser incompatible con el dolor. Cahue aclara que si dos personas saben lo que están haciendo, no hay engaño. "Se trata de aceptar y decir que vamos a jugar, y que cuando se acabe el juego nos despedimos y todo está bien".
En muchos casos los amores de verano están condenados a ser relaciones con caducidad, porque tras las vacaciones toca hacer la maleta y volver cada uno a su realidad, a cientos o miles de kilómetros de distancia de la otra persona. A lo largo del verano se acumulan las promesas, los sueños y los planes de futuro forjados al calor del sol o al amparo de largas noches estrelladas, aunque al llegar septiembre muchas veces acaban desvaneciéndose. ¿Cómo afrontar una relación que probablemente acabará con el verano? La terapeuta sexual Mati Segura no está de acuerdo con esa afirmación: "Un amor de verano no tiene más fecha de caducidad que un amor de invierno". La cuestión es que, sencillamente, en esta estación hay más posibilidades de enamoramiento y, además, hay más parejas que por distancia geográfica no pueden mantener la relación.
Para ese caso, la psicóloga Cahue revela tres consejos. El primero es vivir la experiencia con naturalidad desde el inicio hasta el fin y ser tolerantes con la frustración, ya que hay muchas cosas que acaban y no pasa nada. El segundo es tener claro que de amor no hay que morir: "El amor es para disfrutarlo, y merece la pena dure lo que dure". Y, por último, recordar que un amor corto no es insustancial, "simplemente es un juego, como la vida misma". De todos modos, nadie puede saber si una relación va a durar o no. "Hay muchas parejas felices que se conocieron en la playa", espeta la terapeuta sexual Segura. La cuestión es que las relaciones de pareja pasan por distintas fases y la primera suele ser el enamoramiento, una etapa casi ficticia para los amantes y que Segura no duda en definirla como una especie de trastorno mental transitorio.
El amor de verano se enmarca precisamente en esa fase inicial de pasión, de ahí su intensidad, ya que ofrece lo más apasionado de una relación de pareja. No obstante, Mila Cahue recalca que el enamoramiento no es la relación, aunque es absolutamente necesario para que las relaciones se inicien. "El amor requiere más que enamoramiento, necesita vivir distintas fases y el conocimiento mutuo". Ese es el gran reto al que los amantes de verano se enfrentan los últimos días de sol: despedirse y dejar atrás una bonita historia de amor o decidirse por entrar en la siguiente fase de la relación e intentar mantener el amor más allá del verano.
Ambas opciones pueden ser acertadas. De hecho, casi la mitad de las parejas creadas en verano ­perdura a lo largo del tiempo, según una encuesta del portal de parejas Match.com. Es justamente antes de tomar la decisión de seguir con la relación ­cuando hay que tener en cuenta que los amores de verano también entrañan ciertos riesgos. Recuérdese, si no, el disgusto que se llevó Olivia Newton-John en la película Grease cuando, tras un romance veraniego de lo más dulce, de pronto se topó en otoño con un John Travolta chulo y prepotente. "No hay nada más terrorífico que el doctor Jekyll se convierta en Mr. Hyde en invierno", asegura la psicóloga Cahue. En verano sólo se ve un cara muy pequeña del amante, no se conoce a la persona en su contexto, no hay tiempo de buscar sus defectos, y ahí reside uno de sus riesgos: que se tienen que tomar decisiones basándose en una reducida imagen.
Pero la verdad es que es un riesgo que se asume al inicio de cualquier tipo de relación.
Y nunca se sabe, pues todas la relaciones empiezan a corto plazo y lo mismo pueden durar unos meses que toda una vida. Por si acaso, la terapeuta sexual Segura recomienda al enamorado no tomar decisiones importantes por lo menos hasta que llegue otoño. Y en el caso de que quien esté obnubilado por el amor veraniego no sea usted, sino su hijo, su amigo o alguna persona cercana, y esa persona de repente quiera dejarlo todo para irse a donde sea para seguir adelante con la relación, Segura recomienda aconsejarle que se dé un tiempo para decidirlo más fríamente, pero no cuestionarle nunca sus sentimientos porque puede ser contraproducente.
Lo cierto es que cada vez es más fácil mantener un amor de verano a lo largo del año gracias a las nuevas tecnologías. Especialmente los más jóvenes están muy habituados a desenvolverse por las redes sociales, y gracias a ello muchas relaciones en las que la geografía separa físicamente a la pareja prueban suerte y a través de la red intentan mantener el amor a distancia. Es una de las posibles etapas que puede seguir al amor de verano, pero conviene asumir que una relación vía Skype, Whatsapp o teléfono no tiene nada que ver a la intensa experiencia vivida durante las vacaciones. "Con los medios de comunicación que tenemos, hay algunos amores de verano que duran un poco más, pero, realmente, la distancia llega a dificultar la relación –comenta Cahue–. Hay que mantenerla a base de ilusión y ganas... pero no tiene la normalidad de una pareja. La tecnología no sustituye nunca la relación de piel que realmente forja un vínculo y hace sentirnos plenos". Además, tras volver a la rutina, suele cambiar bastante la dedicación que cada uno presta a la relación. Lo más habitual suele ser que esas relaciones vayan enfriándose, se acaben y se conviertan en un bonito recuerdo estival.
Los amores de verano, no obstante, ya no son lo que eran. Han cambiado y evolucionado al mismo ritmo que lo ha hecho nuestra sociedad. "Si nos paramos a pensar, nos daremos cuenta de que el amor de verano es más antiguo que moderno", asevera Ángeles Sanz, psicóloga clínica y autora de libros como Terapia sexual (FUE) o La vida en pareja (Temas de Hoy). "Ahora hay muchísima más movilidad social y cultural. El mundo es mucho más pequeño, se ha reducido. Hoy en día, por ejemplo, muchos jóvenes tienen la opción de irse de Erasmus, pero antes la oportunidad de conocer a nueva gente era el verano". Debido a ese gran cambio social, Sanz cree que la película de amor de verano por antonomasia, Grease, hoy no tendría ni el sentido ni el éxito que cosechó a finales de los años setenta y los ochenta.
Aún así, la mitificación del amor en general, y del amor de verano en particular, sigue en pie en nuestros días. Sanz advierte que vivimos en una cultura en la que todo lo que gira en torno al amor está muy sobredimensionado. "Parece que si nos vemos ante la posibilidad de comenzar una relación siempre hay que apostar por ella y vivirla, que es de tontos renunciar". Pero no deja de ser más que un factor meramente cultural. Es más, si uno prevé desde el principio que la otra persona dentro de quince días se tendrá que volver a su país de origen y la precipitada relación de amor le acabará rompiendo el ­corazón, puede ser mejor frenar a tiempo. "Es verdad que cuando una persona se siente atraída por otra se pierde bastante la noción de la realidad. Pero es muy importante no engañarse a uno mismo. Mucha gente se mete en una relación imposible con la que luego sufre mucho por no frenar a tiempo".
Pero uno no se puede proteger del desamor de la misma forma que se protege del sol. Curarse en salud no siempre es posible, ni tampoco recomendable, se tiene que vivir . "¿Conoces a algún torero que no tenga una cornada? ¿Algún futbolista que no tenga una lesión? –pregunta la psicóloga Cahue–. Pues en el juego del amor ocurre lo mismo. Algunas veces te tienen que romper el corazón". Cuanto más se implica la persona en la relación amorosa, más dolorosa puede resultar la ruptura al final del verano, pero también puede servir para el crecimiento personal. La psicóloga clínica Sanz afirma que el amor de verano es una experiencia que probablemente hay que vivir en la adolescencia o la juventud para madurar. "Aunque la relación salga mal, sirve para aprender. Es una experiencia que aporta ilusión, ganas de vivir y mucho autoconocimiento".

