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dimecres, 30 d’abril del 2014

"La felicidad consiste en poner de acuerdo tus pensamientos, tus palabras y tus hechos". Frases para cambiar vidas.

Autor: Mahatma Ghandi
En una entrevista concedida al diario El País, preguntaron a Phap Dung, monje budista zen, cómo definiría la felicidad. Esta fue su respuesta...
"Una persona feliz se conoce bien a sí misma. Ama vivir. No está atrapada por sus ideas y emociones. Sabe cómo cuidarse. Esto no significa que tenga que estar contenta todo el tiempo, pero sabe lidiar con su sufrimiento.
Antes creía que era feliz cuando recibía cosas de fuera: fiestas, estímulos interesantes. Pero mira: observa este instante. Este es un momento feliz. Estoy vivo. Estoy hablando con alguien que quiere ayudar a otros. Puedo alimentar mi felicidad. Esto no es una constante, no hay que darlo por hecho; es una práctica que puedo cultivar."
Me pareció muy apropiada y veraz la reflexión, ya que el acercamiento a la felicidad, depende más de aquello de lo que seamos capaces de desprendernos, que de las mil nuevas maravillas que persigamos y podamos adquirir. En realidad, basta con saber que estamos vivos para sentirnos felices. Eso debería suponerlo todo.
En todo caso, y para los que desconfíen de una propuesta tan simple, planteemos la pregunta clave: ¿hay una fórmula que se pueda aplicar en el día a día y que nos lleve a alcanzar la felicidad?. La respuesta es que no hay una fórmula magistral, única y específica, entre otras cosas porque la felicidad no implica lo mismo para cada uno de nosotros. Existen, eso si, recetas genéricas como las que integran estas "13 claves para ser feliz" del profesor de Harvard Tal Ben-Shahar; un israelí experto en psicología positiva que imparte desde hace varios años el curso “Mayor felicidad”.
La cátedra "Mayor felicidad", que se ha convertido en una de las más populares de la prestigiosa universidad norteamericana, está fundamentada en encuestas y estudios de campo sobre las características y ingredientes que permiten vivir felizmente. El resumen del curso son estos trece consejos que contribuyen a alcanzar la felicidad; tips bastante sencillos y fáciles de seguir.

1.- Realiza algún ejercicio: Los expertos aseguran que hacer actividad física es igual de bueno que tomar un antidepresivo para mejorar el ánimo. Treinta minutos de ejercicio es el mejor antídoto contra la tristeza y el estrés.
2.- Toma desayuno: Algunas personas se saltan el desayuno porque no tienen tiempo o porque no quieren engordar. Estudios demuestran que desayunar ayuda a tener energía, pensar y desempeñar exitosamente las actividades.
3.- Agradece a la vida todo lo bueno que tienes: Escribe en un papel diez cosas que tienes en tu vida que te dan felicidad. Cuando hacemos una lista de gratitud nos obligamos a enfocarnos en cosas buenas.
4.-  Sé asertivo: Pide lo que quieras y di lo que piensas. Está demostrado que ser asertivo ayuda a mejorar la autoestima. Aguantar en silencio todo lo que te digan y hagan, genera tristeza y desesperanza.
5.- Gasta tu dinero en experiencias, no en cosas: Un estudio descubrió que el 75% de las personas se sentía más feliz cuando invertía su dinero en viajes, cursos y clases. En tanto, solo el 34% dijo sentirse más feliz cuando compraba cosas.
6.- Enfrenta tus retos: No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. Estudios demuestran que cuanto más postergas algo que sabes que tienes que hacer, más ansiedad y tensión generas. Escribe pequeñas listas semanales de tareas a realizar y cúmplelas.
7.- Pega recuerdos bonitos, frases y fotos de tus seres queridos por todos lados: Llena tu refrigerador, tu ordenador, tu escritorio, tu dormitorio, en fin, tu vida, de recuerdos bonitos.
8.- Siempre saluda y sé amable con otras personas: Más de cien investigaciones afirman que solo sonreír cambia el estado de ánimo.
9.- Usa zapatos que te queden cómodos: Si te duelen los pies es seguro que te pondrás de mal genio, asegura el doctor Keinth Wapner, Presidente de la Asociación Americana de Ortopedia.
10.- Cuida tu postura: Caminar derecho con los hombros ligeramente hacia atrás y la vista hacia el frente ayuda a mantener un buen estado de ánimo.
11.- Escucha música: Está comprobado que escuchar música te despierta deseos de cantar y bailar, lo que alegra la vida.
12.- Aliméntate bien: Lo que consumes tiene un impacto importante en tu estado de ánimo. Por esta razón, lo recomendable es comer algo ligero cada tres o cuatro horas para así mantener los niveles de glucosa estables; no saltarse comidas; evitar el exceso de harinas blancas y el azúcar; comer de todo y variar los alimentos.
13.- Arréglate y siéntete atractivo(a): El 41% de la gente dice que se siente más feliz cuando piensa que se ve bien.

