OPCIONS DE MENÚ

dissabte, 30 de novembre del 2013

DETENERSE Y CONTEMPLAR. Àlex Rovira.

Oí decir a buen hombre, campesino y sabio, al que conocí:
“La felicidad nos llega en la quietud. La aceleración y la felicidad se llevan mal. La serenidad nos abre los ojos y el corazón”.
Así es. José murió hace años, pero este hombre analfabeto con quien tanto disfrutaba conversando en mi adolescencia por los campos de mi pueblo es una de las almas lúcidas y humildes que, sin duda, más extraño.
La serenidad nos permite que el mirar devenga ver, que el oír se convierta en escuchar, que la existencia devenga presencia. Y desde allí podemos capturar la belleza que quizás nos pasaría inadvertida por causa de nuestras cuitas e inercias. Como esta puesta de sol.
Besos y abrazos,
Álex

El vínculo afectivo con los animales. Jordi Jarque. La Vanguardia.

Convivir con perros y gatos ayuda a disminuir el estrés, la tensión arterial y la frecuencia cardiaca. No sólo eso, los estudios constatan que esa compañía mejora los niveles de las hormonas asociadas al bienestar y ayuda a que aumente nuestra autoestima
El 46% de los hogares conviven personas con animales de compañía
El 63% de las personas que tienen un animal en casa le con­fiesa cosas que no explica a nadie más
El 76% besa a su mascota como mínimo una vez al día
El 85% abraza habitualmente a su perro o gato
Prácticamente la mitad de los hogares sabe qué implica tener un animal de compañía. No sólo en cuanto a los cuidados y condiciones que requiere, sino al vínculo especial que se establece entre el animal y las personas que conviven con él. Un vínculo que los expertos no dudan en calificar como peculiar y beneficioso y que puede variar según se trate de un niño, un adolescente, de una persona madura o una de edad más avanzada.
Según María Luisa Ferrerós, neuropsicóloga, directora de la unidad de psicología clínica y parenting de Clínica Diagonal, en esta peculiar relación se pueden desarrollar sentimientos de empatía y respeto. Se impulsa el desarrollo de la autonomía y la responsabilidad. Y muchos más beneficios, y no en pocas personas. Según la Fundación Affinity (organización dedicada a promover el respeto y la sana convivencia con animales de compañía), en el 46% de los hogares conviven personas con animales de compañía, la mayoría con perros y gatos, “y esta cifra va en aumento, lo que pone de relieve que muchas personas tienen fuertes lazos afectivos con las mascotas con las que comparten su vida”. ¿Qué tipo de vínculo se produce y por qué sucede?
“Es difícil hablar de un mecanismo particular que se desencadena en los vínculos entre animales y personas. Sencillamente se produce una peculiar conexión, especial y profunda, y eso nos descoloca”, confiesa María Carmen Castro, psicóloga, experta en asistencia de terapia con animales en la Asociación Hydra. Tanto es así, que según un estudio presentado el pasado mes de julio por el Observatorio de la Fundación Affinity en colaboración con la Universitat Autònoma de Barcelona sobre el vínculo entre personas y animales de compañía, el 63% de las personas que tienen un animal en su casa le confiesa cosas que no explica a nadie más. María Carmen Castro explica que en el caso de los perros, es fácil que esto suceda porque “te acepta tal cual, lo tienes ahí siempre, es incondicional, no te regaña…”. Las personas no se sienten juzgadas por los animales y parece que ciertos complejos se desvanecen ante ellos y, además, las muestras de afecto se hacen más evidentes.

Muestras del vínculo
No sólo son depositarios de secretos, los dueños de perros también muestran afecto y los besan. Jaume Fatjó, director de la cátedra Fundación Affinity Animales y Salud, y presidente del Colegio Europeo de Bienestar Animal y Medicina del Comportamiento, comenta que según el estudio mencionado coordinado por él, un 76% de los encuestados asegura que besa a su animal como mínimo una vez al día y un 85% lo abraza habitualmente. También han constatado que nueve de cada diez propietarios están convencidos de que si todos le abandonaran, su perro seguiría a su lado. Para las personas mayores es un motivo para levantarse cada día para cubrir sus necesidades. Y en el caso de los más pequeños, por extraño que suene, ocho de cada diez niños prefieren jugar con su gato o su perro antes que con los videojuegos, explica Jaume Fatjó.
Las muestras del vínculo no sólo varían según las edades. También afectan al sexo, o si las parejas tienen hijos o no, según refleja otro estudio también realizado por la citada fundación conjuntamente con el Instituto de Neuropsiquiatría y Adicciones del Parc de Salut Mar. “Las mujeres muestran puntuaciones más elevadas que los hombres en los aspectos afectivos de la relación. Hombres y mujeres se comportan de forma similar a la hora de jugar o de dar a su perro una golosina. Sin embargo, las mujeres se muestran más afectuosas y le compran regalos con más frecuencia que los hombres. Y en referencia a la estructura general de la familia, las personas sin hijos se muestran particularmente cercanas a su perro en el plano emocional. Sin embargo, consideran que tener una mascota afecta más a su calidad de vida que las personas con hijos, en la medida en que ello limita la realización de determinadas actividades. Aun así, su grado de satisfacción por convivir con un animal de compañía es muy elevado”.
El papel de perros y gatos va mucho más allá del de simple animal de compañía, según Fatjó. Nueve de cada diez personas encuestadas subrayan que su perro siempre está ahí cuando necesitan consuelo, afecto, seguridad o motivación. Y en los más pequeños, los lazos afectivos con el animal de compañía son los que mejor les hacen superar la sensación de miedo o tristeza, pues el niño recurre de forma habitual a su mascota para abrazarla y encontrar alivio en estas situaciones. “Este comportamiento se repite cuando al niño se le presenta un problema, ya que busca a su perro o gato como fuente de consuelo en la misma medida que a sus padres”. María Luisa Ferrerós explica que los animales de compañía “pueden llegar a convertirse en imprescindibles para superar las diferentes etapas vitales, sea en la infancia, adolescencia, la madurez o la ancianidad”.

