OPCIONS DE MENÚ

dilluns, 31 de març del 2014

"Decimos: 'Ya veremos qué pasa...'. ¡No! ¡Haz tú que pase!". Lluís Soldevila. La Contra de La Vanguardia.

Lluís Soldevila, consultor formador de habilidades directivas
Tengo 43 años. Soy de Barcelona. Soy consultor formador de habilidades directivas y de actitudes de alto rendimiento. Estoy casado con Elisabeth, sin hijos. Soy apolítico, sin creencias religiosas. Doy clases en Esade sobre dirección de sistemas de información

TRES “A” PARA EL ÉXITO
Ingeniero superior en Informática por la UPC y graduado por el Iese Business School, Soldevila trabajó durante quince años como directivo -en siete países- del Deutsche Bank. Abrió la filial tecnológica del grupo en Nueva York, vio caer Lehman Brothers, sintió la presión sobre sus hombros... y estalló: tuvo que llamar a una ambulancia para ser ingresado en el hospital por un infarto que era pura ansiedad. Después de ese trance decidió cambiar su vida y dedicarse a la formación: creó un método para estimular actitudes de alto rendimiento, como detalla en su manual Éxito se escribe con “A” (Profit), que hoy presenta (www lluissoidevíla. com).

Qué es el éxito?
Conseguir lo que quieres. Y sólo tú puedes decidir qué quieres, definir tu objetivo. ¡La tarea más difícil de la vida! Saber lo que quiero... En 1953 se hizo un estudio en un aula de estudiantes de Yale: se les preguntó si tenían lista de objetivos. Y sólo la tenía un 3% de los alumnos.

Eso resultó significativo?
Veinticinco años después se analizó a los alumnos de aquel aula: todos los del 3 % habían tenido éxito.

¿Cómo elegir el objetivo idóneo?
Que sea específico, medible, que dependa de tu esfuerzo, que te ilusione..., y márcate una fecha para lograrlo.

Largo o a corto plazo?
Puedes tener objetivos a una semana vista, a un mes, a un año ¡y a diez años vista!

Luego qué?
Actúa: ¡el único fracaso es no intentarlo!

Pero nos despistamos mucho...
iPrioriza! Hay tareas prescindibles.

¿Así alcanzaré el éxito?
Sabiendo que éxito se escribe con A, si.

¿Con A?
Con tres A: Autoconocimiento, Actitud y Acción. Equivalen a querer (¿qué quieres?), saber (,qué sabes?), y hacer: iactúa!

Explíqueme mejor esas tres A...
La primera A, autoconocimiento, consiste en definir qué quieres, tus objetivos: te la he explicado antes. La segunda A, actitud..., ¡es el ingrediente secreto!

¿Por qué?
Lo apuntó Viktor Frankl: "El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional". La vida te reparte unas cartas, ¡pero tú las juegas!

¿Eso es actitud?
Es lo que depende de ti: el día que decides que nada podrá contigo, ¡todo va bien! Ves el mundo como quieres verlo. Lo creas.

Póngame ejemplos.
Un amigo mío supo que en verano habría plaga de mosquito tigre... y encargó a los chinos miles de pulseras de citronella, que los ahuyenta. ¡Se forró!

Actitud avispada.
El otro día llegué de madrugada a un hotel de Andorra y necesitaba wi-fi. Intenté conectarme: no funcionaba. Sólo había un bedel joven de guardia. Le pregunté, me dio indicaciones, fracasé. ¡Me desesperé, era urgente conectarme...! Se lo dije al bedel...

Y se desentendió...
Subió a la habitación, se sentó ante mi ordenador durante veinte minutos: ¡me conectó!

iBravo!
No era su obligación, pudo dejarme tirado. Pero su buena actitud le llevará al éxito! De entrada, voy hablando bien de ese hotel.

Diga aquí cuál es, por favor.
Huso Céntric, en la avenida Meritxell.

¿Algo más sobre la actitud?
Sí: ¡puedes tonificarla, muscularla!

¿Cómo?
Antes de dormirte, en la cama, recrea mentalmente algún lance del día, el que sea...

He pisado una caca de perro.
Muy bien, ahora repasa actitudes posibles ante ese hecho: "mala suerte", "buena suerte", "llegaré tarde-, "¿quién la ha puesto?", "mataré al amo del perro"...

¿Y qué gano así?
Ejercitas tu cerebro en modular actitudes diversas: hazlo 21 días consecutivos y sabrás adoptar automáticamente la actitud idónea en todo lance.

Me hablaba de una tercera A: acción.
Hay una frase que no soporto: "Ya veremos qué pasa..", ¿Cómo dices? ¡Haz tú que pase! Si no actúas, ¿por qué tiene que pasarte algo bueno? Si haces cosas, ¡pasan cosas!

Actitud y acción.
Cuanto mejor actitud, más éxito... si actúas.

¿Encontrar trabajo, por ejemplo?
El mejor modo de tener lo que quieres... es fabricártelo. Yo estaba empleado, amargado..., y me he fabricado mi método formador de actitudes de alto rendimiento.

¿Qué actitud es la peor?
La de inventar excusas: ¡somos buenísimos en eso! Quien quiere hacer algo encuentra la manera; quien no quiere encuentra la excusa. Yo consigo que mis alumnos se avergüencen de recurrir a una excusa.

¿Ha tenido algún referente, modelos?
Dos jefes míos. Uno, Jim Horth, nos penalizaba si nos quedábamos en la oficina más allá de las siete de la tarde. El otro, Josep Amores, se marcó un objetivo a diez años vista: producir una película. Y lo hizo.