Reflexión final: "Piensa en toda la belleza que aún queda alrededor de ti y sé feliz." (Ana Frank)


20 señales de falta de confianza que te impiden avanzar. Blog Phronesis.

Te has preguntado ¿Qué anda mal conmigo? ¿No soy lo suficientemente bueno? ¿No soy lo suficientemente inteligente? A veces estás consciente de que no eres el mejor en algo, pero tratas de hacer tu mejor esfuerzo. Te levantas, pones una sonrisa en tu cara y esperas que nadie note lo aterrado e inseguro que te sientes en realidad. Que no te sorprenda el hecho de que mientras actúas confiado, puedes estar enviando varias señales de falta de confianza en ti mismo a la gente que pretendes impresionar.
Tu comportamiento, pensamientos y sentimientos se traducen en expresiones patentes que demuestran el nivel de inseguridad que sientes. Y desafortunadamente, la baja confianza en ti mismo es poco favorable lo que, de alguna manera, te desacredita ante el resto. No importa cuán inteligente seas o que tan ingeniosas sean tus ideas.
¿Sabías que el 93% de los mensajes reconocibles que les enviamos a otros corresponden a comunicación no verbal?
El Dr. Albert Mehrabian, autor de “Silent Messages”, ha realizado varios estudios acerca de la comunicación no verbal. Concluyó que el 7% de cualquier mensaje se traduce a palabras, el 38% a elementos vocales específicos, y un 55% a elementos de comunicación no verbal (expresiones faciales, gestos, postura, etc.).
Si vas a actuar con confianza (independientemente de que lo sientas o no) debes tener claro cómo se ve un comportamiento de poca confianza.
Aquí van 20 maneras de reconocerlas:
1. Usar un lenguaje corporal débil, por ejemplo, brazos cruzados, falta de sonrisa, verte desanimado, y ausencia de contacto visual.
2. Dudar al hablar en un grupo. Ya sea en una reunión, en un grupo de amigos o dando algún discurso.
3. Evadir la interacción con alguien que no conoces. Ser incapaz de iniciar conexiones o acercamientos con alguien que quieres conocer.
4. Comunicación verbal débil. Cosas como hablar muy bajo, terminar una oración en tono de pregunta, o escucharte realmente nervioso.
5. El miedo a intentar cosas nuevas o aceptar desafíos. Se refiere a la dificultad de actuar cuando te sientes levemente o completamente incomodo. Incluso cuando sabes que esa situación podría significar un beneficio para ti.
6. Inseguridad para pedir algo que quieres o necesitas. Es no tener la habilidad de expresar tus deseos con confianza por no sentirte digno de hacerlo.
7. La resistencia a superar los errores del pasado. Es aferrarse a una manera de pensar negativa y avergonzarte de lo que ya pasó.
8. No confiar en tu propio juicio. Sentir que tu habilidad para resolver problemas, tomar decisiones, crear ideas, o ser asertivo se ve comprometida o no es tan sana o fluida como la de tus pares.
9. Indecisión. No confiar lo suficiente en tu propio juicio incluso para saber lo que quieres.
10. Dejar que otros tomen decisiones por ti. Es dejar que las opiniones de otros definan tu propia realidad.
11. Fantasear con que no eres lo suficientemente exitoso. Sentirte intimidado alrededor de gente que percibes que es más exitosa o resuelta que tu.
12. Sentir celos o resentimiento hacia la gente exitosa. Proyectando tus inseguridades y anhelos en sentimientos y comportamientos negativos hacia otras personas.
13. No expresar motivación para tomar acciones. Sentirse deprimido o derrotado y creer que cualquier acción a tomar no va a funcionar o es demasiado complicada.
14. Auto sabotearse a propósito. Crear una situación que sea imposible de lograr así tienes una excusa perfecta para fallar y para que otros deben sentir lástima por ti.
15. La constante necesidad de validación. No sólo en las relaciones personales, sino con tus jefes, compañeros de trabajo, profesores, clientes y pares.
16. Miedo al rechazo. Se traduce en una preocupación contante de que otros te hieran o te rehúyan.
17. El temor de cómo otros te perciben. Sentirse dolorosamente tímido e incómodo acerca de tu inteligencia y tu apariencia.
18. Estar demasiado preocupado en la apariencia física. La necesidad de revisar constantemente tu apariencia, compararte con otros, u obsesionarte con partes de tu cuerpo o cara en detrimento de otros.
19. No establecer límites con otros. Permitir que otros saquen provecho de ti simplemente porque no te atreves a de decir NO
20. Ser demasiado condescendiente o complaciente con la gente. Se trata de ignorar completamente nuestros valores, necesidades o deseos para ganar afecto y aprobación.

