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dissabte, 31 d’agost del 2013

Divertirse es re-crearse. Gabriel García de Oro. El País.

El juego es fundamental para el aprendizaje y la empatía.
Si somos capaces de recuperarlo, encontraremos el camino del desarrollo personal y el bienestar emocional.
Hasta hace muy poco, un adulto con tendencia a tomarse las cosas como cuando nos divertíamos de niños estaba mal visto, siendo acusado de irresponsable e inmaduro. Las cosas han cambiado. Los estudios científicos avalan las propiedades de las actividades lúdicas y su repercusión positiva en el desarrollo personal, tanto a nivel emocional como creativo. Incluso se ha acuñado el término “déficit de juego” para aquellas personas que debido a las rutinas, las responsabilidades y el ambiente laboral sufren por no poder jugar sin otra finalidad que la diversión. Esta actitud es la manera más eficaz de combatir el estrés, de entrar en armonía con nosotros mismos y de liberarnos de las tensiones, dejando lugar a la recreación. Y es que hacerlo es re-crearse, es decir, evolucionar y recargarse de energía.
Pero no solo se han detectado estos efectos positivos en las personas, también se han estudiado los beneficios en las empresas que lo incluyen como parte de sus políticas. Hoy día, las empresas modernas y adaptadas a la competitividad del mercado saben de la importancia de generar un ambiente de trabajo que no esté reñido con la diversión y el entretenimiento. Conseguirlo es poder contar con una plantilla motivada, inspirada y capaz de generar ideas que aporten la innovación y la creatividad.

Veo, veo. ¿Qué ves? Una cosita. ¿Y qué cosita es?”. (Canción popular)
Todos sabemos jugar porque todos hemos crecido haciéndolo. El secreto está en recordar de qué manera lo hacíamos; dejarse y abandonarse a una actividad que no tenga otra finalidad que la actividad misma. Hagamos la prueba. Levantemos por un momento la mirada de este artículo y busquemos a nuestro alrededor un objeto que empieza, por ejemplo, por la letra P. Sin más. Solo eso.

Esperemos una línea.
Bien. Aquellos que se hayan sumado al pequeño juego verán que no les ha llevado más de medio minuto encontrar la solución, y sin embargo, en ese breve espacio de tiempo han pasado cosas maravillosas: Hemos superado la vergüenza que nos produce jugar a algo tan infantil, rompiendo la barrera que nos separa del niño que llevamos dentro y del que aún tenemos muchas cosas que aprender. Incluso hemos empezado a hacerlo con media sonrisa de satisfacción en los labios.
Nos hemos conectado con el entorno de una manera nueva y creativa. Incluso puede que nos hayamos fijado en objetos que de otra manera hubieran pasado inadvertidos.
Hemos enfocado nuestra atención para descubrir qué hay a nuestro alrededor que empiece con la P.
Hemos usado el pensamiento lógico tratando simplemente de nombrar las cosas que nos rodean.
Si el pensamiento lógico no ha dado resultado, habremos pasado al pensamiento lateral. Es decir, tal vez hemos visto un balón de fútbol y lo hemos descartado, pero tal vez luego nos hemos dado cuenta de que al balón también se le llama pelota. Pensamiento lateral en todo su esplendor.
Hemos sentido la satisfacción de haber resuelto el pequeño desafío, lo que nos ha producido, aunque sea fugazmente, un placer infantil indescriptible.
Todas estas cosas han sucedido en menos de medio minuto con un entretenimiento de lo más simple. No hemos competido contra nadie. Por un instante, hemos jugado, nos hemos re-creado. Imaginemos si llevamos esta actitud a todos los ámbitos de nuestra vida…