¿Aplicaron las tres A?
Y supieron focalizar encajaron lo que saben, lo que les gusta y las oportunidades de mercado. Si te ilusiona lo que haces, ¡rendirás! En las empresas hay mucho zombi.

¿Y usted los despierta?
Sí, si aplican mi método: el DAFO (identificar debilidades, amenazas, fortalezas, oportunidades) personal. ¡Cultiva tus fortalezas!

¿Un último ejemplo?

Messi: es un enano cojo. Bajito y con una pierna mala -Qué hace? Refuerza su fortaleza: la capacidad de driblar gracias a su baja estatura, y el disparo con su pierna izquierda, la buena. No dilapida tiempo entrenando juego aéreo o con la derecha... Tú detecta en qué puedes ser el mejor... ¡y hazlo!




Manual para padres primerizos. Borja Vilaseca. El País.

Tener un hijo es una experiencia bonita, pero también agotadora y desafiante
Evaluar los retos antes de la llegada del bebé ayuda a mantener el equilibrio
Este artículo está escrito para quienes les gustaría ser padres (o madres) alguna vez en la vida. Para aquellas parejas que han tomado la decisión de tener un hijo. Para aquellas que están en pleno embarazo y en apenas unos meses verán nacer a su primer retoño. Y, por qué no, también para los padres y las madres que quieran recordar cómo les cambió la vida traer un bebé a este mundo. Para todos ellos, a continuación se describe la letra pequeña de la maternidad y la paternidad. Es decir, los puntos más delicados que cualquier pareja deberá afrontar al recibir a su primer vástago.
Nada más comunicar a nuestro entorno social y familiar que vamos a tener un hijo, empezamos a acumular recomendaciones –muchas de ellas, totalmente contradictorias– acerca de cómo deberíamos vivir este momento tan decisivo. Pero dado que cada bebé es único y cada pareja es diferente, digan lo que nos digan no quedará más remedio que aprender de la propia experiencia. Una cosa es lo que creemos que es la paternidad y otra, infinitamente distinta, lo que realmente implica ser padres. Es imposible saber de antemano lo mucho que la llegada de nuestro primer hijo va a cambiarnos la vida. Así que solo queda relajarse y esperar.
Los hijos no unen a las parejas ni las hacen más felices; más bien destapan las verdades que se ocultan debajo de la alfombra de nuestro hogar. León Tolstói
La pareja deberá pasar los días de cuarentena sexual. Una vez que la mujer se recupera del parto, hemos de dedicar tiempo y energía para mantener encendida la llama de la pasión. Y puesto que el bebé convierte a cada miembro de la pareja en papá y mamá este nuevo rol debe llevar a descubrir aspectos de nosotros mismos que desconocíamos.
Al trastocar nuestra rutina, en muchos casos el cansancio acumulado provoca que aflore nuestro lado oscuro, poniendo de manifiesto el tipo de persona que realmente somos. Cultivar la comunicación, la complicidad y la generosidad resulta esencial.
Por más que al principio cueste despegarse del bebé, es fundamental crear espacios de intimidad para estar a solas. Al menos una vez por semana podemos organizar una comida o una cena para dos, en la que –como hombre y mujer– cultivemos nuestra relación de amigos, amantes y compañeros de viaje. Lo cierto es que la llegada de un niño nos adentra en una rutina y una inercia que suele alejarnos de la pareja, creando una distancia emocional tan imperceptible como difícil de detener. Además, si cesa el amor entre los padres, los hijos lo acaban pagando. No es casualidad que durante los primeros tres años desde el nacimiento del primer hijo se produzcan cada vez más separaciones.
Los bebés son criaturas adorables. Pero dado que no pueden valerse por sí mismos, enseguida se apegan al afecto y la seguridad de papá y mamá. Además, dado que viven en modo supervivencia, son tremendamente egocéntricos y demandantes. Precisan el cien por cien de nuestra atención; no se conforman con menos. Si la mujer decide darle el pecho, el niño necesitará su presencia una media de seis horas diarias. También hay que limpiarle y cambiarle el pañal alrededor de siete veces por día, así como ponerle y quitarle la ropa, bañarlo, darle mimos, jugar con él y estar a su lado en todo momento para que no se sienta solo y no se haga daño.
Y no solo eso. La gran mayoría de ellos se despiertan un par de veces cada noche, utilizando su llanto como medio de comunicación. En general, lloran porque les duelen las encías cuando empiezan a salir los dientes, porque tienen fiebre o se sienten sucios. Algunos expertos recomiendan dejarlos desahogarse un rato, para que aprendan el hábito de conciliar el sueño por sí mismos. Otros proponen meterlos en la cama de los adultos, para que se sientan reconfortados por la calidez que les proporciona sentir a sus padres cerca. Sea cual sea la decisión, se debe evitar caer en la tiranía de los reproches y del “te toca a ti”. Es esencial armarse de paciencia y de generosidad para sacar fuerzas de donde sea y no pagar el mal humor con nuestra pareja.
Amar a nuestros hijos implica dejar de lado nuestros deseos para atender sus necesidades. Y hacerlo cada día durante muchos años. Erich Fromm
En paralelo, hemos de reorganizar nuestras prioridades y aspiraciones vitales,
adaptándonos a los horarios de nuestro retoño. Dado que alguien ha de estar 24 horas al día junto a la criatura, tarde o temprano hay que tomar decisiones: ¿podemos permitirnos que uno de los dos miembros de la pareja deje de trabajar? ¿Contamos con la ayuda diaria de los abuelos? ¿Contratamos a una canguro de forma fija? ¿Lo llevamos a la guardería?
En cuanto a los fines de semana, el principal hobby pasará a llamarse “ejercer de padres”. Nuestras aficiones quedarán en un segundo plano, pero siempre se pueden encontrar soluciones llegando a acuerdos. Buscar la complicidad en la pareja para intentar mantener algo de la vida personal de cada miembro resultará fundamental. Los malabarismos para conseguirlo están garantizados, pero merecerán la pena.
No vemos a nuestros hijos como son, sino como somos nosotros. En demasiadas ocasiones proyectamos sobre ellos nuestros miedos, carencias y frustraciones. Hoy día existe una tendencia generalizada a convertirse en padres perfectos, cayendo en las garras de la hiperexigencia y la sobreprotección. Sin embargo, es imposible evitar que los hijos entren en contacto con el dolor. Los bebés padecen todo tipo de enfermedades, experimentan diferentes niveles de fiebre, se caen al suelo, se dan golpes… Muchas veces lloran porque no entienden por qué les pasa lo que les pasa. Sin embargo, por más que se lean libros sobre paternidad, seguramente resultará inevitable caer en las visitas a urgencias a altas horas de la madrugada por haber convertido un granito de arena en un enorme castillo.
Ni se puede convertir en un drama volver a casa con la sensación de no saber nada de nada, ni se debe salir corriendo en busca del médico más cercano a la primera de cambio. El libro de instrucciones infantil aumenta de páginas, enseñanzas, consejos y trucos cada día de convivencia con nuestro hijo. Y debemos estar atentos para tomar buena nota mental de las cosas que hemos hecho bien y de las que han resultado equivocadas. Nuestro equilibrio personal y nuestro hijo nos lo agradecerán.
Para cuando un hombre se da cuenta de que quizá su padre tenía razón, ya tiene un hijo propio que piensa que su padre está equivocado”. Charles Wadsworth
Es curioso constatar cómo en la medida en que vamos ejerciendo el rol de padres, se manifiestan con fuerza rasgos, conductas y actitudes de nuestros propios progenitores. En algunos casos llegamos incluso a comportarnos del mismo modo que solíamos criticar en nuestros padres, estableciendo dinámicas con nuestra pareja que tanto juzgábamos y condenábamos cuando las veíamos desde nuestro papel de hijos. De ahí que se diga que “la sombra de papá y mamá es alargada”. O que “en la cama no dormimos dos, sino seis”, pues cada uno de los miembros de la pareja carga con el condicionante cultural y la herencia emocional de sus propios progenitores.