Un cóctel hormonal explosivo
La ciencia ha demostrado que el amor de verano tiene una importante base biológica. En esta estación el organismo genera un cóctel hormonal que hace que se disparen el deseo sexual y la predisposición al enamoramiento. La cantidad de testosterona del cuerpo, por ejemplo, varía dependiendo de la luz: cuanto más largo es el día, más aumenta el nivel de testosterona. Según las universidades norteamericanas de Cornell y de Rutgers, la hormona del deseo sexual alcanza su nivel máximo en verano. Lo mismo sucede con la serotonina, un neurotransmisor que al calor del sol fortalece sus propiedades afrodisíacas, potencia el apetito sexual y aporta una mayor sensación de placer y euforia. Asimismo, las altas temperaturas y las actividades al aire libre hacen que la piel esté más descubierta y adquiera más importancia en la estimulación sexual que el resto del año: nuestra piel segrega más feromonas, moléculas que sirven para atraer, y también aumenta la oxitocina, molécula del amor. De hecho, para los meses de invierno en los que las hormonas reducen su actividad, existen perfumes de feromonas y sprays de oxitocina que aseguran funcionar como reclamo amoroso, aunque con dudosos resultados. También se suman al cóctel de la pasión las endorfinas. Se genera tras el ejercicio físico y los orgasmos, pero también es fotosensible, y en verano aumenta su presencia en el organismo.