Niños y adolescentes
“En la primera infancia empiezan a cobrar auténtica relevancia cuando el niño empieza a ser autónomo y su mascota se convierte en su mejor amigo, ese amigo silencioso que casi siempre esta dispuesto a jugar con él. Se establece una relación de complicidad y protección muy beneficiosa para aumentar la autoestima en los niños de esta etapa”, explica Ferrerós. Y cuando llegan a la adolescencia, ayudan a superar la timidez e inseguridad propia de la etapa que atraviesan. En los momentos de soledad, depresión o rebeldía se convierten en compañeros inevitables y el motivo para levantarse cada mañana cuando la realidad se hace insoportable”.
Yolanda Valbuena, de la Fundación Altarriba, detalla en qué beneficia en estas edades la interacción con animales de compañía: “Por una parte estimula el desarrollo psicomotor y del lenguaje, en los niños y adolescentes. Y mejora la comunicación no verbal, aumenta la autoestima y la capacidad de relacionarse con los demás”. Esta profesional comenta que la mera presencia de animales “altera positivamente las actitudes de los niños sobre sí mismos y respecto a los demás, ayuda a desarrollar diversas áreas incluyendo el amor y los afectos, estimula la responsabilidad y aprenden sobre el ciclo de vida”. Desde esta fundación se mantiene que hay suficientes estudios científicos que demuestran que los niños que han crecido en compañía de animales tienen menos miedo, desarrollan sentimientos positivos y de empatía con todos los seres vivos. También se ha corroborado que existe una menor percepción del dolor en niños sometidos a cirugía mayor después de participar en programas con animales de compañía.

Adultos

En el caso de los adultos, la Fundación Altarriba recuerda que los animales de compañía incrementan la actividad física de sus dueños, protegen a las personas de los estados de soledad; optimizan la capacidad de atención y la percepción. También mejoran la comunicación verbal y aumentan las expresiones faciales positivas. Además es un estímulo para el sentido de la vista, oído, tacto y olfato. De una manera u otra satisfacen la necesidad humana de tocar y ser tocado (por ejemplo, acariciar a un gato disminuye la presión arterial). En el caso de las parejas jóvenes con animales de compañía, entrenan sus responsabilidades familiares y la necesidad de una educación y cuidados constantes a los miembros más pequeños de la familia.

Mayores
En cuanto a las personas de mayor edad, Yolanda Valbuena explica que son múltiples los beneficios ya que no sólo representan una compañía, una responsabilidad que les hace sentirse útiles y les sube la autoestima; sino que les obliga a realizar ejercicio físico y les incentiva la mente. “El animal los necesita. Tiene que comer, en el caso de un perro hay que sacarlo a pasear, y todo ello provoca que las personas mayores estén más alerta, les hace estar más activos”. Les estimula la memoria, la atención y la concentración. Y en situaciones de duelo en personas de edad avanzada, quienes tienen animales de compañía realizan menos visitas al médico, experimentan de manera significativa menos síntomas físicos y psicológicos, y menos medicación en mujeres viudas recientes.
Los casos más llamativos se producen en centros gerontológicos, como el de AMMA Horta en Barcelona, cuya directora, Maite Aragón, ha incorporado perros para motivar a las personas mayores. “La mirada intensa de un perro es un gran estimulante a nivel cerebral. Sirve tanto en las fases iniciales de una demencia como en desórdenes psiquiátricos como la depresión y la psicosis”. María Carmen Castro también constata beneficios en el caso de personas con alzheimer.

Impacto en la salud
Los expertos constatan también una incidencia directa con la salud. María Luisa Ferrerós asegura que los animales de compañía ayudan a disminuir el estrés, la tensión arterial y la frecuencia cardíaca. Se han constatado una mejora de los niveles dopamina y endorfinas (asociadas con el bienestar) y la disminución de los niveles de cortisol (asociado a situaciones de estrés) después de una sesión de 30 minutos de interacción con un perro. Y reducción de los niveles de cortisol en los profesionales sanitarios después de cinco minutos de interactuar con un perro. En el caso de enfermedades graves o después de una intervención, generalmente la recuperación es más rápida. Yolanda Valbuena añade que la reducción de la presión arterial es equivalente a la conseguida por una dieta baja en sal o reduciendo el alcohol. También se han demostrado beneficios cardiovasculares: “Aumenta la supervivencia tras un infarto de miocardio en los pacientes que tenían animales de compañía, disminuyen los factores de riesgo para enfermedades cardiovasculares, particularmente la presión arterial sistólica, el colesterol plasmático y los triglicéridos. Además se ha constatado una reducción de la frecuencia cardiaca de la persona que acaricia a un perro o contempla los peces en un acuario. Y una mayor reducción de la respuesta de estrés cardiovascular en la presencia de un perro en comparación con la presencia de amigos o parejas”.
María Carmen Castro recuerda que cada animal es un mundo. Y aunque todos estos beneficios son generalizables, también depende del carácter de cada animal. En su caso trabajan con animales abandonados. “Son especialmente receptivos a las muestras de cariño de las personas que los acogen”. También comenta que en el caso de los perros no todos sirven para proporcionar los beneficios de los que se ha estado hablando en este reportaje. Depende del carácter del perro y de la empatía que se pueda establecer con la persona o familia que lo acoge. “Se dan casos de perros labradores (una de las razas más queridas y demandadas por su buen carácter) que no sirven. Y perros considerados agresivos como los rottweilers han proporcionado grandes alegrías a sus dueños e hijos. Cada perro es un mundo. Y con cada uno se establece una conexión especial”.
Si tras leer este reportaje, usted o su familia se animan a incorporar un animal en su vivienda, Yolanda Vallbuena aconseja que se lo piensen dos veces porque no se trata de un capricho. Es un ser vivo que tiene sus necesidades. Es una responsabilidad. Tienen que tener clarísimo qué supone tener un animal de compañía. Es el gran problema de los abandonos. Se encaprichan y después no están dispuestos a sacarlos a pasear tres veces al día (en el caso de los perros), haga frío o calor, llueva o truene. También puede convertirse en un incordio para salir de vacaciones”. Y si después de reflexionarlo siguen adelante con la decisión, Yolanda Vallbuena pide que los adopten en lugar de comprarlos. “Tendrán un animal agradecido de por vida”.