Como padres, el mejor regalo que le podemos ofrecer a nuestro hijo es compartir con él nuestro bienestar emocional. De ahí que antes de empezar a ocuparnos de él, hemos tenido que ocuparnos de nosotros mismos. Ejercer el rol de padres implica matricularse en un máster de amor incondicional. Puede que no haya notas, pero sí exámenes cada día. Para aprobar y superar los retos que nos plantea tener un niño hemos de comprender que lo importante es lo que sucede a través nuestro al servicio de nuestro hijo. Así, sus necesidades son nuestras prioridades. Y si bien esta afirmación es fácil de decir, da para toda una vida de aprendizaje. ¡Buen viaje!

ADENTRARNOS EN LA PATERNIDAD
LIBRO
‘Los padres perfectos no existen’. Isabelle Filliozat (Urano)
Un ensayo que invita a los padres primerizos a mirarse en el espejo para conocer zonas ciegas de su comportamiento, al tiempo que les invita a relajarse y disfrutar, viendo los errores como oportunidades de aprendizaje.
PELÍCULA
‘Un feliz acontecimiento’. Rémi Bezançon

Relata con honestidad y sin florituras el cambio que experimenta una joven pareja durante el embarazo y el primer año de vida de su primer vástago.





NEUTRALIZAR LA AGRESIVIDAD. Ferran Ramon-Cortés. El País.

Vivimos con un alto nivel de crispación: en la política, en el trabajo, en la calle... ¿Qué hay detrás de esta comunicación tan agresiva? ¿Cómo podemos combatirla?

"Es importante no caer en el terreno de juego de la agresividad ajena para mantener en todo momento nuestro juicio"

Voy a buscar a mis hijos a la escuela. En un paso de cebra cercano a la entrada, por el que han de cruzar cada día los niños, me encuentro a un padre estacionado con su flamante Mercedes. Con absoluta serenidad, le hago notar que está bloqueando el paso justo en el punto por el que pedimos a diario a nuestros hijos que crucen para hacerlo con seguridad. Su respuesta no me atrevo a reproducirla. Lo más cariñoso que me dijo fue: "Métete en tus asuntos, y si te aburres, monta una ONG...", a lo cual seguía un grosero insulto.
Estoy en la panadería del barrio. Dos chicas entran con un perro. Un cliente les llama la atención avisándoles de que está prohibido entrar en el local con animales. Entre ellas, pero alzando la voz para que el hombre las oiga, comentan: "Ya estamos. Otro [insulto] que se aburre en casa y tiene que venir a dar lecciones a la gente...".
Estas son solo dos anécdotas recientes. Pero lo cierto es que muchas veces uno tiene la sensación de que hoy día la agresividad flota en el ambiente. Una agresividad gratuita, innecesaria y que en ocasiones raya la violencia. Una agresividad que hace de la relación casual con los demás una experiencia nada agradable, y que pone en jaque la convivencia. Y cada vez que nos enfrentamos a ella surge la misma pregunta: ¿qué le pasa a esta persona?, ¿por qué tanta irritación?. 

