OPCIONS DE MENÚ

dilluns, 14 de juliol del 2014

POR QUÉ NOS AGARRAMOS A LA EXCUSA. Jordi Jarque. La Vanguardia.

¿Por qué hay tantas personas a las que les cuesta asumir las responsabilidades o las consecuencias de lo que hace o deja de hacer? Los expertos explican que justificarse es una reacción habitual. Pero se puede ir cambiando
Cualquier excusa es buena, o no, pero al menos parece que de manera inmediata tranquiliza la conciencia de quien la usa. ¿Quién no ha dicho que llega tarde al trabajo por el tráfico o a una cena con unos amigos asegurando que nunca ha sido puntual? Permite no sentirse tan culpable o responsable de lo que se ha hecho o dejado de hacer. Las excusas también se utilizan en situaciones que son desbordantes: “Yo no puedo hacer nada para paliar el hambre en el mundo”.
No todo el mundo lo contempla de la misma manera. La actriz Hilary Swank, quien ya tiene en su haber dos Oscar, afirma que uno mismo se pone excusas para no cambiar situaciones, para no hacer nada. “Siempre se tienen dos opciones: decir que el mundo no tiene remedio y no hacer nada o luchar por mejorarlo”. Lo tiene muy claro sobre todo al encarnar en Escritores de la libertad a la maestra Erin Gruwell, una historia real que sucedió en Los Ángeles hace unos veinte años, cuando estaban al alza los disturbios raciales alimentados por las imágenes repetidas hasta la saciedad de Rodney King golpeado por la policía cuando ya estaba esposado. Para estrenarse como maestra, la joven Erin Gruwell escoge ir a una de las escuelas más conflictivas, en un barrio convertido en gueto, donde algunos alumnos acuden a la clase con armas. Las circunstancias son perfectas para que todo siga igual y los niños persistan en el fracaso escolar. Los profesores veteranos no están por la labor. Su excusa es que hagan lo que hagan estos chavales seguirán insertados en la espiral de violencia y delitos. Pero el idealismo y la tenacidad de Erin Gruwell tiene suficiente consistencia como para que estos chicos sentenciados recuperen su dignidad y su autoestima. En un barrio donde casi nadie va a la universidad consiguió que 150 alumnos suyos se matricularan en las universidades.
La historia de Erin Gruwell es real y aun así sorprende y es calificada de excepcional. Las excusas no iban con esta maestra. Pero para muchas personas, sí. En mayor o menor grado se buscan justificaciones de lo que pasa o deja de pasar. Según los expertos se trata de un mecanismo habitual porque la persona saca un beneficio de ello. Son denominados beneficios secundarios. ¿Cómo nos beneficia? ¿Nos beneficia realmente?
Para Noemí Suriol, fisioterapeuta, directora del centro Lenoarmi, de Barcelona, se produce una tensión dentro de la persona entre lo que debiera hacer y lo que decide no hacer. “Esta distancia crea incomodidad, molestia, angustia, es internamente activa como un Pepito Grillo. Ante esta molestia aparecen los pretextos para apaciguar esta incomodidad interna. En primera instancia nos beneficia. Pero se trata de un beneficio secundario que al final perjudica nuestro desarrollo”.
Robin Sharma, abogado, experto en liderazgo y desarrollo personal, autor de, entre otros libros, Las cartas secretas del monje que vendió su Ferrari (Grijalbo), también constata esta querencia por los pretextos. Explica que hay cierta tendencia a creer que no se puede hacer nada ante hechos que nos sobrepasan, como llegar tarde al trabajo por un accidente de tráfico que ha producido un atasco descomunal. Pero el colmo de los colmos es asegurar que se llega tarde por ese accidente sin que realmente haya tenido lugar. Es el miedo a asumir responsabilidades.
Excusas hay muchas y muy variadas. “Todos tenemos una gran caja de excusas, como una caja de herramientas mental que todos llevamos y utilizamos para ser coherentes”, afirma Noemí Suriol. Hay quien se ha entretenido en recopilarlas. Francisco Gavilán es un psicólogo que en su libro Yo no he sido (Zenith) ha recogido las más habituales. Desde las más recurrentes como “ya lo haré mañana” y “todo el mundo lo hace”, hasta los más inquietantes como “la televisión me impulsó a hacerlo”. Este experto asegura que la excusa es un autoengaño, una especie de táctica para sobrevivir, para salvar la autoestima o la imagen que se proyecta hacia los demás. En este sentido se siente amenazado y opta por justificarse en lugar de asumir sus limitaciones en un momento dado, sus equivocaciones o su inconsistencia. Es difícil reconocer los errores que uno pueda cometer.
Hay problemas para asumir responsabilidades y hay quien afirma que realmente nadie puede asumir nada porque el ser humano es reo de su biología, de su sistema hormonal o de su código genético. No es extrañar que el determinismo existencial, según el cual el libre albedrío es una quimera porque el ser humano está sujeto a meros mecanismos, guste a tanta gente, asegura Michael Gazzaniga, psicobiológo, director del Sage Center para el estudio de la mente de la Universidad de California, autor de, entre otros libros, ¿Quién manda aquí? El libre albedrío y la ciencia del cerebro (Paidós). “Soy como soy y no puedo cambiar. Es mi temperamento o mis genes y ante eso no puedo hacer nada”. Para este neurocientífico vivimos en una especie de contradicción. Lo explica de la siguiente manera: “La vida diaria plantea el siguiente enigma: todos nos sentimos agentes conscientes, todos nos sentimos como una unidad consciente, capaces de actuar con determinación y libres de tomar decisiones de casi cualquier tipo. Al mismo tiempo, todo el mundo comprende que somos máquinas, aunque máquinas biológicas, y que la leyes físicas del universo son aplicables a ambos tipos de máquinas, tanto a las artificiales como a las humanas. ¿Ambos tipos de máquinas están completamente determinados o tenemos la libertad de elegir lo que deseamos?”.
Michael Gazzinga lleva este determinismo hasta sus últimas consecuencias y recuerda que Richard Dawkins, etólogo y autor de, entre otros libros, El gen egoísta, que popularizó a dicho científico, “representa la perspectiva de la ciencia ilustrada que sostiene que todos somos máquinas mecanicistas determinadas, afirmación que conlleva consecuencias inmediatas. Si es así, ¿por qué castigamos a los individuos que muestran una conducta antisocial, si no pueden hacer otra cosa? ¿Por qué no los vemos como personas que necesitan una reparación? Al fin y al cabo, si el coche se estropea y nos deja tirados, no la emprendemos a patadas contra él?”. Michael Gazzinga explica que entre los neuro­científicos cada vez tienen más asimilado que el cerebro no es estático, sino dinámico. Se habla de la plasticidad del cerebro y su capacidad para modificar sus conexiones neuronales incorporando nuevas habilidades.