Vínculos según las edades
Niños pequeños. Se establece una relación de complicidad y protección muy beneficiosa que redunda en una mayor seguridad y autoestima. Es su mejor amigo.
Época adolescente. Ayudan a superar la timidez e inseguridad propia de la etapa por la que atraviesan. Son un apoyo en los momentos de soledad, depresión o rebeldía.
Edad adulta. Mejora la comunicación verbal y aumentan las expresiones faciales positivas. En parejas jóvenes sin hijos es un entreno para sus responsabilidades familiares futuras.
Personas mayores. No sólo les hace compañía, sino que se sienten más útiles porque tienen que responsabilizarse de sus necesidades. Les obliga a salir de casa y les estimula la mente.

Acompañantes en terapias
Sobre los beneficios que aportan los animales se documenta desde hace decenas de años, según apunta María Luisa Ferrerós. Esta experta explica que en el siglo XVII el caballo era un compañero más en las terapias de tratamiento y rehabilitación de discapacitados. Y en instituciones mentales de Europa incorporaban al gato porque tranquilizaba a los pacientes internados. En 1669, John Locke ya defendía que la relación con los animales tenía una función socializa­dora. A partir de este momento empezaron a promulgarse las primeras teorías sobre la influencia positiva de los animales de compañía. En 1792, en Inglaterra, en el Retreat de York, fundado por la Society of Friends, se utilizaron animales en terapia. Desde su fundación, William Tuke comprobó que los animales eran un buen apoyo en pacientes con dificultades emocionales. En el siglo XIX, también hay referencias médicas sobre la bondad de montar a caballo para tratar la gota, los trastornos neurológicos y la baja autoestima.

Y Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, realizaba algunas consultas acompañado por su perro porque le facilitaba la comunicación con el paciente. Actualmente los programas de terapia asistida con animales (TAA) gozan de una gran impulso y difusión. La TAA es una intervención directa y con objetivos prediseñados para situaciones de dependencia funcional, alteraciones psiquiátricas o trastornos de conductas, donde participa un animal que reúne criterios específicos como parte del tratamiento. Se realiza en gran variedad de entornos, de manera individual o en grupo. La TAA sirve para apoyar y no reemplazar las terapias convencionales, subraya María Luisa Ferrerós. Además de las TAA también existen las actividades asistidas con animales (AAA), que se pueden llevar a cabo también por voluntarios y presentan un carácter más espontáneo y menos regulado. Son aquellas actividades en las que interviene algún animal para proporcionar a los usuarios beneficios motivacionales, educativos y recreativos, con el fin de aumentar la calidad de vida.


divendres, 29 de novembre del 2013

LA ENTREVISTA. Cortometraje.

Los beneficios de la empresa ya no son como antes. Hay que trabajar más y cobrar menos......


Notodofilmfest


Problemas con la autoestima. Raimon Samsó. El País.

Buscar siempre la aprobación externa puede resultar un arma de dos filos.
La clave es aumentar el valor personal ante uno mismo, pero no delante de nadie.
De pequeños, pocos reciben una educación enfocada al bienestar emocional, y después, de mayores, al carecer de una referencia interna, las personas buscan en los demás un sucedáneo de autoestima que acaba creando más problemas de los que trata de solucionar. Se han escrito muchos libros sobre el tema, se imparten cursos y se llenan consultas de personas que desean mejorar su autoconcepto… pero muchos olvidan que la valía es fruto de la autopercepción y no de lo que digan los demás.
Nuestra cultura occidental ha inventado la necesidad de ser “especial”, para alguien o en algo. Y nosotros hemos comprado ese deseo. ¿Qué ha ocurrido? Quién más, quién menos, construye una idea de sí mismo en positivo o en negativo. Es decir, hay personas que se sienten “mejores” –por encima de los demás– (se aman) y otras que se sienten “peores” –por debajo de los otros– (y se odian).
No conozco la clave del éxito, pero la clave del fracaso es tratar de complacer a todo el mundo. Woody Allen.
No sé de dónde salió la idea de que debemos buscar la aprobación externa, el cuento de que, en el caso de obtenerla, podemos sentirnos felices, y en el caso de no obtenerla, hemos de sentirnos desgraciados. El reconocimiento externo es un arma de dos filos: por un lado, puede subir la moral, pero también puede dejar por los suelos el estado de ánimo. Demasiado riesgo, máxime cuando la aprobación o la censura se suele hacer con ligereza.
Alguien dijo: “Dale un premio a un escritor y ya no escribirá nada más de valor”. No siempre es así, por fortuna, pero es verdad que el escritor después de recibir un galardón soporta un estrés adicional, ya que se ve obligado a no defraudar las expectativas de sus lectores y estar a la altura del reconocimiento recibido.
Cuando una persona se convierte en buscadora compulsiva de la aprobación externa, entra en su propia trampa y en un ciclo sin fin. Se condena a sí misma, sin saberlo, a ir de cumplido en cumplido, a recabar la aprobación ajena, a necesitar incluso el halago. Ya no es libre, depende de que otros alimenten su necesidad de ser aprobada. Es como un adicto emocional que padece el síndrome de abstinencia. Se podía decir que esa persona pierde el tiempo y la paz mental buscando la felicidad en el lugar equivocado.
Es obvio que no hay nada malo respecto a contar con el beneplácito ajeno. El problema es cuando se necesita y, sobre todo, cuando se confunde el verdadero valor personal con la complacencia externa. Son dos cosas muy diferentes, y cuando se entiende esta gran diferencia, las personas se centran en su valor y no en buscar ser valoradas.
Reforzar la autoestima significa aumentar el valor personal ante uno mismo, pero no delante de nadie. Cualquier palabra que empiece con auto (autoestima, autoconcepto, autoimagen…) tiene que ver con uno mismo y no con los demás. Aun estando claro, parece que se olvida. Llega un momento en la vida en el que tenemos que centrarnos en aclarar la relación con la persona más importante, que no es otro que uno mismo. Si esa relación es sana e intensa, seremos felices; si es insana, seremos infelices.
Tampoco hay que confundir la valoración propia con la arrogancia, que es precisamente la defensa de las personas que tienen poca. Hay dos clases de autoestima falsa: la evaluación que hacen de sí mismos aquellos que se creen mejores que los demás y la que hacen los que se sienten peores que los demás. Ambas percepciones son una visión desajustada del valor intrínseco que cada persona tiene por el simple hecho de ser un ser humano.
Si crees totalmente en ti mismo, no habrá nada que esté fuera de tus posibilidades. Wayne Dyer.
No hay diferencia, salvo en el signo en las expresiones: “soy el mejor” y “soy el peor”. Ambas expresiones demuestran un desconocimiento del valor real del ser humano, y confunden la comparación externa con la autoevaluación interna. En el fondo reflejan el mismo problema, pero con dos sistemas de compensación diferentes: uno a más y el otro a menos. Fue S. Freud quien decía que esta compensación en realidad es una deformación para poder soportar una autoestima lesionada.
Elevar la autoestima depende de tomar la decisión de que somos valiosos al margen de los resultados que obtengamos, y de recordar siempre esta decisión. No necesitamos pruebas ni resultados. Se trata de una decisión interior que se apoya en uno mismo y no en los demás. La mejor manera de influir en cómo nos perciben los demás es mejorar la forma en que nos vemos a nosotros mismos. Sin duda, eso generará de alguna manera un impacto porque cuando las personas se quieren más, el mundo las quiere más.
Una pequeña diferencia, en más o en menos, del nivel de autoestima de una persona va a marcar una discrepancia dramática en lo que conseguirá de la vida, tanto a nivel personal como profesional. Así, nuestro rendimiento nunca será mayor que la imagen que tenemos de nosotros mismos.
Una persona con autoestima saludable es: sabia sin ser pedante, asertiva sin ser agresiva, poderosa sin necesitar la fuerza, ambiciosa sin ser codiciosa, profunda y no banal, humilde sin ser servil, valiosa sin ser orgullosa. Y lo más importante: deja de compararse con los demás, ya sea en positivo o negativo.