DETRÁS DE LA AGRESIVIDAD
"La violencia es el miedo a los ideales de los demás" (Mahatma Gandhi)
Ante un estímulo externo tenemos dos comportamientos posibles: responder o reaccionar. En el primer caso controlamos de forma consciente nuestro comportamiento. En el segundo actuamos sin control. En este contexto, la agresividad no es nunca una forma de respuesta, sino de pura reacción.
La reacción es un impulso automático del ser humano, que procede del instinto de supervivencia, y que tiene lugar cuando percibe un peligro o se siente atacado. Así pues, la agresividad es en esencia una reacción defensiva de alguien que en un momento dado se siente provocado.
Al margen de la agresividad patológica, que no es objeto del presente artículo, hay distintos orígenes para los comportamientos agresivos ocasionales con los que nos obsequia la gente en nuestro día a día:
- Hay agresividad que procede de nuestra inseguridad: cuando nos sentimos inseguros ante algo o alguien, cuando no dominamos algo y alguien nos cuestiona o nos pone en duda, la reacción por defecto será con toda probabilidad agresiva. Solo desde una gran dosis de seguridad personal podemos responder serenamente si alguien nos cuestiona.
- Hay agresividad que procede de nuestra falta de valor para decir lo que tenemos que decir: cuando tenemos que dar malas noticias, o hacer alguna observación negativa, y somos de los que nos cuesta hacerlo, nunca encontramos el momento adecuado. Y cuando finalmente hacemos acopio de valor, y lo decimos, nos vamos directamente y sin darnos cuenta al otro extremo, pasando de callarnos a decirlo con agresividad.
- Hay agresividad que simplemente procede de nuestra inquietud, de nuestros nervios: cuando algo nos inquieta, sea porque estamos ante una persona importante, porque hemos trabajado mucho en el tema o por cualquier otro motivo, es difícil responder ante cualquier observación sin alterarnos, manteniendo un tono constructivo.
- Y hay también agresividad que procede de nuestro sentimiento de culpa. Este sería a mi entender el caso de los ejemplos descritos al inicio. Cuando el sujeto se siente culpable y sabe que ha hecho mal las cosas, vive el comentario que le hagan como una agresión que le induce al ataque. En este caso, lo que hace es proyectar su enfado en los demás, cuando en realidad con quien está enfadado es consigo mismo.
En todos los casos la raíz es común, y se trata del miedo en cualquiera de sus formas o matices. Como afirma el Dalai Lama, "la ira nace del temor", y ciertamente, cuando alguien o algo nos da miedo, la reacción colérica o fuera de tono no se hace esperar.

¿CÓMO RESPONDER?
"El buen juicio no necesita de la violencia" (León Tolstói)
A menudo, ante los ataques de alguien, no sabemos reaccionar. Aguantamos estoicamente su brote de ira, y nos quedamos por el camino con la sensación de que es esa persona la que en el fondo se sale con la suya y consigue sus fines (es evidente que el padre del flamante Mercedes no movió ni un centímetro su coche, y que yo desistí de hacer nada más al respecto).
Pero probablemente esto sea lo mejor que podemos hacer. La recomendación fundamental ante una persona irritada es por encima de todo no reaccionar nosotros, y en muchos casos ni tan siquiera la respuesta serena merece la pena, puesto que si el otro está fuera de sí, no va a procesar nada de lo que le intentemos decir.
Lo que es seguro es que ante una persona agresiva no lleva a ninguna parte dejarla en evidencia, afearle su conducta o intentar discutir. Porque caeremos inevitablemente en una espiral de reacciones y contrarreacciones que muy pronto nos hará perder el control a nosotros y nos encontraremos comportándonos a merced del otro.
Es importante vivir la agresividad ajena con la prevención de no caer nunca en su terreno de juego, no caer en la provocación y reaccionar, para mantener así y en todo momento nuestro juicio. Como afirmó Viktor Frankl, "no podemos controlar los acontecimientos, pero sí nuestra reacción a ellos", y, como nos recuerda Stephen Covey, "nuestra conducta es una función de nuestras decisiones, no de nuestras condiciones". 

¿QUÉ SE PUEDE HACER?
"El medio para hacer cambiar de opinión es el afecto, no la ira" (Dalai Lama)
Si tenemos en nuestro entorno una persona que se muestra reiteradamente colérica (dejando al margen siempre casos no patológicos), hemos de considerar en primer lugar los posibles motivos: estamos ante una persona a la que la inseguridad y/o alguna manifestación del miedo la está colapsando.
No ayudará, por tanto, censurar su comportamiento ni mientras lo muestra (no está en condiciones de aceptarlo) ni en algún momento posterior (aunque lo acepte, su seguridad se verá inevitablemente minada). Tampoco funcionará dejarlo públicamente en evidencia. Todo ello no hará más que reforzar su inseguridad y, por tanto, la directa manifestación de esta: su reactividad y su agresividad.
Hay un camino que sí ayudará, aunque será lento en algunos casos y exigirá una gran dosis de empatía y generosidad: aceptar a la persona, comprenderla y, una vez comprendida la raíz de sus miedos, darle seguridad.
Con aquellas personas de nuestro entorno a las que queremos ayudar tenemos una posible estrategia a seguir: en lugar de enfadarnos con ellas cada vez que se muestran agresivas, podemos llevar a cabo un trabajo de fondo, que consistirá en ir dándoles mensajes positivos cada día. Esta estrategia no trata de tapar sus comportamientos agresivos. Trata de compensar y superar el mal de base, el origen de la agresividad, que es su falta de seguridad. La persona que muestra actitudes agresivas sabe perfectamente que no lo está haciendo bien, y no necesita que se lo recordemos. Lo que le ocurre es que no sabe de dónde proceden estas actitudes, y en esto es en lo que nuestra ayuda a través del refuerzo de su seguridad puede ser fundamental.
En los encuentros accidentales con gente que se muestra puntualmente agresiva, y a la que quizá ni conocemos, podemos responder con una pauta fija: serenidad y la mejor de las sonrisas.
Y cuando somos nosotros los que nos comportamos agresivamente, será bueno que analicemos qué tipo de situación ha desencadenado nuestra reacción: porque aquello ante lo que reaccionamos con irritación es precisamente aquello sobre lo que nos sentimos inseguros, aquello que no tenemos resuelto en nuestras vidas. Identificar lo que no tenemos resuelto y trabajarlo será la solución definitiva, más que intentar que un disciplinado autocontrol nos haga evitar un brote de cólera.
Agresividad, una palabra que rima con soledad. Está científicamente demostrado que tenemos mayor propensión por relacionarnos con aquella gente que nos muestra una actitud amable. No hace falta que hablemos con ellos; la sola expresión afable ya nos invita a la relación. Y siguiendo el razonamiento, parece lógico pensar que tendremos de forma natural una especial prevención a relacionarnos con gente que nos muestra una expresión hostil.
La agresividad con los demás levanta altos muros de aislamiento y lleva con el tiempo a la soledad. La gente se distancia hasta cortar todo vínculo de relación. A nadie nos gusta pasar un mal rato en nuestra interacción con los otros. Y ya no es una cuestión de tenerle miedo al agresivo. Es el simple y humano deseo de sentirnos bien en compañía de los demás. 