LIBRÉMONOS DE UNA VEZ DE LA CULPA-HABILIDAD. Fred Kofman. la Contra de la Vanguardia.



La decisión más importante de tu vida la tomas sin darte cuenta: Cada uno de nosotros decide ser víctima o protagonista de su propia existencia.

¿En qué sentido?
—¿Por qué ha llegado usted tarde?

¡No sabe usted cómo está el tráfico!
—¿Lo ve? Usted podría elegir ser el protagonista de su vida y decir: «He llegado tarde porque me dormí; pude haberme levantado media hora antes y así lo haré en adelante».

Hombre... No se me ponga así.
—... Pero usted ha preferido ser una víctima del tráfico. Así usted se siente inocente, otra víctima de la circulación, pero también así se priva de la posibilidad de rectificar. El precio de la inocencia es la impotencia.

Eso dígaselo a nuestros políticos, directivos, gestores, mecánicos, fontaneros...
—Es lo que les digo precisamente a los directivos de las empresas que asesoro. Para ser parte de la solución, tienes que asumir antes que eres parte del problema.

¡Bastantes ya me culpan de cosas como para que yo les dé la razón!
—No me interesa la culpabilidad, ni el infierno ni la redención... Nada de eso. Busco la eficiencia, no culpables. Se trata de mejorar el funcionamiento de las organizaciones, y si eludimos responsabilidades, no entenderemos los problemas, y si no los entendemos, no sabremos nunca cómo solucionarlos.

Entonces, yo debería...
Olvídese del debería y concéntrese en el puedo. Usted puede elegir ser más eficaz. Eso es todo. Hágase responsable, no culpable de su aprendizaje. Si algo no funciona, usted reconoce la disfunción; asume que puede corregirla y la corrige. Con naturalidad, sin culpas, dramas ni aspavientos...

¿Y si quieren mi cabeza? ¡Cómo se alegrarán mis enemigos si asumo errores!
—Peor será para usted no verlos e intentar ocultarlos sin corregirlos. ¡Salgámonos ya de la culpa-habilidad! Millones de personas desarrollan desde niños esa perversa capacidad de exculparse de todo que les proporciona un falso alivio a cambio de la renuncia a ser protagonistas de su propia vida. Un niño le dirá: «Se ha roto el juguete»...

Hombre, a veces se rompen...
—Cuando sienta la cómoda tentación de la inocencia o quiera evitarla en sus hijos, pregunte: «¿Y tú qué hiciste? ¿Qué hiciste tú cuando sabías que habría mucho tráfico?».

¡No me echará usted a mí también la culpa de la crisis de las subprime!
—De nuevo pregúntese: «¿Qué hacía yo cuando...?». «¿Qué hacía yo cuando había beneficios fáciles? ¿Qué podía hacer y no hice?», pero, sobre todo: «¿Qué puedo hacer yo ahora?».

Yo no soy responsable de Wall Street.
—Usted no es responsable de pero sí es responsable frente a...

¿...?
—Usted no es responsable de un cáncer, pero sí es responsable de qué hace frente a él. Del mismo modo, usted no es responsable de toda una crisis, pero sí de qué hizo cuando pudo prevenirla y de qué hace ante ella.

Asumirlo requiere calidad humana.
Y grupal. La inteligencia hoy ya no es un atributo meramente individual: Del mismo modo que un moderno ordenador tiene su tarea de procesamiento distribuida por toda la máquina, una empresa moderna tiene su talento distribuido entre su equipo y no sólo concentrado en un centro de dirección.

Uno ya no puede mandar como antes.
—¡Exacto! El líder anima a que cada uno asuma su propio poder; no impone el suyo. Motiva hasta lograr que cada cual sea el actor de su trabajo; a que ensaye sin miedo y rectifique cuando haga falta con naturalidad para saber sacar lo mejor de sí mismo.

Por eso hay empresas tontas y listas.
Porque si usted me apunta con una pistola —si se limita a ordenarme desde el poder—, puede obtener mi obediencia, pero no mi creatividad, ni mi ilusión ni mi esfuerzo. Y resulta que las nuevas industrias del conocimiento —las que generan valor hoy— requieren ese equipo motivado, ilusionado, creativo y cooperador: Para la mera obediencia mecánica ya están los robots industriales.