¿Te ves reflejado en alguno de estos comportamientos? Si es así, tristemente, estas enviando señales a quienes te rodean que indican que no mereces o no eres capaz de hacerte cargo de cualquier situación a la que te estás enfrentando. Y si no pareces confiado para quienes te rodean, no tendrán mucha confianza en ti. Incluso peor, cuando estas personas muestren la falta de confianza que les inspiras, te hará sentir incluso más inseguro.


dimarts, 29 d’abril del 2014

"NOS PASAMOS LA VIDA FORZANDO A OTROS A AMARNOS". Prem Baba. La Contra de La Vanguardia.

Prem Baba, psicoterapeuta y maestro espiritual realizado.


Tengo 45 años. Nací en Sao Paulo y vivo en la India y viajando. Estoy divorciado y tengo una hija (8). Licenciado en Psicología. ¿Política? Ser honesto, hablar y actuar desde el corazón. Creo en la capacidad del ser humano para elevarse, tengo una fe inquebrantable en el amor.

Psicoespiritualidad
Tiene un ashram en Sao Paulo y seguidores en todo el mundo; lógico ya que sus enseñanzas buscan guiar el tránsito del sufrimiento a la alegría combinando la espiritualidad y la psicología. Profesión a la que no ha renunciado: "El autoconocimiento es el abecé de la espiritualidad". Afirma que nuestras mezquindades y maldades, que en todos hay, son fruto de experiencias de dolor infantiles que reeditamos continuamente y traspasamos, sin consciencia, a nuestros hijos. "Es uno de los focos de mi trabajo: interrumpir esa enfermedad emocional, procurar herramientas a los niños, mediante la educación, para que vivan con consciencia". Ha dado una charla en La Casa del Tíbet de Barcelona.

Usted ha tenido dos vidas. ¿Qué hacía en la primera?
Hasta el 2002 fui psicólogo. Observé que el ser humano está desesperado en busca de alivio, y comprendí que la psicología es sólo una parte del proceso, sola no puede sanar al ser humano.

Y salió a buscar...
Siempre fui un buscador. Ya de niño le preguntaba a mi madre: "Madre, ¿quién ha hecho el mundo?". "Fue Dios". "¿Y quién ha hecho a Dios?". "No pienses en eso o te volverás loco", me insistía.

No le hizo mucho caso.
No. Pase por muchas escuelas y maestros hasta que algo cambió dentro de mí.

Se convirtió en un maestro realizado, ¿qué es eso?
Cuando la búsqueda se termina, te sientes pleno y sabes quién eres. Antes quería agradar, ser alguien. Ahora me dedico a ayudar a la gente a hacer el tránsito del sufrimiento a la alegría sin ningún interés.

¿Qué es la alegría?
Contentamiento, ausencia de miedo, de sentimiento de carencia.

¿Y cómo se conquista?.
Realizando un proceso de autotransformación. Estamos envueltos de capas de sufrimiento que se expresan como maldad y mezquindad. Hay que ir al fondo de uno mismo porque la alegría es una cualidad natural del ser, producto de la paz.

Dígame cómo sacudirme la maldad.
Lo primero es eliminar el juego de acusaciones, buscar en uno mismo las causas de las insatisfacciones y responsabilizarse de ellas. Hay que escuchar al yo interior porque esas capas tienen vida propia, cada una es un yo psicológico. Para ello propongo la meditación, la reflexión y la práctica del servicio desinteresado.