MIEDOS Y FALTA DE SEGURIDAD
Libros
- La trilogía 'Millenium', del desaparecido Stieg Larsson. Muestra un extenso catálogo de comportamientos agresivos derivados de miedos, inseguridades y atrocidades sufridas. Agresividades que se sitúan en la categoría patológica en algunos casos, pero que son la mayoría de las veces conductas puramente reactivas.
- En su reciente novela 'Sunset Park', (Anagrama, 2010), Paul Auster nos describe con maestría los comportamientos de varios personajes que van de la pasividad a la agresividad, siempre como reacción a miedos y falta de seguridad.
- Una historia de superación de la agresividad: en su libro 'Re-Ser', (Integral, 2007), Santi López Villa narra con el título de 'El gesto de Manuel' Santi lopez villa

REFLEXIONES PARA VIVIR MEJOR - LA AUTOESTIMA. Walter Riso.

En esta nueva entrega se habla de los 4 elementos que hacen posible tener una buena autoestima y así mejorar nuestra calidad de vida.
Reflexiones para vivir mejor es un programa gratuito que publicamos todos los miércoles donde el escritor Walter Riso nos habla de diversos temas que nos ayudan en nuestro crecimiento personal.

EL FUTURO. Àlex Rovira.

“Las cosas que nos destruirán son:
política sin principios;
placer sin conciencia;
riqueza sin trabajo;
conocimiento sin carácter;
negocios sin ética;
entrega sin compromiso.”
Mahatma Gandhi

El futuro no es inevitable, es inventable. Lo que está por venir será, en buena parte, lo que sembremos hoy. Luego, la resignación es mala compañera para transitar por los caminos que nos esperan si queremos que estos tengan las dosis necesarias de humanidad y de sentido para hacer que la vida que nos ha sido dada merezca la pena.
Cada vez somos más los que nos levantamos cada mañana y contemplamos con perplejidad que la realidad de este mundo en el que vivimos muestra claros síntomas de enfermedad. La crisis que se ha manifestado no es solo económica, también lo es institucional, política, de confianza, de valores, de consciencia.
Tanto en lo social, como en lo político y en lo económico, son demasiadas las cuestiones que requieren una solución que no llega: desde una mejor redistribución de la riqueza hasta el fin de los paraísos fiscales, desde un mayor cuidado de la salud ecológica del planeta hasta una consciencia de sobriedad que evite la esclavitud consumista y sus consecuencias, desde estadistas que piensen más en el futuro de los ciudadanos que en las próximas elecciones hasta una justicia que actúe como tal y que evite que en demasiadas ocasiones la legalidad ampare a la inmoralidad. Muchas cosas, demasiadas, parecen no funcionar, o hacerlo completamente al revés de lo que dicta el sentido común, la generosidad y la benignidad en el proceder.
Hace más de cincuenta años Erich Fromm se preguntaba “¿es necesario producir seres humanos enfermos para tener una economía sana?”. Su cuestión era un aviso, pero por desgracia hoy se queda corta. Hoy, habría que reformular aquella pregunta con mucha más profundidad: “¿es necesario producir seres humanos enfermos para tener una economía enferma?”.
¿Qué está pasando? ¿Las élites financieras actúan impunemente en su propio beneficio, apoyadas por un entramado político con altavoz y refuerzo mediático?¿Son sostenibles niveles de desempleo juvenil cercanos al 50% en algunos países europeos? ¿La clase política actúa como una corporación que no rinde cuentas ante unos votantes descreídos, y un poder mediático con intereses propios? ¿El supuesto progreso material y superficial avasalla aquello que da sentido a la persona y enturbia el entorno social y medioambiental? ¿Por qué la amplia mayoría de los medios de comunicación nos inundan cada día con mensajes que alimentan el miedo, la angustia y la desesperación sin poner foco alguno en la buena gente que hace que esta Tierra se mantenga en pie día a día?
La solución pasa por la cultura, la educación y en una democracia más directa apoyada por la información objetiva y la transparencia, lo que los ingleses llaman accountability, la “rendición de cuentas” de los organismos públicos, exigida por una sociedad cada vez más alerta y unos jóvenes tecnológicamente activos y combativos, que no se van a conformar con el precario modo de vida que les ofrece el modelo actual que, en realidad, hoy les está proponiendo que construyan su futuro sobre una economía especulativa e insolidaria que alienta y premia la estafa, al estafador y a la corrupción.
El reto no es menor, y el futuro que seamos capaces de crear entre todos será la consecuencia inevitable de la calidad humana que seamos capaces de construir en las próximas generaciones: pedagogía, cultura, calidad, solidaridad, ecología, sostenibilidad, diálogo, participación, interacción, consciencia, serán entre otros, conceptos inevitables en los días que van a venir, si queremos sobrevivir como especie. Valores para construir valor. Convocarlos no es solo un ejercicio estético, es un imperativo moral para la Tierra que nos acoge y para nuestros hijos y las futuras generaciones.
Tal y como planteó lúcidamente Gandhi hace 150 años en la frase que abre este texto. Los ingredientes son los mismos, siempre: principios, consciencia, trabajo, ética, carácter y compromiso son la solución.
Porque hoy, la pregunta clave ya no es ¿qué mundo dejaremos a nuestros hijos?, sino también, ¿qué hijos dejaremos a este mundo?
Os deseo una bella semana.
Álex