El sabio no compite, por eso no puede ser vencido”. (Proverbio taoísta)
Podemos estar corriendo el maratón de Nueva York y estar divirtiéndonos, disfrutando alegremente del ambiente y de la autosuperación. Pero también podemos sufrir por ver cómo nos adelantan otros corredores. Nos podemos tomar el maratón como un divertimento o como una competición. Y es que jugar no es una actividad concreta, es una actitud.
Stuart Brown y Christopher Vaughan en su libro ¡A jugar! definen el juego como aquello que hacemos para divertirnos de forma voluntaria. Es agradable por sí mismo, y entretenido y absorbente. Nos ayuda a improvisar, porque dentro de sus parámetros se producen siempre situaciones inesperadas que nos desafían. Además, es algo que deseamos siempre, debido al placer que nos produce. A los aficionados a los maratones les gusta participar en ellos. Simplemente. No hay más explicación que esa. Nosotros podemos tomarnos cualquier actividad de la vida con la actitud del juego o con la de la pugna. Paradójicamente, seremos mucho más competitivos si en lugar de combatir nos divertimos.
Brown y Vaughan nos explican el proceso que seguimos durante el juego, descrito por Scott Eberle, historiador de esta materia:
  • Anticipación, espera ansiosa, preguntándonos qué ocurrirá, llenos de curiosidad.
  • Sorpresa ante un descubrimiento, una nueva sensación o idea, o un cambio de perspectiva.
  • Placer ante una nueva situación que nos abre nuevas posibilidades en el esquema del juego.
  • Comprensión en la adquisición de un nuevo conocimiento de una nueva faceta que tal vez desconocíamos.
  • Fuerza como la reconfortante sensación de haber superado el desafío o habernos enfrentado a él.

Estos pasos hacen que una actitud de juego ante cualquier actividad de la vida nos produzca un placer y un bienestar muy superior, ya sea en nuestro trabajo, ya sea en una salida con nuestra pareja o un domingo de lluvia con nuestros hijos.

EL TOBOGÁN DE GOOGLE
Si buscamos en Internet “oficinas google suiza”, veremos unas fotografías espectaculares y nos preguntaremos si se trata de un lugar de trabajo o de un parque infantil. ¡Hasta veremos un tobogán! ¡Y unas hamacas! Sí, efectivamente, en las oficinas de Google en Suiza hay toboganes, hamacas, billares y acuario. Todo para crear un espacio que invite a la creatividad y a la innovación.

Desde sus inicios, la empresa más famosa de la Red ha impulsado un ambiente de juego en todas sus sedes, llevándolo hasta las últimas consecuencias, como por ejemplo permitir a sus trabajadores que dediquen un 20% de su tiempo laboral a
actividades que les diviertan y les motiven, tengan o no tengan que ver con su trabajo. La apuesta les ha salido redonda, y rentable. Y es que, por ejemplo, el popular Google Maps nació de un trabajador que invirtió ese tiempo de recreo, de re-creación, en crear esta tecnología.


"Las peores cosas las aprendí en los mejores barrios". Dani "El Millonario. La Contra de La Vanguardia.

Dani “el Millonario”, convicto de 57 atracos a bancos y hoy actor
Tengo 50 años: me he pasado 14 en la cárcel y desde los 13 hasta los 35 enganchado a las drogas. Mi mujer fue y es mi mejor médico y ya llevamos 16 años juntos. Tenemos mellizos, a los que pienso contar por qué fui y por qué soy quien soy. Estreno Mi vida en juego' en el Maldá

SON AÑOS MEJORES
Dani el Millonario evoca los años setenta y ochenta y concluye que cualquier tiempo pasado fue anterior, porque aquellos años -y aquellos jóvenes- eran peores que estos. También eran peores nuestras cárceles, escuelas y hospitales. Aquellos hijos del baby boom crecieron viendo a sus ídolos -de los Beatles a Camarón- consumir drogas con unción y, al seguirlos, desde la marihuana hasta el caballo, fueron diezmados por el pico el sida. Uno de ellos fue Dani, que sostiene que el humano es un ser que, ante todo, imita. Por imitarlos se dejó un tercio de la vida en la cárcel, aprendiendo a ser él mismo. Y ahora aprende en el teatro. Sus gemelos seguro que le aplauden y toman nota.

Cuál va a ser su primera intervención como actor?
Es un monólogo. Empieza así: "En los ochenta atracaba bancos a cara descubierta y ahora los bancos nos atracan por la cara"...

¿Cómo empezó su carrera de atracador de bancos y politoxicómano?
Para empezar, estaba mi carácter. Yo estoy bajo el influjo de Júpiter, el planeta más grande; soy desmesurado. Y siempre he sido muy alto... Y muy chulo.

Alto lo sigue siendo.
No puedo pasar desapercibido. Por eso, cuando yo tenía 16 años, sentía que de algún modo tenía que ser también de los guapos. Y los guapos entonces se metían drogas. Y los pringados, no.

¿Por qué?
Pues igual que hoy los referentes son los futbolistas, entonces eran las estrellas del rock que se exhibían con las drogas: Patti Smith, David Bowie, Jimmi Hendrix, los Rolling...

¿Y si no te drogabas no eras nadie?
Es que somas muy borregos. No es que yo fuera un chaval marginal de familia desestructurada. Al contrario, yo me metía porque la gente bien entonces se drogaba. Y yo quería ser uno de ellos y no un pringado. Así que iba con ellos y me drogaba como ellos.