Pero la gente tiene hijos, hipotecas, trabajo (con suerte), y poco tiempo.
Una práctica que está al alcance de todos es poner en movimiento el amor disponible a través de actitudes generosas, compasivas, fraternales; hacer el bien no importa a quién. Y experimentará un milagro; se sorprenderá de cómo cambia su vida.

Pero somos simultáneamente generosos, egoístas, compasivos, crueles...
Hay que entender que el egoísmo y la crueldad los genera el sufrimiento, tomar conciencia de que las repeticiones negativas y destructivas de nuestra vida nacen dentro de nosotros, de esa parte nuestra comprometida con la destrucción.

¿Por qué?
Porque en algún momento de nuestra evolución nos hicimos daño, sufrimos el shock del abandono, la exclusión, el rechazo. Y nuestra manera de protegernos es a través del egoísmo, el orgullo, la vanidad... El ser humano genera su propia destrucción, y sólo podrá interrumpirla si toma conciencia.

...
Es muy común acusar al otro de nuestra infelicidad. Nos pasamos la vida forzando a otros a amarnos, a que hagan las cosas a nuestra manera, y eso sólo genera más y más sufrimiento e infelicidad, porque actuamos a partir de esa defensa, y esto es lo que yo propongo que sea transformado.

Casi nada.
Ja, ja...; es un gran desafío.

La vida trae problemas e infelicidad.
Son oportunidades. Cuando el problema se repite, hay que insistir en esa pregunta sabia. ¿Qué intenta enseñarme la vida que no consigo aprender?

La teoría nos la sabemos todos...
Yo soy la prueba de que es posible transformar la teoría en práctica.

¿Nos hacemos todos gurús?
En algún grado; por qué no, ja, ja, ja. Todos podemos iluminar el amor y el perdón.

Meditar no es garantía de nada. Está lleno de ombligos que meditan.
La meditación que más se practica es la que se focaliza en el vacío, pero hay una meditación activa, analítica, que nos permite identificar cómo saboteamos nuestra felicidad. Mire, hay preguntas fundamentales.

¿Cuáles?
¿Estás dando al mundo los regalos que has traído para dar?, ¿cómo está tu vida familiar, sexual, laboral...?. Si existe insatisfacción en alguna de esas áreas, si intentas cambiar y no puedes, es porque hay algo dentro de ti que está deseando esa insatisfacción.

Somos nuestro peor enemigo, veo.
El ser humano es muy complicado. Atraemos aquello que más odiamos y tememos. El adulto guarda dentro de él heridas de su infancia, por eso repite, reedita su herida...

¿Cómo evitar esas heridas a nuestros hijos?
Debemos procurarles el máximo de amor consciente posible. Ver sus potenciales dormidos y darles fuerza para despertarlos. Pero les imponemos nuestro conocimiento invalidando su sabiduría innata porque nos creemos superiores. Ejercemos el poder. Les utilizamos para satisfacer nuestras carencias, proyectamos en ellos nuestro propio niño, mal integrado... Y la historia se repite.

Estamos llenos de buenas intenciones.
Ja, ja, ja... Pero la persona se dará cuenta de que no está siendo totalmente honesta a través del resultado que se refleja en su vida.

Usted es psicólogo, sabe que nuestra vida está controlada por el inconsciente.
Justamente lo que propongo es traer esos aspectos inconscientes a la conciencia a través de la autoinvestigación, el análisis y la meditación. Pero hay que tener coraje.


Por qué nos agarramos a la excusa. Jordi Jarque. La Vanguardia.

