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divendres, 31 de gener del 2014

LA FELICIDAD ES UNA DECISIÓN. Lama Sogyal Rimpoché. La Contra de La Vanguardia.



¿Por qué interesa tanto el budismo en Occidente?
—Porque los occidentales no son tontos, claro.

¿Y qué vemos en el budismo?
—Ustedes han visto ya cuánto sufrimiento mental padecen, y están descubriendo que el budismo puede ayudarles.

¿Sufrimiento mental?
Depresión, neurosis, infelicidad... ¿Por qué? ¿Por qué, si disponen de tanta riqueza, avances, tecnología, confort...?

Quizá porque todavía queremos más.
—Vivirás en el mejor sobreático del mejor edificio sobre Central Park... y te tirarás por la ventana. ¿Por qué? Porque la felicidad sólo está en la mente. Todo está en los pensamientos. ¡Es la mente la que crea el mundo!

¿Mi felicidad depende de mi mente?
—Sí: Sufrimiento y felicidad son creaciones mentales. Por eso la enseñanza principal del budismo es ésta: «¡Domestica tu mente!».

¿Y en qué consiste eso?
—En conquistar la mente: El budismo enseña a entrenarla para aplacar emociones negativas, angustia, descontento, infelicidad...

¿Sufrimiento, en suma?
—Sí. Entrenando la mente, es posible llegar al extremo de que cualquier suceso deje de parecerte adverso... para ser una bendición.

¿Hasta ese punto? ¿Cómo conseguir eso?
—A mí me ayudó esta frase que leí hace 30 años: «El agua, si no la remueves, se vuelve clara». Pues bien, la mente es como el agua.

No hay que removerla.
—La enturbian los pensamientos. Una mente calma es un cielo azul: Los pensamientos son las nubes que lo tapan. ¡No te identifiques con esas nubes, y busca ver el cielo!

Difícil: La vida es complicada y hay que darle tantas vueltas al coco...
—¿Sí? «Todos los problemas del ser humano derivan de su incapacidad de sentarse solo en una habitación», escribió Pascal...

Pero consuela tanto estar distraídos...
—Nos distraemos de nosotros mismos con pensamientos: Son astucias del ego que nos apartan de nuestra esencia, son falsas visiones a las que nos aferramos, nos apegamos.

¿Tanto nos autoengañamos?
—Escuche este cuento que narró Buda... Un mercader tenía una bella esposa y un hijo pequeño. La esposa enfermó y falleció, y el mercader cifró toda su felicidad en ese niño. Mientras estaba en un viaje, unos bandidos asolaron la aldea y se llevaron al niño. A su regreso, el mercader vio un cuerpo de niño calcinado y lo tomó por el de su hijo.

Pobre hombre, cuánta desgracia...
—Practicó una ceremonia de cremación del hijo, y conservó las cenizas en una bolsita de seda. Trabajaba, comía y dormía aferrado a la bolsa y a su desesperación, llorando...

Comprensible...
—Un día su hijo escapó de los bandidos y llamó a la puerta del padre. Era medianoche y el padre sollozaba junto a las cenizas. «¡Soy yo, papá!», gritó el hijo. El padre pensó que alguien le gastaba una broma cruel, y no abrió. El hijo llamó cien veces, inútilmente, hasta que se fue. ¡Nunca volvieron a verse!

Ya veo: Nos apegamos a nuestra verdad...
—... y no sabemos dar la bienvenida a la verdad en persona cuando llama a la puerta.

Pues ayúdeme a estar abierto y alegre.
—Cada vez que vea o hable con otra persona, piense que esa persona es usted.

Buen ejercicio... Y difícil.
—Entrene su mente en eso. Verá qué bien.

¿Y si yo me odio? Odiaré a todos, pues.
—Haga este ejercicio: Inspire, y a cada inspiración imagine que recoge usted todo el dolor, desgracia, angustia y sufrimiento de los otros; y espire, y a cada espiración difunda hacia los otros bondad, consuelo, amor.

¡Se supone que el que estaba mal era yo!
—Precisamente: Tus males derivan de preocuparte tanto de ti mismo, del yo, yo, yo...

Pero si estoy sufriendo yo...
Yo, yo... ¡Ábrete al sufrimiento de los otros!: Eso es la compasión. Y empieza a meditar: Quieto, concéntrate en tu respiración, obsérvala, eso sosegará tu mente. La práctica de la meditación conduce a la paz interna.

La panacea, lo que todos buscamos...
—Lo que te digo no es cuestión de fe: Te bastará con probarlo y saborearlo por ti mismo.

¿Qué tipo de paz interna es ésa?
—La falacia del ego se disuelve, las emociones negativas pasan... Eso es la sabiduría: Como la compasión, está también dentro de ti.

¿Basta con ponerse a meditar?
—Poquito a poco... Pero si lo intentas, te llenará de tanta alegría y fuerza que querrás seguir. Hoy los estudios médicos ya han probado los múltiples beneficios psicosomáticos de la meditación (sabiduría) y del amor (compasión): El ritmo cardíaco se equilibra, el sistema inmunológico se refuerza...

Entonces el Dalai Lama estará perfecto...
—El Dalai Lama es un hombre bueno, y verle estimula a la humanidad a intentarlo.

La humanidad insiste en la barbarie, Occidente en especial: ¡No somos tan inteligentes!
—Sí, sí lo sois, pero sucede que aún ponéis la inteligencia al servicio de la ignorancia.

¿Qué ignoro?
Que puedes tomar la decisión de ser feliz.

Pero hay dolor, sufrimientos, heridas...
—Sí, pero no seas ignorante: ¡No te dejes engañar por todo eso, no te identifiques con eso! Ésa es una visión errónea, ignorante.