¿Dónde empezó a torcerse?
Iba con niños pijos por la Barcelona de barrio alto: Zacarías, Metamorfosis, Bacarrá, 98 Octanos, La Araña y El Casino... Las peores cosas las aprendí en los mejores barrios.

¿Y empezó a delinquir allí?
A los 13 años, yo ya le robaba a mi padre para chocolate y luego para farlopa (cocaína), jaco (heroína) y, al final, para todo...

Hoy ya nadie consume caballo.
Porque hoy los borregos imitan a los de la coca, que suena a glamour y fiesta vip.

Tendría que robar mucho entonces.
Cada vez más. Tras pequeños robos, atraqué mi primera joyería cuando aún era menor v acabé también menor en la cárcel.

Mal principio.
Y así, acumulando atracos -soy convicto de 57- y condenas, pasé en la cárcel 14 años.

¿Sin dejar de drogarse?
Igual que nos drogábamos fuera nos drogábamos dentro. Y dentro era más caro. Así que volvía a atracar al salir. Yo era el Millonario por mis atracos millonarios.

¿Nunca causó víctimas?
Afortunadamente, no. Aparte del susto. Yo les decía educadamente que era un atraco y les pedía el dinero de la caja. Pero hice daño; era un delito y creó que pagué por él.

¿Cómo era la cárcel?
Mucho más dura que la de hoy. Como compartía jeringas con los demás reclusos, contraje hepatitis y el virus del sida. El 90 por ciento de los reclusos nos contagiamos.

¿Cómo Lleva su enfermedad ahora?
Con la medicación, se sobrelleva.

¿La cárcel le enseñó algo?
Allí fui aprendiendo a conocerme.

¿Y...?
Tuve la suerte de encontrar también una mujer que vale muchísimo. Mi mujer. En 1997 salí de la granja de desintoxicación donde había ido a parar tras la cárcel y fui al hospital, y una doctora estupenda me atendió... Y llevamos juntos ya 16 años.

Enhorabuena.
Y lo mejor son nuestros mellizos, Alba y Nil, que ya tienen cuatro añazos. ¡Y el trabajo que dan! Los concebimos de forma que no heredaran anticuerpos. Y ahora, cuando acabe esta entrevista, voy a ir a buscarlos.

¿Les contará toda su historia?
Por supuesto. Me arrepiento de haber hecho sufrir a los demás, pero también estoy orgulloso de haber sido capaz de rectificar y empezar de nuevo. Quiero que ellos aprendan que se puede rectificar, como hice yo.

Es una lección.
Gracias a mucha gente que me ha ayudado.

Por ejemplo....
Loquillo, Calamaro, Rosario Flores -qué gran señora-, Bunbury, Antonio Carmona y Messi. Todos me han confiado lo más valioso que tienen: su integridad física, porque les he conducido y protegido. Gracias.

¿Les hablará a sus niños de las drogas?
Por supuesto. Yo creo que hay que enfrentarse a ellas con toda la información posible, sin tabúes ni tonterías. La información permite la más efectiva de las prohibiciones: la que te impones a ti mismo. Y su padre, yo, tiene que contrarrestar esa cultura de borregos, siempre dispuestos a imitar.

¿A quién imitan hoy?
El otro día Benzema fue pillado a 200 por hora. Pues muy mal, porque los chavales hoy imitan a los futbolistas, como yo imitaba a los rockeros y sus drogas.

Pero si uno quiere, no imita.
Eso ya lo he aprendido. Por eso estoy orgulloso de lo que soy ahora. Después de todo lo que he pasado, es como si me hubieran regalado años; una familia; gente que me apoya... Y más gente que confía en mí.

Pocos atracadores pueden decirlo.

Casi todos están muertos o muriéndose en la cárcel. Por eso me gusta el teatro ahora. Estoy aprendiendo a reflexionar en voz alta sobre todo lo que me ha pasado, para que otros no tengan que pasarlo tan mal. Para que aprendamos juntos.


divendres, 30 d’agost del 2013

Amar es decidir dejar entrar al otro. Jorge Bucay.

Amar tiene que ver con la decisión de dejar entrar al otro, con bajar mis defensas con abandonar mi desconfianza, con animarme a salir de mis ideas rígidas en su honor y ponerme en actitud de ver cómo es, cómo se mueve y cómo piensa, sin intentar que piense como yo o que haga lo que yo pienso; tiene que ver con no intentar forzarme a ser como yo creo que a él o a ella le gustaría.