P.D. Acompaño esta reflexión con un vídeo de mis amigos de www.whatonline.org en el que encontraréis diferentes reflexiones sobre el futuro. Os aconsejo vivamente las entrevistas que esta organización sin ánimo de lucro regala en su página web http://whatonline.org/sobreelfuturo/ . Merece mucho la pena dedicar tiempo a explorarla.


diumenge, 30 de març del 2014

UN HUEVO PROBLEMÁTICO. Fábula de Alejandro Jodorowski.

Mientras Mulla Nasrudin está paseando con su hijo, ven un huevo en el suelo. El niño le pregunta:
-Papá, ¿cómo entran los pájaros en el huevo?.
Mulla, sofocado, responde:
-¡Yo que me he estado preguntando toda mi vida cómo salían los pájaros del huevo, vienes tú ahora y me planteas un problema más!

En general uno se pregunta: “¿Cómo voy a salir de mis problemas, de mis limitaciones, de mis angustias?” Tal vez la solución consista en preguntarse cómo se ha entrado en ellos. El maestro dice: “¡Dime de dónde vienes y te diré adónde vas!”.
Análisis que hace Alejandro Jodorowsky del cuento:
¿Cómo me he metido en este problema para poder salir de él?
Un maestro dice a sus discípulos: 
«¡Imaginad que estáis encerrados en un bloque de piedra de seis toneladas! ¿Cómo haríais para salir de él?»
Muchos alumnos encuentran soluciones increíbles como, por ejemplo, perforándolo, dinamitándolo, proyectándose en un viaje astral hacia el exterior, etcétera. Un «idiota» responde: «Así», y da un paso hacia adelante como para simular que en el fondo el bloque no existe.
El bloque de piedra es mental, inventado. Para salir de un bloque inventado, se da un paso hacia adelante. La angustia y los fantasmas que llevas contigo no son reales. Son ilusiones. Cuando se alcanza la paz del «idiota», no puede haber ya bloque.

Si quieres ser feliz, aprende a perdonarte. Beatriz G. Portalatín

Saber perdonarse es clave para para conseguir la felicidad
Según un estudio, los españoles subestiman esa capacidad
Para ellos, lo importante para ser feliz es "quererse a sí mismos"
La felicidad, escribía el dramaturgo español Jacinto Benavente, es mejor imaginarla que tenerla. Sin embargo, hoy en día, es posible imaginarla, tenerla y sentirla, tan sólo es necesario conocer las claves que nos llevan a ella. Y para hacer más fácil el camino, La Esfera de los Libros publica Las tres claves de la felicidad, un libro que enseña las claves para lograrlo: Perdonarse a sí mismo, quererse más y coger las riendas de nuestra vida.
Con más de 35 años de experiencia que avalan su sello de profesionalidad, María Jesús Álava Reyes, psicóloga y experta en diversas áreas de esta disciplina y directora del centro psicológico que lleva su nombre, ha querido plasmar en este libro, todo cuanto se necesita saber para ser feliz. Y para ello ha contado también con el primer estudio a nivel nacional, llevado a cabo por su centro, que relaciona felicidad y capacidad para perdonarnos a nosotros mismos, ya que según reflejan las conclusiones, ésa es precisamente la clave. "La base de todo está en saber perdonarnos. Querernos mejor es la clave que nos ayuda a dar el impulso, y controlar y coger las riendas de nuestra vida es lo que nos permitirá dar ese paso tan importante, que es el paso hacia la felicidad".

¿Qué piensan los españoles? 
¿Por qué es tan importante saber perdonarnos?
"Porque nos hace sentir más seguros, mejorar nuestra autoestima, y nos hace más humanos, si no lo hacemos aumentará nuestra inseguridad y vulnerabilidad", ha afirmado Álava Reyes.
Según refleja el estudio en el que han participado 694 personas, siendo la edad media de los encuestados de 44 años, los españoles identifican que para lograr la felicidad lo más importante es quererse a uno mismo (45,6%), seguida de sentirse querido por otras personas (17,2%) y por último tener el control sobre nuestra vida (17%). Sin embargo, y a pesar de que lo más importante para nosotros es sentirnos queridos, dejamos las riendas de nuestra vida en manos de los demás. Es decir, "valoramos más el sentirnos queridos por los demás, que el tener realmente el control sobre nuestra vida y nosotros mismos", ha dicho. Tan sólo el 2% afirma que lo fundamental para ser feliz, es saber perdonarse. Pero precisamente, ha asegurado Daniel Peña, responsable del estudio, ese 2% de personas son las que son de verdad felices. Nos equivocamos, mantienen los expertos, al subestimar la importancia de saber perdonarnos ya que esta dimensión es la tercera en importancia por encima de tener pareja o hijos, la satisfacción laboral o la situación profesional en la que nos encontramos.