También puede ser una cuestión de creencias sobre lo que se puede hacer o no relacionado con este libre albedrío. Pero sea creencia o no, puede determinar resultados como han constatado otros investigadores. Kathleen Vohs, psicóloga, profesora de Marketing de la Carlson School of Management de la Universidad de Minnesota, y su colega Jonathan Schooler, investigador del departamento de Psicología de la Universidad de California, demostraron en un experimento publicado hace cuatro años en la revista de la Association for Psychological Science, que la gente actúa mejor cuando cree que tiene libre albedrío y puede decidir por sí misma sin poner excusas. Tras analizar una encuesta efectuada en 36 países, donde se observaba que más del 70% de los encuestados se consideraba dueño de su propia vida, y otros estudios donde se demuestra que la transformación del sentido de la responsabilidad del individuo puede alterar su conducta, Vohs y Schooler decidieron comprobar empíricamente si la gente trabaja mejor cuando cree que tiene la libertad de elegir sus actos. Llegaron a la conclusión de que “la incredulidad en cuanto al libre albedrío produce la sensación de que el esfuerzo es inútil y, por tanto, no vale demasiado la pena tomarse la molestia de cambiar”. Michael Gazzinga añade que, en ese sentido, “la gente prefiere no tomarse la molestia, en forma de autocontrol, porque es algo que requiere esfuerzo y consume energía”.
Tanta energía puede consumir que a la mente no le resulta difícil producir más y más excusas. Aunque tampoco es gratis. Noemi Suriol explica que la mente puede engañar al cerebro, pero lo tiene difícil para engañar al cuerpo. “Al cuerpo no se le puede engañar, y el cuerpo no engaña. Cuando mentimos, se producen una serie de reacciones fisiológicas más o menos sutiles que van acumulándose por el hábito. Pequeñas contracciones musculares o cambios en la tensión, entre otras, pueden ser identificadas por personas entrenadas en la observación o por personas intuitivas. Cuando mentimos, el cuerpo manifiesta esta discrepancia. Para la salud integral de las personas, la verdad es saludable. Acercarse a la verdad (objetiva) es un esfuerzo que provoca salud. El hábito de buscar excusas o pretextos está muy arraigado en la mente humana y busca la seguridad del individuo. Hay que hacer un esfuerzo para ser congruente y un atajo son las excusas y los pretextos, que son unas categorías sutiles de la mentira. Las pequeñas mentiras cotidianas pueden hacer la vida cotidiana aparentemente un poco más soportable, pero es un camino engañoso”.
Aún así hay situaciones y situaciones, como explica Assumpció Salat i Bertran, psicóloga, directora del centro de psicología Àgape. Esta experta constata que una de las cosas que más cuesta “a muchos seres humanos es asumir totalmente la experiencia de sus vidas. La diferencia entre la persona que pone excusas y la que no lo hace es que a la primera le cuesta mucho asumir el resultado de sus elecciones y decisiones, mientras que la segunda es una persona responsable capaz de asumir los resultados de todo aquello que hace o dice”. Esta experta explica en qué situaciones generalmente hay una tendencia a poner excusas.
“Primero, ante aquello que sentimos”. Comenta que en vez de asumir la responsabilidad de nuestros sentimientos ponemos excusas y culpabilizamos a los demás o al entorno de lo que sentimos. “Los sentimientos es algo que producimos nosotros mismos en nuestro interior al alimentar nuestra emociones que serían puntuales con pensamientos que las engordan y las nutren”.
En segundo lugar, esta experta afirma que se ponen excusas ante los errores. “Tendemos a veces a no reconocerlos y a justificarnos o poner excusas para no asumir las consecuencias de nuestro error”.
En tercer lugar, “ante nuestros acuerdos con otras personas o entidades”. Assumpció Salat i Bertran afirma que cuando se llega a un acuerdo con alguien y luego por alguna razón ese acuerdo no se cumple, “tendemos a poner excusas para no asumir nuestra responsabilidad, el ejemplo típico es el de llegar tarde a una cita (acuerdo), enseguida ponemos excusas y justificaciones para no tener que pasar por la vergüenza o el miedo a admitir nuestra responsabilidad”.
Y por último, “ante comportamientos o errores de otras personas, tendemos a poner excusas para salvarlos o para que no asuman ellos las consecuencias y la responsabilidad de sus actos o errores”. Assumpció Salat quiere remarcar que, a la larga, las excusas restan efectividad y eficiencia en nuestra vidas, nos roban también la energía por la incoherencia interior que producen. “Por todo ello, para librarnos de las excusas y justificaciones hemos de tener siempre muy presente que nadie ni nada nos manipula. Nos pueden amenazar, pero nunca manipular, ya que todo lo que pensamos, decimos y hacemos siempre lo acabamos decidiendo nosotros mismos. Ser consciente de esto, y entrenarse en practicarlo es todo un trabajo de autoconocimiento”.
Pero no es fácil. Noemí Suriol recuerda un proverbio árabe: “Quien quiere hacer algo encuentra un medio, quien no quiere hacer algo encuentra una excusa”. Esta experta propone modificar un poco esta frase para incorporar también el concepto pretexto: “Quien quiere hacer algo (indebido) encuentra un pretexto, quien no quiere hacer algo (que debiera hacer) encuentra una excusa”. Marcelo Berenstein, director de Emprendedores News y autor de 201 mensajes para emprender y liderar, recoge la historia de un maestro que llevó al alumno a una granja muy pobre donde todos vivían de lo poco que obtenían de su vaca. “Sorpresivamente el maestro mató a la vaca y se fue con el alumno, quien quedó acongojado y perplejo por su acción. Al año ambos regresaron. En la granja se respiraba prosperidad. La vaca había sido la excusa con la que justificaban su fracaso, no hacían nada y se conformaban con su situación”.
Marcelo Berenstein comenta que quienes ponen excusas pueden ser identificados como pesimistas. Y hay quien justifica el pesimismo asegurando que son realistas frente a los optimistas. ¿Quién es más realista? Qué más da. “Ambos logran, para bien o para mal, aquello en lo que creen. Un optimista hace lo que un pesimista impide”, asegura Marcelo Berenstein. Para quien quiera identificar qué tipo de excusas utiliza en su vida, este experto ha hecho una pequeña lista de vacas.
Vacas justificadoras: hay quienes están peor, odio mi trabajo pero gracias a que lo tengo, al menos tenemos para comer.
Vacas inocentes: lo que me pasa es genético, o a mi nadie me apoya.
Vacas de falsas creencias: se es esclavo de lo que se tiene.
Vacas paralizantes: solo empiezo algo nuevo cuando estoy absolutamente seguro.
Vacas filosóficas: unos nacen con estrellas y otros nacen estrellados.
Vacas de autoengaño: lo importante no es ganar sino competir.
Los expertos aseguran que la manera de eliminar las excusas es sencillamente asumir al 100% la responsabilidad de los errores o de las cosas que dejan de hacerse bien. No es tan fácil porque también requiere dejar de culpabilizarse de manera castrante. Y la culpa y los miedos al cambio todavía pesan demasiado. 