También hay cada empleado...
—A menudo son así porque les falta liderazgo. Un buen líder, y no un mero capataz, es capaz de motivar, porque hace que cada cual saque lo mejor de sí mismo y lo pone a trabajar en equipo. Un mal jefe se limita a mandar, es decir, a conseguir que el otro haga lo que en realidad no quiere hacer.

Esa definición suena a perverso.
—Lo sé: Lo sufrí bajo la dictadura argentina. En cambio, el líder logra que el otro haga mejor lo que en realidad quiere hacer, y así obtiene lealtad, ilusión y creatividad.

Al final, todo depende de la coyuntura.
En realidad, todo lo decide nuestra actitud ante cada coyuntura. Si la gente está escaqueada todo el día, escondiéndose para no trabajar, mirando Internet y el reloj para largarse, se crea una economía de baja productividad, de sufrimiento y pobreza mental y, al final, también económico. Una empresa así tiene jefes, un amo o muchos amos, pero carece de liderazgo. Y sin liderazgo, la coyuntura siempre es mala.

Sus recetas son... ¡Tan sencillas!

—La clave no está en la receta, sino en aplicarla; adelgazar no depende de saber la dieta —un par de horas— sino de cumplirla —toda una vida—. El momento decisivo no es el de mi consejo, sino cuando usted reconoce el error, que se ha levantado demasiado tarde. Y lo corrige.

dimarts, 30 de juliol del 2013

Vidas platónicas. Xavier Guix. El País.

