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dijous, 27 de febrer del 2014

NOSOTROS LO PROVOCAMOS. Fábula.


Chuang Tzu cuenta la siguiente historia, donde se insinúa que muchas de nuestras desgracias tal vez sean consecuencia de nuestra estupidez, de no saber entender bien la naturaleza de las cosas. Porque a veces es como si nosotros mismos provocáramos aquello que más tememos:
«Había una vez un hombre que tenía miedo de su sombra y que renegaba de sus huellas; quiso huir de ellas, pero cuanto más corría, más huellas iba dejando, y por mucho que corriera su sombra no se separaba de él; entonces, creyendo que el problema estaba en que no corría lo bastante deprisa, corrió lo más velozmente que pudo y no paró de correr hasta que murió agotado.
Aquel hombre ignoraba que poniéndose a la sombra, la sombra desaparece, y que permaneciendo en quietud no se dejan huellas».

Amar es una decisión. Pilar Jericó.

“En una noche estrellada un anciano de la tribu de los Cherokee estaba con sus nietos. Les dijo: "hay una lucha dentro de mí, una lucha terrible entre dos lobos. Uno de estos lobos representa el miedo, el tú no puedes, no lo intentes. El otro lobo representa la aceptación, creer en ti mismo, el amor, en definitiva. ¿Cuál creéis que va a ganar?”, les pregunta.
Durante unos segundos, los nietos se quedaron en silencio, sin pronunciar palabras. “¿Cuál, abuelo?”, preguntó, por fin, uno de ellos. El anciano le sonrió calmadamente y respondió: “aquel que yo decida alimentar””.
Este cuento representa la dualidad del ser humano. Como vemos en el Laboratorio de la Felicidad, vivimos emociones áridas como la tristeza, el miedo o el dolor, pero también somos capaces de ilusionarnos, de soñar y de querer a cada una de las personas que nos rodean. Tenemos ambos “opuestos” y solo depende de cada uno de nosotros decidir a cuál queremos alimentar. Ahora bien, si optamos por el amor, es el mejor (y único) camino para sentirnos grandes.
Amar es una experiencia que transforma, que hace que la realidad se contemple desde otras perspectivas más amables. A veces se asocia con la pareja (como ocurre en San Valentín, día que algunos celebran), sin embargo, la mirada amorosa no es exclusivo de un compañero o compañera. Como dice el cuento, es una decisión. Y seguramente cualquier persona que se haya sentido amada o haya amado sabe que es el estado de mayor plenitud y serenidad.
Tampoco podemos confundir amor con enamoramiento. Este se rige por un baile hormonal que confunde, que requiere del otro y que se esfuma con el tiempo. Sin embargo, amar no necesita del otro necesariamente. Es un estado que nos conecta con nuestra esencia, con aquello que los poetas escriben y por lo que hombres y mujeres poderosos pueden llegar a sucumbir. Se expresa en los pequeños detalles, en nuestros pensamientos donde no hay espacio para reproches o culpabilidades, sino para contemplar con dulzura los defectos de quienes nos rodean o de nosotros mismos. Posiblemente, el proceso de madurez pase por aprender a querer tal cual somos, sin necesidad de aparentar, conseguir o demostrar nada. Solo siendo. Y cuando esto lo vivimos, acertamos porque algo grande ocurre dentro de nosotros.
Así pues, un día como hoy podríamos preguntarnos: ¿A qué lobo estoy alimentando?
“El amor no es necesario para vivir pero sí para que merezca la pena vivir”. Mariano Yela, catedrático de la Universidad Complutense (1921-1994)

Basado en el libro: Jericó (2010): Héroes Cotidianos, Planeta



PUEDE SABER SI LE MIENTEN POR EL MOVIMIENTO DE LOS OJOS. John Grinder. La Contra de La Vanguardia.




—Nuestra cultura prescinde del subconsciente...

—Ignora medio cerebro.
Porque nos educan sólo para ser útiles en el sistema productivo y, sinceramente, creo que, como humanos, somos capaces de muchas más cosas...

—... Que se consideran secundarias.
—Pagamos un precio por esa miopía: Perdemos capacidad de aprendizaje y de conexión interpersonal y sufrimos ansiedades paralizantes y disfunciones frustrantes.

—La razón no se entiende con la otra mitad de la mente, pero tampoco sin ella.
—No es que el subconsciente no tenga lógica; tiene sus reglas, pero no son las mismas de la razón y tampoco necesitamos saberlas para beneficiarnos de todo su potencial.

—¿Y eso es lo que aprovecha la PNL?
—La programación neurolingüística la creamos Richard Bandler y yo en 1976 a partir de los grandes descubrimientos de la neurología y la lingüística de los setenta.

—Década pionera para la neurociencia.
—Aprendimos de Bateson, Beethoven del pensamiento; Pearls, el creador de la Gestalt; Satir, avanzada de la terapia familiar, y Erickson, maestro de la metáfora y experto en conseguir respuestas del subconsciente.

—¿Para qué sirve la PNL?
Tratamos de explicar cómo los humanos conseguimos estados mentales en los que realizamos nuestros objetivos.

—¿Alguna técnica específica?
—Tal vez la más popular es la de las pautas del movimiento ocular: Si ahora mis ojos van hacia mi izquierda es que estoy recordando, ergo diciendo la verdad; si hacia mi derecha, es que estoy creando imágenes, ergo podría estar mintiendo.