El amor es algo que va sucediendo. Pero para llegar a eso hay que atravesar los prejuicios que nos impiden el amor. Y uno de esos prejuicios es nuestra definición cultural de pareja.

LO MEJOR, AMABLEMENTE. Àlex Rovira.

Me escribe un lector de “La Brújula Interior” y me recuerda este texto que escribí en éste, mi primer libro. En él hay una breve reflexión sobre que las cosas más bellas e importantes de la vida no admiten la fuerza. Dice así:
“Dijo el maestro: las mejores cosas de la vida no pueden lograrse por la fuerza:
Puedes obligar a comer,
pero no puedes obligar a sentir hambre;
puedes obligar a alguien a acostarse,
pero no puedes obligarle a dormir;
puedes obligar a que te oigan,
pero no puedes obligar a que te escuchen;
puedes obligar a aplaudir,
pero no puedes obligar a que se emocionen y entusiasmen;
puedes obligar a que te besen,
pero no puedes obligar a que te deseen;
puedes obligar a que fuercen un gesto de sonrisa,
pero no puedes obligar a reír;
puedes obligar a que te elogien,
pero no puedes obligar a despertar admiración;
puedes obligar a que te cuenten un secreto,
pero no puedes obligar a inspirar confianza;
puedes obligar a que te sirvan,
pero no puedes obligar a que te amen.

Sentir hambre, dormir, escuchar, emocionarnos, entusiasmarnos, desear, reír, sentir admiración, sentir confianza, amar… son acciones que no admiten la fuerza, la obligación.”
Y sí, sigo sintiendo y pensando que es cierto. Cuando se pretende forzar algo, obviamente se estropea. Pierde espontaneidad, naturalidad, sinceridad. Pierde originalidad y pureza. Sí. Lo genuino, lo verdadero, lo que de verdad merece la pena surge espontáneamente en el centro de uno hacia el otro.

Si alguien te obliga a admirarle, propicia la ignorancia o el desprecio.
Si alguien te obliga a besarle, propicia el desagrado o el asco.
Si alguien te obliga a relajarte, obviamente pone en marcha una contradicción que dispara los nervios.
Y podríamos seguir y seguir.

“Vive y deja vivir” reza uno de mis dichos favoritos. Si fuéramos capaces de ello, sin forzar a nadie a nada, viviendo y dejando vivir, otro mundo sería éste y otro gallo nos cantaría. Lo mejor siempre se presenta amablemente.

Besos y abrazos,


Álex


dijous, 29 d’agost del 2013

"Diga a los suyos cómo quiere morir y vivirá más tranquilo». Ellen Coodman. La Contra de La Vanguardia.

Ellen Coodman,premio Pulitzer, preconiza el diálogo pre mórtem.
Tengo 72 años: fui columnista durante 44. Hoy no hay vida privada o pública: todo es política hecha por políticos, por eso soy activista. Siempre es demasiado pronto para hablar de morir­se hasta que es demasiado tarde. He participado en el salón 14iIIiealtlt de Fira de Barcelona

POR TI Y POR ELLOS
El ser humano nunca ha tenido tanta capa­cidad de decisión sobre su propia existencia co­mo ahora. La tecnología biomédica nos da un po­der que no tuvieron nuestros padres para elegir cómo queremos que nazcan nuestros hijos y cómo queremos vivir y morir nosotros. Ellen Goodman sufrió más de lo necesario al no saber si su madre quería o no alargar su agonía, porque no lo habían hablado antes. Por eso fundó The Con­versation Project, que nos anima a anticipar las decisiones que ten­drán que tomar por no­sotros nuestros seres queridos. Háblenlo para que ellos se sientan mejor, y ellos lo habla­rán para que ustedes se sientan mejor.


Durante 44 años escribí sobre cómo la vida privada en reali­dad era política...

¿Y de qué escribía?
De feminismo, bioética, dere­chos civiles: ¿sabe qué tienen en común?

Que provocan controversia.
Que la gente vive como si la política sólo fue­ra con ellos cuando votan.

Está la política y está la vida privada.
Lo que -vivimos como privado en realidad es político. Lo que acabamos haciendo con lo que creemos más íntimo: nuestro cuerpo, nuestra pareja, nuestras vidas... acaba deter­minado por leyes que elaboran políticos que dependen de nuestras opiniones y votos.

