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dimarts, 30 de juny del 2015

¿Curas o agravas tus heridas? 10 hábitos de las personas resilientes. Jennifer Delgado.

Una ostra que no ha sido herida, no puede producir perlas. Las perlas solo crecen cuando un cuerpo extraño, como un grano de arena, logra entrar en el interior de la ostra.
En ese momento, la ostra activa sus mecanismos de defensa y produce una sustancia que cubre el cuerpo extraño, formando diferentes capas. Esa sustancia es el nácar.
Por tanto, una perla es el resultado de una herida que ha cicatrizado, de la lucha de la ostra para protegerse.

La resiliencia sigue un proceso muy similar.
Hay personas que cuando son atacadas, cultivan grandes dosis de resentimiento, ira y rencor. Por eso, sus heridas permanecen abiertas aunque pase el tiempo, causando sufrimiento y dolor.
Otras personas logran sobreponerse, generando diferentes capas que actúan como un bálsamo para sus heridas, capas de aceptación, perdón y amor. De esta manera, no solo logran que su herida sane sino que se hacen más fuertes.
Eso es la resiliencia, la capacidad para afrontar la adversidad y salir fortalecidos, crecer gracias a los contratiempos, sacando a la luz lo mejor de nosotros en los tiempos más difíciles. De hecho, la resiliencia no implica únicamente afrontar un problema, sino aprender de este y crecer como personas, potenciando algunas de nuestras mejores cualidades.

La resiliencia puede ser una cuestión de vida o muerte
La resiliencia no solo te ayudará a enfrentar los peores momentos con buena cara, no solo tiene un impacto positivo en tu estado de ánimo sino que también incide en la forma en que tu cuerpo batalla contra la enfermedad.
En este sentido, investigadores del King’s College Hospital de Londres descubrieron que la forma en que afrontamos la enfermedad influye en su curso. En su estudio pudieron apreciar que cuando dos personas tienen la misma condición clínica inicial, aquella que afronta la enfermedad con fatalismo y desesperación tiene un peor pronóstico. Sin embargo, la que afrenta la enfermedad de forma más resiliente y no se da por vencida, tiene mejor pronóstico.

¿Por qué?
La respuesta, o al menos una parte, llega de la mano de otro estudio, esta vez realizado en la Universidad de Cambridge. Todo parece indicar que el proceso resiliente estimula la producción de DHEA. Se trata de una hormona que ha sido rebautizada como “la hormona de la resiliencia” ya que regula los niveles de cortisol, la hormona del estrés y precursora de los procesos inflamatorios. De hecho, se ha apreciado que las personas con niveles bajos de DHEA también son más propensas a sufrir depresión y trastorno por estrés postraumático.
Por tanto, ser más resilientes no solo nos ayuda a enfrentar el mal tiempo con buena cara sino que también juega a favor de nuestra salud. La buena noticia es que la resiliencia no es una característica innata, se puede desarrollar. Todos podemos aprender a ser más resilientes.

Aprender de las personas resilientes
A lo largo de las últimas décadas se han realizado diferentes investigaciones, cuyo objetivo ha sido descubrir qué tienen en común las personas resilientes. De esta forma, se han puesto de manifiesto algunas características y formas de comportarse habituales:

1. Tienen un sentido del “yo” muy desarrollado
Las personas que logran desarrollar un sentido del “yo” fuerte, que saben quiénes son y qué es importante en la vida, pueden afrontar mejor la adversidad, porque son menos susceptibles a las influencias externas. Se trata de personas que conocen muy bien sus potencialidades y limitaciones, que son capaces de encontrar la fuerza dentro de sí, una fuerza interior que les ayuda a desviar las críticas malsanas y a superar los obstáculos. Estas personas son conscientes de que, aunque algunas veces el camino sea cuesta arriba, son ellas quienes labran su destino.

2. Sacan lo positivo de cada situación
Las personas resilientes no son optimistas ingenuos sino que desarrollan un optimismo realista. Son conscientes de sus potencialidades y recursos pero, a la misma vez, tienen una visión optimista. Estas personas saben que las situaciones no son completamente positivas o negativas, por lo que se esfuerzan por encontrar los aspectos positivos incluso en medio de la adversidad. Cuando las cosas se tuercen, la persona resiliente intenta aprender la lección. De hecho, una persona resiliente nunca pierde ni fracasa, porque siempre aprende.