No es nada fácil.
—Ya: Si hace mucho que no te duchas, al hacerlo saldrá mucha mugre y te asustarás. Si perseveras, el agua saldrá limpia. Persevera.

Ustedes no le piden nada a Dios, veo...
A la sabiduría y a la compasión que palpitan dentro de ti podrías llamarlas Dios.

¿La humanidad será divina un día?

—Un día, dentro de muchos eones...


La excusa de la intuición femenina. Mercè Pau. La Vanguardia.

Para algunos es un radar implacable de ellas para descifrar códigos ajenos, pero es hora de romper el mito: hombres y mujeres se parecen más de lo que difieren, aun así las diferencias fascinan. ¿Quién inventó la convención? Ellos.Trampa intelectual o capacidad de observación. Llámenla como quieran.
Los humanos tenemos corazonadas, intuiciones, aunque los expertos no se pongan de acuerdo sobre cómo nuestro cerebro crea los procesos deductivos. La intuición es como una idea nacida de la nada, en la que aparentemente no se dispone de suficiente información para razonarla: se define como un presentimiento que tiene alguien, sin ser consciente de las razones por las cuales sabe lo que sabe. Lo dejó dicho el filósofo y matemático Blaise Pascal en el siglo XVII: “El corazón tiene razones que la razón desconoce”. No lo pensamos, pero escuchamos la vocecita, lo sentimos. Todos, por razones fisiológicas, podemos intuir cuando alguien nos está mintiendo, cuál es el camino correcto para llegar a un lugar o incluso tener cierta sensación que nos hará adivinar que algo no va bien... pero tradicionalmente el imaginario colectivo ha atribuido esa capacidad en especial a la mitad de la población: las mujeres.
Una supuesta intuición femenina que siempre se ha intentado distinguir de la masculina pero que, sin embargo, se trata de una diferenciación dudosa. Hoy en día se puede afirmar que no tiene otro fundamento que el sexismo. “Los éxitos de los hombres, tradicionalmente en una sociedad machista como la nuestra, se supone que se deben a su valía, capacidad de trabajo y dedicación, mientras que el éxito de las mujeres, por desgracia, se atribuye algunas veces a ese sexto sentido”, explica Daniel Closa, doctor en Biología e investigador del CSIC. Así, el término viene de una actitud machista: los hombres se han servido de ella para quitar mérito al trabajo de las mujeres, tachándolo de algo hipotéticamente innato y, por tanto, fácil de aplicar.
Porque si se atiende a las diferencias basadas en estudios, las hay más bien pocas. Un equipo de psicólogos de la Universidad de Hertfordshire (Reino Unido) liderado por Richard Wiseman, a través de una investigación con 15.000 hombres y mujeres, llegó a una única conclusión: “La intuición femenina es simplemente un mito creado por las sociedades”. El experimento consistía en visionar fotografías de personas sonriendo y adivinar qué sonrisas eran fingidas y cuáles genuinas. Antes de empezar, el 80% de las mujeres del estudio declararon ser “muy intuitivas”, enfrente del 58% de los hombres. Sin embargo, los resultados indicaron que no había una diferencia sustancial de intuición entre sexos, el 72% de los hombres y el 71% de las mujeres acertaron. Se rompió un mito: las mujeres no son más intuitivas que los hombres, sólo creen que lo son. “Es muy delicado generalizar, existen distintos tipos de intuición y depende del experimento puede que un género sea más intuitivo que el otro o los dos por igual”, explica Daniel Closa. También depende del planteamiento del mismo, pero ambos sexos tienen la posibilidad de tener el mismo acceso al origen de la intuición, la experiencia.
En este sentido, el único factor que se podría considerar diferencial es la edad: “Los niños necesitan experiencia, adquirir conocimiento, así las diferencias significativas en la intuición son a nivel de conocimiento experto”, comenta Toni Gomila, doctor en Filosofía y catedrático de Psicología en la Universitat de les Illes Balears. Una mujer mayor y, por tanto, con más experiencia podría tener más intuición que un hombre y también al revés: la intuición masculina también existe aunque no se hable de ella.

Más conectividad
A lo largo de la historia numerosos estudios han encontrado diferencias entre los cerebros de hombres y mujeres, pero no se ha llegado a conclusiones claras. A finales de 2013 un grupo de neurocientíficos de la Universidad de Pensilvania (EE.UU.) descubrió que hombres y mujeres conectan el cerebro de manera diferente. En ellas predominan las conexiones entre los dos hemisferios cerebrales, mientras que en los hombres prevalecen las interiores de cada hemisferio. ¿Qué significa? El hemisferio izquierdo aloja nuestra parte más racional, mientras que el derecho, la más emocional e intuitiva. Así, los autores interpretan estos resultados en las mujeres como “una mayor coordinación entre el pensamiento analítico e intuitivo”, pero siguen lejos de ser categóricos en sus afirmaciones y prefieren no entrar en terreno pantanoso. Ellos se orientan mejor y ellas tienen más memoria, pero ni rastro de la intuición femenina. ¿Es mejor en las mujeres? ¿Es mayor? “El pensamiento intuitivo de las mujeres no es mejor que el de los hombres, simplemente ellas lo utilizan más, con más facilidad y frecuencia que ellos, debido a su estructura cerebral”, interpreta por su parte Albert Barqué, investigador y doctorando en Ciencia Cognitiva en la City University of London. Para Toni Gomila, las diferencias que explica este estudio acerca de la intuición son totalmente mínimas: “Las diferencias biológicas entre hombres y mujeres tienen que ver con el sistema hormonal y reproductor, las diferencias cognitivas son marginales. Por decirlo de otra manera, tienen mucha más incidencia las diferencias culturales entre hombres y mujeres que las de sexo”.