¿Por ejemplo?
Los derechos reproductivos: tener hijos; quién puede tenerlos; quién puede adoptar y con qué ayudas. O el matrimonio homo­sexual... ¿Es decisión personal o política? Abortar o no; o poder decidir hasta qué pun­to vale la pena sobrevivir conectado a una máquina... No es vida privada; es política.

Si no haces política, te la hacen.
Recuerdo que cuando, a los 22 años, em­pecé a escribir mi columna en el Boston Glo­be, las mujeres sólo escribían de cocina, de­coración, moda, familia, la casa, los niños._.

Y todavía hay más hombres que muje­res en las direcciones de los diarios.
¿Y por qué?. El talento entre hombres y mu­jeres periodistas no está tan mal repartido.

¿Por qué le dieron el Pulitzer?
Mi columna era distribuida a 400 diarios de todo el país, entre ellos el Washington Post. Me dieron el premio por un año de publicar mis columnas en las que interpreté los cam­bios en la familia americana.

¿Y qué ha cambiado en estos 44 años de periodismo en Estados Unidos?
Los medios se han polarizado.

¿La sociedad estadounidense también?
La gente sigue tendiendo al centro, pero la élite republicana está convencida de que con la moderación perdería siempre.

¿Por qué?
Es un error de percepción. Se escuchan más a sí mismos que a los ciudadanos. Fíjese en Romney, el último perdedor frente a Oba­ma: era gobernador centrista moderado, de Massachusetts, mi estado. Pero, para que su partido lo apoyara, se tuvo que ir tan a la derecha que perdió las elecciones.

¿Los medios escuchan al ciudadano?
Pierden audiencia cuando se radicalizan y en vez de diálogo en las tribunas de opinión lo que hay son proclamas y diatribas.

Debe de ser un fenómeno universal, porque aquí está pasando lo mismo.
Pues no es bueno para la sociedad ni para la cuenta de resultados de los medios: necesi­tamos más diálogo e intercambio constructi­vo de opiniones y menos panfletos.

¿Usted sigue siendo periodista?
Llevaba 44 años como columnista y he deci­dido mojarme por una causa: The Conver­sation Project, que cofundé hace ya tres años, preocupada por todo lo que tuvimos que pasar mi madre y yo cuando murió.

¿No habían hablado de su testamento?
Yo no le había preguntado cómo quería mo­rir, porque siempre nos había parecido que era demasiado pronto para hablarlo hasta que ya fue demasiado tarde. Y me vi confun­dida y más triste de lo necesario ante las enormes decisiones que tuve que tomar.

¿Cuáles?
Ella ya no podía decidir por sí misma, y yo no sabía si quería prolongar su vida a toda costa o prefería renunciar a tratamientos que podían causar sufrimiento inútil.

Es un terrible dilema.
Decidí evitar a los demás situaciones así. Y creamos un grupo de periodistas, médicos y clérigos para compartir experiencias de muertes tranquilas y otras que no lo habían sido: The Conversation Project

¿Y qué decidieron?
Que la tecnología biomédica nos ha dado un nuevo e inmenso poder sobre nuestras existencias que hemos dejado en su mayor parte en manos de los médicos y el sistema: las personas debemos recuperar esa capaci­dad de elegir cómo queremos vivir y morir.

¿Dejando un documento escrito?
Sólo se puede lograr que sea efectivo si ha­blas sobre cómo quieres que sea tu muerte con las personas más queridas cuando aún puedes tomar decisiones lúcidas. Ellas deben comprometerse a hacer que tu volun­tad se cumpla cuando tú ya no puedas.

¿No es suficiente con un testamento?
Me temo que los hospitales no están cum­pliendo esas últimas voluntades. Lo más efectivo es que quienes estén junto a ti en esos momentos finales sí logren que lo que decidiste se cumpla y hagan respetar los lí­mites que quisiste poner a tu sufrimiento.

¿De qué tipo de situaciones hablamos?
Entubaciones, comas, respiración asistida, tratamientos experimentales, protocolos médicos dolorosos con pocas posibilidades de alargar la vida o, al menos, una vida que valga la pena ser vivida. ¡Háblenlo ahora y no tendrán que lamentarlo después!

No es fácil hablar de la muerte.

Si lo hablan antes, vivirán mejor y cuando llegue el momento evitarán sentimientos de culpa y sufrimiento inútil, porque todos sa­brán que se hace lo correcto.


Cómo nos influyen las expectativas de los demás. Miriam Subirana. El País.