Muchas personas viven eternamente insatisfechas pendientes de lo que no tienen. Con esta actitud solo consiguen quedarse atoradas y que les domine el miedo y la ansiedad
Algo común en las conversaciones con los pacientes en la consulta son los relatos sobre sus sueños e ilusiones. Somos seres que miramos al frente, siendo causa de sufrimientos el deambular demasiado por el pasado. No obstante, pronto se advierte que esos apasionados relatos esconden una visión más ilusoria que ilusionada.
Juan me habla de lo enamoradizo que es. Empieza siempre con pasión sus relaciones, pero se cansa al poco de comprometerlas. Vuelve de nuevo a lo que le falta. María ha contratado ya a tres coachs para lograr establecerse en un trabajo. Pero no dura mucho. Vuelve a estar en lo que le falta. Jacinto me habla de los proyectos que tiene de irse a vivir al extranjero. Lo malo es que lleva cinco años diciéndoselo a sí mismo, pero no, nunca acaba de dar el paso. Vive en un vacío que llenará algún día. Manuela, excelente madre y una líder en su familia, se pasa el día buscando actividades en las que desarrollarse. Pero cuando las encuentra tiene que dejarlas porque tiene que atender a los suyos. No lo asume. Se proyecta hacia lo que cree que debería ser. Su mundo rico en afectos no es suficiente. Siempre le falta algo. ¿Qué le ocurre a tantas personas que, teniéndolo todo, siguen sintiéndose infelices?
“Solo amamos aquello que deseamos; solo deseamos aquello que nos falta”. Platón.
Las relaciones son uno de los ámbitos donde mejor se expresa esa pauta psicológica entre la falta, el vacío y la idealización. Amantes eternas, buscadoras inagotables de la pareja ideal, enamoradas de enamorarse, coleccionistas de comienzos, nostálgicas de los amores perdidos, especialistas en el arte del abandono, las personas instaladas en el sueño de un amor platónico viven exactamente como reza aquella canción de Serrat: “No hay nada más bello que lo que nunca he tenido, ni nada más amado como lo que perdí”. Todo amor adquiere su estado ideal cuando no se tiene o cuando se ha perdido.
Si examinamos de cerca pasiones tan exaltadas apreciaremos su perfecto engaño, su trampa mortal: el estado de carencia o de falta. Soñar con un gran amor permite imaginárselo a medida, sentirlo en su estado perfecto y proyectarlo como el gran remedio a la soledad presente o al vacío interior que supone tanto deseo insatisfecho. No obstante, todo ese sufrimiento innecesario proporciona un estado de falta al que la persona se acostumbra, que normaliza, con el que se identifica y se convierte en un ser carente. Esa es su droga, la sustancia que debe tomar cada día en pequeñas dosis de frustración por el amor que nunca acaba de llegar.
Cuando ese amor se convierte en realidad, y superada la etapa de exaltación, le ocurre lo mismo que a los niños con los juguetes tan deseados que traen los Reyes Magos: se aburren. Por un lado, un amor real es duro, un amor basado en compromisos, responsabilidades e imperfecciones. Por otro, ya no puede tomarse esa monodosis de “echar en falta”. No añora, ni sueña, ni puede idealizar. Ya no es una proyección, sino un ser humano, de carne y huesos, que ama y quiere ser amado auténticamente. Entonces, la persona platónica huye, porque aquello no es lo que esperaba, porque debe existir algo más ideal, algo que de nuevo le falta.
Otra de las típicas situaciones carenciales consiste en proyectar escenarios en los que supuestamente se obtendría toda la felicidad ahora ausente. Ocurre cuando nos invade la insatisfacción, sea por falta de ilusión en el trabajo, por tener una relación instalada en demasiadas rutinas, o por una especie de sinsentido generalizado por falta de pasión vital. En ese instante miramos a la orilla de enfrente creyendo que en ella se esconde la abundancia de la que nos sentimos privados.
La falta alimenta la imaginación, y pronto nos encontramos dibujando cómo sería nuestra vida si estuviéramos en la otra orilla, es decir, si tuviéramos otra pareja, otro trabajo, si viviéramos en una casa cerca del mar, en otra ciudad o en medio de la montaña. La idea se asienta y se convierte en un pensamiento obsesivo que nos distrae día y noche. Tanto es así, que se precipitan algunos acontecimientos de forma que solo hace falta un pequeño detalle: cruzar de una orilla a otra. Mucha gente se queda, sin embargo, atorada. Le invade el miedo y la ansiedad.
“Que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”. Calderón de la Barca.
Llegados a este punto, algunas personas deciden visitar a un psicólogo para que les ayude a descubrir el porqué de sus angustias. Entonces se descubre la trampa: se han obligado a tomar una decisión innecesaria. Aquello que no era más que una proyección se convierte ahora en un inapelable destino que hay que transitar. Lo hacen sin recursos, sin saber nadar, sin una barca adecuada que les lleve de una orilla a otra. Empalidecen, se ahogan en sudores fríos, no duermen ni entienden qué les puede estar pasando ahora que tienen su sueño tan cercano.
Y el psicólogo les pregunta: ¿Hay alguien que te espere en la otra orilla? ¿Te han ofrecido un trabajo en la otra orilla? ¿Tienes un lugar adónde ir en la otra orilla? En todos los casos la respuesta es negativa. Entonces, ¿para qué tienes que cruzar la orilla? ¿Quién te obliga? ¿Te lo manda alguien? Ahí es donde se dan cuenta de su pensamiento platónico. El estado de insatisfacción no es un problema, es solo una situación desagradable que, además, tiene arreglo. En cambio, cruzar de una orilla a otra, sin más, eso sí es un problema.
Cuenta el filósofo André Compte-Sponville: “Si queremos salvar nuestras historias de amor, o simplemente entender cómo pueden existir parejas felices, necesitamos otra cosa. Ni las obras de arte, ni los hijos, ni la religión son suficientes”. Necesitamos otra teoría sobre el amor y sobre la vida que no se base en ideas platónicas.
Mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo y no deseo con exceso lo que no tengo”. Tolstói.
Quizá la filosofía de Spinoza nos pueda servir de ejemplo a la hora de hablar del deseo como motor y no como una falta. Cuando no se desea más que lo que se tiene, lo que la vida trae, lo que uno es, el deseo se transforma en potencia, y el amor, en alegría. Tenemos apetito de lo que nos gusta, de lo que deseamos, pero ese apetito no es un sufrimiento, sino una fuerza que nos empuja a gozar de lo que no nos falta.
En cambio, sufrir por lo que nos falta es aplazar el vivir o hacerlo poniéndose trampas. Eso es lo que apostilla Compte-Sponville: “Más vale gozar y alegrarse de lo que se tiene, que echar en falta lo que no se tiene. Más vale amar lo que conocemos que soñar con lo que amamos. Es la verdad de la pareja, cuando está feliz, y del amor, cuando es verdadero”. Ante la perspectiva de una vida platónica, mejor amar lo que es.

EL PAPEL DEL AMOR
1. LIBROS
‘Ni el sexo ni la muerte’, de André Compte-Sponville. Editorial Paidós.
‘El banquete’, de Platón. Editorial Tecnos.
‘Ética demostrada según el orden geométrico’, de Baruj Spinoza. Editorial Trotta.


Los 7 secretos para ser feliz.Sexto Secreto. Mario Alonso Puig.