Llámelo intuición... o sensibilidad

Así, el estereotipo cultural que desde siempre ha acompañado a la intuición femenina es que es mejor que la masculina en juicios interpersonales, en las relaciones sociales. Hay la creencia que ellas descubren las mentiras de sus parejas con sólo mirarles a los ojos, que nada puede escapar del fulminante examen del sexto sentido femenino. En realidad, sería más correcto hablar de sensibilidad, cualidad que facilita que los juicios que hacen las mujeres sean muchas veces correctos. No hay más intuición femenina como tal, sino más sensibilidad para adivinar qué pasa. Así lo ha estudiado Robin Hogarth, doctorado por la Universidad de Chicago e investigador en el campo de la toma de decisiones, quien explica en el libro Educar la intuición: el desarrollo del sexto sentido (Paidós), que las mujeres comprenden mejor que los hombres las señales no verbales. Investigaciones sobre este tipo de comunicación han demostrado que ellas son mejores leyendo y entendiendo las emociones de los que tienen a su alrededor y también expresando sus propias emociones, por ese motivo el radar de las mentiras es más ágil en una mujer. Ellas son más hábiles también cuando se trata de detectar mentiras, de discernir si dos miembros de una pareja están realmente enamorados o bien fingen y adivinar, con una simple fotografía, qué miembro de la pareja es más controlador, según David G. Myers, profesor de Psicología del Hope College de Michigan (EE.UU.).
La intuición femenina se sitúa como una construcción social, que se ha confundido, sin saberlo, con los sentimientos y la sensibilidad. ¿Pero por qué ellas son más sensibles? Las razones son evolutivas: mientras los hombres fueron seleccionados por sus destrezas para la caza y la búsqueda de alimentos, ellas eran las madres, las defensoras del hogar, las que tenían que percibir cualquier cambio en las conductas de pequeños y adultos. “Como animales mamíferos que somos, estamos preparadas biológicamente para el cuidado de los hijos. El afecto y los sentimientos son muy importantes para el correcto cuidado de nuestros bebés, es más, si nos escucháramos más a nosotras mismas y dejáramos al margen el ruido de la sociedad, sin duda, seríamos mejores madres, apunta Carolina Pérez-Dueñas, doctora en Psicología por la Universidad de Granada. También son razones hormonales. Toni Gomila lo atribuye a las diferencias que no sólo se manifiestan en las características sexuales como la voz, el pelo, los pechos o la cadera, sino también en las actitudes. Así, una madre es más propensa a captar qué pasa y qué podría pasar, llámenlo intuición, llámenlo sensibilidad. O incluso podemos hablar de razones culturales. Robin Hogarth piensa que esa especial sensibilidad de la mujer se debe a la socialización, en concreto a una posición social inferior de la mujer. “En muchas sociedades, para triunfar, ellas necesitan observar cómo actúan los demás, mientras que los miembros de los grupos mayoritarios no sienten la misma necesidad de observar, se limitan a actuar, perdiendo la oportunidad de desarrollar sus destrezas observacionales”, comenta. Por eso ellas siempre han estado más atentas a su alrededor, percepciones que los hombres no tienen tan desarrolladas.

Un premio de consolación
“La intuición de una mujer es más precisa que la certeza de un hombre”, decía el escritor británico Rudyard Kipling. El mismo que a principios del siglo XX apoyaba las causas de la derecha británica y escribía en contra del sufragio femenino. En época de la Primera Guerra Mundial  ya atribuía la intuición a la mujer y la certeza al hombre. ¿Quería decir Kipling que cuando las mujeres tenían razón era por pura intuición? ¿Que si ellas gozaban de razón en algún asunto era por su capacidad intuitiva? ¿Que cuando ellas eran mejores lo eran porque sí, sin el trabajo que le requiere a un hombre llegar a la certeza? “Nunca hablamos de intuición masculina y es muy interesante reflexionar sobre esta diferencia de trato”, argumenta Daniel Closa. Para él, se trata de una trampa intelectual, un premio de consolación para las mujeres, a quienes se les impide conseguir reconocimiento por sus propios méritos. No sólo el investigador del CSIC hace referencia a la connotación negativa que puede tener el término, también los hacen las catedráticas de Filosofía de la Universidad de Vigo Cristina Caruncho y Purificación Mayobre. Según ellas, identidad femenina e intuición van de la mano a causa de la dicotomía en la que está basado todo el pensamiento occidental, entendido a través de binomios: “Mujer-hombre, privado-público, reproducción-producción, cuerpo-intelecto e intuición-razón”. Así, se han jerarquizado históricamente estos términos y el hombre se ha asociado a la esfera pública, a la producción, al intelecto y a la razón. La mujer, en cambio, ha sido relegada a los menos prestigiosos: ámbito privado y familiar, reproducción, cuerpo… e intuición.