—Para mentir, mejor llevar gafas de sol.
—Su movimiento ocular delata la tarea mental que está haciendo: Creando una imagen (sus ojos se mueven arriba y a su derecha); recordando una imagen (arriba izquierda); creando sonidos (centro derecha); recordando sonidos (centro izquierda); reviviendo emociones (abajo izquierda); y hablando consigo mismo (abajo derecha).

—¿Cómo enseña usted a aprender?
—Aprenden a hablar más rápido que los estudiantes de idiomas que se esfuerzan en racionalizar y memorizar las reglas gramaticales de los adultos.

—Aquí se estudia, pero no se habla inglés.
—Porque aprenden inglés, pero no a hablar. Otra manera habitual de no aprender un idioma es concentrarse sólo en la traducción y obsesionarse con no cometer errores.

—¿Es mejor equivocarse?
Para aprender, debe suspender el juicio y poner en ello toda la mente y no sólo la razón.

—¿Suspender el juicio es hacer bobadas?
—Al contrario. Ser capaz de no razonar automáticamente ante un problema requiere concentración, entrenamiento y sabiduría. Nos han hecho creer que el aprendizaje es fruto siempre del raciocinio, pero nuestra capacidad más importante —hablar— la aprendemos sin razonar: Simplemente imitando.

—Los primates aprendemos copiando.
—Si pudiera aprender a pintar con Picasso o a tocar con Mozart, ¿Trataría usted de deconstruir sesudamente su obra? Si los imitara sin racionalizarlos, aprendería más rápido.

—Si pienso en cómo ando, me caigo.
—Los niños cometen errores, pero sin ser conscientes de ellos, por eso sin tener profesores de idiomas acaban hablando bien. En cambio, el adulto es demasiado consciente de sus faltas y su temor a cometerlas paraliza a menudo su capacidad de aprender.

—¿Su consejo?
Debe acceder a un estado mental en el que adquiera la flexibilidad natural del niño para escuchar y reproducir sonidos sin el miedo del adulto a equivocarse. Cuando lo logre, su voz interna le hablará su nueva lengua; con errores, sí, ¿Y qué? Ya corregirá.

—¿Una regresión para poder avanzar?
—Una regresión en la que la nueva lengua se aprehende sin interferencia de la materna. Y ese estado de suspensión de conciencia también es útil para otros aprendizajes.

—Por ejemplo...
—A mí me aburre repetir lo que sé. Prefiero experimentar y equivocarme a repetir sin meter la pata, pero también sin aprender nada nuevo.

—El error aquí tiene muy mala prensa.
La obsesión por no arriesgarse en el ensayo de lo nuevo es consecuencia de nuestra inseguridad, pero también al mismo tiempo la prolonga. Evita que avancemos. La repetición de lo sabido minimiza el error, pero también el aprendizaje.

—Los banqueros parecían infalibles.
—Cuanto más inseguro es un negocio en realidad, más necesitan los negociantes simular seguridad y predictibilidad. Y, sin embargo, a menudo avanzar en zigzag de forma inesperada es el mejor modo de llegar lejos.

—Los experimentos, con gaseosa: Dicen.
—A los empresarios convencionales les provoca pánico, no ya equivocarse, sino simplemente la posibilidad de que alguien crea que pueden equivocarse. Están paralizados por la necesidad de simular que tienen todo bajo control.

—¿Cómo aprender sin miedo al error?
Cualquier ansiedad aumenta si no la confrontamos, pero se desvanece en cuanto le plantamos cara. Es como un fantasma imaginario que crece y crece hasta que te atreves a quitarle la sábana y, ¡Zas!, resulta que debajo sólo había un ratoncito.


LA VIDA ES UN PUZZLE. Miguel Benavent de B.