El Doctor Mario Alonso Puig nos cuenta en el Hormiguero los 7 secretos para ser feliz y tener éxito en la vida.

Secreto 6: "Por la noche eliges lo que te construye y lo que te destruye
"


Cuando reducimos en exceso el sueño dormimos menos de 7 horas el sistema de defensa es menos agresivo y somos más propensos a coger enfermedades. Cuando nos habituamos a dormir poco perdemos capacidad de concentración y de atención y esto puede hacer que tengamos un accidente.


Dormir poco engorda. Si duermes poco generas ansiedad y pesimismo en el ser humano.

Deberes: durante una semana dormir entre 7 u 8 horas. 2 minutos antes de dormirte recuerda algo que durante el día haya funcionado, siente y visualiza algo durante el día que hayas hecho bien para conectar con el subconsciente. Nuestra identidad e imagen de nosotros mismos mejora si los últimos recuerdos del día son positivos sobre nosotros.




dilluns, 29 de juliol del 2013

"Cuando llegues a la última página, cierra el libro." Frases para cambiar vidas.

Autor: Proverbio chino. 
Hoy corresponde pasar por la sala de urgencias del hospital para suturar viejas heridas. No hay que tener especial miedo a ello, salvo que topemos con un remedo del famoso Doctor House, capaz de cerrarnos una herida concreta, pero, colateralmente, abrirnos otras cuantas en nuestra autoestima.
Esto de vivir no es sencillo, no nos engañemos. Ojala fuese un bucólico paseo, en el que las mayores dificultades procedieran de una mala estimación del clima y, como consecuencia de ello, el fastidio de tener que soportar algún que otro chaparrón inesperado.
A veces la vida duele... y nos hiere, ¡claro!, pero siempre debemos seguir adelante tratando de cauterizar las heridas.
Cada 'libro' que leemos, por muy bueno que resulte y por mucha aflicción que nos provoque su desenlace, algún día concluye, y tras ello debemos colocarlo en la estantería correspondiente, en la que es es posible que lo recuperemos para releerlo -quién sabe-, pero no sin que antes haya pasado un tiempo prudencial dando ocasión a otros muchos libros nuevos y magníficos que quedan por leer.
En nuestra vida, a veces, nos empeñamos en repasar libros agotados y ya superados, evitando con ello la llegada de ninguna novedad. Libros abiertos o heridas sin cerrar: ¿Con qué fin? ¿Es simple desorden o que nos gusta sangrar adrede?
Si tratásemos de reconocer a las personas que no quieren dejar el dolor atrás, definitivamente enterrado en el ayer, y reanudar su vida post morten, encontraríamos que son personas temerosas del futuro y que con frecuencia, buscan continuos justificantes para no actuar. Se pasan la vida mirando a través del espejo retrovisor y no dudan en señalar a otros como los responsables de aquello que les sucede.
Quienes no han cerrado heridas, con frecuencia, no son capaces de reconocer los logros de otros y de dar crédito a que los mismos se deban a la inteligencia, o las habilidades de ellos, sino que propagan que lo que los demás han obtenido ha sido producto de la suerte, del destino, de las influencias o, inclusive, de las artimañas utilizadas. Les resulta difícil felicitar a otros por sus avances y conquistas y cuando los demás fracasan, tienden a pensar: “es bueno confirmar que somos los únicos caídos en desgracia…”. Este no es un buen retrato de nadie, y lo que es peor: ¡No sirve para nada.!
Debemos estar convencidos de que somos superiores a aquello que nos sucede, aceptar el reto que la vida nos trae, mirar al futuro con esperanza sin temer la incertidumbre y, sobre todo, cerrar de una santa vez ese libro ya leído, digerido, superado y que necesita ser archivado y cubrirse de polvo.


Reflexión final: "Poder decir adiós es crecer." (Gustavo Cerati)


EN CALMA. Àlex Rovira.