¿Por qué hay tantas personas a las que les cuesta asumir las responsabilidades o las consecuencias de lo que hace o deja de hacer? Los expertos explican que justificarse es una reacción habitual. Pero se puede ir cambiando.
Cualquier excusa es buena, o no, pero al menos parece que de manera inmediata tranquiliza la conciencia de quien la usa. ¿Quién no ha dicho que llega tarde al trabajo por el tráfico o a una cena con unos amigos asegurando que nunca ha sido puntual? Permite no sentirse tan culpable o responsable de lo que se ha hecho o dejado de hacer. Las excusas también se utilizan en situaciones que son desbordantes: “Yo no puedo hacer nada para paliar el hambre en el mundo”.
No todo el mundo lo contempla de la misma manera. La actriz Hilary Swank, quien ya tiene en su haber dos Oscar, afirma que uno mismo se pone excusas para no cambiar situaciones, para no hacer nada. “Siempre se tienen dos opciones: decir que el mundo no tiene remedio y no hacer nada o luchar por mejorarlo”. Lo tiene muy claro sobre todo al encarnar en Escritores de la libertad a la maestra Erin Gruwell, una historia real que sucedió en Los Ángeles hace unos veinte años, cuando estaban al alza los disturbios raciales alimentados por las imágenes repetidas hasta la saciedad de Rodney King golpeado por la policía cuando ya estaba esposado. Para estrenarse como maestra, la joven Erin Gruwell escoge ir a una de las escuelas más conflictivas, en un barrio convertido en gueto, donde algunos alumnos acuden a la clase con armas. Las circunstancias son perfectas para que todo siga igual y los niños persistan en el fracaso escolar. Los profesores veteranos no están por la labor. Su excusa es que hagan lo que hagan estos chavales seguirán insertados en la espiral de violencia y delitos. Pero el idealismo y la tenacidad de Erin Gruwell tiene suficiente consistencia como para que estos chicos sentenciados recuperen su dignidad y su autoestima. En un barrio donde casi nadie va a la universidad consiguió que 150 alumnos suyos se matricularan en las universidades.
La historia de Erin Gruwell es real y aun así sorprende y es calificada de excepcional. Las excusas no iban con esta maestra. Pero para muchas personas, sí. En mayor o menor grado se buscan justificaciones de lo que pasa o deja de pasar. Según los expertos se trata de un mecanismo habitual porque la persona saca un beneficio de ello. Son denominados beneficios secundarios. ¿Cómo nos beneficia? ¿Nos beneficia realmente?
Para Noemí Suriol, fisioterapeuta, directora del centro Lenoarmi, de Barcelona, se produce una tensión dentro de la persona entre lo que debiera hacer y lo que decide no hacer. “Esta distancia crea incomodidad, molestia, angustia, es internamente activa como un Pepito Grillo. Ante esta molestia aparecen los pretextos para apaciguar esta incomodidad interna. En primera instancia nos beneficia. Pero se trata de un beneficio secundario que al final perjudica nuestro desarrollo. Robin Sharma, abogado, experto en liderazgo y desarrollo personal, autor de, entre otros libros, Las cartas secretas del monje que vendió su Ferrari (Grijalbo), también constata esta querencia por los pretextos. Explica que hay cierta tendencia a creer que no se puede hacer nada ante hechos que nos sobrepasan, como llegar tarde al trabajo por un accidente de tráfico que ha producido un atasco descomunal. Pero el colmo de los colmos es asegurar que se llega tarde por ese accidente sin que realmente haya tenido lugar. Es el miedo a asumir responsabilidades.
Excusas hay muchas y muy variadas. “Todos tenemos una gran caja de excusas, como una caja de herramientas mental que todos llevamos y utilizamos para ser coherentes”, afirma Noemí Suriol. Hay quien se ha entretenido en recopilarlas. Francisco Gavilán es un psicólogo que en su libro Yo no he sido (Zenith) ha recogido las más habituales. Desde las más recurrentes como “ya lo haré mañana” y “todo el mundo lo hace”, hasta los más inquietantes como “la televisión me impulsó a hacerlo”. Este experto asegura que la excusa es un autoengaño, una especie de táctica para sobrevivir, para salvar la autoestima o la imagen que se proyecta hacia los demás. En este sentido se siente amenazado y opta por justificarse en lugar de asumir sus limitaciones en un momento dado, sus equivocaciones o su inconsistencia. Es difícil reconocer los errores que uno pueda cometer.