Si la miramos bien, la vida no es más que un siempre sorprendente puzzle! Día a día vamos colocando nuevas piezas, aunque la mayoría de veces no seamos conscientes de ello y no seamos capaces de ver que cada una encaja en una totalidad, que desconocemos…
Como un gran crisol de piezas aparentemente inconexas, día a día vamos tejiendo nuestra vida… y acercándonos o alejándonos paulatina y momentáneamente de nuestro Destino, ese que merecemos y que cada uno va definiendo en su camino hasta llegar hasta él. A esa meta a la que todos sin duda llegaremos -hagan falta las vidas que sean- porque no es más que la razón para haber nacido y vivido. Pero, aún llegando al mismo Destino, cada uno elije su propio camino y si en él habrá más felicidad que infelicidad, aunque la vida contiene razones y circunstancias que propician ambas, por igual…
Si miras atrás, puedes ver como cada persona, momento y lugar tienen su propio sentido en tu vida, aunque no coincida necesariamente con el que nosotros le diéramos en su momento, pues seguramente éste estaba condicionado por nuestras circunstancias, muchas veces efímeras o interesadas en convencer a nuestra limitada mente, que solo busca la confortabilidad y la seguridad. Solo puedes entender cada paso con la suficiente perspectiva desde arriba, con la libertad que da sentirlo desde dentro, la Conciencia de nuestra realidad.
Mirar desde dentro -o desde arriba, como quieras entenderlo- nos permite ser libres ante las circunstancias pasajeras y volátiles que nos condicionan. Y en esa visión estroboscópica y privilegiada podemos descubrir día a día el sentido profundo y auténtico de nuestra existencia, que poco o nada tiene que ver con nuestros planes y expectativas solo humanas y terrenas. Pero es difícil esa perspectiva global sin tener algo que la aliente y nos ayude a transitar por nuestro día a día como es la confianza. Porque la confianza genera paz, algo imprescindible para surfear por los acontecimientos de nuestra vida…
Así, cuando miro atrás veo que hay una linea argumental que da sentido a todas y cada una de mis decisiones, ya sean aciertos o errores. Cada uno de ellos teje mi propio camino que me lleva a la vida que merezco, sin más. Solo puedo, desde la libertad y el amor (¿la confianza, al fin y al cabo, no es amor, también?), vivir la felicidad o el sufrimiento en mi vida, pues eso depende de mi actitud ante los acontecimientos. Todos tenemos oportunidades en nuestra vida para ser felices o infelices, pero en nuestro interior sabemos que no hay nada permanente en nuestra vida y solo el cambio constante lo es…o sea que todo pasará!
Seguramente aludo a conceptos demasiado abstractos como la libertad, la confianza o lo que merecemos en nuestra vida que son difíciles de explicar y, más aún, de aplicar en nuestra vida ordinaria. Seguramente deberemos añadir uno que también nos cuesta entender y aplicar como es la paciencia. Paciencia y confianza se unen para entender y vivir aquello que merecemos, pero que seguramente debemos estar convenientemente preparados para aceptar. Alguien dijo que la suerte es la combinación de preparación y el momento oportuno. Solo podemos prepararnos viviendo todo tal como llega y aprendiendo lo que hay que aprender para, en algún momento, estar preparados para ver y entender la oportunidad cuando llega. Por eso la atención -ajena al ruido que nos rodea- es otro elemento imprescindible. La persona, el momento o el lugar adecuado no avisa cuando aparece, aunque siempre hay señales -que sentimos en nuestro interior, si estamos bien despiertos- que nos dan pistas para actuar…
Quizás el único logro real en mi vida hasta ahora es haber conseguido confiar en que todo tiene su sentido y mi único deseo es ser capaz de tener paciencia y estar realmente atento para saberlo encontrar y apreciar, cuando llegue ese momento en que aparezca lo que merezco. Y tal vez aceptar que tengo toda una vida por delante para que aparezca, siempre y cuando no caiga de nuevo en el error de forzar las situaciones sin fluir con ellas y no tenga la tentación humana e irrefrenable de fabricarme una vida hecha a medida y basada en mi parcial realidad, como solemos hacer gran parte de nuestra vida…
Aprender, vivir fluyendo sin miedo y aceptar lo que venga con esperanza de que tiene su propio sentido que algún día se me desvelará, ya es en sí la mejor manera de vivir con esa paz, esa confianza y esa libertad que necesito para ser feliz, cada día. Si además me doy cuenta de que la felicidad son momentos en este camino y no un lugar a donde hay que llegar, habré entendido la vida en su esencia y la viviré como algo que merece la pena vivir y, a la vez, compartir…


Pero te recuerdo que nadie sabe cuánto vivirá… o sea que vale la pena intentar vivir de esta manera lo antes posible, preparándonos cada día para vivir lo mejor, eso que merecemos y siempre habíamos soñado para nuestra vida, en cuanto surja cada nueva oportunidad!…

dimarts, 25 de febrer del 2014

La cara, espejo del alma. Jon Fernández. La Vanguardia.

El refranero no se equivoca: la cara es el espejo del alma, o mejor sería decir, las caras, porque tenemos muchas, una para adaptarnos a cada situación, sea familiar, profesional.... A esa capacidad de cambiar de cara se le llama rostro social.
Pruebe a leer las líneas que siguen ante un espejo. Les prometemos que, antes de llegar al punto final, acabará conociéndose más y mejor. Para empezar, se dará cuenta de que no tiene una sola cara. Teresa Baró, experta en habilidades de comunicación personal, explica en La gran guía del lenguaje no verbal (Paidós) que no es igual la cara de estar solo en casa que la de estar con la pareja o la familia, la del trabajo, la de una reunión laboral o la del bar. “Cuando te levantas por la mañana, escoges indumentaria en función de la actividad. Imagínate tu rostro como un traje. Aunque no seas consciente –señala Baró–, la mayoría de las veces también escoges un rostro”. Los psicólogos denominan rostro social. Todos escogemos conscientemente o no unas u otras expresiones faciales para adecuarnos a cada situación comunicativa. Todo el mundo intenta no reírse, por ejemplo, en un velatorio o cuando un amigo le cuenta una experiencia dolorosa. Escondemos y mostramos los sentimientos que en cada momento nos interesan.