Nuestras creencias afectan directamente a la realidad que construimos, pero también los pensamientos de los demás fabrican una imagen de nosotros mismos
El poder de nuestras creencias y expectativas influye en las personas que nos rodean. El concepto que tenemos de nosotros mismos se ha ido creando influido por las perspectivas y las imágenes que han tenido y tienen los demás. En nuestra niñez crecimos influidos por nuestros padres. También los maestros y los compañeros que tuvimos en la escuela, y hasta nuestros amigos, han influido a la hora de crear nuestra imagen. Somos, en gran medida, lo que los demás esperan que seamos. Esto tiene repercusiones tanto a nivel personal como en el ámbito laboral, en el escolar, social y familiar, y pueden ser productivas o contraproducentes. Conocer cómo funciona este efecto, llamado Pigmalión, nos ayudará a ser conscientes de cómo influimos unos en otros con nuestras miradas y expectativas.
En el ámbito educativo, la imagen o expectativas que tiene el educador en relación al alumnado influye en el comportamiento de este. Cuando damos responsabilidad a los estudiantes, cuando confiamos en ellos, les enseñamos a creer en ellos mismos. Las expectativas del docente constituyen uno de los factores más influyentes en el rendimiento escolar de sus estudiantes.
“Se ha demostrado, tanto en el aula como en el laboratorio”, afirma el profesor David Cooperrider, “que los maestros que tienen imágenes muy positivas de sus estudiantes tienden a ofrecerles: un mayor soporte emocional (Rist, 1970; Rubovitz y Maechr, 1973); una retroalimentación más clara, más inmediata y más positiva en cuanto a efecto y desempeño (Weinstein, 1976; Cooper, 1979), y mejores oportunidades para desempeñarse y aprender materias con más alto contenido de reto (Brophy y Good, 1974; Swann y Snyder, 1980)”.

“La profecía de un suceso lleva al suceso de la profecía”. Paul Watzlawick
En el ámbito de la empresa, el efecto Pigmalión se da cuando un directivo tiene una imagen formada de sus colaboradores y los trata según ella. El colaborador la percibe aunque el jefe no se la comunique. Cuando es positiva, todo va bien; pero cuando es negativa, ocurre lo contrario. Desafortunadamente tenemos la costumbre de formarnos ideas negativas de las personas que nos rodean: nos fijamos más en sus fallos y en sus errores, y menos en sus talentos y virtudes. Con lo cual proyectamos imágenes negativas que dificultan nuestra comunicación y provocan que a la persona le sea más difícil expresarse con naturalidad y desde su talento, haciéndolo desde sus inseguridades y temores.
Cuando alguien proyecta una imagen negativa, afecta a nuestra capacidad de comunicarnos abiertamente. Más bien dudamos, nos bloqueamos y la comunicación no fluye. Cuando la comunicación está encallada, debido a las imágenes negativas formadas de unos y otros, podemos buscar preguntas que faciliten un cambio de visión. ¿Qué ha hecho bien esta persona en el último año? Recuerde un momento en que logró algo, o un momento en el que expresó una de sus cualidades. Piense en aquello mejor de ella, en lo que le da vida, en su núcleo vital positivo.
Si nos centramos en ese potencial, en lo que nos motiva, en lo mejor de cada uno, desbloqueamos situaciones encalladas. Aprender a desarrollar la capacidad afirmativa, la de reconocer y apreciar los logros de los demás, nos ayuda en este proceso. Es la habilidad de ver lo que otros son capaces de hacer y fortalecerlos para que lo hagan. Es también reconocer nuestros logros y fortalecer nuestras capacidades.
Para cambiar podemos centrarnos en lo que no va bien, en lo erróneo, y minimizarlo, o bien centrarnos en lo que va bien, lo correcto, y maximizarlo. La capacidad afirmativa se centra en esta segunda opción, que está demostrado que presenta el doble de efectividad.
Veamos cómo podemos aplicar la capacidad afirmativa en nuestras relaciones. Si tenemos la tendencia de fijarnos en los errores y fallos del otro, nos desesperamos. La imagen del error del otro hace sentir rabia y las expectativas son negativas, esperando lo peor. Pero con esa actitud solo condiciono a que se repita el mismo patrón de conducta. En cambio, si vemos lo mejor de las personas con quienes interactuamos y nos centramos en imágenes positivas de los demás, expresaremos lo mejor de nosotros mismos y avanzaremos en mantener relaciones saludables.
“La expectativa o la realidad anticipada del médico influye en la recuperación del paciente. Parece que el efecto placebo es más fuerte cuando la creencia en la efectividad del tratamiento es compartida en un grupo”. O’Regan, 1983
Cuando la imagen que nos hemos formado de otra persona es positiva, esta imagen nos sirve como un radar que aumenta nuestra capacidad de percibir los éxitos del otro, nos ayuda a recordar los aspectos positivos en lugar de los negativos, y cuando las situaciones son ambiguas, tomamos en cuenta las posibilidades positivas en lugar de las negativas. “Es bastante posible que la capacidad afirmativa de sintonizar a nivel cognitivo con los aspectos más positivos de otro ser humano sea, en realidad, una capacidad humana extraordinaria”, afirma Cooperrider.
Atraemos hacia nosotros aquello que deseamos o rechazamos según el poder de nuestras expectativas y creencias. Pongamos atención a los miedos que tenemos porque atraemos hacia nosotros aquello que tememos. Si tiene miedo a equivocarse, tiene muchas más probabilidades de equivocarse. Del mismo modo, prestemos atención a lo que creemos, puesto que nuestras creencias influyen directamente en la realidad que vivimos. Si cree que no podrá, será cierto y no podrá. Si cree que podrá, también será cierto y podrá. A esto se le denomina la profecía autocumplida, una expectativa que incita a las personas a actuar de formas que hacen que lo que esperan se convierta en realidad.
En definitiva, se trata de prestar atención a las imágenes que nos hemos formado de las personas con quienes convivimos o trabajamos, cómo han influido en las creencias y expectativas que tenemos de ellas y de qué manera esto afecta a nuestra conducta para con ellos y la realidad que construimos. Es decir, que si la imagen que nos hemos formado del otro es negativa, estamos precondicionados.
Naturalmente, hay que atreverse a cambiar nuestra imagen negativa, por ejemplo de alguien cercano, para comprobar que funciona y que marca una gran diferencia en nuestras vidas. Procuremos ver alguna de sus virtudes, cualidades o talentos. Fortalezcamos una imagen positiva. Si lo creemos, funcionará. Porque el poder de nuestras creencias influye directamente en la realidad que construimos.