3. Miran hacia el futuro
Las personas resilientes suelen desarrollar una visión muy pragmática de la vida. Mientras que la mayoría de la gente pierde tiempo llorando sobre la leche derramada y lamentándose por lo ocurrido, las personas resilientes miran hacia el futuro. Estas personas son conscientes de que, por mucho que la herida les duela, el tiempo lo cura todo. Tienen la capacidad de sobreponerse a la adversidad actual mirando hacia el futuro, pintando un cuadro más completo de la situación, que les permite poner su situación en perspectiva.

4. Son altamente flexibles
Las personas resilientes tienen un concepto de sí muy claro y saben cuáles son sus objetivos, pero también son muy flexibles ante los cambios. Ante una tormenta, no ofrecen la peligrosa resistencia del roble sino que se comportan como el cáñamo, se pliegan cuando es necesario para después volver a recomponerse. Saben adaptar sus planes a las nuevas circunstancias, no se aferran al pasado sino que son capaces de reestructurar su camino con gran rapidez. Al no aferrarse a una única solución, el universo de posibilidades que tienen ante sí es más amplio.

5. Son persistentes en sus propósitos
Las personas resilientes cambian la ruta, no el destino. De hecho, si algo las caracteriza es su enorme perseverancia y tenacidad. Estas personas saben muy bien a dónde quieren llegar y luchan para conseguirlo. Su secreto radica en que no luchan batallas perdidas de antemano, no emprenden contra los molinos de viento sino que fluyen en el sentido de la corriente. Estas personas son conscientes de que no pueden decidir la dirección del viento, pero pueden orientar las velas para aprovecharlo a su favor.

6. Enfrentan la vida con sentido del humor
Una de las características más importantes, que distinguen a las personas resilientes, es su sentido del humor. De hecho, no solo son capaces de reírse de la adversidad sino también de ellos mismos. De esta forma, convierten a la risa en una aliada que les permite mantener el optimismo cuando todo a su alrededor se vuelve oscuro. Sin embargo, estas personas no se burlan de los demás, su sentido del humor es inteligente y crítico, que no pretende restarle importancia a la situación, sino tan solo desdramatizar y liberar las emociones negativas.

7. Cultivan la aceptación
Las situaciones traumáticas que no han sido procesadas a nivel emocional, continúan haciéndonos daño. De hecho, se ha apreciado que las vivencias traumáticas y aquellas que ya hemos aceptado, se almacenan en lugares diferentes de nuestro cerebro y, al evocarlas, activan emociones distintas. Por eso, las personas resilientes se esfuerzan por cultivar la aceptación. Estas personas notan el dolor de la herida pero no lo niegan ni intentan reprimirlo, sino que lo aceptan. Las personas resilientes reflexionan sobre las experiencias negativas, para poder comprenderlas, aceptarlas y encontrarles un lugar en su “yo”. De esta forma logran pasar página con mayor rapidez.

8. Aceptan la incertidumbre
Una de las mayores fuentes de tensión, estrés y agobio es intentar controlar todas las situaciones. Cuando algo se nos escapa de las manos, la inseguridad no tarda en sentar casa. Por eso, las personas resilientes deciden abrazar la incertidumbre, comprenden que no hay respuestas para todo y que a veces, cosas malas le ocurren a gente buena. Estas personas no se torturan buscando una explicación que jamás encontrarán, en su lugar, aceptan la incertidumbre que llega con cada cambio, e intentan manejarla lo mejor posible.

9. Confían en sus capacidades
Las personas resilientes no son superhéroes. Y lo saben. Sin embargo, confían en sus habilidades y, sobre todo, en su capacidad para salir adelante. Ante un obstáculo, la persona resiliente quizás no tiene la destreza o el conocimiento necesario para hacerle frente, pero ello no le desanima, al contrario, lo afronta como un reto, porque confía en que podrá lidiar con la situación de la mejor manera posible y salir fortalecida. Las personas resilientes tienen fe en sí mismas, no creen que harán las cosas de manera perfecta pero saben que darán lo mejor de sí. Y eso resulta suficiente para encontrar la fuerza que necesitan.