¿Somos mentirosos?
Baró responde con un no rotundo. “La socialización exige que camuflemos sentimientos que no podemos evitar, actuar tal como intuimos que los demás quieren que actuemos. Es cuestión de supervivencia”. Es más, asegura que si no la vida en sociedad podría ser insoportable. El afán innato de adaptación nos lleva a educar nuestra expresividad, moldear nuestro rostro social. El semblante muestra el grado de diplomacia de cada uno. Poner la cara adecuada facilita la buena convivencia, pero no siempre conviene maquillar los sentimientos. Teresa Baró subraya que a veces puede ser bueno romper este comportamiento: cuando queremos expresar disconformidad o nos queremos acercar a las personas de manera auténtica y sincera. De vez en cuando, es conveniente quitarse la máscara.
“El rostro es un curriculum vitae”, asevera Rose Rosetree, autora de Leer el rostro (Sirio). Cuenta que Abraham Lincoln una vez tuvo que nombrar a una persona para su gabinete y la rechazó con el siguiente argumento: “No me gusta su cara”. Su consejero objetó, aturdido, que el hombre no era responsable de su cara. Pero Lincoln discrepó. “Cualquiera mayor de 40 años es responsable de su rostro”. Tenía razón.
A partir de los 40 tenemos la cara que nos merecemos. “Los expertos en morfopsicología afirman que sobre la base de la herencia genética, hemos ido moldeando una fisonomía, reflejo de nuestra forma de ser, de las actitudes que predominan en nuestra vida y de los sentimientos frecuentes, explica Baró. Es decir, si una persona ha sido muy seria, una vez que llegue a la madurez puede que se le hayan marcado en el rostro unas arrugas hacia abajo, un rictus fruncido. Esta especialista apunta que las arrugas o los surcos son el resultado del movimiento repetido de los músculos y de horas y horas de mantener una misma expresión. “Por eso es tan acertada la expresión popular de que la cara es el espejo del alma”.
Al mirar un rostro recabamos mucha información: el estado de ánimo de la persona, su actitud, sus intenciones y sus emociones. Según el catedrático de Psiquiatría Enrique Rojas, la personalidad asoma a la cara: “En el rostro reside la esencia de la persona”. Por eso es tan importante saber gestionar su expresividad y aprender a leer correctamente las caras de los demás. “La lectura del rostro hace que una persona sea más poderosa, porque el conocimiento es poder”, comenta Rosetree.
De hecho, la lectura de rostro se ha practicado durante miles de años. En la China anterior a Confucio, hace unos 2.500 años, la lectura del rostro era una profesión. En la misma época, Pitágoras inició en la Grecia clásica el estudió de la fisiognomía: se cree que elegía a sus discípulos basándose en sus rasgos faciales, haciendo un examen del rostro y del cuerpo en general. Gracias al estudio del psicólogo estadounidense Albert Mehrabian sabemos que la palabra sólo tiene un 7% de incidencia en la capacidad de influir en los demás. La importancia de la comunicación no verbal, sin embargo, asciende hasta un 55%. Y ahí la cara juega un papel vital. Un gesto puede anular de un plumazo un discurso lleno de argumentos. Hay que saber que los dos mayores focos de información se hallan alrededor de la boca y de los ojos.

Empecemos por la boca.
La risa y la sonrisa tienen unos efectos trascendentales según Teresa Baró. Generan felicidad. En un grupo, la risa compartida es una forma de sincronización de los estados de ánimo y de interpretación común del mensaje”. Además, tiene un efecto balsámico en situaciones estresantes. Pero hay sonrisas y sonrisas. Una de ellas es la sonrisa verdadera: la auténtica y espontánea, en la que se levantan las comisuras de los labios, se muestran los dientes y se forman arrugas alrededor de los ojos. Baró apunta que el papel de los ojos en la sonrisa es crucial. “Se sonríe con los ojos”, asevera.
Estudiosos de la comunicación señalan que, aunque muchos adultos parecen haberlo olvidado, la risa es uno de los mejores recursos para conectar con los demás en una situación profesional o social. No obstante, una risa excesiva o fuera de lugar puede tener un efecto negativo, porque puede crear una imagen de irresponsable. Es curioso que varios estudios concluyan que las mujeres ríen más que los hombres. ¿Y eso? “En la sociedad predomina la idea de que ellas tienen más permiso para mostrar sus sentimientos”, explica Baró. Pero la autora señala que además de su fuerza comunicativa, la risa es saludable. “Incrementa la producción de anticuerpos, reduce los niveles de colesterol y estimula la liberación de endorfinas. Y emocionalmente ayuda a liberar el estrés, a reducir el temor y la angustia”. El refranero popular está en lo cierto al recordar que una sonrisa lo cura todo.
Sin embargo, la parte más sincera de nuestra cara son los ojos. Así lo cree Joe Navarro que durante 25 años fue supervisor de contrainteligencia en el FBI. “Los ojos pueden ser un barómetro muy preciso de nuestros sentimientos porque tenemos muy poco control sobre ellos”. Por ejemplo, cuando vemos algo que nos gusta nuestras pupilas se dilatan y se contraen cuando no nos gusta. Es un indicador más difícil de detectar que una sonrisa, una mirada o una frente arrugada, pero funciona. En el libro El cuerpo habla (Sirio) el exagente cuenta que en una ocasión lograron dar con la identidad de los cómplices de un delincuente gracias a la contracción pupilar del interrogado, al que le mostraron una serie de fotos: cuando vio las caras de sus cómplices inconscientemente sus pupilas se contrajeron e hizo un leve gesto de entornar sus ojos. Esa única pista valió para dar con los malhechores.
La mirada, además, es fundamental para regular la corriente de comunicación. Para establecer diálogo con alguien empezamos por buscar el contacto visual. Desviar la vista es un claro mensaje de rechazo. La mirada puede tener un sinfín de significados. En las conversaciones, por ejemplo, sirve para regular los turnos de intervención. Mediante los ojos podemos también entender el tipo de relación entre interlocutores. “Sabemos, por ejemplo, que las personas de estatus superior miran menos a las de estatus inferior”, señala la autora del libro La gran guía del lenguaje no verbal. Asimismo, la mirada indica la personalidad: las personas seguras y extrovertidas miran más a los ojos y pueden mantener más el contacto visual. Las inseguras y tímidas suelen apartarla con más facilidad. A la vez, los movimientos de los ojos indican pensamientos. “Si la mirada se mueve hacia la derecha corresponde a ideas nuevas o a algo imaginado, creado en la mente, mientras que si son hacia la izquierda, se trata de recuerdos”, aclara Baró.
Ser capaz de descifrar la gran variedad de expresiones del rostro es una herramienta valiosa para las relaciones personales y las profesionales. Es información privilegiada que ayuda a coger las riendas de la comunicación. Baró lamenta que en nuestra cultura le damos mayor importancia a la palabra que a la comunicación no verbal. “Es lo que nos han enseñado en la escuela. Aún así, los latinos somos muy expresivos, pero lo utilizamos de una forma menos consciente, menos planificada y más espontánea”.
Pero hoy en día vivimos, más que nunca, en la sociedad de las caretas.“Internet y las redes sociales plantean un universo de máscaras, donde las emociones se simplifican como los rostros en emoticonos y las relaciones se deshumanizan”. Es la opinión del sociólogo y antropólogo francés David Le Breton, autor, entre otros, del libro Rostros (Letra Viva). Teresa Baró, en cambio, ve ventajas e inconvenientes en las nuevas tecnologías. “Cada vez más gente se refugia en la escritura ante la pantalla, y cada vez son menos capaces de entrar en una comunicación presencial. Pero también es verdad que está aumentando el uso de las videoconferencias y en ellas todo depende de la expresión facial en el marco de la pantalla. El rostro cobra mayor relevancia que en el cara a cara”. De todos modos, cabe destacar que incluso en los chats la gente confía más en su interlocutor cuando muestra una foto de su rostro.
Internet auspicia las máscaras, pero también la cosmética y la cirugía estética. “Una intervención estética quizá te dé una apariencia de juventud, pero reduce muchísimo la expresividad –explica Baró–. Surge una cara distinta, con proporciones distintas. Si, por ejemplo, te pones bótox en la zona de los ojos, no podrás reírte con la misma expresividad”. Pero hay quien defiende los retoques. El cirujano plástico italiano Enrico Enzi, cree que con bótox en el entrecejo se puede mejorar el estado de depresión porque esa persona no podrá arrugarlo, pues esa es la zona de la preocupación y del desánimo.
Algunos de los que mejor saben leer las caras son los retratistas. Pero tanto ellos, como los expertos en comunicación no verbal, repiten una y otra vez la misma advertencia: no se debe caer en el peligro de la primera impresión y en la tentación de juzgar a las personas por su cara. “Tenemos prejuicios, preinformaciones sobre las personas, y siempre vamos a buscarlas en su rostro”, confiesa el pintor Tullio Pericoli en el libro El alma del rostro (Siruela). De hecho la primera premisa de la morfopsicología, que es la ciencia clínica y humana que estudia la correlación entre rostro y mente, es “comprender, y no juzgar”.