divendres, 11 de juliol del 2014

CONTAGIAR OPTIMISMO. Conversaciones con Max. Ferran Ramon-Cortés

Era sábado por la mañana, y Alberto y Marta habían madrugado para dirigirse al refugio de Max. Habían quedado para comer con él y pasar la tarde juntos, aunque esta vez no se quedarían el fin de semana, pues Max tenía a su sobrina como invitada. Aquella visita había sido iniciativa de Alberto, y lo cierto es que Marta la agradecía porque había pasado unas duras semanas de trabajo y se sentía con las pilas bajas. Estaba segura que compartir unas horas con su viejo amigo la reconfortaría. Ya en el coche, Marta le preguntó a Alberto:
- ¿No seremos inoportunos, teniendo como tiene gente en casa?
- Me ha asegurado que no, todo lo contrario, que es una ocasión ideal para que conozcamos a Nora, su sobrina, ya que vive en Londres y viene en contadas ocasiones. Y ya sabes que Max en esto no hace cumplidos…
Marta sabía que en efecto así era. Si hubiera tenido el más mínimo inconveniente se lo habría dicho. La confianza mutua que se tenían era la esencia de su larga amistad.
Llegaron a media mañana, y hacía un día precioso. Encontraron a Max y a Nora en el jardín, tomando un aperitivo. Max les presentó, y Nora se dirigió con una sonrisa a Marta para decirle:
- Siento como si te conociera: Max me ha hablado tanto y con tanto cariño de ti… de hecho sé que estos días ocupo tu habitación.
Max había preparado sillas para ellos, así que se dispusieron a compartir juntos el aperitivo. Marta sabía que Nora estaba en Londres con una beca de investigación que le había costado un gran esfuerzo conseguir, y que su aterrizaje allí había sido especialmente duro. Enseguida se interesó por su situación.
- ¿Cómo van las cosas por Londres?. ¿Siguen las dificultades?.
La respuesta de Nora fue de lo más positiva:
- Mira, lo cierto es que es una gran oportunidad para mí, y el hecho de que las cosas no sean del todo fáciles me está ayudando muchísimo a desarrollar recursos, y a ganar seguridad… estoy encantada con la experiencia.
La charla continuó mientras Max encendía la barbacoa. El día invitaba a comer fuera. Alberto y Marta disfrutaban de la compañía de Nora. Ella no había perdido la sonrisa ni un solo instante desde que llegaron, y en su conversación las expresiones de agradecimiento, complacencia y positivismo se sucedían. De lo que sabía de ellos les comunicó todo lo que admiraba, y de sus experiencias en Londres siempre extraía un aprendizaje positivo. No había en su conversación ni el más mínimo rastro de pesimismo o resentimiento.
Cuando compartían el café, a Nora le sonó el móvil. Se disculpó, y alejándose unos metros de la mesa atendió la llamada. Marta aprovechó la situación para decirle a Max:
- Max, tu sobrina desborda optimismo…
- Sí, es una gran virtud suya.
Tras unos instantes de pausa, añadió:
- Pues me está resultando una gran lección. Venía con las pilas bajas, y viéndolo todo negro. Últimamente todos mis mensajes estaban cargados de pesimismo… ¡y en cambio hoy me estoy contagiando del optimismo de Nora!
- Verás, Marta, las emociones se contagian. Por eso hay gente que después de estar un rato con ellos parece que te absorben la energía, y gente que te carga las pilas. Nora es sin duda de las últimas…
- ¿Siempre?
- Casi siempre. Al menos ahora. Porque es su actitud. Es algo que ella ha elegido ser.
- ¿No es el carácter lo que te hace más o menos optimista?
- Puedes tener un carácter más o menos positivo, pero la actitud que adoptes con los demás la eliges tú. Nora no era así en el pasado. Tenía problemas, como todos, y su comunicación estaba impregnada de ellos. Hasta que decidió cambiar y dejar de transmitir toda la carga de negativismo que desprendían sus mensajes. Desde entonces eligió como actitud el optimismo, y esto es lo que la ha convertido en una magnífica compañía.
Mientras observaba a Nora hablar con la sonrisa permanentemente en los ojos, Marta pensaba en su actitud. A menudo se dejaba llevar por el pesimismo, incluso por el derrotismo, y ahora se daba cuenta del efecto que podía estar causando en los otros…
Nora se incorporó a la sobremesa. Alberto y Marta, mucho más locuaces que al inicio, compartieron con ella anécdotas, vivencias y experiencias, y se dieron cuenta de que lo hacían desde su lado más optimista, incluso riéndose de sus pequeños fracasos…
Max se levantó para ir a buscar más café. Alberto aprovechó para seguirlo a la cocina, con la excusa de llevar algunos platos. Una vez allí, le dijo:
- Gracias, viejo amigo. Una vez más has acertado con la idea. Cuando te llamé comentándote el pesimismo de Marta, no podía imaginar mejor terapia.