10. Se rodean de personas positivas
Si algo distingue a las personas resilientes, desde pequeños, es que saben rodearse de gente positiva, que puedan apoyarles cuando más lo necesiten. Las personas resilientes son independientes y les gusta afrontar solos los retos pero también saben cuándo es el momento de pedir ayuda. Son conscientes de la importancia de cultivar sus amistades y de elegir cuidadosamente a las personas que pueden entrar en su círculo más íntimo. Es como si tuvieran un sexto sentido para detectar a las personas tóxicas, y las mantienen fuera. Así logran crear una sólida red de apoyo que les sostendrá en los momentos más complicados.
ecuerda siempre la frase de Viktor Frankl: “El hombre que se levanta, es aún más fuerte que el que no ha caído”. Este psiquiatra, que fue recluido en uno de los campos de concentración nazi, sabía muy bien de qué hablaba.

"La rata demostró que la clave de la felicidad es no esperarla". Mauricio Papini. La Contra de La Vanguardia.

Mauricio Papini, investigador neurocientífico  y estoico por experimentación.
Tengo 61 años: anticipo lo peor de lo que no depende de mi y me preparo como el mejor para lo que sí depende. Investigo en Texas y presidí la Asociación Americana de Psicología. Nací en Argentina: era lógico especializarme en frustración. Colaboro con la Universidad de Barcelona.

EL RUIDO Y LA RAZÓN
"La vida es unaa historia sin sentido llena de rabia y ruido contada por un idiota” sentencia el ambicioso Macbeth al intuir su final. Séneca y Epícteto, matizan: acepta la vida en lo que no depende de ti y sufrirás menos su absurdo y cultívate para mejorarla en aquello que sí depende de ti. Ataraxia y resiliencia: asume que el tarro de la vida te llevará por caminos a veces desgraciados sin dejar de superarte para mejorarla en los ratitos en que lo conduzcas tú. El doctor Papini investiga en su laboratorio conductual cómo gestionar la frustración para sobreponernos al infortunio y explica que no podemos decidir todo lo que nos sucede, pero si cómo nos lo tornamos.

Qué nos enseña el modo de aprender de los animales?
He estado comparándolo con el nuestro durante toda mi carrera y me he especializado en la frustración como mecanismo adaptativo, porque explica mucho sobre cómo modificamos nuestras conductas.

¿Los animales también se frustran?
Los experimentos de laboratorio demuestran que todos los mamíferos nos frustramos por igual.

Defina frustración
Lo que sientes cuando obtienes algo menos bueno de lo que esperabas.

¿Y cómo la investiga en animales?
Le doy a una rata de laboratorio una solución de agua con un 32% de sacarosa durante una serie de días y luego se la cambio por otra que tiene sólo un 4%: 8 veces menos.

¿Y cómo reacciona?
La rechaza con una reacción emocional exagerada muy similar al estrés.

¿La rata pilla un berrinche?
En psicología decimos que se frustra: reacciona con una forma exagerada de rechazo ante cualquier cambio negativo ysignificativo entre lo que esperaba y lo que obtiene.

¿Por qué la califica de exagerada?
 Porque lo es en comparación con la actitud de otra rata a la que damos siempre un 4 % de sacarosa y la acepta. En ella no hay frustración, porque no había expectativas.

¿Para qué nos sirve la frustración?
Mi hipótesis es que es evolutivamente necesaria para adaptarnos a situaciones de cambio brusco en la proporción de alimento.

¿Y por qué es tan útil para adaptarnos?
Si usted va cada día a por fruta a un árbol v se harta y el día que no queda no se frustrara, continuaría yendo al árbol a por fruta v moriría de inanición: la frustración nos hace cambiar de modo radical de conducta y buscar así nuevas fuentes de sustento.

¿Sin frustración no hay rectificación?
Sin ella nos costaría mucho cambiar de pautas y costumbres. Lo interesante es que la frustración está relacionada con el sentimiento de pérdida y el mecanismo de dolor.

¿En qué sentido?
Si usted se hace un corte en un dedo, activará los mismos circuitos neuronales que si sufre una pérdida o se frustra.