Intuición masculina

Son ellas quienes, desde siempre y quizás por su condición de madres, han tenido que mostrar de una forma más abierta los sentimientos. “Frases como los hombres no lloran o los hombres no deben dejarse llevar por sensiblerías han hecho que no sea políticamente correcto en nuestra sociedad hablar de intuición masculina”, explica Carolina Pérez-Dueñas. “Esto no quiere decir que haya hombres con mucha intuición y tampoco mujeres con poca”, añade. Así, los hombres están igual de capacitados que las mujeres para tener intuiciones, mostrar sus emociones y notar las de los que los rodean, aunque inicialmente no se fijen. Un estudio con 50 parejas en una sala, demostró que las mujeres en los primeros diez minutos ya habían averiguado (o imaginado) la relación de cada pareja de la habitación. Las mujeres identificaron las parejas que se llevaban bien, las que habían discutido, cuáles eran las competitivas o las simpáticas. En el caso de los hombres, fue bien diferente: ellos buscaron las entradas y las salidas de emergencia de la sala. Sin que este estudio implique que los hombres no son sensibles, ellos tienen otra percepción del entorno. Simon Baron-Cohen, profesor de Psiquiatría y Psicología en la Universidad de Cambridge y autor de La gran diferencia: cómo son realmente los cerebros de hombres y mujeres (Amat), es partidario de no estereotipar a través del sexo: “Hay padres capaces de mostrar emociones y empatizar totalmente con las necesidades de sus hijos, incluso mejor que una madre”. Según Robin Hogarth, “los hombres pueden aprender a alcanzar los mismos niveles de capacidad de las mujeres, es una destreza conductual que se puede mejorar, al igual que otras”.
“Evidentemente, la presión evolutiva ha ido forjando diferencias entre hombres y mujeres a lo largo de la historia de la humanidad, pero tales diferencias no son tan significativas como la cultura popular cree”, apunta Albert Barqué. “Hay que extirpar de nuestra cultura mitos, falacias y falsas creencias”. Ellos y ellas se parecen más de lo que difieren, pero nos siguen fascinando esas diferencias. La intuición se da por igual en hombres y mujeres, pero ellas tienen mayor disposición a procesar información en teoría irrelevante para analizar y adivinar. Ellas prestan mayor atención al detalle. Leen la letra pequeña del entorno, de las sonrisas, gestos y miradas que construyen su vida. Y ellos quedan totalmente desconcertados. Señores, si todo es cuestión de detalles, habrá que fijarse más.

VEINTICUATRO HORAS EN LA VIDA DE UNA MUJER

“Esto significó para mí aquel desencanto, desencanto que no me confesé ni entonces ni más tarde. Más la intuición de una mujer lo adivina todo sin necesidad de palabras, casi inconscientemente. Porque... ya no me engaño: si aquel hombre me hubiera abrazado y pedido que le siguiera hasta el fin del mundo, no habría vacilado un segundo en deshonrar mi nombre y el de mis hijos; hubiera partido con él, despreciando la opinión de todas mis amistades e indiferente a todas las conveniencias sociales...”. Así habla la distinguida anciana inglesa Mrs. C, en Veinticuatro horas en la vida de una mujer (El Acantilado), obra del austriaco Stefan Zweig que narra la historia de una mujer capaz de abandonar a su familia por un joven que conoció años atrás en una sala de juegos de Montecarlo. Mrs. C, el personaje de ficción hubiera renunciado a todo por amor, guiándose por su intuición, por una corazonada. Y se le hubiera echado en cara su conducta. ¿Habría pasado lo mismo si Zweig hubiera creado un protagonista hombre? ¿El autor habría recurrido a la intuición o habría argumentado la dura decisión?


dijous, 30 de gener del 2014

Todos podemos ser felices. El País.

La depresión es un trastorno que impide el funcionamiento diario; la tristeza es otra cosa

Disfrutar de la vida depende de valorar lo realmente importante y evitar recrearse en lo negativo
“¿Por qué estás triste?”.
No lo sé, no sé qué me pasa, tengo una pena encima todo el día. Miro a mi alrededor y debería ser feliz, porque lo tengo todo: una casa bonita, una pareja que me quiere, unos hijos sanos, tengo amigos, pero no consigo disfrutar de la vida”.
La tristeza no siempre lleva a una depresión. Eso son palabras mayores que se refieren a un trastorno psicológico que impide el funcionamiento cotidiano. Hasta lo más sencillo, como arreglarse, cocinar y comer de forma equilibrada, se convierte en un mundo. La depresión afecta a su vida personal, familiar, laboral y social. El futuro se contempla como un lugar desolador, y algunos afectados pierden hasta las ganas de vivir. La persona con depresión suele requerir tratamiento farmacológico y psicológico.
“La felicidad generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días”. Benjamin Franklin
Pero ¿y la tristeza, esa pérdida de ilusión, la sensación de vivir a medias, esa dificultad para sentir placer? Afecta a muchísima gente. No llega a incapacitar, pero sí los sumerge en una vida gris, pobre en emociones, en la que el tiempo pasa sin dejar huella.
¿Por qué hay personas que disfrutan de la vida y otras que no? Aquí tiene algunas claves, que además dependen de usted.

Tener otro ritmo de vida. Huya de la “prontomanía”. Es la obsesión por contestar a todo de forma inmediata, pronto, ya, como si el mundo se fuera a acabar en los próximos segundos. Las nuevas tecnologías le están quitando los mismos minutos que cree que adelanta dando respuesta a todo ipso facto. Frene, pare. Usted y su entorno han decidido que son urgentes tareas que no lo son. Reeduque a sus compañeros de trabajo, amigos y familia.

Pasar de la fantasía a la acción. En mis conferencias suelo preguntar a los asistentes: ¿si pudiera elegir ahora con su varita mágica otra vida en la que no fuera profesionalmente quien es, a qué le gustaría dedicarse? Nadie contesta “ser millonario”. La mayoría de las respuestas están relacionadas con actividades o formación a la que uno puede acceder cuando quiera: “sería cocinero, fotógrafa, músico, daría la vuelta al mundo en bicicleta, escribiría un libro…”. Casi todo tiene que ver con la parte más creativa de las personas y con nuestra capacidad para expresar nuestro talento. Son profesiones, pero pueden ser hobbies. ¿Por qué no organiza su agenda y busca tiempo para apuntarse a un curso de cocina, o de fotografía, o para hacer más deporte? Igual debería establecerlo como una prioridad. Le hará más feliz que cualquier antidepresivo.