dilluns, 7 de juliol del 2014

Los motivos para tener sexo. Jordi Jarque. La Vanguardia.

Si cree que el motivo por el que se acuesta con alguien es original, puede llevarse una decepción, porque los expertos han encontrado hasta 237 motivos para hacerlo
Sobran motivos para tener sexo y no siempre es por amor. A la vista de la lista elaborada a partir de una investigación de la Universidad de Texas del año 2007, la probabilidad de que el amor dicte los caminos del deseo disminuye de forma espectacular, porque ese ranking incluye un total de 237 razones distintas, y el afecto sólo tiene que ver con algunas de ellas. Tal vez para algunos sea decepcionante o a lo mejor obvio para otros que entre los motivos prevalezca el aburrimiento, el insomnio o el morbo, por no hablar de la curiosidad, la venganza o para evitar hablar de algún asunto espinoso o conseguir un trabajo. Si le resulta inquietante, otro estudio más reciente de la Universidad de Toronto publicado este pasado año le puede devolver cierta tranquilidad cuando los motivos los reduce a dos categorías: o es positivo o es negativo, según la psicóloga y coordinadora del estudio Amy Muise. Aparentemente muy sencillo, sólo hay que saber lo que es positivo y negativo, según los criterios de cada cual, claro. Pero los expertos aseguran que no es tan simple y aventuran los verdaderos motivos por los que se tiene sexo.
“Tal vez años atrás podía parecer más simple, sobre todo entre las personas con la creencia muy arraigada de tener sólo sexo para tener hijos. Tenía su peso cultural. Aunque no fuera una práctica generalizada en gran parte de la población, sí había un componente que para algunos podía ser castrante y culpabilizador si los motivos por tener sexo eran otros, inconfesables como se decía entonces”, recuerda el psicoanalista Juan Carlos Albaladejo, socio del gabinete Esperanza Psicólogos. Una vez desterrado este tipo de moralidad, parece que empiezan a surgir los verdaderos motivos. “El sexo convencional ha muerto y las personas se atreven a preguntarse a sí mismas por qué tienen sexo”, apunta también José Carlos Arroyo, coach y asesor filosófico, miembro de la Associació de Filosofia Pràctica de Catalunya.
“¿Tienes relaciones sexuales para disfrutar de tu propio cuerpo? ¿Del de la otra persona? ¿Para experimentar? ¿Quizá para conocerte mejor? ¿Por alguna razón espiritual?... En definitiva, ¿por qué motivos tienes sexo?”, pregunta José Carlos Arroyo. Él mismo contesta: “Si me preguntaras tú a mí, te diría que mis relaciones sexuales son para convertirme en una pareja y un amante nada convencional. Lo normal abunda. Es rutinario y aburre mucho. Está por todas partes. Sin embargo, tú quieres divertirte y la otra persona también. Estás en esta vida para disfrutar de cosas nuevas y sentirte feliz”. Puede ser un motivo, sí, evitar la rutina. Danièle Flaumenbaum, ginecóloga y autora de Mujer deseada, mujer deseante (Gedisa), llega a asegurar que el 85% de las mujeres se aburre haciendo el amor. Sorprendente.
En este mismo sentido, Emma Ribas, psicóloga y sexóloga del Institut d’Estudis de la Sexualitat i la Parella y de Somdex Dr. Santiago Dexeus de la clínica Tres Torres, también constata este aburrimiento. “Hay mujeres con dependencia emocional, que tienen sexo porque toca hacerlo, no porque quieran o lo deseen, y temen que de no hacerlo su pareja las abandone. Tienen miedo a quedarse solas”. Es un motivo que indudablemente inhibe la secreción de hormonas relacionadas con el deseo y la excitación. “¡O emocionas a tu pareja hasta que se estremezca o serás convencional! La competencia es dura y los demás lo tienen claro. Busca tu valor en la diferencia y en la calidad. ¡Ten sexo incondicional! ¡Mejora la vida del otro! ¡Saca el seductor que llevas dentro y sorprende a tu pareja con algo nuevo!”, cuenta con vehemencia José Carlos Arroyo. El autor de Reinventar el amor (Luciérnaga) es tajante: “Elimina el sexo rutinario ya. ¡Deja de leer, cierra este suplemento e imagina qué le propondrás a tu pareja hoy mismo! Por supuesto, que sea completamente diferente de lo de ayer. Ya volverás a abrir el suplemento más tarde y lo leerás con mucha más alegría”.