Libro
‘Indagación apreciativa. Un enfoque innovador para la transformación personal y de las organizaciones. Inspirémonos para diseñar nuestro futuro’ (editorial Kairós, Barcelona, 2013). Miriam Subirana y David Cooperrider, sus autores, explican el impacto de las imágenes positivas.
Teatro
‘Pigmalión’, de George Bernard Shaw, está basada en el relato de Ovidio. En el mito de Pigmalión, de origen griego, este se enamora de una estatua que él ha creado. Su imagen y creencia de que la estatua es real tiene tal poder que logra que esta tome forma humana y consiguen así estar juntos.
Película

‘El club de los poetas muertos’, dirigida por Peter Weir, narra el encuentro de un profesor de literatura con un grupo de alumnos. A través de la poesía, el maestro inspira un cambio vital en ellos.

– En ‘Invictus’, de Clint Eastwood, se ve la influencia de las imágenes positivas que proyecta Nelson Mandela.




dimecres, 28 d’agost del 2013

"Ninguna relación es buena si una parte no da”. Blogarka Hadinger. La Contra de La Vanguardia.

Boglarka Hadinger, doctora en Psicología; logoterapeuta
Tengo 58 años. Nací en Budapest y vivo en Tubinga y Viena. Soy especialista en logoterapia, psicoterapia centrada en hallar el sentido de la propia vida. Estoy casada y tengo dos hijas. Estamos en un momento de cambio que requiere madurez. Tengo creencias sin iglesia

EN BUSCA DE SENTIDO
Hay que ser muy cafre para que la lectura de El hombre en busca de sentido no te deje sumido en profundas reflexiones. Víktor Frankl, neurólogo y psiquiatra vienés, lo escribió en Ausschwitz. Explicó que el sentido es lo que nos salva y creó escuela, la logoterapia. Hadinger, que da clases de logoterapia en la Universidad de Tubinga y en la Sigmund Freud en Viena, fue una de sus alumnas: "Uno sólo se convierte en una persona madura, competente y fascinante cuando empieza también a dar. Dar y recibir van unidos. Frank decía que ser persona es involucrarse en el mundo». Ha impartido un seminario en Formación en Logoterapia y Análisis Existencial (ALEA)

Dar y recibir van unidos?
Ninguna relación es buena, ni siquiera la de padres e hijos, si alguna de las partes no hace algo por los otros. Es importante que todos nos sintamos necesarios y útiles.