¿Cómo reacciona el cerebro?
Tanto ante la frustración como ante un dolor de muelas, libera opioides endógenos.

¿Son un paliativo del dolor?
Sí, ¿y sabe cómo reacciona la rata a la que se priva de lo que esperaba?

Es nuestra maestra.
Cuando se frustra porque le reducimos su sacarosa, aumenta su ingesta de Libríum, un ansiolitico antidepresivo adictivo, que hasta entonces apenas había querido consumir, aunque también se lo ofrecíamos cada día.

¡Igual que los que beben por amor!
Si cambiamos cada día a la rata su dosis de sacarosa al azar, sometiéndola así a una frustración crónica, al principio la compensa tomando mucho antidepresivo, pero después va tomando menos, es decir, se sobrepone. La rata aprende a soportar el dolor. Tiene mecanismos de resiliencia como nosotros y como todos los mamíferos.

La rata aprende a no hacerse ilusiones.
Por eso, a mí las ratas de] laboratorio me han enseñado mucho junto a Séneca y Epicteto.

Grandes maestros estoicos.
Los estoicos nos enseñaron a gestionar la frustración y a ejercitar la resiliencia...

Y sin ansiolíticos.
Aprende a esperar lo peor de lo que no depende de ti y a prepararte como el mejor para lo que sí depende. Gran parte de lo que nos sucede en la vida no depende de nosotros y, por ello, reduciremos la frustración si anticipamos lo peor.

¿Cómo aprendió Epíteto?
Recomendó ejercicios de premeditación que yo practico. Cada mañana, me siento unos segundos al borde de mí cama al despertarme y trato de anticipar todo aquello que puede salirme mal pero que no controlo. Después me comprometo a hacer muy bien lo que sí depende de mí y controlo.

Es el poder del pensamiento negativo.
Yo diría que es el poder del pensamiento realista. Si anticipas que hay cosas que no dependen de ti y saldrán mal, tu frustración en la desgracia será menor y más fácil de gestionar. Pero, al tiempo, debes ser positivo y proactivo en lo que sí depende de ti y en tu compromiso con la vida: debes asumir lo peor y prepararte como el mejor siempre.

Es el poder del pensamiento positivo.
En lenguaje estoico: yo controlo mis virtudes: mi esfuerzo, mi dedicación, mi talento... Pero también aprendo a anticipar y a asumir que, pese a ellos, habrá una parte de mi destino que no depende de mí.

No puedes decidir todo lo que te va a suceder, pero sí cómo te lo vas a tomar.
Los estoicos cultivan la ataraxia, que vendría a ser en términos psicológicos como la gestión de la frustración, que, como ha visto, es una emoción científicamente demostrable y evolutivamente necesaria.

¿Qué enseñan las ratas del laboratorio?

En cierto modo, y hablando ya en lenguaje coloquial, que la clave de la felicidad está en no esperarla.


dilluns, 29 de juny del 2015

Rehacer nuestros proyectos de vida. Miriam Subirana. El País Semanal.

Ilustración Anna Parini
Puede llegar el día en el que lo que somos y hacemos no sea lo que deseamos. Frente a la crisis personal y el miedo al cambio, el camino es hacerse las preguntas adecuadas.
Cuando un ser humano tiene un para qué, puede atravesar cualquier cómo. Viktor Frankl.
En determinados momentos de nuestra vida, todo lo que nos llevó y acompañó hasta un momento preciso, parece que pierde el significado, y sentimos una necesidad apremiante de salir de donde estamos para emprender nuevos rumbos, aunque no sepamos exactamente a dónde nos van a llevar. Queremos experimentar novedad, hay un impulso que nos lleva a querer cambiar de pareja, de lugar de residencia, de trabajo, de profesión y de ambiente. Aquello por lo que luchamos durante años, a lo que nos dedicamos con esmero, parece desmoronarse. Nos invade una incertidumbre interior, un gran interrogante, ¿quedarnos en este “lugar” en el que nuestra vida parece irse apagando por inanición o soltar lastre y abrirse a lo desconocido?
Ese algo que empuja para salir de donde nos encontramos varía según la situación, la persona, sus relaciones, su edad y su historia. Puede ser la búsqueda de sentido, la insatisfacción, el sufrimiento, el malestar y el aburrimiento o la falta de motivación. También pueden ser preguntas como:

  • ¿voy a seguir así hasta mis últimos días?;
  • ¿es esto lo que quiero?;
  • ¿qué sentido tiene lo que estoy haciendo y cómo estoy viviendo mi vida?
Tomar la decisión de cambiar implica a menudo provocar rupturas, confusión y sufrimiento, y entrar en crisis.
Hay que fluir aunque sea en mitad de la incertidumbre. Puesto que no sabemos lo que nos espera después de ese cambio, esa inquietud puede provocar falta de fuerza interior. Sin embargo, desprenderse de lo que nos daña y empequeñece es lo que libera y fortalece.
Entre los 40 y los 50 años muchos se dan cuenta de que no viven su vida, o que la que tienen no es la que desean. Quieren dejar el trabajo que llevan haciendo durante años y dedicarse a otra cosa, o formarse en otros ámbitos profesionales. Quizá se apuntan a una ONG y se van a África, a América o a Asia. O bien dejan a su pareja y se van solos o con otra persona. En definitiva, necesitan un cambio radical.
Estas transformaciones bruscas pueden desembocar en situaciones de crisis existencial profunda. Mi crisis personal llegó cuando todo aquello que durante años había dado soporte y sentido a mi vida dejó de ser el apoyo que me había sostenido. Aunque estaba rodeada de personas, me sentía sola, incomprendida y en un desierto. Me estaba ahogando y muriendo por dentro. Me empujaba un anhelo de libertad y de creatividad.
Empecé hablando con personas con las que había compartido aquella época y me sentí totalmente incomprendida. Así que inicié conversaciones con otros amigos más lejanos, que resultaron convertirse en verdaderos amigos. Me arriesgué, me abrí, y unos me dieron la espalda y otros me acogieron.
En situaciones de “tsunami vital” es imprescindible reflexionar, escribir, pasear, estar en contacto con la naturaleza, para escucharse a uno mismo. Es importante también abrirse y conversar para no desesperarse quedándose dentro todo lo que uno está viviendo. Sincerarse y arriesgarse a ser incomprendido, y a crear nuevos vínculos. Escuchar nuestra intuición, lo que sentimos y seguir los pasos que nos acerquen a nuestros anhelos nos ayudará a salir del estancamiento. Posiblemente implicará que algunas personas que nos han acompañado en una parte de nuestra vida dejen de hacerlo en esta nueva etapa. Pero aparecerán otras relaciones que nos nutrirán de maneras diferentes. Tenemos que aprender a soltar si queremos vivir con nuestra vitalidad floreciendo. Para lograrlo, ayuda confiar en uno mismo y en la vida; es clave para avanzar en un mundo lleno de incertidumbres.
También es importante ser consciente de qué queremos saber de nosotros mismos. Se trata de plantearse preguntas que desemboquen en reflexiones que lleven a encontrar sentido y propósito, a conectar de nuevo con los sueños y a crear nuevos proyectos que atraigan y nos hagan salir del escollo, descubriendo nuevos sentidos a nuestro ser y hacer.
Cuando vivimos un estancamiento en alguna relación importante, se hace necesario reciclarse. Pero hay miedos (a la ruptura, al conflicto o a ser incomprendido) que se interponen. Hay un ejercicio sencillo que sirve para identificar aquellos temores que impiden dar el paso necesario para acercarse a vivir sus anhelos. Elija un área en la que se sienta estancado y hágase estas tres preguntas:

  • ¿Qué quiero realmente?
  • ¿Qué obstáculos se interponen en mi camino?
  • ¿Qué me impide afrontar o superar ese obstáculo?
Para cada miedo que le aparezca en respuesta a la tercera pregunta, puede plantearse las siguientes preguntas:

  • ¿Qué es lo peor que puede ocurrir si sucede lo que temo?
  • ¿Cuál es el mejor resultado posible para mí o para los demás si lo hago aunque sienta miedo al hacerlo?
  • ¿Qué es lo que posiblemente sucederá entre estas dos cosas?
Ilustración Anna Parini
Le recomiendo que intente realizar la actividad que le atraiga, al menos tres veces: una para aprender a hacerla; la segunda vez para superar el miedo a realizarla; y la tercera vez para averiguar ¡si realmente la disfruta o no!
En ocasiones el cambio viene impuesto por la normativa, por ejemplo, en la jubilación, o cuando es el cónyuge quien se va y nos deja solos, o cuando sobreviene una muerte o un accidente que implica un antes y un después. Si uno vive la necesidad de rehacer su proyecto vital desde la resignación, sintiéndose atrapado en ella, su vida y su ilusión se van apagando lentamente. 
Esto le ocurrió a Sonia. Cuando la conocí, sus hijos ya estaban casados, pero su marido había tenido una muerte rápida hacía cinco años y ella se hundió en un gran sufrimiento. Sintió un vacío enorme, se preguntaba cada día por qué le había sucedido, y con tales interrogantes incrementaba su dolor y su tristeza. La meditación le ayudó a cambiar su actitud y a agradecer que hubiera podido disfrutar sus años de vida en pareja con enorme satisfacción. Varió totalmente su visión, entendió la muerte desde otra perspectiva, y pasó de resistirse a la nueva situación a aceptarla plenamente. En vez de lamentarse y quejarse, empezó a reconstruir y a tener una actitud de agradecimiento.
De cuestionarse: “¿Por qué me ha pasado esto a mí?”, “¿por qué se ha ido cuando aún era joven?”, pasó a preguntarse: “¿Qué puedo hacer a partir de ahora que aporte algo positivo?”. Y a agradecer todo lo que había compartido y aprendido en esos cuarenta años de matrimonio. Según las preguntas que uno se hace a sí mismo, las respuestas que genere pueden llevarle a incrementar el dolor y el sufrimiento o a liberarse y renacer en cada momento. En su caso, Sonia decidió formar parte de una ONG y ayudar a otras personas. Meditar la acompañó para encontrar su eje interior y conseguir fuerzas para reinventarse.
Muchas personas cuyo proyecto de vida se ha basado en lograr éxito, poder, dinero, privilegios y estatus sienten que llega un momento que todo deja de tener sentido. El individualismo en el que se ha sustentado su vida deja de nutrirles. Y es entonces cuando necesitan abrirse a los otros. Empiezan a plantearse el sentido de su presencia en el mundo. La actitud de servicio les lleva a espacios de conexión con los otros, a crear vínculos, comunión y comunidad. Al servir cambian una actitud que era fuente de sufrimiento. Pasan de pedir y necesitar a dar y compartir. Es en el dar y en el darse donde radica la semilla de la felicidad. En momentos de gran tristeza, como en un duelo, el servir ayuda a salir de ese estado y a conectar con la alegría.
Servir aumenta la capacidad de amar al prójimo. Se potencia la generosidad. La persona servidora crece en humanidad y en grandeza. No una basada en la ostentación o la fama, sino en la de vivir una vida con sentido.

Virar el rumbo
Probablemente nunca habíamos tenido tanto y al mismo tiempo nunca habíamos estado tan insatisfechos. ¿Qué sociedad hemos construido para que esto ocurra? Hemos creado un paradigma fundamentado en la necesidad, en la avaricia y en la conciencia de escasez. Vivimos pensando cómo podemos enriquecernos más, tener más, conseguir más y crecer más. Esto hace que llegue un momento en nuestra existencia que se desmorone el sentido y el para qué lo hacemos. Necesitamos crear proyectos de vida que nos permitan vivir siendo servidores. En vez de preguntarnos: ¿Cómo puedo hacerme más rico, más poderoso y tener más? Quizá debemos cambiar la pregunta y plantearnos: ¿Qué es lo que el otro necesita? ¿Cómo puedo contribuir a crear un mundo mejor?

Para saber más
Dice Rabindranath Tagore “Yo dormía y soñaba que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida era servicio. Serví y vi que el servicio era alegría”.