El secreto es prescindir de autojuzgarse.
Es mucho más interesante establecer una relación de amor con el planeta en lugar de mirar de puertas adentro para evaluar si somos dignos o no de amor. Lo que lo cambiaría todo es dejar de autoevaluarse y perseguir conectarse con el resto del mundo.
Del mismo modo que la forma de librarse de los defectos es aumentar las cualidades –ya que aquellos se diluyen en estas–, la mejor forma de no tener que conseguir una buena nota es prescindir de ponerse una, cualquiera que sea.
Imaginemos un mundo donde amarse no fuese una ardua tarea. En ese mundo ideal no se perdería el tiempo y la energía en reparar lo que en realidad no necesita reparación, sino una nueva percepción. En ese nuevo conocimiento de uno mismo, la avería de la autoestima simplemente no sería posible porque el concepto sería irrelevante. En ese mundo ideal, todas las personas se conocerían bien, a nivel esencial, se aceptarían y se respetarían a sí mismas. En esa utopía no se vendería ningún libro o servicio sobre cómo mejorar la percepción que tenemos de nosotros mismos.
La religión de todas las personas debería ser la de creer en sí mismos. Jiddu Krishnamurti
Leyendo las biografías de Vicente Ferrer o la madre Teresa de Calcuta, uno se da cuenta de que estas personas no tenían este problema. Simplemente estaban más centrados en los demás que en ellos mismos. Y al hacerlo se evitaban un montón de complicaciones, incluida la de necesitar la aprobación ajena. Seguramente esas personas se levantaban cada día centrados en cómo iban a ayudar a quien lo necesitase y les ofrecían todo su apoyo. No creo que se mirasen al espejo para ver si estaban guapos o feos, o que se perdieran en divagaciones mentales sobre qué diría la prensa de ellos o si eran adecuados o no. Actuaban desde el amor, y en ese contexto la autoestima es innecesaria.
Cuando pienso en la madre Teresa, me cuesta imaginarla usando este término. Imagino que su foco de atención estaba siempre lejos de sí misma, en los demás, y su autoconcepto no tenía la más mínima importancia para ella. Y así debería ser para todos. Cuando el Dalai Lama visitó Occidente por primera vez y le preguntaron qué diría a las personas con baja autoestima, él respondió: “¿Pero es que no se quieren? ¿Por qué razón?”. En su mente no cabía semejante posibilidad, pues en su cultura y en su filosofía, hablar de este término carece de significado. Esta podría ser una buena receta para egos inflados o raquíticos: olvidarse un poco más de sí mismos y enfocarse plenamente en dar lo mejor que uno tiene, en lo personal y en lo profesional. En definitiva, entender que la autoestima baja o alta es un síntoma de desconocimiento del yo esencial.

LAS CONSECUENCIAS
“El modo en que nos sentimos con respecto a nosotros mismos afecta de forma decisiva a todos los aspectos de nuestra experiencia, desde la manera en que funcionamos en el trabajo, el amor o el sexo, hasta nuestro proceder como padres y las posibilidades que tenemos de progresar en la vida. Nuestras respuestas ante los acontecimientos dependen de quién y qué pensamos que somos. Los dramas de nuestra vida son los reflejos de la visión íntima que poseemos de nosotros mismos. Por tanto, la autoestima es la clave del éxito o del fracaso. También es la clave para comprendernos y comprender a los demás. De todos los juicios a que nos sometemos, ninguno es tan importante como el nuestro propio”.
Cómo mejorar su autoestima, de Nathaniel Branden

FORMAS DE MIRARSE
LIBROS
  • ‘La asertividad’. Olga Castanyer
  • ‘La autoestima’. Luis Rojas Marcos
  • ‘Los seis pilares de la autoestima’. Nathaniel Branden

PELÍCULAS
  • ‘Billy Elliot, quiero bailar’. Stephen Daldry
  • ‘Quiero ser como Beckham’. Gurinder Chadha
  • ‘El diario de Bridget Jones’. Sharon Maguire




dijous, 28 de novembre del 2013

Las edades del sexo. Piergiorgio M. Sandri. La Vanguardia.