Hay problemas para asumir responsabilidades y hay quien afirma que realmente nadie puede asumir nada porque el ser humano es reo de su biología, de su sistema hormonal o de su código genético. No es extrañar que el determinismo existencial, según el cual el libre albedrío es una quimera porque el ser humano está sujeto a meros mecanismos, guste a tanta gente, asegura Michael Gazzaniga, psicobiológo, director del Sage Center para el estudio de la mente de la Universidad de California, autor de, entre otros libros, ¿Quién manda aquí? El libre albedrío y la ciencia del cerebro (Paidós). “Soy como soy y no puedo cambiar. Es mi temperamento o mis genes y ante eso no puedo hacer nada”. Para este neurocientífico vivimos en una especie de contradicción. Lo explica de la siguiente manera: “La vida diaria plantea el siguiente enigma: todos nos sentimos agentes conscientes, todos nos sentimos como una unidad consciente, capaces de actuar con determinación y libres de tomar decisiones de casi cualquier tipo. Al mismo tiempo, todo el mundo comprende que somos máquinas, aunque máquinas biológicas, y que la leyes físicas del universo son aplicables a ambos tipos de máquinas, tanto a las artificiales como a las humanas. ¿Ambos tipos de máquinas están completamente determinados o tenemos la libertad de elegir lo que deseamos?”.
Michael Gazzinga lleva este determinismo hasta sus últimas consecuencias y recuerda que Richard Dawkins, etólogo y autor de, entre otros libros, El gen egoísta, que popularizó a dicho científico, “representa la perspectiva de la ciencia ilustrada que sostiene que todos somos máquinas mecanicistas determinadas, afirmación que conlleva consecuencias inmediatas. Si es así, ¿por qué castigamos a los individuos que muestran una conducta antisocial, si no pueden hacer otra cosa? ¿Por qué no los vemos como personas que necesitan una reparación? Al fin y al cabo, si el coche se estropea y nos deja tirados, no la emprendemos a patadas contra él?”. Michael Gazzinga explica que entre los neuro­científicos cada vez tienen más asimilado que el cerebro no es estático, sino dinámico. Se habla de la plasticidad del cerebro y su capacidad para modificar sus conexiones neuronales incorporando nuevas habilidades.
También puede ser una cuestión de creencias sobre lo que se puede hacer o no relacionado con este libre albedrío. Pero sea creencia o no, puede determinar resultados como han constatado otros investigadores. Kathleen Vohs, psicóloga, profesora de Marketing de la Carlson School of Management de la Universidad de Minnesota, y su colega Jonathan Schooler, investigador del departamento de Psicología de la Universidad de California, demostraron en un experimento publicado hace cuatro años en la revista de la Association for Psychological Science, que la gente actúa mejor cuando cree que tiene libre albedrío y puede decidir por sí misma sin poner excusas. Tras analizar una encuesta efectuada en 36 países, donde se observaba que más del 70% de los encuestados se consideraba dueño de su propia vida, y otros estudios donde se demuestra que la transformación del sentido de la responsabilidad del individuo puede alterar su conducta, Vohs y Schooler decidieron comprobar empíricamente si la gente trabaja mejor cuando cree que tiene la libertad de elegir sus actos. Llegaron a la conclusión de que “la incredulidad en cuanto al libre albedrío produce la sensación de que el esfuerzo es inútil y, por tanto, no vale demasiado la pena tomarse la molestia de cambiar”. Michael Gazzinga añade que, en ese sentido, “la gente prefiere no tomarse la molestia, en forma de autocontrol, porque es algo que requiere esfuerzo y consume energía”.
Tanta energía puede consumir que a la mente no le resulta difícil producir más y más excusas. Aunque tampoco es gratis. Noemi Suriol explica que la mente puede engañar al cerebro, pero lo tiene difícil para engañar al cuerpo. “Al cuerpo no se le puede engañar, y el cuerpo no engaña. Cuando mentimos, se producen una serie de reacciones fisiológicas más o menos sutiles que van acumulándose por el hábito. Pequeñas contracciones musculares o cambios en la tensión, entre otras, pueden ser identificadas por personas entrenadas en la observación o por personas intuitivas. Cuando mentimos, el cuerpo manifiesta esta discrepancia. Para la salud integral de las personas, la verdad es saludable. Acercarse a la verdad (objetiva) es un esfuerzo que provoca salud. El hábito de buscar excusas o pretextos está muy arraigado en la mente humana y busca la seguridad del individuo. Hay que hacer un esfuerzo para ser congruente y un atajo son las excusas y los pretextos, que son unas categorías sutiles de la mentira. Las pequeñas mentiras cotidianas pueden hacer la vida cotidiana aparentemente un poco más soportable, pero es un camino engañoso”.