Escribió Pascal: “He descubierto que toda la maldad humana proviene de la incapacidad del ser humano de sentarse en calma en una habitación”.
La primera vez que leí esta frase me llamó la atención. Que un filósofo, matemático y físico como Pascal, metódico y riguroso hasta la médula, estableciera una correlación directa entre la incapacidad de sentarse en calma y la maldad humana es, cuanto menos, muy atrevido.
Pero meditando serenamente este aforismo provocador, surgen muchas razones para concordar con este lúcido pensador francés.
La agitación, la inercia, la angustia o la ansiedad, entre otros, son generadores de adrenalina, una hormona que nos predispone a la acción, pero también a la defensa y especialmente al ataque. Cuanto más estresados estamos, menos capaces somos de mantenernos templados, serenos, ecuánimes. A más agitación y angustia, mayor tendencia a la precipitación y, al límite, a la violencia. Sí, Pascal tenía razón.
Por otro lado, los sinónimos directos de la calma son la paz y la tranquilidad. Gracias al sosiego conectamos con nosotros mismos, ya sea en una meditación introspectiva (mirando hacia adentro) ya sea en una meditación contemplativa (observando y apreciando serenamente lo que nos rodea). Sea como sea, la floración de contenidos de nuestra consciencia que genera el proceso meditativo nos ayuda con el tiempo a conocernos mejor, a aquietar miedos, dudas, culpas, angustias y cuitas, y produce una liberación progresiva y profundamente terapéutica de nuestros aceleradores inconscientes. Sí, meditar en calma nos lleva a la serenidad, a la apreciación de la vida, a la ecuanimidad y sin duda a la alegría y a la lucidez en un proceso progresivo que limpia pensamientos y emociones nocivas, que son las que tienden a provocar comportamientos sembradores de conflictos. De nuevo, Pascal tenía razón.
Además, quien es capaz de tolerar la soledad y su propia compañía sin angustias ni huidas, sin necesidad de provocar ruidos dentro y fuera de uno mismo, sin escaparse de sí; quien es buen compañero de sí mismo y admite a su soledad como buena compañera tiene mucho ganado, porque no depende del reflejo del otro, porque no venderá barata su autoestima por un pellizco de reconocimiento. Sí, quien ama y aprecia la propia soledad, probablemente ha aprendido a respetarse a sí mismo. Sí, Pascal. Sí.
Así que procuremos la calma interior, sea sentados en una habitación, sea contemplando el mar, o ante un bello paisaje, o frente a una obra de arte. Que cada cual encuentre el entorno para cultivar su serenidad, su quietud, sosiego o placidez.
Calma para nuestro ser, para nuestros pensamientos y emociones que revertirán, sin duda, en calma y sosiego para los que nos rodean.
Calma en el ser, corazón en el actuar, paz en el mundo.
Feliz serenidad. Besos y abrazos,


Álex


diumenge, 28 de juliol del 2013

CREENCIAS LIMITANTES. Reflexiones después de una tarde de charla.

Después de una paella compartida en la Barceloneta y de una tarde de charla me ha venido a la memoria este video. Las creencia irracionales que tanto nos limitan.......

Las creencias que tenemos en nuestra mente, al final, determinan lo que vemos. Una de las creencias que tienen muchas personas, es que cualquier cambio o circunstancia que las saque de su zona de confort va a resultar negativo para ellas.
Debido a ello, muchas personas ven las oportunidades que se le presentan en sus vidas no como oportunidades sino como amenazas, lo cual, les lleva a no progresar en sus vidas.


Si siempre quieres tener razón nunca tendrás la verdad. Laura Gutman. La Contra de la Vanguardia.

Busque compadres


Me quedo sin espacio para la reveladora conversación sobre padres e hijos que nos regala Gutman. Si la piden, la retomaremos. Extraigo aquí su primer consejo: “¡Padres y madres: busquen compadres y comadres! La modernidad nos deja sin compadres, pero no se queden solos en casa con su hijo, el sofá y la tele. Estén ustedes con alguien que esté con ustedes mientras están con sus hijos. Quedarse solo con un pequeño metidos en un piso es agotador: no se entreguen a la Blackberry: encuéntrense con otros padres e hijos; no con compañías depredadoras que vengan a decirles que todo lo hacen mal, sino buenos amigos que quieran compartir con usted la maravillosa condición de padres”.



Cuando eres niño, tu familia te adjudica un papel y así te conviertes en el tonto o el listoel vago o el empollónla guapa o la simpática... de la familia.

Y lo sigues siendo toda tu vida. ¿Y si te toca ser el vago, el feo y el tonto de la familia?
Tienes un problema, pero no menor que el que deciden que sea el listo, el guapo y el emprendedor. Porque ni uno ni otro han elegido ese papel y, hasta que no descubra que representa un personaje que no es él, estará viviendo una vida que no es la suya.

¿Y descubrirlo es crecer?
Para crecer tienes que tomar conciencia de ese guión que tu familia escribió para ti: descubrir el papel que te asignaron y por qué.