El sexo no tiene edad pero sí depende de ella. Es un aspecto esencial de nuestra vida y evoluciona con el paso de los años. El mayor error es querer reproducir al infinito patrones que responden a épocas determinadas. Una buena sexualidad es la que sabe adaptarse a todas las etapas de la existencia
El sexo nos acompaña desde que nacemos hasta que morimos. Es nuestro compañero de viaje. Si volviéramos a hacer el amor con una persona décadas después de la última vez, comprobaríamos que muchas cosas habrían cambiado: no sólo el cuerpo, sino la conducta, la respuesta biológica y la gestión de las emociones. En la vida (y en la cama) se empieza corriendo rápidas tandas de 100 metros, luego se acaban disputando largas distancias a ritmos más pausados y se termina dando un suave paseo.
Según Miguel Ángel Cueto, psicólogo clínico y secretario de la FESS (Federación Española de Sociedades de Sexología), “con un estado de salud razonable, el disfrute y la ejecución sexual puede mantenerse hasta la muerte, aunque disminuyen ligeramente con la edad. En estudios recientes la mayor parte de los entrevistados opina que la sexualidad continúa toda la vida y consideran que es beneficiosa para su salud. De hecho, el desarrollo sexual forma parte del proceso vital de la persona y de su modo de actuar”.
Lo que ocurre es que los deseos sexuales cambian y se modifican con los años. “A lo largo del desarrollo evolutivo la sexualidad viene determinada por tres variables: la biológica (es decir cómo cambia nuestro cuerpo), la consideración social (cómo los condicionantes culturales creen que se debe vivir la sexualidad) y la psicología (la visión que yo tengo, la elaboración cognitiva sobre el sexo)”, explica María Pérez, vicepresidenta de la Asociación Mundial para la Salud Sexual y directora del Institut Espill. Vamos a hacer un recorrido para sacar el máximo partido de cada una de las etapas. Porque cada instante merece ser vivido, de acorde con las necesidades de cada momento.

Edad de la infancia
Con error se suele considerar este período como asexuado. Al contrario, la sexualidad tiene una gran importancia en esta fase y las etapas posteriores de la vida se nutrirán de ella. Andrés López de la Llave, director del máster en Sexología de la UNED, recuerda que, de entrada, “la sexualidad no es la actividad sexual genital, sino una comunión finalizada al placer. Es algo más que la relación sexual propiamente dicha. En los más pequeños, la sexualidad tiene que ver con la socialización y la comunicación”. Así, incluso los bebés, a su manera, experimentan placer en chupar la leche, en un cambio de pañal o en sus deposiciones fisiológicas. Los pequeños desde edades tempranas quieren investigar las diferencias físicas entre los sexos. Les gusta mirar (voyeurismo) y mostrarse (exhibicionismo). Comienzan los primeros inocentes juegos sexuales (el médico y la enfermera). Es común en este período que los niños lleven a cabo actividades autoexploratorias y autoestimulatorias pero, más que de autoerotismo, se trata más bien de curiosidad. “El sentirse niño o niña fortalece la identidad de género y para ellos es importante. Es sexualidad aunque no sea conducta erótica”, subraya María Pérez.
A partir de los siete años y hasta la pubertad los especialistas hablan de un período de latencia o de desinterés sexual. Es cuando aparecen las primeras prohibiciones concernientes a lo corporal, así que las conductas se hacen menos espontáneas y parecen más desapercibidas. “En la infancia los deseos no están claros y menos aún la posible orientación de éstos, y los significados son diferentes. La clave está en no ver con ojos de adultos lo que hacen los niños o niñas”, sostiene Miguel Ángel Cueto.

Edad de la adolescencia

Las hormonas, tanto en chicas como en chicos, causan los llamados cambios sexuales secundarios. Desde el punto de vista psicológico surge un interés por el atractivo físico del otro. También brota la curiosidad por cuidar y resaltar el propio atractivo. Se afianza la tendencia a la relación y al vínculo con determinadas personas, el pertenecer a un grupo. Se busca expresar el mundo emocional a través de los sentidos.
La libido se dispara aunque a velocidades distintas. José Bustamante, secretario de la Asociación de Especialistas en Sexología de España, cuenta una anécdota significativa. “Cuando se va a dar charlas en los colegios a hablar de estos temas los chavales empiezan con risas flojas, mientras que las niñas hacen preguntas. Ellas en esta etapa combinan varios intereses, pero les interesan sobre todo las relaciones. Ellos, en cambio, son más proclives al juego y la diversión”. Cada adolescente va a su ritmo. “Se podría decir que en un mismo grupo conviven chicos y chicas de aspecto completamente aniñado con aquellos adolescentes con características sexuales secundarias plenamente evidentes”, dice Miguel Ángel Cueto. “Hay jóvenes que esto del sexo se lo toman con calma, se detienen en las etapas previas al coito, pero hay otros que se saltan los descubrimientos y van directamente al grano. Para muchos de estos chicos, tener relaciones sexuales equivale a quitarse la presión y se lo toman como su fuera un premio. En cuanto a las chicas, en los últimos años la situación ha cambiado un poco. A los 15-16 años ellas ya hablan más de sexo, son más conscientes de la sexualidad, explica José Bustamante.
¿Cuáles son los retos de esta etapa? María Pérez los resume así: “Hay una contradicción, porque la biología les pide a estos jóvenes experimentar, mientras que a veces la sociedad les niega esta posibilidad. Entonces se produce una falta de concordancia entre lo propio de la edad y lo que les piden los adultos”. Este conflicto se lleva a muchos terrenos. Muchos adolescentes presumen de su actividad sexual, pero sin ser conscientes realmente de su significado. “El problema es que a esta edad los jóvenes no saben valorar las consecuencias de sus actos. No sólo me refiero a embarazos no deseados o enfermedades de transmisión sexual, sino al impacto emocional de sus encuentros y a saber gestionarlos a nivel emotivo, subraya la directora del Institut Espill.