¿Qué podemos pedir a los hijos?
Algo más que su felicidad. Debemos enseñarles que ellos también pueden darla: `Llama a tu abuela, que está un poco triste, le alegrará oír tu voz'.

Importante, sí.
Hay que darles pequeñas tareas para que puedan experimentar la sensación de que hacen algo con éxito y por los demás.

Es una excelente idea.
En Sicilia y en Austria hay un proyecto, Una escuela adopta un monumento, en el que los niños se responsabilizan de cuidar un monumento, lo reparan si se estropea y se lo enseñan a los turistas.

Herramientas para la madurez.
Es esencial para relacionarse. En una discusión, la madurez permite que callemos cosas que herirían profundamente al otro y la relación, nos da la capacidad de ser cuidadosos con los que armamos y con el entorno.

¿Cuándo somos adultos?
Cuando nos responsabilizamos de nosotros y de lo que provocamos en los demás, y cimentamos nuestro sentido del humor, que tiene mucho que ver con la madurez: permite tomarse las cosas con cierta distancia y ver que hay algo bueno en cada ser humano. Ser persona es involucrarse en el mundo.

La madurez llega cuando llega, si llega.
Lo primero es saber que uno puede trabajar su madurez interior. Tengo el convencimiento de que cada ser humano tiene una tarea en tres diferentes ámbitos.

A saber...
La primera tarea es el trabajo con uno mismo, aprender a modularse: corregir los defectos, potenciar las virtudes. La segunda es con las personas que nos rodean: entender que si queremos ser felices, no lo seremos si ellos no lo son. Por último, cada uno de nosotros tiene una tarea con el mundo, y eso es la búsqueda de sentido.

Llevamos siglos buscándolo.
Una cosa es el sentido de la vida en general v otra el sentido de la propia vida. Cuando la vida tiene sentido no lo reflexionamos, se da por supuesto. Pensamos sobre él cuando se vuelve inseguro, y eso ocurre cada vez que perdemos algo importante o cuando ya no estamos satisfechos con lo que tenemos y debemos dar un paso de madurez interna.

Las crisis.
Cualquier crisis, económica, medioambiental e incluso de pareja, son síntomas de algo más profundo. Viktor Frankl, el creador de la logoterapia, dijo que a veces el síntoma es lo sano de una vida patológica.

En una vida se viven unas cuantas.
Ocurre en la pubertad, luego la crisis entre los 40 y los 45 años en el caso de las mujeres, y en el caso de los hombres, entre los 50 y los 55 años, aunque a veces encuentran sentido durante un par de semanas en una minifalda, y la crisis de la vejez.

Demasiadas.
Nos proponen reflexionar, encontrar una nueva tarea y una nueva forma de vivirla, es decir, responder a cómo puedo vivir a partir de ahora para que la vida tenga sentido.

No me parece tarea fácil.
Es una tarea maravillosa: significa que no vivimos de forma automática, es un trabajo interesante, de detective.

¿Mirar por enésima vez al pasado?
A veces resulta necesario porque a menudo en situaciones de crisis nos comportamos como lo hicimos cuando éramos niños porque en esos momentos nos ayudó. Pero hay otro punto de vista más interesante.

Usted dirá
Mirar el pasado para ver qué competencias tenía; qué cosas me han dolido, porque me indican qué puedo hacer; qué he aprendido o qué me gustaría hacer diferente, por ejemplo, con mis hijos, de como lo hicieron conmigo, y, sobre todo, qué es lo que la vida espera de mí en el futuro.

Casi nada.
Se trata de preguntarse para qué merece la pena seguir viviendo. Sí estás vacío de sentido, lo llenas con adicciones, deseos, consumo; o a base de relaciones que te sostengan. Pero siempre llega el día en que el vacío existencial te duele, y si ves la cara de una persona a partir de los 50 sabes sí está llevando una vida con sentido o no.

Usted hace terapia de pareja. ¿Qué es necesario para tener una buena relación?
Tiene que ver mucho con la madurez, el enamoramiento escoge a una persona determinada con la que también tenemos una tarea, solo después de haber atravesado algunas crisis podemos ser adultos.

Pues venga crisis.

En las primeras reaccionamos como cuando éramos pequeños, y solemos comportarnos con nuestra pareja como padres estrictos, por eso es importante decirnos a nosotros mismos: "Soy adulto: puedo sentarme y hablar. Estar con esta persona me plantea un reto de crecimiento personal". Cuanto más maduras son las parejas, mejor pueden superar las crisis y aprender de ellas.