Catálogo de caras
La cara difícilmente esconde la realidad, según el pintor y retratista italiano Tullio Pericoli: “Las emociones forzadas del rostro, dictadas por la oportunidad social, suponen un mayor esfuerzo muscular. Resultado: quedan más marcadas en el rostro que las expresiones naturales. La simulación, por muchos esfuerzos que se hagan para disimularla, se graba en la cara. Y se revela”. He aquí una guía básica para desenmascarar rostros elaborada por el exagente del FBI Joe Navarro:
Ojos

Mirar con los ojos entornados, fruncir el ceño y bajar las cejas indica disgusto o incomodidad.
La pupilas se dilatan al ver algo que nos gusta y se contraen cuando no nos gusta. Por ello, los entornos de poca luz (atardeceres, mesas con velas), al dilatar la pupilas, favorecen la atracción mutua.
Cuando estamos entusiasmados abrimos los ojos como platos.
Las cejas levemente arqueadas son un signo de sentimientos positivos.
El ritmo de nuestro parpadeo aumenta cuando estamos excitados, preocupados o nerviosos.
Boca
La tensión o la inquietud hace que nos mordamos los labios y desaparezcan del rostro.
Fruncimos o arrugamos los labios cuando estamos en desacuerdo o cuando estamos pensando una posible alternativa.
Pasar la lengua por los labios muestra un comportamiento apaciguador que tiende a calmarnos.
Frente
La frente arrugada es una pista innegable de malestar e inquietud.
Nariz
El ensanchamiento de las fosas nasales indica excitación.
Arrugamos la nariz para mostrar aversión o repugnancia.

Rostro y cerebro
Julian Gabarre, doctor en Psicología, defiende que el rostro y el cerebro son dos caras de una realidad. Con su tesis doctoral ha demostrado que existe correlación entre la morfología facial y la psique. Tras estudiar minuciosamente a 91 personas ha concluido que los sujetos con la zona media de la cara (los pómulos) más estrecha que la zona baja (la mandíbula) muestran una mayor independencia respecto al grupo, y una mayor dificultad de expresividad verbal y emocional. Al contrario, las personas con la zona media del rostro más ancha que la mandíbula muestran valores más altos de adhesión al grupo y mayor expresividad tanto verbal como emocional.
La cara tiene veinte músculos que controlan las expresiones faciales. El neurocientífico Joseph Le Doux explica que existe una conexión especial entre rostro y cerebro única en el cuerpo “porque los nervios que controlan los movimientos faciales y que hacen regresar las sensaciones desde los movimientos faciales al cerebro van directamente desde el cerebro al rostro, sin pasar por la médula espinal”. De hecho, está científicamente probado que si una persona sonríe, ese gesto causa ciertas reacciones químicas en el cerebro y genera emociones positivas. A la hora de leer el cerebro mediante el rostro, la morfopsicología divide la cara en tres zonas. La zona baja (boca, mandíbula y mentón) está ligada con el sistema digestivo y reproductivo e indica nuestros instintos primordiales. La zona media (los pómulos y nariz) esta ligada al sistema respiratorio y olfativo e indica nuestras emociones. Por último, la zona superior (la frente) informa sobre la vida mental y sobre la capacidad de imaginación, análisis y toma de decisiones de cada uno. De todos modos, Gabarre subraya que no existe una relación simple entre la cara y la psicología personal: hace falta estudiar qué zona es la dominante y el grado de armonía entre las distintas partes del rostro. “Es una herramienta de desarrollo personal y no una herramienta de exclusión, no permitirá nunca conocer nuestros secretos más íntimos”.