Pero no todo el mundo tiene sexo para romper la rutina y evitar el aburrimiento. Es más, hay personas que esto les da igual. Sus motivos son otros. Cindy Meston, psicóloga, directora del laboratorio de psicofisiología sexual de la Universidad de Texas, codirigió con David Buss un estudio sobre la motivación sexual publicado en la revista Archives of Sexual Behaviour. Como se ha mencionado al principio de este reportaje, recopilaron una lista de 237 motivos. Los que encabezan la lista no resultan sorprendentes (desde el “su aspecto físico me gustó”, hasta el sencillo “me hace sentir bien”). Pero hay otros que los investigadores no se esperaban, como tener sexo para quitarse el dolor de cabeza cuando generalmente eso se ha usado o se usa como una excusa para no tener sexo, según explican los propios autores del estudio. U otros más rocambolescos como tener sexo con una persona para que rompa la relación con su pareja, o incluso para sentirse más cerca de Dios. Tampoco falta quien asegura que su motivo es quemar calorías después de una cena pesada. Más allá de lo convencional o sorprendente que sea esta lista, Cindy Meston los ha reagrupado según si las razones tienen un origen físico o emocional o persiguen un fin (como conseguir un ascenso, hacer dinero, ser popular o por una apuesta). Para no perderse ante tanta motivación, Juan Carlos Albaladejo identifica aquellas motivaciones “absolutamente egocéntricas que sólo tienen que ver con uno mismo –como descargar la propia ansiedad, liberarse de ciertas preocupaciones o sentirse deseado– de aquellas otras más altruistas –animar a la pareja porque lo necesita o porque está triste–”. Cualquier motivo es bueno, señala este psicoanalista, “mientras sea consentido. Al fin y al cabo estamos hablando de la carga erótica, de la fuerza de la vida en contraposición a la muerte. Aunque todavía el hombre tiene tendencia a temer a la mujer que manifiesta toda su carga erótica. Es el peso de la educación patriarcal”, que también dificulta la incondicionalidad del amor. Ante ellos José Carlos Arroyo aclara que el amor incondicional es un proceso, no un resultado.
Mientras tanto, hombres y mujeres están sujetos a la evolución del deseo, un mundo lleno de motivos y razones, que trastoca los estereotipos más arraigados hasta el punto de que los investigadores también se sorprenden con los resultados de sus estudios. David Buss comenta que algunos motivos aparecen independientemente de ser hombre o mujer, como tener sexo por sentirse atraído por la persona, pero otros rompen estereotipos, como la supuesta tendencia de las mujeres a utilizar el sexo para obtener recursos o ganar estatus social. “Nuestros hallazgos sugieren que los hombres hacen estas cosas más que las mujeres en contra de lo que creíamos”. Pero estos mismos expertos insisten en que no hay tantas diferencias entre hombres y mujeres. Los estereotipos no parece que se sustenten desde una base científica. Larry Cahill, profesor de Neurobiología de la Universidad de California, comenta que el cerebro masculino y el femenino no son tan diferentes, “y las motivaciones sexuales en relación con las funciones cerebrales no muestran resultados diferentes significativos. Tienen dos curvas de campana que difieren algo según el sexo pero, en general, se superponen”. Jill Goldstein, psiquiatra y directora del Laboratorio de Neurociencia Clínica de las Diferencias Sexuales en el Cerebro, de Harvard, asegura que lo significativo es la propia historia individual en relación con una situación sexual. No tanto si es hombre o mujer.
Las respuestas químicas son muy similares. Las hormonas tienen su papel. Emma Ribas comenta que en una primera etapa prevalecen la testosterona y los estrógenos. En este sentido, una parte de las motivaciones para tener sexo estarán centralizados en las habilidades de la seducción para conseguir al otro. El deseo y la excitación se encuentran en su máximo apogeo. En una segunda parte prevalece la serotonina, “que nos hace perder la razón, no podemos vivir sin el otro. Estamos enamorados, y las motivaciones vienen determinadas en parte por esta casi obcecación en el temor a la pérdida del otro”.
Y en la tercera etapa prevalece la oxitocina y la vasopresina, que se caracterizan por fomentar el apego, los vínculos más profundos, la base de las relaciones más largas. Las motivaciones aquí pueden caracterizarse por el cuidado hacia el otro. “En este contexto empieza a difundirse el concepto de slow sex”, explica Emma Ribas. En este último caso, y a diferencia del sexo explosivo y rápido, el objetivo no es tener un orgasmo (o muchos) cuanto antes. No hay prisa, no hay objetivo. No hay motivación más que encontrarse con el otro, “mirarse a los ojos, descubrirse, respirar juntos, comunicarse, sintonizarse, sin tiempos”. Juan Carlos Albaladejo comenta que si el lector no se siente retratado en ninguna de estas motivaciones para tener sexo, sencillamente lo puede tener porque sí. Tampoco es necesario buscar ninguna razón, y menos a principios de año.