Busque el placer con los amigos y familia, y disfrute de la vida social. Un estudio del investigador y profesor en psicología Richard Wiseman demostró que somos más felices con las experiencias que vivimos con amigos y los viajes que hacemos que con cualquier objeto material que compramos. Nos da felicidad los momentos que compartimos, las risas, y lo recordamos siempre como un placer, mientras que el valor de lo que compramos se olvida rápidamente. Invierta tiempo en experiencias, le será más gratificante que lo que gasta en comprar ropa, zapatos o relojes.

No deje para la jubilación todo lo que tiene pendiente: leer, aprender a dibujar o bailes de salón. Las personas se preocupan tanto por el futuro que dejan de vivir y ser felices en el presente. Ser responsable con las obligaciones es genial, pero tener la agonía de que nunca puede estar tranquilo es un sinvivir. La vida tiene tanto de incertidumbre que es imposible mantenerlo todo bajo control. Disfrute de lo que la vida le ofrece con las personas que quiere. Ahora, aquí y en este momento.

Bese, toque, achuche, busque el calor. El afecto y el amor son grandes fuentes de bienestar. A las personas les gusta sentirse queridas, y las muestras de afecto son la prueba más sincera y directa de amor. Toque incluso a la gente más lejana, mire con cariño a quien le atiende en una cafetería, verá cómo recibe enseguida una respuesta recíproca. El afecto se siembra.

Esperar cosas buenas de la vida. Significa tener esperanza. ¿Hasta ahora ha tenido éxito en su vida cuando se ha dedicado a anticipar las desgracias? No, rotundo. Pensar que va a tener suerte y creer que su momento le espera a la vuelta de la esquina le permite implicarse con más esfuerzo y dedicación en sus proyectos. Y lo hará porque espera obtener un resultado. Pero si piensa que la vida no le depara nada bueno, bajará los brazos y no se esforzará. La esperanza es una fuente de motivación, le empuja para darlo todo. Es la profecía autocumplida. Espere también cosas buenas de las personas, “bieninterprete” las intenciones y comentarios que reciba.

Cambiar el foco de atención. ¿En qué está pensando, en lo que tiene o en lo que le falta? Las personas felices lo son no porque tengan más que los demás, sino porque centran la atención en lo importante.

Dé otro valor a lo que siente. Las emociones son buenas todas, incluso las que cree que le hacen daño. Se necesita el miedo, la ansiedad y la tristeza. Son termómetros. El miedo y el estrés le advierten de que existen amenazas, y su tristeza, de que algo va mal. Pero el termómetro solo es el pistoletazo de salida, no un aviso para que nos recreemos en lo mal que nos encontramos.

Deje el victimismo de lado, le hace débil y no le permite reaccionar. Sus emociones son el aviso de que tiene que reaccionar. Si la amenaza es verdadera, luche, corra, y si lo está pasando mal, actúe e introduzca un cambio en su vida. Si espera que las circunstancias cambien para empezar a dar pasos, igual se queda sentado toda la vida. Y no exagere lo que siente, no le da más valor del que tiene. Si decide dedicarle toda su atención, sentirá las emociones más intensas de lo que son. Deje la hipervigilancia para otros temas y busque algo que le cambie el estado de ánimo: la música, una charla con amigos, pasear, maquillarse y un largo etcétera.

Compararse. Siempre hemos dicho que uno es como es y que no debe compararse con nadie. Pero a veces las personas se vuelven el ombligo del mundo y pierden la perspectiva de lo afortunadas que son en la vida. Solo se miden con su estado de bienestar anterior o con quienes tienen más suerte o están mejor posicionadas. Rara vez se comparan con quien sufre, con quien tiene dificultades o con quien no tiene trabajo o menos recursos económicos. Sea empático, póngase en ese lugar, verá cómo su vida no es tan miserable. Y si fuera capaz de echar una mano a personas más desfavorecidas, comprobaría cómo recupera la ilusión por detalles de su propia existencia a los que ahora no da ningún valor.

Convénzase de que merece ser feliz. ¿Por qué tiene esa idea absurda de que en esta vida estamos para sufrir? Estamos para disfrutar y para sacarle todo el jugo que se pueda. Hay personas a quienes les da miedo ser felices. Tienen la creencia completamente irracional que relaciona este sentimiento con sentirse culpables y atraer las desgracias. Un pensamiento del tipo “estoy tan feliz que algo malo tiene que llegar”. Estas ideas les llevan a frenar su estado de bienestar, por miedo a tentar a la mala suerte y que se pongan enfermos o se muera alguien o pierdan el trabajo. No hay una relación directa entre disfrute y que vengan mal dadas. Lo cierto es que la vida trae buenos y malos momentos, no siempre controlables por nosotros. Así que es normal encontrarse con piedras y dificultades en el camino, pero no son la consecuencia de que seamos felices, sino de que se tienen que vivir y nos pasan a todos, vienen en el reparto de la vida. Hay que buscar y provocar nuestros estados de paz y felicidad personales.

“Tanto si cree que puede como si no, tiene razón” Henry Ford
La felicidad no se compra, sino que se deleita en cada momento de nuestra vida. Deje de invertir en cosas y hágalo en tiempo, risas, cenas, una buena copa de vino, disfrutar de la amistad, de un café, de una llamada de teléfono relajada, de un paseo, de los detalles que se le escapan buscando la felicidad en el mapa del tesoro. Claro que podría estar mejor de lo que está, usted, su vecino y yo también. Pero pensar en ello le limita. Disfrute lo que tiene y no deje de esforzarse para seguir viviendo experiencias.