Miles de microexpresiones

¿Cuántas microexpresiones puede mostrar su rostro? Más de 10.000, según el psicólogo estadounidense experto en expresión facial Paul Ekman. Son expresiones que duran un cuarto de segundo, incluso menos. Pero son imprescindibles para detectar las emociones e intenciones que se esconden del forzado rostro social. Ekman defiende que esas expresiones son universales y se puede aprender a detectarlas: en la web Paulekman.com ofrece cursos de entrenamiento con vídeos. La serie Lie to me (miénteme), por ejemplo, está basada en su investigación. 


COMO LAS COMETAS

Te pasas la vida tratando de hacerlas volar. Corres con ellas hasta quedar sin aliento. Caen al suelo. Chocan con los tejados. Tú las remiendas, las consuelas, las ajustas, y las enseñas. Observas cómo el viento las mece y les aseguras que un día podrán volar.

Finalmente vuelan. Necesitan más hilo y tú sueltas más y más, y sabes que muy pronto la bella criatura se desprenderá de la cuerda de salvamento que la ata y se elevará por los aires, como se espera que lo haga, libre y sola. Sólo entonces te das cuenta de que has hecho bien tu trabajo.


Texto de Erma Bombek incluido en libro "Aplícale el cuento” J. Soler y M. Conangla. Editorial Amat

dilluns, 24 de febrer del 2014

Pendientes de la aprobación social. Xavier Guix. El País.

Dejar de ser quienes somos para ser aceptados tiene costes personales excesivos
El precio a pagar acaba siendo desconectar con uno mismo y cargarse de obligaciones
Suele ser común escuchar decir a la gente que los demás no les importan. Que se rigen por sus propios criterios, que cada uno es como es y que nadie les impide hacer lo que desean hacer. No obstante, como observador de la conducta humana, creo que eso es lo que quieren creer, y lo que quieren que los demás crean de ellas. En realidad, lo dicen justamente porque los tienen en cuenta.

Nadie existe sin entrelazar su vida. Nadie vive completamente por sí mismo aunque viva aislado. En nuestras mentes están los demás, están los fenómenos que nos envuelven, están los recuerdos y las proyecciones, está lo cercano y está lo trascendente. Todo es interser, como diría el maestro zen Thich Nhat Hanh. La existencia se basa en la interrelación de todo lo que habita en ella. Por eso somos seres entrelazados. Vivamos solos o en comunidad, el otro está ahí siempre presente.

Aceptar nuestra vulnerabilidad en lugar de tratar de ocultarla es la mejor manera de adaptarse a la realidad". (David Viscott)
La alteridad se expresa en dos formatos: El otro como ajeno (alius) o el otro como misterio (alter). El primero crea incomodidad, inquieta o puede llegar a ser un estorbo. El segundo libera del egocentrismo, abraza la curiosidad de descubrir a una persona y encontrarnos a la vez a nosotros mismos. Sin embargo, la presencia de ese individuo, o del grupo, la tribu, la familia, la comunidad, la sociedad, se convierte en un difícil ejercicio entre ser uno mismo y serlo con los demás.
El jesuita Javier Melloni expresa los tres tiempos de la alteridad, que consisten en el tránsito entre el “estar en casa”, el “salir de casa” (o el encuentro con el desconocido que brinda la oportunidad de engrandecernos a través del diálogo) y el “regreso a casa” (el que vuelve ya no es el que se fue). Cada encuentro es trasformativo, impacta en nuestra sensibilidad, mente y corazón. Puede ocurrir también que sea un desencuentro, un desengaño, un aprendizaje que condicione el futuro de nuestras relaciones.
Al hacernos con los demás tendemos a tres conductas defensivas ante el miedo a no encajar o, por el contrario, ante el temor a quedar diluidos entre los prejuicios sociales y los intereses ajenos. O bien nos adaptamos en exceso, o nos rebelamos ante todo, o quedamos encerrados en nuestro cascarón procurando no molestar al mundo ni que el mundo nos moleste. Son intentos fallidos de una adaptación natural, es decir, la que mantiene un sano equilibrio entre vivir y dejar vivir. Entre ser uno mismo sin dejar de serlo ante los demás y, a la vez, reconociendo a los demás en lo que son.
De estas tres formas reactivas, la persona que tiende a adaptarse con desmesura a los demás, a las normas, a las exigencias del contexto, a lo conveniente, es la que busca afanosamente su aprobación, la que mantiene la expectativa de sentirse aceptada, reconocida, perteneciente, amada incluso. Es su compensación por tanta entrega. El precio a pagar, sin embargo, acaba siendo la desconexión consigo misma, los desengaños de los demás y cargarse de obligaciones.
Las personas que buscan aprobación viven divididas entre sus intereses y los ajenos. Les sabe mal decir que no. Se obligan a ser complacientes o al menos cumplidoras, dignas de confianza, meticulosas y eficientes. Temen el error o los juicios equivocados y valoran en exceso los aspectos de sí mismas que se relacionan con la disciplina, la perfección y la lealtad.
Es un malvivir entre el deseo propio y la culpa de sentir impulsos prohibidos. La necesidad de ser y la rabia por no permitírselo (tendría que haber dicho, tendría que haber hecho). El resultado final de todo este desaguisado tiene tres aspectos a considerar. El primero es un estado profundo de tristeza y de agresión a sí mismas. Se autoculpan y a la vez se apenan de ser como son por su propia rigidez. Esa vida interior se oculta por vergüenza, mostrando hacia fuera un aspecto de “todo está bien”. La mayoría de sus sentimientos están bajo control.
El segundo aspecto es la dificultad de la persona en definirse por sí misma. Acostumbrada a tener tan en cuenta a los demás, desatiende sus propias necesidades al extremo que desconoce lo que realmente la complace. La desconexión interior que sufre la desarma emocionalmente. Lo vive todo para lograr una buena opinión de los demás, se da forma solo a través de normas, programaciones de tiempo y jerarquías. Su obstinación y su indecisión ante cambios inesperados las adentra en una personalidad obsesiva.