LAS 10 PRIMERAS RAZONES
1. Su aspecto físico me gustó
2. Su cuerpo era deseable
3. Por puro placer
4. Alcanzar un orgasmo
5. Tener una aventura
6. Era una persona muy atractiva
7. Tenía ganas
8. Por diversión
9. La otra persona estaba muy deseosa como para resistirse
10. Me hace sentir bien
El resto de motivos en este enlace.

TAMBIÉN EN LA TELEVISIÓN

Hay varias series en donde se reflejan las distintas motivaciones por las que se tiene sexo. Pero es en la comedia estadounidense Cómo conocí a vuestra madre, creada por Craig Thomas y Carter Bays y estrenada en la CBS el 19 de septiembre de 2005, en donde también confeccionan una lista con los motivos para hacerlo. En concreto en el capítulo 9 de la cuarta temporada, titulado El hombre desnudo, Ted (uno de los protagonistas) descubre, al volver a su casa, un hombre desnudo sentado en el sofá quien le cuenta que se trata de una técnica para conseguir acostarse con chicas. Otro protagonista, el romántico Marshall, está en contra de esta práctica porque asegura que el único motivo para acostarse con alguien debería ser el amor. Ante tal afirmación considerada utópica e idealista por el resto de amigos, incluida su mujer, Lily, le proponen hacer entre todos una lista de 50 motivos por los que acostarse con alguien. Desde el porque no puedes dormirte hasta el polvo hospedaje (cuando se va de viaje y en lugar de coger una habitación de hotel se va a un bar con la única intención de conseguir donde dormir gratis...). También han apuntado como motivo la oportunidad de hacerlo en el avión o en el lavabo de alguna cadena de restauración. Por motivos que no falten. Finalmente aparece la del amor. Pero ocupa el lugar 50, el último de esta lista.


"¿TODAVÍA NO HA CAMBIADO DE PARADIGMA?". Entrevista a Edward e Bono. Borja Vilaseca. El País. 08/03/09

El premio Nobel de Física, Albert Einstein (1879-1955) afirmó que "no puede resolverse un problema pensando de la misma forma que cuando fue creado". De ahí que la crisis económica actual requiera que la sociedad en general y los empresarios en particular aprendan a pensar de una manera diferente para encontrar una solución eficaz y sostenible en el medio plazo.
Éste es el campo de investigación y divulgación del doctor Edward de Bono (Malta, 1933), prolífico escritor, psicólogo por la Universidad de Oxford y reconocido experto mundial en técnicas de pensamiento creativo e innovador, como los Seis sombreros para pensar y el Pensamiento lateral. Recientemente ha participado en la reunión anual de ex alumnos de EADA, donde aseguró que "el cambio climático no es la principal amenaza de la humanidad, sino la estrechez de nuestro pensamiento".
Pregunta. ¿Qué ha averiguado acerca del funcionamiento de la mente?
Respuesta. La mente humana es un instrumento complejo y muy poderoso. Si no se utiliza adecuadamente genera malestar, ineficacia y, en definitiva, resultados pésimos, tal como estamos viendo hoy en día. Se sabe que nuestro cerebro es experto en crear patrones de pensamientos rutinarios, casi mecánicos. Pero no es muy bueno cambiándolos. Por eso nos cuesta tanto gestionar las crisis, que son tan necesarias para introducir cambios y poder así evolucionar.
P. ¿Y por qué cuesta tanto cambiar?
R. Porque somos y pensamos tal y como nos han condicionado desde pequeños. Una vez conformado nuestro sistema de creencias y, por ende, nuestro concepto de identidad, empezamos a pensar y a percibir la realidad de forma estandarizada y subjetiva, limitando las infinitas posibilidades que cada instante ofrece. Independientemente de lo que nos suceda, si experimentamos malestar es que nuestra interpretación del hecho en sí es limitada y, por tanto, equivocada. La negatividad es un síntoma de falta de imaginación y creatividad. No sirve absolutamente para nada.
P. Todo se reduce a una cuestión de percepción... 
R. Si cambia nuestra percepción por medio del pensamiento, cambia por completo nuestra visión de la realidad. Y, como consecuencia, también cambia nuestra actitud, nuestro comportamiento y nuestra manera de relacionarnos con los demás y con el entorno del que todos formamos parte. Así, es imposible que cambie nuestra conducta si no cambiamos primero nuestra manera de pensar y nuestras creencias. Aunque muchos siguen aferrándose a su zona de comodidad, donde se encuentran sus viejos hábitos, algo se está cociendo lentamente en nuestra sociedad. La pregunta que uno debe hacerse es: ¿todavía no he cambiado de paradigma?
P. ¿A qué se refiere?
R. Ahora mismo, el gran reto que exige el mundo es que la humanidad cambie de paradigma, es decir, que cambie nuestra manera de ver y de interactuar con la realidad, aprendiendo a diseñar el futuro en consonancia con nuestros verdaderos valores y necesidades humanas. No podemos seguir funcionando desde nuestro egoísmo y egocentrismo. Es hora de funcionar desde el "nosotros", desde la cooperación y el altruismo, a partir de lo que podemos crear verdadero sentido a nuestra existencia.
P. Sin embargo, la crisis parece haber acentuado el miedo, la negatividad y la lucha por la supervivencia...
R. Puede ser. Pero, ¿de qué sirve temer algo que todavía no ha sucedido? ¿Qué beneficios me comporta ser negativo? Toda la energía que no destinamos a construir nos destruye. Por eso ir en contra de algo no tiene ninguna utilidad. Lo que funciona es el diseño y la creación de alternativas útiles y eficaces orientadas a la resolución de conflictos y problemas. Y no hay nada que genere mayor creatividad que ver las cosas tal como son en vez de como nos gustaría que fueran. Sin embargo, la mayoría de la población no es dueña de sí misma, de sus pensamientos, de su perspectiva. Y el cansancio derivado de su impotencia les esclaviza a reaccionar impulsiva y negativamente por pura inercia, perdiendo oportunidades para crear bienestar y valor añadido.
P. ¿Y qué ocurre dentro de las empresas?
R. Lo mismo que fuera de ellas. La gente se niega a aprender de las cosas que le va sucediendo en la vida, con lo que sigue estancada, lo que le impide crecer y mejorar. Y esto es extrapolable a las empresas.La insatisfacción de los colaboradores es sólo un indicador de que hace tiempo que las cosas tendrían que haber cambiado. Pero hasta que no cambie la mentalidad de las personas, todo permanecerá igual. Es una ley eterna e inquebrantable.
P. ¿En qué consisten sus seminarios para empresarios?
R. Simplemente dedicamos tiempo y espacio para aprender a pensar de forma consciente, lo cual es una cuestión de compromiso y entrenamiento. El objetivo es reprogramar nuestra mente con información basada en la sabiduría. Sólo así es posible cambiar nuestro sistema de creencias y, en consecuencia, empezar a interpretar la realidad de forma menos egocéntrica y mucho más objetiva, potenciando nuestro bienestar emocional y nuestro talento para la innovación y la creatividad.
P. ¿Y cómo se consigue?
R. Con esfuerzo y disciplina. De lo que se trata es de fomentar que el acto de pensar sea voluntario, consciente y sostenido, enfocándonos en todo aquello que sea positivo, creativo y constructivo. En el fondo, nadie quiere pensar de otra manera, pero se resignan por falta de competencia. Las personas más inteligentes que he conocido juegan con su pensamiento, pues son conscientes de su increíble potencial creador.