PARA CONECTARNOS
Película
‘En busca de la felicidad’, dirigida por Gabriele Muccino y protagonizada por Will Smith

Música
‘Color esperanza’, de Diego Torres

Libro

‘El guerrero pacífico’, de Dan Millaman (Books4Pocket)




Darse cuenta.

Se cuenta que la conocida autora Francesa Colette tuvo la oportunidad de contemplar la versión cinematográfica de la historia de su vida. Dicen que, al finalizar la proyección, uno de los espectadores le comentó:

- Viendo la película, me ha parecido que usted fue una niña inmensamente feliz.

A lo que Colette respondió:


- Eso parece. ¡Lástima que no me di cuenta a tiempo!

Jaume Soler y Mª Mercè Conangla.
Relatos de Ecologia Emocional

dimecres, 29 de gener del 2014

"Debemos ser compasivos con nuestro lado más oscuro". Tsultrim Allione. La Contra.

Tsultrim Allione, lama tibetana
Tengo 66 años. Nací en Mame y vivo en Colorado. Viuda, tengo 3 hijos y 3 nietos. Licenciada en Budismo. Mi abuelo, político, trabajó con Truman y fue el primero en socializar la medicina. Crisis significa oportunidad. Cada ser tiene el potencial de despertar a la conciencia plena

DESDE LO HUMANO
Tras años de estudios budistas en India y Tíbet, fue la primera norteamericana en aterrizar en la América profunda con la cabeza rapada y vestida de naranja. Colgó los hábitos y se casó con otro aspirante a monje del que se quedó embarazada. Siguió un segundo matrimonio, la muerte de una hija, el divorcio... Para comprender y atender su dolor recurrió a la experiencia de mujeres espirituales tibetanas y escribió Mujeres de sabiduría, y más adelante Alimentando tus demonios (editados por La liebre de Marzo), cuya edición española ha presentado junto a un seminario en la Fundació Casa del Ttbet, “Un demonio es esa euroción persistente que nos impide ser felices".

Qué la llevó al budismo?
Un libro que me regaló mi abuela, filósofa, cuando tenía 15 años. Lo leía por la noche subida al tejado, y en una ocasión oí cómo caía la pinaza.

Pues tiene buen oído.
...Por primera vez fui consciente de lo que significa estar despierto al despertar.

Experiencia germinal.
Sí. Cuatro años después, a los 19, me fui a India a estudiar, luego al primer monasterio budista de occidente, en Escocia, y después a Nepal, donde estudié con el XVI Karmapa, que acabó ordenándome monja. Viví retirada tres años en el Himalaya.

¿Cuándo nacieron sus hijas?
Volví a Occidente con 25 años. Era la única monja budista en América, una rara, y soñaba con un bebé. Se lo dije a mi maestro, que se puso a reír a carcajadas: "Todas las monjas deberían tener hijos".

Y se casó.
...Y ya no tenía tiempo para meditar. Hoy sé que meditar y tener una actitud compasiva es fácil cuando vives sola y ningún bebé te hace pasar las noches en blanco.

Tuvo tres hijos más.
Sí, y dejé de meditar. Sentía que había perdido una oportunidad. Pero hubo un punto de inflexión: mi hija murió súbitamente a los dos meses. Las historias de los grandes maestros budistas estaban protagonizadas por hombres y hasta entonces pensaba que en ellas podía hallar inspiración.

¿Ya no?
Sentía que el dolor de la muerte de un hijo se vivía distinto desde lo femenino y tuve la necesidad de encontrarme con maestras. No hallé consuelo, pero me di cuenta de que la experiencia espiritual de una mujer es diferente de la de un hombre, y que todas las religiones del mundo fueron creadas por hombres para los hombres.

¿Somos diferentes espiritualmente?
La mujer está más conectada con lo emocional. Somos muy conscientes de la interconectividad, en especial con los hijos, y más compasivas. Nos involucramos mucho en las relaciones, queremos mejorarlas.

Hay más mujeres en cualquier Iglesia.
Y somos mayoría en cualquier centro de estudio de la espiritualidad, pero siempre hay un hombre dirigiendo y diciendo a las mujeres lo que tienen que hacer.

¿Qué aprendió del matrimonio?
Tiene el potencial de llevarte por un camino muy profundo, ves tu parte oscura reflejada en el otro: una gran oportunidad para crecer. Y la sexualidad, entendida como esa unión profunda, tiene un potencial para el camino espiritual muy poderoso.

También crea mucha frustración.
Porque la base debe ser una relación muy íntima, y no suele haberla. Para que el sexo sea satisfactorio debe existir una conexión de corazón y profundidad, entonces en el microcosmos encuentras el macrocosmos.

¿Cuándo se enfrentó por primera vez a sus demonios?
Peleándome con mi segundo marido por la custodia de mi hijo. Vivíamos en Italia y yo quería volver a EE.UU. La noche antes del juicio realicé la práctica del chöd.

Alimentó su demonio. ¿Cómo se hace?
Los demonios son problemas: un dolor físico o emocional, aquello que nos está absorbiendo la energía. Lo normal es que luchemos contra él, que intentemos controlarlo.

¿Mejor invitarle a pasar?
Pues sí. Debes personificarlo, darle una forma física, e intentar averiguar qué es lo que necesita. Transformarte en ese demonio, sentir y pensar como él, para así poder darle el néctar de cómo se sentirá si obtuviera lo que necesita.