Por ejemplo...
Tal vez la familia necesitaba un mochuelo que cargara con las culpas de todos, o un cerebrín que les compensara con sus éxitos de cierta marginación social... Y te tocó a ti serlo. Las razones por las que te asignan un papel son infinitas, pero lo importante es que las descubras. Sólo cuando lo hagas podrás empezar a ser tú mismo.

¿Y si sigo viviendo tan tranquilo?
Estarás condenado a repetir las pautas y los valores que te dio tu familia. Tal vez nunca entres en conflicto con ellos, porque es más cómodo representar el papel que te asignaron que vivir tu propia vida. Si tu familia era rica, conservadora y bienpensante y tú jamás te planteaste dejar de serlo, serás un hijo obediente, pero... ¿serás tú?

¿Y si me hago monje zen?
De algún modo –al rebelarte– sin saberlo estarás viviendo su guión, no el tuyo: lo estarás cumpliendo, aunque sea al revés.

No veo a tanta gente atormentada.
Hasta que un día entran en crisis. Y entonces todos queremos una solución rápida.

¿La hay?
Si llevas 20, 30, 40, 50, 60 años viviendo una vida que no es la tuya, no esperes descubrirlo y reconstruirte en diez minutos. Tienes que comprenderte a ti mismo.

¿Cómo?
Los caminos son muchos y cada uno elige el suyo: psicoanálisis, constelaciones familiares, meditación o simplemente aprender a autoanalizarse... Cualquier método de introspección puede ayudarnos a descubrir y después reescribir el guión de nuestras vidas.

Me alegro de que no venda una receta.
Ni siquiera creo descubrir nada. Lo que yo digo es tan antiguo como la humanidad, pero por eso mismo se ha vuelto tan actual olvidarlo: conócete a ti mismo.

¿Por qué lo olvidamos tan fácilmente?
Porque así eludimos responsabilidad: es más cómodo pensar que la causa de nuestros problemas siempre es externa. Lo que te pasa siempre es culpa del trabajo, de tu pareja, de tus padres, de tus hijos... cuando, si tienes cuarenta años, lo cierto es que llevas cuarenta años montando ese problema que te estalla ahora. Tu vida es un puzzle que has construido contigo atrapado dentro. Tienes que entender cómo lo armaste para aprender a salir de él.

De nuevo: ¿cómo?
La mayoría de nosotros no tenemos una mirada global sobre nuestra propia construcción psíquica. Vemos nuestra vida como una obra de veinte actores en que cada uno repite como un loro su guión sin escuchar a los demás. Para empezar, debes dejar de empeñarte en tener siempre la razón y empezar a preocuparte por tener la verdad.

¿Qué me sugiere?
Bájate del escenario de la vida para ver qué papel haces en ella y lo que se organiza a su alrededor. Y para bajarte, encuentra a alguien que te diga lo que no quieres oír. ¡Eso es muy fácil!. No me refiero a tus enemigos, sino a un amigo que te diga la verdad, porque el enemigo te dirá cosas que no te gustan pero que no siempre son ciertas; el amigo te dirá cosas ciertas, aunque no siempre te gusten.

¿Por dónde empezamos?
Pon en perspectiva: admite que ni tú ni tus problemas son tan importantes.

¿Por qué no empieza usted misma?
Yo me quedé embarazada y fui madre sin quererlo, sin que mi identidad fuera la maternidad. De repente, me di cuenta de que tenía un niño que requería toda mi persona y no sólo el trocito de madre que le quedaba a él después de haberme realizado en todo lo demás: profesional, mujer atractiva, intelectual, mujer con vida social...

¿Y cómo lo solucionó?
No hay soluciones, sólo hay verdades y mentiras. La verdad es que mi hijo había nacido para ser el centro de mi vida, pero él percibía que no lo era y llamaba la atención sobre eso portándose mal.

¿Eso acaba en trauma de por vida?
No sólo de por vida, también de generación en generación: si usted no aprende a amar del amor de sus padres, ¿dónde va a aprender cómo dárselo a sus hijos? ¿Cómo cortar ese encadenamiento de desamparos?

¿...?
De nuevo, con conciencia. Tienes que descubrir que lo que viviste de niño es diferente de lo que crees que viviste o te han hecho creer que viviste...

¡Y volvemos al principio!
Porque nuestros recuerdos son los que nos han dado y no lo que en verdad sucedió. Pero eso no es sólo un drama, también es una oportunidad. Es un trabajo emocionante el que tenemos por delante hasta descubrirlos y así descubrirnos.