Edad juventud
Dejada atrás la adolescencia, se cristaliza la identidad sexual. Aumenta la autoestima y la necesidad de contacto físico. “A los 20 años, el deseo es alto, las erecciones son casi espontáneas y a menudo involuntarias. Pero todavía los chicos arrastran una cierta visión de la sexualidad basada en la cantidad”, advierte José Bustamante. Se dice que los varones alcanzan a esta edad el pico de su plenitud, en cuanto a potencia, deseo, respuesta. “Yo no sería tan categórico. Lo que ocurre es que a esta edad los jóvenes suelen estar sanos. Y en el sexo pasa un poco como el deporte. Si estás entrenado, estarás en forma. No hay que olvidar que el sexo, desde el punto de vista fisiológico, depende de la optimización de la circulación sanguínea”, matiza el profesor Andrés López de la Llave.
“En esta etapa, la prioridad es conseguir pareja. Pero ellas, a diferencia de ellos, se centran más en la consolidación de las relaciones. Lo que es curioso–añade Bustamante– es que están apareciendo incluso en esta franja de edad problemas de deseo masculino. Porque, a diferencia del pasado, el potencial sexual femenino se expresa ahora con más libertad y algunos varones van un poco desorientados.En efecto, hace unos cuantos años permanecía una gran disyuntiva en la etapa de la juventud entre varones y mujeres: ellos estaban en la máxima plenitud, mientras que ellas todavía estaban un poco acomplejadas, algunas de ellas no habían experimentado ni orgasmos. “Hoy en día esto ocurre cada vez menos por que las mujeres se reafirman en su sexualidad”, coincide María Pérez.
La llegada del primer hijo suele romper los patrones. A los 30 años –recuerda Pérez–, se hipertrofia el papel de amante a costa del de padre y se deja un poco de lado el sexo. Esto tiene que ser una llamada de atención para la pareja, ya que puede tener consecuencias negativas en la relación.

Edad adulta
Cuando terminan las pasiones juveniles, en la edad mediana se tiene más claro lo que uno quiere y la sexualidad se vive con más profundidad que a edades tempranas. Las capacidades adquiridas y las libertades potencian más el apetito sexual. En lo que se refiere a los hombres, las erecciones tardan algo más en llegar (entre diez y quince segundos), el ascenso testicular es más lento, la masturbación disminuye y, paralelamente, aumenta el consumo de pornografía. La potencia sexual es más mesurada gracias a la estabilización del carácter, aunque a partir de los 45 el hombre puede fallar en la cama.
En este sentido, es bueno saber que el tan temido gatillazo puede ocurrir tanto a los 20 como a los 50. El problema es que en la cuarentena se sobrevalora su importancia. Ellos se encuentran en una fase de transición: a esta edad, los hombres son demasiado jóvenes para usar Viagra pero demasiado viejos para tener una respuesta eréctil instantánea. “El peor enemigo del hombre es la ansiedad, el miedo a fallar. Y si se tienen problemas cardiovasculares, esto va a dificultar las cosas. Pero uno si está en buena forma, no tiene porqué pasar nada. En cambio, el problema de la mujer siempre ha sido la vergüenza: ‘el qué pensarán, como me juzgarán’. No obstante, este aspecto pasa a adquirir menor importancia en la edad adulta, señala Bustamante.
Se dice que las mujeres alcanzan en esta etapa el mayor pico de deseo y de disfrute de la sexualidad, mientras que los hombres, desde el punto de vista biológico, ya no son el que eran. “A partir de una cierta edad, hay que mentalizarse de que sólo la estimulación visual ya no es suficiente para la excitación masculina. Los hombres necesitan estímulos táctiles. En cambio, las mujeres a los 40 años finalmente han aprendido a disfrutar. Se quitan la culpa y recuperan la curiosidad. Esto descoloca un poco al varón, porque en algunos casos le hace aumentar el peso de la responsabilidad, explica José Díaz Morfa, presidente Asociación Española de Sexología Clínica (AESC).
A nivel emocional, el mayor desafío para hombres y mujeres consiste en vencer el tedio de la convivencia. De hecho, las estadísticas dicen que entre los 45 y los 55 años se dan más casos de infidelidad. Muchos a esta edad optan por experimentar, arriesgarse y llevar las fantasías sexuales al límite. “Hay que procurar tener una visión realista. La búsqueda de aventuras continuas o de tener una cita cada semana es igual de aburrido que estar siempre con la misma persona. La rutina es la misma. Tienes que ser coherente con tus necesidades, teniendo presente que a partir de los 25 años empieza el declive físico”, alerta María Pérez.