Póngase como ejemplo.
Temía perder a mi hijo. Imaginé ese miedo como un ser y lo alimenté con seguridad y ternura, y también visualicé a mi marido obteniendo lo que necesitaba: el amor y la presencia de su hijo. Al día siguiente todo cambió: "Estoy seguro de que vas a facilitarme la relación con mi hijo", me dijo, y así fue.

Un cambio milagroso.
Impactante, tanto, que me dediqué a estudiar esta práctica creada por una maestra espiritual tibetana del siglo XI.

Pero si uno siente ira y la alimenta, ¿no se vuelve un monstruo?
Se trata de buscar qué hay debajo de esa ira, cuál es la necesidad real, y eso es lo que tú alimentas. Hay que preguntarle: "¿Qué es lo que realmente necesitas?".

Tiene sentido.
En nuestra sociedad solemos reprimir cualquier cosa que surja que sea problemática, pero no se trata de luchar contra, sino de comprender y alimentar.

Una budista que ha trabajado la armonía... ¿se ha divorciado dos veces?
Del primero me quedé embarazada, éramos muy jóvenes. Duró unos tres años. El segundo, un director de cine italiano, resultó ser adicto a la heroína y a otras mujeres.

Ha sufrido usted...

Todos tenemos miedo, somos celosos, codiciosos, rabiosos..., ignorarlo no es la solución, tenemos que ser compasivos con nuestro lado más oscuro, comprenderlo, acompañarlo, dialogar con él como una madre.


"¡Si quieres tener pareja no transmitas que buscas sexo!". Elisabeth G. Iborra. La Vanguardia.

La periodista y escritora Elisabeth G. Iborra es la autora, junto a Josan Hatero, del libro '¡Este año sí!', una guía para cumplir los buenos propósitos
Cualquier punto de partida es la excusa perfecta para plantearse una lista con los buenos propósitos que queremos alcanzar o con los cambios que nos gustaría hacer. Culturalmente, el fin de año es una de las fechas fetiche a la hora de buscar nuevos retos o una renovación física o espiritual. La periodista Elisabeth G.Iborra ha elaborado la guía ¡Este año sí! junto al autor Josan Hatero con consejos prácticos de psicólogos y especialistas para lograr estrategias más eficaces para establecer metas y conseguirlas. La escritora asegura que la voluntad no es suficiente para cumplir con un propósito, y que necesitamos de estrategias claras y efectivas que eviten llevarnos a la frustración y abortar nuestra misión. Iborra, que no se declara seguidora de la literatura de autoayuda, admite que escribiendo este libro se ha dado cuenta del poder que reside en cada uno de nosotros, y asegura que muchas veces es necesario autoengañarse desde la conciencia para sobrevivir y lograr aquellos que nos propongamos.  

-Solemos decir aquello de “año nuevo, vida nueva”. ¿Hacernos buenos propósitos de cara a los próximos meses es una manera de redimir nuestros pecados anteriores?
-¡Supongo que sí! No sé si la palabra exacta sería la de pecados, pero sí que es cierto que te das cuenta de que hay algunas cosas que ya no te sirven, que te hacen daño o que necesitas cambiar. Para ello, es importante ponerse una fecha, y es cierto que con el nuevo año vemos una oportunidad para empezar de cero y renovarnos.

-¿Por qué solemos esperar a que llegue un nuevo año para activarnos?
-Supongo que tiene mucho que ver con la vorágine que vivimos durante las fiestas con numerosas comidas y reuniones familiares. La idea es quemarlo todo antes y llegar limpio a esa fecha para intentar ser una persona más o menos libre.

-Imagino que uno no se levanta de la cama un día cualquiera y, de repente, decide plantearse un cambio en su vida. ¿Hablamos, entonces, de un examen de conciencia?
-Completamente. Uno ya tiene síntomas previos, que normalmente tienen su efecto sobre la salud, y es cuando ve que es necesario tomar medidas. En algún momento tiene que ponerse ese límite, y fin de año es la fecha de la renovación por excelencia. El día uno es muy simbólico, es como empezar de cero.

-Y esto es más viejo que el fuego…
-¡Se ha hecho toda la vida, desde que la humanidad es humanidad! Los seres humanos no hemos cambiado tanto a lo largo de la historia…

-¿Y nuestros propósitos han cambiado?
-Depende del sitio en el que hayas nacido: no es lo mismo hacerse buenos propósitos aquí, que en un país africano del tercer mundo, por ponerte un ejemplo. Aquí nos proponemos cosas como ponernos en forma o adelgazar, mientras allí lo que necesitan es comer; los propósitos tienen que ver con un factor cultural.

-Eso ya no serían propósitos, sino necesidades. Focalícemelo en nuestro país: ¿Han evolucionado mucho los deseos de los españoles?
-No, son los mismos. De hecho, son necesidades básicas del ser humano como el amor, el trabajo, la salud o la realización personal. También suelen ser vicios como el tabaco, a los que recurres por síntomas que tienes por unas necesidades no cubiertas. Puedes fumar perfectamente por paliar una inseguridad personal, por ponerte un ejemplo.

-Las enfermedades mentales han aumentado durante este siglo XXI. ¿Mejorar nuestra parte emocional forma también parte de nuestras prioridades a la hora de empezar de cero, o todavía nos centramos más en nuestra imagen exterior?
-La crisis ha tenido eso de positivo; la gente está empezando a reflexionar sobre el papel que tienen ellos en que las cosas no funcionen, admitir su responsabilidad. Antes estaba todo mucho más volcado hacia el materialismo, el tener y el aparentar, y ahora nos estamos centrando más en el terreno emocional y en entender cómo estamos por dentro y qué es lo que transmitimos. Se está despertando una conciencia en este sentido, pero creo que todavía no es generalizada.