Lo que usted crea es el resultado de lo usted que cree. Piense en ello. 

dissabte, 5 de juliol del 2014

SOY ASI, PERO PUEDO CAMBIAR. Patricia Ramírez. El País. 06/05/12

Escudarse en la excusa de que no se puede cambiar es una forma de evitar el esfuerzo que significa hacerlo. Convertirse en motor de la transformación supone no dejar que sean las circunstancias quien le controlen.
No hay excusas para no ser feliz ni coherente con sus valores. Nada se lo impide, salvo usted mismo.
Decir "yo soy así" es una excusa fácil y cómoda, la frase ideal para justificarse y no respon­sabilizarse del crecimiento personal. Estamos rodeados de personas que eluden sus obligaciones e incluso sus placeres. Se justifican en su forma de ser como si no hubiera opción al cambio. "Es que esto me cuesta mucho, no estoy preparado, no puedo... ", son los comen­tarios propios de los yo soy así.
Nuestra forma de ser condiciona nuestra vida. A veces nos menospre­ciamos y pensamos que siendo lo que somos y lo que representamos no ten­dremos capacidad para llegar donde nos gustaría. ¿Cuántas veces se ha visto limitado y ha perdido oportunidades? Quizá perdió la oportunidad de con­quistar a aquella chica, a pesar de que ella intentaba mantenerte la mirada, porque sus ideas le decían: "¿A mí? Im­posible, yo soy del montón". Podríamos relatar cientos de ejemplos de hombres y mujeres que se descalifican y pierden la ocasión de crear oportunidades, por­que la única vía de alcanzar los sueños es crear y participar de lleno en ellos.

MIEDO AL CAMBIO
"Tomar un nuevo paso, decir una nueva palabra, es lo que la gente más teme" (Fiódor Dostoievski)
Pero ¿por qué nos da miedo invertir es­fuerzo en eliminar lo que nos molesta de nosotros? El miedo al cambio es una consecuencia, intentamos evitar el sufrimiento. Hace algunos años, recuerdo a una mujer que me visitó en la consulta un lunes. ¡Me comentaba que su marido había muerto el viernes anterior y ella no podía parar de llorar! No me pareció ex­traño llorar ante una pérdida después de 30 años de convivencia, pero para ella era más placentero no hacerlo y buscaba que ya le diese la solución. Vivimos en una sociedad volcada en el placer y queremos sentirnos bien continua­mente, evitando todo aquello que  suponga un esfuerza emocional. Sin embargo, debemos lidiar con la angustia y el dolor porque for­man parte de la vida. Para supe­rarnos, a veces debemos tomar decisiones que implican sacrificio y esfuerzo.
Aferrarnos a la expresión yo soy así supone dar todo el valor a la idea genética que determina nuestra forma de ser y despreciar la que hemos ido in­teriorizando a través de las experiencias y el entorno. Aprovechando que se ha puesto de moda el término desaprender vamos a seguir unos consejos para des­aprender lo que "es así de usted" y "le gustaría que fuera diferente". Aprende­mos a través de la experiencia, imitamos gestas, reacciones y asimilamos valores de nuestros padres, amigos y figuras con las que nos sentíamos identificados y to­dos ellos han ido conformando la perso­nalidad y el carácter. Sin embargo, tam­bién aprendimos conductas que no nos hacen felices y de las que no nos senti­mos orgullosos, porque nos impiden al­canzarlas objetivos.
La frase yo soy así lleva implícita la negación del cambio. Significa "esto es la que soy y no lo puedo a no lo quiero cambiar". Punto. Pero el cambio no solo es posible sino aconsejable. Asumir el papel que deseamos forma parte de nuestras elecciones en la vida. ¿Qué le parece si desaprendemos todo lo que nos limita y nos implicamos en nuestro yo soy? Una de las grandes ventajas de contestar que sí a esta pregunta es que conseguirá vivir sus sueños: amar, convi­vir y trabajar con mayor pasión, y esa es una de las claves de la felicidad. No hay excusas para no ser feliz, ni para no ser coherente con sus valores. Nada se lo im­pide, salvo usted mismo. El enemigo está en nuestro cerebro diciéndonos "eres así, no vas a cambiar, eres inseguro, mírate, tu imagen da pena...".