LIBROS
Enseñanzas sobre el amor. Una guía para alcanzar la plenitud en las relaciones humanas. Thich Nhat Hanh (Oniro. Barcelona, 1998)

EL ECO. Fábula

Un hijo y su padre estaban caminando en las montañas. De repente, el hijo se cayó, se lastimó y gritó:
- "Aaahhhhhhhhhhhhhhh !!!".
Para su sorpresa, oyó una voz repitiendo, en algún lugar en la montaña:
- "Aaahhhhhhhhhhhhhhh !!!".
Con curiosidad, el niño grito: "
- Quién eres tú?
Recibió de respuesta:
- Quién eres tú?
Enojado con la respuesta, grito:
- ¡Cobarde!
Recibió de respuesta:
- ¡Cobarde!
Miró a su padre y le preguntó:
- ¿Que sucede?.
El padre sonrió y dijo:
- Hijo mío, presta atención.
Y entonces el padre gritó a la montaña:
- ¡Te admiro!
La voz respondió:
- ¡Te admiro!
De nuevo el hombre gritó:
- ¡Eres un campeón!"
La voz respondió:
- ¡Eres un campeón!"
El niño estaba asombrado, pero no entendía.
Luego el padre explicó:
"La gente lo llama ECO, pero en realidad es la VIDA...Te devuelve todo lo que dices o haces... Nuestra vida es simplemente reflejo de nuestras acciones.
Esta relación se aplica a todos los aspectos de la vida... La vida te dará de regreso exactamente aquello que tú le has dado."
La Vida viene a cuento. Relatos de Ecologia Emocional.
Jaume Soler y Maria Mercà Conangla.

RBA Libros


diumenge, 28 de juny del 2015

IMAGINANTES 20 - El vendedor de sueños. Milorad Pavic


¿Alguna vez podremos soñar el sueño que tendremos dentro de algunos años?. ¿Comprarías los sueños futuros aún no soñados?.

"Imaginantes es lo más parecido a la poesía que se ha hecho en la industria de la televisión mexicana, son instantes en donde la palabra, la imagen y los sonidos se mezclan a partir de una idea, de una frase o de una leyenda para crear algo nuevo que nos cambia, que nos mejora, que nos recuerda lo mucho que falta por hacer en cuestión de televisión."

Álvaro Cueva - El pozo de los deseos reprimidos


Inteligencia emocional para afrontar un cambio. Psicoblog.

Los cambios personales se producen de un modo habitual en la vida. Existen cambios buscados por decisión propia y otros que surgen como consecuencia de imprevistos en las circunstancias externas. El apego a lo seguro y conocido puede producir un gran sufrimiento personal porque la vida es cambio. ¿Cómo afrontar estas etapas con una adaptación positiva?

Los cambios son difíciles
La mayoría de los cambios sin difíciles, incluso aquellos que son deseados y buscados. ¿En qué reside dicha dificultad? En la sensación de incomodidad que surge al sentirte poco seguro en una zona que desconoces. Es decir, los cambios te impulsan a salir de tu zona de confort. En este tipo de situaciones es un gesto de inteligencia emocional tener paciencia y darte un tiempo para adaptarte con naturalidad a la nueva situación.
La mente tiene una gran higiene mental como muestra el hecho de que la mayoría de las personas se han adaptado completamente a la vuelta al trabajo tras el descanso de las vacaciones en el plazo de una semana.
Los cambios no son absolutos, es decir, aunque algunos aspectos de la realidad cambien también hay otros que permanecen.

Visión del cambio
Es un signo de sabiduría buscar apoyo en esos elementos que permanecen y que aportan confianza. A través de esta compensación también es más sencillo relativizar incluso los cambios más difíciles.
Existen sentimientos que son poco agradables pero que surgen con naturalidad ante un cambio: la intranquilidad ante la incertidumbre, el miedo a lo desconocido, el apego a la zona de confort, el estrés, la impaciencia. Son sentimientos naturales que lejos de reprimir conviene expresar con naturalidad.