-¿Por qué cree que esa reflexión no es mayoritaria?
-Todavía tenemos demasiados mensajes que nos despistan y mucha sobre información en la publicidad o en los medios de comunicación. Tenemos que ser conscientes de que vivir mejor significa dormir mejor, alimentarte bien y muchas otras pequeñas cosas que, sumadas, hacen que nuestra calidad de vida aumente de manera significativa. Son cosas prácticas y que, en muchos casos, se han recomendado mil veces: comer frutos secos, pescado azul, cepillarte bien los dientes, hacer deporte, dormir tus horas…

-¿Seguimos buscando la juventud eterna?
-A todos nos gustaría siempre y cuando sea con la mejor salud posible, sino no sirve absolutamente para nada. Para ello es imprescindible tener en cuenta cosas como evitar las enfermedades cardiovasculares, hacer deporte, practicar sexo, reír, etc. ¡Se trata de generar endorfinas! No hay más secretos.

-¿Recompensar nuestras acciones es clave para lograr nuestros propósitos?
-Por supuesto. Si estás continuamente haciendo sacrificios y no tienes ninguna recompensa, el trayecto se te puede hacer muy, muy duro. La recompensa puede ser visible a los resultados de tu esfuerzo, pero también recomiendo regalarse algún capricho a manera de premio.

-Creo que la teoría la tenemos todos bastante clara, pasemos a la práctica. ¿Por qué suelen fracasar a los pocos días muchos de los propósitos que nos ponemos?
-Es importante saber muy bien en qué falla cada uno, hay que hacer un análisis detallado de la situación y no echar nunca la culpa a las circunstancias. ¡Es vital hallar el síntoma! Por ponerte un ejemplo, hay quien come compulsivamente porque tiene un sentimiento de soledad. ¡No vas a paliar la soledad por el hecho de comer más! Una vez detectado el síntoma, tienes que saber qué quieres: si no sabes a dónde quieres ir nunca vas a llegar. ¡Focaliza! Cuando tienes el punto de partida y el de destino, tienes que trazar una estrategia que implique seguirla con constancia y, en algunos casos, consultar a expertos.    

-Entiendo, entonces, que sólo con la voluntad no hacemos nada…
-Nada. Sólo con voluntad no vamos a cumplir ningún buen propósito. Si no tienes una estrategia bien definida, con unas fechas y unas pautas bien marcadas, dudo que puedas llegar a algún sitio. Piensa que tienes muchos recuerdos, costumbres y rutinas ya adquiridas que te van a hacer recaer. Define bien tu objetivo y persiste, es la única vía posible para lograrlo.

-¿Hacer partícipes a los demás de nuestras intenciones nos puede ayudar?
-¡Completamente! Los demás no sólo te pueden ayudar sino que son claves para animarte y hacer que no recaigas. Puedes plantearlo como pequeñas conciencias que están a tu lado para hacerte ver que el esfuerzo merece la pena.

-¿También ponernos plazos concretos?
-Concretos y cortos. Hay que hacer las cosas poco a poco, no vas a cambiar de un día a otro. Si te pones plazos poco asumibles lo único que lograrás es frustrarte por no haberlo conseguido y será más complicado volver a intentarlo. Los propósitos no son fáciles de conseguir, es importante que seas realista y evites recaer.

-Uno de los propósitos más extendidos es el que tiene que ver con el amor. ¿Qué cuesta más hoy en día, encontrar a tu media naranja, o cambiar la que tienes porque ves que la cosa no funciona?
-Pienso que lo que más cuesta hoy en día es encontrarla. Hay muchísimos factores en esta sociedad que nos influyen, como el individualismo o el miedo al compromiso. Nos cuesta encontrar pareja porque nos hemos acostumbrado a los beneficios de estar solos, y eso hace que nos cueste compartir.

-La mayoría de expertos coinciden en señalar que para tener pareja es fundamental estar bien con uno mismo…
-¡Por supuesto! Es imposible en esta vida estar realmente bien con nadie si no estás bien contigo mismo. Tienes que saber muy bien qué es lo que puedes dar y transmitir eso. ¡Si tú quieres tener pareja no transmitas que quieres sexo! Resumen fácil: sé tú mismo y transmite lo que eres y lo que quieres. Punto.

-En las redes sociales, donde ligar está de moda, ese requisito no siempre se cumple.
-Cierto. Hay mucha gente que pone anuncios contando cosas que no son. ¡Defínete y pon una foto realista! Nos recluimos mucho más que antes en la virtualidad. Es importante superar esas barreras, perder el miedo al rechazo y comunicarse de una manera natural. Vamos a conocernos como amigos, como personas, y si surge algo, estupendo. Hay que cambiar el ir a ligar por ir a conocerse, como cuando éramos adolescentes.

-¿Hemos normalizado las relaciones por internet o siguen representando un tabú?
-Están completamente normalizadas, es algo que se ha generalizado muchísimo gracias a las redes sociales y a portales especializados. Nos hemos abierto muchísimos más a estas alternativas, y ligar por internet ya no es una cuestión de friquis; es una manera alternativa para conocer gente, especialmente para aquellos que no les gusta salir por la noche o frecuentar bares o discotecas, que es donde la gente suele interactuar un poco más. Es un sistema muy bueno siempre y cuando lo utilices para conocer a gente y no para agazaparte detrás de tu pantalla y crear un personaje que te gustaría ser para ligar.

-¿Eso es malo?

-Si lo haces, como mínimo haz los cambios para poder acercarte a esa persona a la que te quieres parecer. Aprovecha tu imaginación y lo que quieres llegar a ser como objetivo para hacer los cambios.