CONVERTIRSE EN PROTAGONISTA
"Importa mucho más lo que tú piensas de ti mismo que lo que los otros opinen de ti" (Lucio Séneca)
Hay que pensar que es el protagonista de su vida, el héroe de sus batallas. Si se ex­cusa en el yo soy así estará delegando y consintiendo que las circunstancias y otras personas condicionen sus decisio­nes y su modo de vida. Su futuro no pue­de estar en manos de otros, puede inter­venir más de lo que se imagina. Debe tener en cuenta algo muy básico en psi­cología: las personas somos pensamien­tos, emociones y conducta.
Por pensamientos entendemos todo lo que nos pasa por la cabeza, o sea, las ideas. Las personas yo soy así hacen co­mentarios como "qué quieres que le haga, no puedo cambiar" y tienden a echar la culpa de sus emociones a facto­res externos. Lo que les saca de quicio no son los acontecimientos en sí, sino cómo los interpretan. Si buscan atribu­ciones útiles y racionales se sentirán mejor que si deciden dar una explica­ción catastrófica o no ajustada a la reali­dad. Mientras sigan pensando que el mundo y ellos son así, poco podrán con­trolar. La vida y las circunstancias serán las que les controlen. Sus sentimientos están vendidos y dependen de lo que los demás hagan o dejen de hacer. Si usted es una persona yo soy así pensará que lo que debe transformarse es lo que le rodea, no usted. Con esta visión no le sal­vará nadie.
Las emociones están relacionadas con lo que sentimos, son nuestro motor y nos recuerdan que estamos vivos. Son la consecuencia de nuestros pensamien­tos. Sufrimos y nos apasionamos gracias a los celos, la ira, la alegría, la tristeza, et­cétera. Las personas yo soy así sufren emociones relacionadas con la inseguri­dad y la frustración.
Veamos un ejemplo muy sencillo: ante una misma situación, dos personas reflexionan de forma diferente y generan emociones y acciones que a una le suman y a la otra le restan. María es una persona yo soy así: sale de trabajar y encuentra es­tropeada la puerta del garaje. Como no puede sacar el coche, debe tomar un autobús para volver a casa y al día siguiente no sabe cómo llevará a sus hijos al colegio. María piensa: "Todo me pasa a mí, no me lo puedo creer, con el día tan horrible que llevo, esto es el colmo".
El mundo de María es amenazador, no puede hacer nada por controlarlo porque su forma de ser lo contamina todo. María siente rabia, frustración y se pone tensa. Al estar nerviosa, se bloquea, no puede pensar con claridad. No será una persona efectiva ni resolutiva.
Ante la misma situación, Ana ha pensado: "Vaya, la puerta se ha roto, voy a coger un autobús, los niños tienen que ir al cole, creo que llamaré a Alfonso, es mi amigo del alma, seguro que podrá echarme una mano".
Las emociones de Ana van a ser muy distintas a las de María... La segunda se siente tranquila y segura porque está dirigiendo su atención a la búsqueda de soluciones. Ana interpreta que la culpa no es de ella, la vida le ha puesto un pequeño bache que tiene que vencer, se ve con recursos y decide actuar. Al llegar a casa llama por teléfono a Alfonso, que se ofrece a ayudarle e incluso le propone tomar un café juntos.
Con un ejemplo tan sencillo y cotidiano como este podemos observar que las circunstancias no son las que determinan cómo nos sentimos, sino la incapacidad que provoca escudarse en yo soy así.

CONSERVAR LOS SUEÑOS
PELÍCULA
En busca de la felicidad; de Gabriel Muccino.
2. FRASE
"No permitas que nadie diga que eres incapaz de hacer algo... Si tienes un sueño, debes conservar­lo... Si quieres algo, sal a buscarlo': De la película 'En busca de la felicidad:
3. CANCIÓN
Cada loco con su tema; de Joan Manuel Serrat.

BUSCAR OTRA INTERPRETACIÓN
La conducta hace referencia a cómo nos comportamos: cantar, correr, trabajar, salir de paseo. Las personas yo soy así dejan de hacer cosas y asumir responsabilidades, incluso pierden a personas importantes porque se limitan. Veamos unos consejos sencillos:
1. Identifique esos pensamientos que le hacen sentir mal, cuestiónese su credibilidad y hágalo por escrito.
2. Cada vez que se encuentre mal, trate de pensar como lo hace Ana en el ejemplo del texto. Pregúntese si existe alguna otra interpretación posible sobre esa misma situación que pudiera hacerle sentir mejor. Al principio, el cerebro le cuestionará, pero recuerde que para que consiga convertir este ejercicio en algo habitual necesita entrenarlo mucho.
3. Trabaje sus emociones. Piense por un instante en lo que hacen los actores cuando encarnan un papel. Se meten de lleno, sienten y actúan como lo haría el personaje y se fusionan con él. Usted puede hacer lo mismo. Elija ese rasgo de personalidad que desea tener y el momento concreto de su vida en el que quiere ser así. Ensaye y ensaye hasta que se mimetice con el rol. Su cerebro tiene ahora grabada esa experiencia de éxito y le será mucho más sencillo reproducirla cuando se encuentre en la situación real.
A partir de ahora solo nos vale el yo soy lo que yo quiera ser
Recuerde: convertir sus sueños en realidad está más cerca de lo que nunca había imaginado.