En esta vida, la primera obligación es  ser totalmente artificial. La segunda todavía nadie la ha encontrado. Oscar Wilde.
El tercer aspecto tiene que ver con el paso del tiempo. Si no han logrado reconectarse y atender sus propias necesidades, llegará un día en el que van a preferir estar solas, aisladas, ocupadas de sí mismas, pero a escondidas, porque la mera presencia de los demás, incluso de su propia familia, las obliga. Se han acostumbrado tanto a cumplimentar que ya no saben hacer otra cosa. Por eso prefieren cierta soledad, para no sentirse obligadas. Ante la presencia de los demás no saben hacer otra cosa que interesarse por sus necesidades y atenderlas si es posible. No han aprendido a afirmarse a sí mismas, a poner límites, a defender sus intereses, a mostrarse flexibles y a romper algunas reglas. Lo resuelven desapareciendo.
Superar la aprobación social, al igual que cualquier aspecto disfuncional de nuestra vida, pasa por el autoconocimiento y el proceso de hacerse individuo, de devenir uno, indivisible, íntegro en lugar de disociado y fragmentado. Se conoce que muchas personas adaptativas en exceso han sido coaccionadas e intimidadas, fundamentalmente en la familia, para aceptar las demandas y los juicios impuestos por los demás. Sus formas de actuar, prudentes, controladas y perfeccionistas, derivan de un conflicto entre la hostilidad hacia los demás y el miedo a la desaprobación social. La forma en la que resuelven el conflicto consiste en suprimir su resentimiento, manifestando un conformismo excesivo y exigiéndose mucho a sí mismas y también a los demás.
¿Qué hacer entonces con toda esa ira, ese resentimiento acumulado? Ahí es donde reside el éxito del proceso de hacerse indivisible, es decir, en la capacidad de integrar esas partes ocultas. Es un trabajo constante de aprender a afirmarse sin necesidad de mostrarse, ni reactivamente, ni con complacencia. Aprender a no cargarse de obligaciones innecesarias, solo por el qué dirán, o por quedar bien, o porque sabe mal. Aprender a ser más flexibles, a definirse por sus propios gustos y necesidades, más que por hacerlo todo “pluscuamperfecto”.

Solo aquello que uno ya es tiene poder curativo". (Jung)
No obstante, el aprendizaje más difícil de todos será contactar con esas sombras emocionales tan temidas. Hay que desvelar las creencias y los miedos ocultos que las sostienen. Sin entrar ahí, difícilmente podrá haber integración. Muchas personas creen que si sueltan la rabia, el resentimiento o la ira, provocarán una avalancha sobre los demás de consecuencias indescriptibles. Se trata de un temor infundado porque en realidad ocurre todo lo contrario: la persona queda liberada. Desahogar las emociones forma parte de tenerlas.

En cambio, lo inhumano es tragárselas, dejar que se conviertan en tóxicas o expulsarlas agrediendo a los demás. Toda emoción trae consigo información sobre nosotros y sobre el medio. No la podemos desaprovechar. Otra cosa es cómo la gestionamos, cómo la comunicamos asertivamente. Cuando somos capaces de hacerlo así, se produce un milagro: allá donde creíamos que nos despreciarían, nace el respeto y la dignidad.

GANARSE EL RESPETO
‘Hacia un tiempo de síntesis’. Javier Melloni. (Fragmenta Editorial)
‘Las relaciones entre el yo y el inconsciente’. C. G. Jung. (Paidós)
‘La ira: el dominio del fuego interior’. Thich Nhat Hanh. (Oniro)

DENTRO DE TI ESTÁN TODAS LAS RESPUESTAS. Sir John Whitmore. La Contra de La Vanguardia.


Usted es un «coach», dice...
—Sí.

O sea, un entrenador (coach, en inglés).
—Sí, pero no necesariamente de deportistas, ¿Eh?

Ah... ¿Y a quién entrena, entonces?
—A usted, si quiere. A cualquiera. A ejecutivos de empresas... Soy entrenador de sus aptitudes, de sus talentos, de su potencial... A ese proceso le llamamos «coaching».

No acabo de entenderlo...
—Es que el «coaching» es más fácil practicarlo que explicarlo.

Ensaye una definición de «coaching».
Consiste en ayudar a alguien a pensar por sí mismo, a encontrar sus respuestas, a descubrir dentro de sí su potencial, su camino al éxito... sea en los negocios, en las relaciones personales, en el arte, el deporte, el trabajo...