Con una ligera diferencia, pero hoy en día los hombres son más felices que las mujeres. Hace 10 años las mujeres eran más felices, hace cuatro no había diferencias pero actualmente, ellos lo son más que ellas. ¿La clave? Porque los hombres tienen más capacidad para perdonarse a sí mismos (26,53% frente 26,19%). Las mujeres por su parte tienen una mayor capacidad para aceptar situaciones adversas y no necesitan vivir con halagos, cosas que los hombres sí necesitan para ser feliz sentirse más valorados por los demás. Por su parte, para las mujeres es fundamental sentirse escuchadas. En cuanto a la edad, son las personas de mayor edad las que son más felices, también porque tienen esa capacidad para perdonarse. "El tiempo y los años nos enseña a relativizar las cosas", ha dicho Álava Reyes. Mientras que los menos felices por ese mismo motivo son el grupo de jóvenes (quizá por falta de madurez) y los desempleados.
También es necesario destacar que hay personas y situaciones con las que nos resulta más difícil perdonarnos, como por ejemplo en lo relativo a nuestros hijos, pareja y familia de origen, mientras que nos resulta más fácil hacerlo cuando se trata de jefes y compañeros de trabajo. Por su parte, las situaciones en las que más nos cuesta más perdonarnos es cuando sentimos que hemos fallado a alguien importante y cuando no cumplimos nuestra palabra. En cambio, nos es más fácil cuando sentimos que nos hemos dejado engañar y cuando hacemos el ridículo.
El aspecto laboral también es algo fundamental para definir la felicidad de los españoles, y además, según el estudio, quienes dirigen su propia empresa o trabajan por cuenta ajena refieren una experiencia más intensa y frecuente de la felicidad. Por otro lado, los estudiantes y los desempleados son los que experimentan estas emociones con menor intensidad.
Pero todos estos aspectos tienen algo en común: "Sin ilusión en la vida, no hay nada", ha insistido Álava Reyes. Según el informe refleja que las personas con hijos son más felices, pero la ilusión es clave para conseguir la felicidad, pues ésta se experimenta en la lucha, en el camino hacia un reto. Cuando el reto se ha conseguido, ha explicado la experta, hay una satisfacción, pero se necesita de nuevo tener en mente otro proyecto, otro objetivo, otra ilusión". La tranquilidad de tener un hijo, una pareja, un trabajo te puede dar calma, pero también mucha rutina, por eso, ha insistido en que "si no tienes ilusión y las ganas de querer hace cosas esa aparente tranquilidad no vale de nada".


Por tanto, ilusión, querernos más, tener las riendas de nuestra vida y sobre todo, perdonarnos a nosotros mismos son las claves para conseguir la felicidad. "Sólo si disponemos de una adecuada capacidad para perdonarnos, factores como tener pareja, hijos, y situación y satisfacción laboral, nos harán felices". Actualmente, nunca el medio, ha concluido la experta, fue tan hostil para favorecer la felicidad de las personas, por ello es necesario saber que "perdonar nos hará más libres, pero perdonarnos a nosotros mismos nos hará más felices".

dissabte, 29 de març del 2014

La importancia de trabajar la tolerancia a la frustración con los peques. Patricia Ramírez y Lorena Cos.