Edad madurez

El varón produce espermatozoides constantemente. No hay un momento concreto de su vida para la aparición de la llamada andropausia, sino que, a lo largo del tiempo, se produce un progresivo descenso del nivel de andrógenos y hormonas masculinas, las que son responsables de la fuerza, de la masa muscular y de la capacidad sexual. Es una pérdida progresiva, sin que se llegue a un final concreto. A partir de los 50 años, hay una menor necesidad física de eyacular, hay menos testosterona, una cierta disminución de las contracciones orgásmicas, menor volumen y proyección en las eyaculaciones, las erecciones son menos firmes. No sólo se precisa más tiempo para lograr la excitación, sino que esta dura menos porque, de alguna manera, las válvulas de cierre del flujo sanguíneo ya no funcionan como antes.
En lo que se refiere a la mujer, la llegada de la menopausia no se relaciona necesariamente con una disminución del deseo. Lo que sí suele producir es una cierta sequedad vaginal. En este sentido, los lubricantes pueden resultar útiles y hasta ser un recurso para potenciar juegos eróticos. “No queda claro el impacto del climaterio en el deseo. Hay algunas mujeres que lo viven como una liberación. Porque finalmente se pueden centrar en ellas mismas”, dice María Pérez. En ambos casos, tanto para hombres como para mujeres, no se recomiendan, salvo casos específicos, tratamientos hormonales sustitutivos debido a los efectos secundarios que suponen.
Los grandes enemigos del sexo en la madurez son las consecuencias de los malos hábitos de los años anteriores: diabetes, hipertensión arterial, colesterol, vida sedentaria, obesidad y tabaquismo pueden pasar factura y causar un descenso de la libido, cansancio, debilidad general, falta de apetito sexual. Ahora bien, aunque caiga el rendimiento, la satisfacción psicológica u emocional no tiene porqué verse mermada. Porque el sexo no son solo hormonas y genética, sino afecto, matices psicológicas y complicidad. Hay muchas partes del cuerpo capaces de hacernos disfrutar a medida que pasan los años.
A esa edad, no todo son malas noticias: ya queda atrás la eyaculación precoz y la mujer requiere ahora una estimulación más prolongada y puede experimentar una mayor satisfacción. Asimismo, al desvincular el sexo de la procreación las parejas pueden vivir las relaciones con la máxima libertad. Algunos hablan, en esta etapa, de una segunda luna de miel, en particular cuando los niños dejan el hogar. “Los factores ambientales también condicionan: el interés por la sexualidad depende del espacio que tenga respecto al resto, si le dedicas menos tiempo, a base de repetición, cualquier situación se vuelve menos estimulante. El valor de la capacidad excitativa disminuye con el tiempo y la satisfacción también. Por lo tanto, acabamos teniendo menos ganas”, alerta Ángel López de la Llave. Para contrarrestar el problema, es esencial tener una actitud positiva y propositiva.
“En la madurez, no se puede vivir el sexo como una obligación. Una cosa es cuidar el universo erótico, pero hay que hacerlo según las necesidades, no para ponerse a prueba, o para que sea un encuentro forzado sin deseo”, apunta María Pérez. Andrés López de la Llave cree que, “a partir de una edad tienes que aceptar que no puedes ser el de antes. Es como con la dieta: no puedes comer lo mismo que en años anteriores. El secreto es sacar máximo partido de la condición biológica en la que nos encontramos, generar alicientes que sean propios del momento, respetando a uno mismo y a los demás. Porque si no se propicia emoción no tenemos alimento. El principio es que, en lo que se refiere al sexo, cuanto más, mejor. Más se practica, más será uno fuerte y ágil y tendrá mejor salud. Es lo mismo que en el resto de disciplinas: cuanto más nos entrenamos en una actividad, mejor preparados estaremos para el futuro”, explica López de la Llave.

Edad de la vejez
Es el último tabú. “Hasta se refleja en el vocabulario: el viejo verde tachado de libidinoso. O la viuda alegre como una mujer excesivamente frívola. Como si el sexo en la tercera edad fuera siempre algo negativo, recuerda José Bustamante. “La sociedad tiende a centrar la sexualidad en épocas productivas de la vida, porque asocia el sexo con el poder. Pero es un error. No se hace otra cosa que generar frustración”, se queja María Pérez.

Miguel Ángel Cueto asegura que “la sexualidad en los mayores sigue desempeñando un papel importante en la vida. Más del 85% de las personas mayores de 60 años disfrutan de actividad sexual satisfactoria. Para que se mantenga, depende sólo de un factor: la salud física. No se elimina la respuesta sexual pero sí que hay una modificación anatómica, funcional y psicológica. Según este experto los principales cambios en el envejecimiento vienen dados, en el hombre, por un menor ángulo peneano-abdominal en la erección, mayor tiempo de estimulación para conseguir una erección (a partir de los 75 años se puede tardar hasta cinco minutos), menor volumen de eyaculado y alargamiento del periodo refractario (entre un coito y otro).

En la mujer, la vagina es menos elástica, se produce un descenso mamario y hay menor lubricación vaginal. Dicho esto, sí que puede haber sexo. “Viven mal su sexualidad en la vejez las personas que se han quedado limitadas a un modelo juvenil”, amonesta Cueto. Aquí es cuando más de un varón habrá pensado recurrir al Viagra para recuperar el antiguo esplendor. “La gente piensa que el Viagra es un afrodisíaco, pero sin deseo no funciona”, recuerda José Díaz Morfa. Una vez más, hay que vivir la sexualidad acorde con las circunstancias vitales y, a ser, posible, crear contextos favorables.  Según María Pérez, para facilitar los encuentros, los ancianos, incluso cuando precisan asistencia, siempre deberían disponer de habitaciones donde estar solos. Para darse un beso, tener un contacto físico o emocional, o simplemente vivir su intimidad. “Y si están solos sin pareja, cosa que puede ocurrir con frecuencia, la masturbación puede ser una vía para alcanzar y gestionar el placer. No se debería negar esto a ningún ser humano, por motivaciones morales o religiosas. José Díaz Morfa concluye con una reflexión final. “La sexualidad sirve para expresar una gran cantidad de cosas, incluso para canalizar conflictos, emociones. Y hay que procurar vivirla de la forma más espontánea posible. Antes, en las décadas pasadas, había mucho puritanismo, Ahora hay mucha genitalidad, pero esto no significa que, por ello, tengamos más libertad”.


EL PERRO HERIDO. Fábula.

Un perrito es atropellado por un coche. Dos amigos pasan caminando y presencian el accidente. Uno de los dos se acerca a levantar al animal para llevarlo a un veterinario.
Cuando intenta sujetarlo, el perrito le muerde. El hombre lo suelta y se queja a su amigo:
—Perro desagradecido, lo quiero ayudar y me muerde…
El amigo contesta:
—No te enojes. No te muerde por falta de gratitud, te muerde porque está herido.

Muchas veces no entendemos los comportamientos de los demás o los nuestros propios.
Reaccionan o reaccionamos aparentemente, de manera descortés o incluso violenta.
Quizá, en lugar de emitir un juicio negativo sobre ellos o sobre nosotros mismos (¿cómo ha sido capaz de…, cómo he sido capaz de…, es un …, soy un…), podríamos intentar ir un poco más allá y ver mejor.