Suena muy bien, pero sigo sin verlo...
—Lo mejor es que le explique un caso.

Gracias.
—Estaba yo dando una clase de tenis y...

¡Entonces sí entrena a deportistas!
—Verá, es que todo esto del «coaching» empezó cuando leí en 1975 un libro de Tim Gallwey: Inner game of tennis (El juego interior del tenis). Gallwey aplicaba al tenis las nuevas tesis psicológicas que bullían en California, lo de «está en paz contigo mismo, sé feliz...», y Tim añadía: «...y serás más eficiente, ganarás al tenis». ¡Él aplicó todas esas técnicas al entrenamiento deportivo!

Y usted, ¿Se puso a dar clases de tenis?
—En 1978 fundé The Inner Game (el juego interior), una escuela de entrenamiento deportivo con las técnicas de Tim: Tenis, esquí..., y pronto empezamos a aplicarlas también a directivos de empresas británicas.

Y nació el «coaching».
—Sí: Nos quedamos con el apelativo deportivo de «coach»... porque a los británicos les aterraba aquel concepto de «juego interior».

Volvamos al caso, a la clase de tenis...
—Sí. Estaba yo entrenando a una señora en su servicio, en su saque. Y vi que, después de cada saque, ella daba unos pasos hacia atrás. Un entrenador normal le hubiera dicho: «No te vayas para atrás». Pero en «coaching», no.

¿Ah, no? ¿Qué hacen?
Preguntas. El «coach» pregunta y pregunta... ¡Y es el interesado quien encuentra las respuestas dentro de sí! Eso lo hacía Sócrates... ¡Dentro de ti están las respuestas!

¿Qué le preguntó a la señora tenista?
«¿Qué notas tras hacer el saque?» Ella iba diciendo cosas. «¿Y qué más?», repreguntaba yo. Y más cosas. «¿Y qué más?» Hasta que descubrió —ella sola— que se iba para atrás. «Ah —le dije—, y ¿Cuántos pasos te vas para atrás?» Y empezó a calibrar esa distancia ella misma. Y, acto seguido, a controlarla: Y cada vez que sacaba se iba un poco menos hacia atrás. Hasta que dejó de hacerlo.

Buen «coach», usted: Felicidades.
—Espere: Un día, después de un saque, ¡Se fue hacia delante! Y, entonces, una sonrisa enorme se dibujó en su cara. Y me dijo: «¡Es la historia de mi vida! Ante cualquier problema, siempre he dado un paso atrás. ¡Y qué bien me he sentido ahora, al ir hacia delante! ¡Así viviré el resto de mi vida!». Bien, pues eso es el «coaching», y este ejemplo serviría igual para el mundo de los negocios.

¿Se había encontrado a sí misma?
—Y dijo: «¡No puedo esperar para que mi marido lo sepa: Corro a casa!». ¡Pobre marido, pensé yo, ja, ja, ja...! Se trata de que cada uno encuentre su yo, que cada uno se pregunte: «Yo, realmente, ¿Qué quiero?». Si respondes a esta pregunta, tendrás un sentido, y luego calibrarás todas las vías posibles para alcanzar ese objetivo: Elige una.

¿Y usted conoce ya su yo verdadero?
—Yo era un estúpido, muy estúpido... Y ahora no soy perfecto: ¡Siempre hay que mejorar, hay que seguir «entrenándose»! Hasta el mejor de los deportistas de elite lo hace, ¿No? ¡Siempre hay terreno para mejorar!

¿Por qué dice que fue un estúpido?
—A los 19 años decidí pilotar coches de carreras. A los 28 años intuí por qué: Veía a mis padres tan grandes..., que quise competir, y competí conmigo mismo. Cuando ya me había probado, lo dejé, y me metí en negocios. Tuve éxito: Una casa en el Caribe, otra en Londres, mi avioneta... ¡Lo tenía todo!

¿Y dónde está la estupidez en todo esto?
¡Yo sólo «tenía»! Y viví mi «crisis de sentido»... Nos pasa a todos. Empiezas a preguntarte por qué haces lo que haces, eludes la respuesta, las preguntas siguen creciendo, hasta que chocas contra ellas. Eso puede sucederte suavemente, o a lo bestia. En mi caso fue a lo bestia, y tuvo forma de mujer.

¿Me lo cuenta, por favor?
—Mmm... Era una actriz negra jamaicana. Una Naomi Campbell en interesante. Sus novios anteriores habían sido Bob Marley y Marlon Brando... Yo era rico, divorciado...

¡Todo perfecto!
—Sí, todo perfecto: Mi casa del Caribe, las palmeras, el sexo... Y ella me preguntó: «Y tú, ¿Quién eres?». Yo decía: «Piloto de carreras, empresario, esto, lo otro...». Y ella: «Ya, ésos son tus ropajes, pero tú ¿Quién eres?». Y empecé a sentirme mal. Enfermé. Tenía algo grave. Volamos a Londres, de urgencia: Meningitis. Estuve a punto de morir. Yo era un esqueleto, olía mal, estaba horrible, incapaz... Ella me leía libros de Herman Hesse que alimentaron mi espíritu. Ella y mi ex mujer estuvieron a mi lado. Entendí: Yo vivía una vida falsa. Lo importante era el amor incondicional de esas mujeres, y mi espíritu.

Y hoy..., ¿Cuál es hoy su objetivo?
—Yo ya sé que el mío es ayudar. Hoy sé que ésa es mi riqueza. Cuando noto que he hecho algo por mejorar un poco la vida de otro, ¡Siento en mí que no hay nada más grande!