Inculcar hábitos de vida saludable a los más pequeños puede requerir de paciencia pero los beneficios compensan: mejoran su salud y, además, aprenden a esforzarse y a enfrentarse a la negativa. Las psicólogas del deporte Patricia Ramírez y Lorena Cos nos dan las claves para lograrlo.
“No me sale, esto es imposible, no sé hacerlo, mamá no puedo, de verdad, lo he intentado todo”. Frases típicas de los niños y que a todos nos suenan son capaces de estresar a más de un padre o madre. ¿Por qué las pronuncian tanto? Porque cada vez que lo hacen, los adultos les damos la solución a ellas.
Muchos padres caen en la sobreprotección y abusan de la permisividad con la intención de reducir o evitar las fuentes que causan la frustración en el niño, terminando por convertir cualquiera de sus fracasos en un nuevo éxito.
Intentar complacer siempre a los niños y evitar que se sientan frustrados ante cualquier situación no favorece su desarrollo integral como persona, ya que, cuando sean adultos, van a tener que enfrentarse a circunstancias tanto de éxito como de fracaso.
Nuestra peor aliada es la impaciencia, motivada por querer evitar a toda costa emociones negativas en nuestros hijos, y que se acentúa por la sociedad en la que vivimos, en la que tenemos de todo y de forma inmediata.
El no alcanzar lo que desean y en el momento que ellos deciden les produce frustración, malestar y cansancio. La mayoría de los padres no quieren que sus hijos sufran, se desmotiven o lo pasen mal y por ello acceden directamente a satisfacer sus necesidades. Sin embargo, de esta manera no aprenderán a luchar, a esforzarse o a plantearse las cosas desde diferentes puntos de vista porque estarán acostumbrados a saciar sus necesidades enseguida.
Entrenar el esfuerzo y otros valores como la constancia permitirá, además, que adquieran hábitos de vida saludables como lavarse los dientes o el cuidado de su higiene, que según a qué edades, les causan pereza, de los que se olvidan o con los que no terminan de ser constantes.
En relación a la alimentación y el sueño, muchas veces el niño desea hacer lo que le place por encima de su bienestar o su salud. Por ello es tan importante inculcarles el concepto de que no podemos dejarnos llevar por los impulsos siempre que nos apetece y, en este caso, de que los beneficios a largo plazo de una alimentación saludable están por encima del placer que las golosinas puedan proporcionarle.
En la etapa infantil, los niños tienden a pensar que el mundo gira a su alrededor, que lo merecen todo y que consiguen al momento lo que piden. No saben esperar porque no tienen desarrollado el concepto del tiempo, ni la capacidad de pensar en las necesidades de los demás. Es entonces cuando hay que empezar a enseñar a los niños a tolerar la frustración.
Aprender esto desde pequeños les permitirá enfrentarse de forma positiva a las distintas situaciones que se les presentarán en la vida. Los niños tienen que saber lidiar con esa vivencia emocional en la que su deseo o necesidad no siempre se llega a cumplir, y esta situación se la van a encontrar muchas veces. Entrenarlos en estos valores permitirá que no tiren la toalla a la primera de cambio en cuanto no consigan el trabajo que sueñan o la pareja perfecta.
Si los padres siempre satisfacen a los hijos con todo aquello que piden, los pequeños no aprenderán a tolerar el malestar que provoca la frustración de no salirse con la suya y el hacer frente a situaciones adversas. Por ello, es muy probable que en la edad adulta sigan sintiéndose mal cada vez que no consigan aquello que se han propuesto.
Tolerar la frustración significa ser capaz de afrontar los problemas y limitaciones que nos vamos a encontrar a lo largo de la vida a pesar de las molestias que puedan causarnos. Por lo tanto, se trata de una actitud que puede trabajarse y desarrollarse.
Si los niños perciben que todo tiene que ser inmediato, y que los padres se muestran contrariados cuando las cosas no ocurren ya, interiorizan esa actitud como patrón de comportamiento y reaccionan con agresividad, ira y malos modos cuando su respuesta y el momento en el tiempo no coinciden.
Algo que también repercute es la falta de costumbre de enseñarles a pensar. Si le solucionas su problema sobre la marcha con tal de que no sufra, nunca aprenderán a pensar.
Permite que tu hijo piense, que tenga incertidumbre dándole vueltas a las posibles alternativas, e, incluso, que se aburra. La creatividad y la solución a los problemas surgen cuando el cerebro piensa en otra dirección a la que está acostumbrado. Y el momento ideal para que esto ocurra es el del aburrimiento.
Si la solución que busca está relacionada con una tarea del cole y al final de la tarde te dice que le ha dado mil vueltas y que no le sale, pídele que te explique en qué ha pensado porque puede ser cierto que no encuentre la solución. Si ves que ni lo ha intentado, es preferible que vaya al colegio sin ella y que se enfrente a las consecuencias de “no pensar”. Si tú le das la solución sin que se haya esforzado, aprenderá que siempre le vas a dar una salida, su cerebro se acomodará y elegirá la opción más fácil.
En cambio, si te das cuenta de que se ha esforzado, que lo ha trabajado y de que lo ha intentado, trata de que su esfuerzo tenga su recompensa. Siéntate con él, ayúdale a pensar y procura llegar a la solución. Aprenderá que cuando se esfuerza y pone de su parte, se alcanzan los objetivos. Trata de valorar su esfuerzo y actitud más que el resultado.
Aprendamos a tolerar la frustración de los más pequeños con unos consejos muy sencillos:
1. Dar ejemplo. Una actitud positiva por parte de los padres a la hora de afrontar las situaciones adversas es el mejor ejemplo para que los hijos aprendan a buscar soluciones a sus problemas.
2. Cambiar la frustración por aprendizaje. Las situaciones complicadas son una buena oportunidad para que el niño aprenda cosas nuevas, las retenga y pueda afrontarlas por sí mismo cuando se vuelvan a repetir.
3. Enseñarle a ser perseverante. Si el niño aprende que siendo constante encuentra soluciones, sabrá controlar la frustración en otras ocasiones.
4. Educar en la cultura del esfuerzo. Enseñar el esfuerzo como vía resolutiva de sus fracasos.
5. No darle todo hecho. Facilitarle la opción de que alcance sus retos por sí mismo, de manera que pueda equivocarse y aprender de sus errores.
6. No ceder ante sus rabietas. De lo contrario, aprenderá que esa es la forma más efectiva de resolver los problemas.
7. Marcarle objetivos. Hay que enseñar al niño a tolerar la frustración poniéndole objetivos realistas y razonables.

Hay formas positivas de hacer frente a estos sentimientos que provoca la frustración:
1. Enseñarle técnicas de relajación. Todos nos enfrentamos a las situaciones adversas de una forma más positiva si estamos relajados.
2. Ayudarle a descubrir y nombrar los sentimientos. De esa manera sabrá identificarlos y lo que debe hacer para abordarlos.
3. Reforzar las acciones apropiadas del niño. Es importante elogiarlo cuando retarde su respuesta habitual de ira ante la frustración y cuando utilice una estrategia adecuada.
4. Modificar la tarea. Animar al niño a identificar una forma alternativa de alcanzar el objetivo.
5. Ayudarle a identificar el sentimiento de frustración cuando aparezca.
6. Enseñar al niño a que aprenda a pedir ayuda, aunque también a que encuentre una solución primero.
7. Representar papeles. Se puede jugar con el niño a interpretar una situación frustrante o animarle a que hable consigo mismo de forma positiva y busque una manera de resolver el problema.
8. Actividad física: La actividad física proporciona una salida para la energía negativa que conlleva el estar frustrado.

9. La caja de las habilidades: Mete en ella todo lo que tu hijo perciba como tranquilizante (puzzle, pinturas, plastilina…) y guárdala en un lugar seguro que pueda utilizar sólo cuando se siente frustrado.