Quizá, simplemente, hay algo, dolor, sufrimiento, miedo, tristeza, heridas, etc. que son el origen de ese comportamiento, y que lo que se necesita, no es el juicio y el olvido, sino la empatía y la compasión…

dimecres, 27 de novembre del 2013

"EL CORAZÓN TIENE CEREBRO". Annie Marquier. La Contra de la Vanguardia.

Annie Marquier, matemática e investigadora de la conciencia

Tengo 72 años y sigo siendo joven. Nací en Toulouse y vivo en Canad. Estudiá la carrera de Matemáticas y piano. Creo que el ser humano lleva consigo un potencial extraordinario de conciencia, inteligencia, sabiduría y amor; descubrimientos cieníficos recientes lo constatan.

Ciencia y conciencia
Tras estudiar Matemáticas y la carrera de piano y órgano fue profesora en La Sorbona. Luego se instaló en India y participó en la creación de la comunidad de Auroville con Sri Aurobindo y Krishnamurti. Y poco después fundó en Quebec el Instituto para el Desarrollo de la Persona. Es autora de El poder de elegir, La libertad de ser y El maestro del corazón (Luciérnaga). Lleva muchos años investigando la intersección entre la ciencia y la conciencia y sus planteamientos son siempre rigurosos y están documentados. El próximo sábado expondrá en las jornadas sobre La Evolución de la Conciencia (CosmoCaixa) los descubrimientos sobre el cerebro del corazón y sus implicaciones.

Que el corazón tiene cerebro es una metáfora, ¿no?
No. Se ha descubierto que el corazón contiene un sistema nervioso independiente y bien desarrollado con más de 40.000 neuronas y una compleja y tupida red de neurotransmisores, proteínas y células de apoyo.

¿Es inteligente?
Gracias a esos circuitos tan elaborados, parece que el corazón puede tomar decisiones y pasar a la acción independientemente del cerebro; y que puede aprender, recordar e incluso percibir. Existen cuatro tipos de conexiones que parten del corazón y van hacia el cerebro de la cabeza.

Primera...
La comunicación neurológica mediante la transmisión de impulsos nerviosos. El corazón envía más información al cerebro de la que recibe, es el único órgano del cuerpo con esa propiedad, y puede inhibir o activar determinadas partes del cerebro según las circunstancias.

¿Significa eso que el corazón puede influir en nuestra manera de pensar?
Puede influir en nuestra percepción de la realidad y por tanto en nuestras reacciones.

Segunda conexión...
La información bioquímica mediante hormonas y neurotransmisores. Es el corazón el que produce la hormona ANF, la que asegura el equilibrio general del cuerpo: la homeostasis. Uno de sus efectos es inhibir la producción de la hormona del estrés y producir y liberar oxitocina, la que se conoce como hormona del amor.

Tercera...
La comunicación biofísica mediante ondas de presión. Parece ser que a través del ritmo cardiaco y sus variaciones el corazón envía mensajes al cerebro y al resto del cuerpo.

Cuarta...
La comunicación energética: el campo electromagnético del corazón es el más potente de todos los órganos del cuerpo, 5.000 veces más intenso que el del cerebro. Y se ha observado que cambia en función del estado emocional. Cuando tenemos miedo, frustración o estrés se vuelve caótico.

¿Y se ordena con las emociones positivas?
Sí. Y sabemos que el campo magnético del corazón se extiende alrededor del cuerpo entre dos y cuatro metros, es decir, que todos los que nos rodean reciben la información energética contenida en nuestro corazón.

¿A qué conclusiones nos llevan estos descubrimientos?
El circuito del cerebro del corazón es el primero en tratar la información que después pasa por el cerebro de la cabeza. ¿No será este nuevo circuito un paso más en la evolución humana?

¿...?
Hay dos clases de variación de la frecuencia cardiaca: una es armoniosa, de ondas amplias y regulares, y toma esa forma cuando la persona tiene emociones y pensamientos positivos, elevados y generosos. La otra es desordenada, con ondas incoherentes.

¿Aparece con las emociones negativas?
Sí, con el miedo, la ira o la desconfianza. Pero hay más: las ondas cerebrales se sincronizan con estas variaciones del ritmo cardiaco; es decir, que el corazón arrastra a la cabeza. La conclusión es que el amor del corazón no es una emoción, es un estado de conciencia inteligente.

...
Ya ve, el cerebro del corazón activa en el cerebro de la cabeza centros superiores de percepción completamente nuevos que interpretan la realidad sin apoyarse en experiencias pasadas. Este nuevo circuito no pasa por las viejas memorias, su conocimiento es inmediato, instantáneo, y por ello, tiene una percepción exacta de la realidad.

Parece ciencia ficción.
Está demostrado que cuando el ser humano utiliza el cerebro del corazón crea un estado de coherencia biológico, todo se armoniza y funciona correctamente, es una inteligencia superior que se activa a través de las emociones positivas.

Pues parece que nadie lo utilice...
Es un potencial no activado, pero empieza a estar accesible para un gran número de personas.

¿Y cómo puedo activar ese circuito?
Cultivando las cualidades del corazón: la apertura hacia el prójimo, el escuchar, la paciencia, la cooperación, la aceptación de las diferencias, el coraje...

¿Santos las 24 horas?
Es la práctica de pensamientos y emociones positivas. En esencia, liberarse del espíritu de separación y de los tres mecanismos primarios: el miedo, el deseo y el ansia de dominio, mecanismos que están anclados profundamente en el ser humano porque nos han servido para sobrevivir millones de años.

¿Y cómo nos libramos de ellos?
Tomando la posición de testigos, observando nuestros pensamientos y emociones sin juzgarlos, y escogiendo las emociones que nos pueden hacer sentir bien. Debemos aprender a confiar en la intuición y reconocer que el verdadero origen de nuestras reacciones emocionales no está en lo que ocurre en el exterior, sino en nuestro interior.

Ya.
Cultive el silencio, contacte con la naturaleza, viva periodos de soledad, medite, contemple, cuide su entorno vibratorio, trabaje en grupo, viva con sencillez. Y pregunte a su corazón cuando no sepa qué hacer.