Aún así hay situaciones y situaciones, como explica Assumpció Salat i Bertran, psicóloga, directora del centro de psicología Àgape. Esta experta constata que una de las cosas que más cuesta “a muchos seres humanos es asumir totalmente la experiencia de sus vidas. La diferencia entre la persona que pone excusas y la que no lo hace es que a la primera le cuesta mucho asumir el resultado de sus elecciones y decisiones, mientras que la segunda es una persona responsable capaz de asumir los resultados de todo aquello que hace o dice”. Esta experta explica en qué situaciones generalmente hay una tendencia a poner excusas.
“Primero, ante aquello sentimos”. Comenta que en vez de asumir la responsabilidad de nuestros sentimientos ponemos excusas y culpabilizamos a los demás o al entorno de lo que sentimos. “Los sentimientos es algo que producimos nosotros mismos en nuestro interior al alimentar nuestra emociones que serían puntuales con pensamientos que las engordan y las nutren”.
En segundo lugar, esta experta afirma que se ponen excusas ante los errores. “Tendemos a veces a no reconocerlos y a justificarnos o poner excusas para no asumir las consecuencias de nuestro error”.
En tercer lugar, “ante nuestros acuerdos con otras personas o entidades”. Assumpció Salat i Bertran afirma que cuando se llega a un acuerdo con alguien y luego por alguna razón ese acuerdo no se cumple, “tendemos a poner excusas para no asumir nuestra responsabilidad, el ejemplo típico es el de llegar tarde a una cita (acuerdo), enseguida ponemos excusas y justificaciones para no tener que pasar por la vergüenza o el miedo a admitir nuestra responsabilidad”.
Y por último, ante comportamientos o errores de otras personas, tendemos a poner excusas para salvarlos o para que no asuman ellos las consecuencias y la responsabilidad de sus actos o errores”. Assumpció Salat quiere remarcar que, a la larga, las excusas restan efectividad y eficiencia en nuestra vidas, nos roban también la energía por la incoherencia interior que producen. “Por todo ello, para librarnos de las excusas y justificaciones hemos de tener siempre muy presente que nadie ni nada nos manipula. Nos pueden amenazar, pero nunca manipular, ya que todo lo que pensamos, decimos y hacemos siempre lo acabamos decidiendo nosotros mismos. Ser consciente de esto, y entrenarse en practicarlo es todo un trabajo de autoconocimiento”.
Pero no es fácil. Noemí Suriol recuerda un proverbio árabe: “Quien quiere hacer algo encuentra un medio, quien no quiere hacer algo encuentra una excusa”. Esta experta propone modificar un poco esta frase para incorporar también el concepto pretexto: “Quien quiere hacer algo (indebido) encuentra un pretexto, quien no quiere hacer algo (que debiera hacer) encuentra una excusa”. Marcelo Berenstein, director de Emprendedores News y autor de 201 mensajes para emprender y liderar, recoge la historia de un maestro que llevó al alumno a una granja muy pobre donde todos vivían de lo poco que obtenían de su vaca. “Sorpresivamente el maestro mató a la vaca y se fue con el alumno, quien quedó acongojado y perplejo por su acción. Al año ambos regresaron. En la granja se respiraba prosperidad. La vaca había sido la excusa con la que justificaban su fracaso, no hacían nada y se conformaban con su situación”.
Marcelo Berenstein comenta que quienes ponen excusas pueden ser identificados como pesimistas. Y hay quien justifica el pesimismo asegurando que son realistas frente a los optimistas. ¿Quién es más realista? Qué más da. “Ambos logran, para bien o para mal, aquello en lo que creen. Un optimista hace lo que un pesimista impide”, asegura Marcelo Berenstein. Para quien quiera identificar qué tipo de excusas utiliza en su vida, este experto ha hecho una pequeña lista de vacas.
Vacas justificadoras: hay quienes están peor, odio mi trabajo pero gracias a que lo tengo, al menos tenemos para comer.
Vacas inocentes: lo que me pasa es genético, o a mi nadie me apoya.
Vacas de falsas creencias: se es esclavo de lo que se tiene.
Vacas paralizantes: recién empiezo algo nuevo cuando estoy absolutamente seguro.
Vacas filosóficas: unos nacen con estrellas y otros nacen estrellados.
Vacas de autoengaño: lo importante no es ganar sino competir.

Los expertos aseguran que la manera de eliminar las excusas es sencillamente asumir al 100% la responsabilidad de los errores o de las cosas que dejan de hacerse bien. No es tan fácil porque también requiere dejar de culpabilizarse de manera castrante. Y la culpa y los miedos al cambio todavía pesan demasiado.