Existen personas que observan el cambio como una ruptura drástica respecto de una etapa previa. Sin embargo, un cambio muestra la posibilidad de integrar en el corazón nuevas oportunidades. Por ejemplo, un cambio de ciudad no es sinónimo de perder amigos sino una oportunidad para sumar otros nuevos y mantener el contacto con las amistades previas.


dissabte, 27 de juny del 2015

La leyenda de los atrapasueños. Raquel Aldana

Deja que la telaraña atrape tus buenos recuerdos y los malos pasen por el agujero del centro y se desvanezcan.
Los atrapasueños son instrumentos de poder de la medicina chamánica, cuyo origen se remonta a las tribus indias americanas. Su aro representa la rueda de la vida, la malla o la red son los sueños que tejemos en el Tiempo de los sueños, en el alma y en el movimiento que generamos con nuestras actividades cotidianas. En el centro  de la red está el vacío, el espíritu creador, el “Gran Misterio”.
Según la tradición, estos objetos ayudan a mantener con nosotros las buenas ideas y los sueños agradables, así como a proteger a quien lo posee. El Tiempo de los sueños es influenciado por buenas y malas energías; estas últimas son atrapadas por la malla y se disipan por el agujero central con los primeros rayos de sol.
La palabra “atrapasueños”, proviene del inglés “dreamcatcher”, de ahí la traducción en español. No obstante, en la lengua de los ojibwa, de los cuales es propio este amuleto, se llama “asabikeshiinh”, que significa araña; aunque también se le conoce por el nombre de “bawaajige nagwaagan” o cepo de los sueños.
Estos objetos comenzaron a ser comercializados por los ojibwa en la década de los 60, siendo criticados por las demás tribus por profanar de alguna manera su maravilloso significado. Esto tiene su sentido, pues actualmente se fabrican y se venden sin atender al mágico y místico proceso de energización, perdiendo así su esencia y convirtiéndose en un mero adorno.
Debido a esto, la creencia en los atrapasueños se ha extendido enormemente durante los últimos años. Sin embargo, la mayoría de nosotros no conoce la preciosa leyenda que nos ofrecen…

La leyenda de los atrapasueños
Cuenta la leyenda que había una mujer araña llamada Asibikaashi que cuidaba a la gente de la tierra. La mujer araña, velaba por toda criatura de nuestro mundo, inclinándose sobre las cunas y las camas de los niños mientras tejía una fina, delicada y fuerte telaraña que era capaz de atrapar todo mal entre sus hilos y hacerlo desvanecer al alba.
Cuando su pueblo se dispersó por América del Norte, le comenzó a resultar muy complicado  cuidar a todos los niños, por lo que las madres y abuelas tuvieron que comenzar a tejer redes con propiedades mágicas que  atrapan los malos sueños y las pesadillas, protegiendo así a sus niños.
Tradicionalmente, los Ojibwa construían los atrapasueños atando hebras de sauce alrededor de una argolla circular de unos 9 centímetros o con forma de lágrima, resultando una red similar a una telaraña, hecha a su vez con fibra de ortiga teñida de color rojo.
La antigua leyenda de los indios ojibwa sobre los atrapasueños habla de que los sueños pasan por la red filtrando y deslizando los buenos sueños a través de suaves plumas hasta que llegan a nosotros. Los malos sueños, sin embargo, son atrapados en el tejido y mueren con el primer haz de luz del día.
Sin embargo, para el pueblo lakota de la tribu sioux del Norte de África, los atrapasueños funcionan de forma diferente. Es decir, las pesadillas pasan por la red mientras que los sueños quedan atrapados en los hilos y se deslizan por las plumas hasta la persona que está durmiendo.

Lo malo se bloquea y se destruye, lo bueno se queda con nosotros
Hay personas que otorgan a esto un significado diferente, entendiendo la palabra sueños como aspiraciones, deseos o anhelos. Por lo tanto, los atrapasueños servirían para conseguir lo que nos proponemos.
Lo cierto es que no podemos asegurar que alejen o no los malos sueños, las malas energías o las malas vibraciones pero, sin embargo, resulta pacificador estar en contacto con la cultura india.

Esta cultura nos ha colmado y nos colmará siempre de  saber y de tradiciones milenarias que debemos luchar por mantener cerca de la manera más fiel posible, pues de algún modo les debemos gran parte de nuestra sabiduría.

Seis claves para ser feliz, según la Universidad de Harvard. El País.

Aceptar la vida tal y como es te liberará del miedo al fracaso y de unas expectativas perfeccionistas. Tal Ben-Shahar, profesor de Harvard.

Existe una asignatura sobre la dicha en el prestigioso centro educativo. "La alegría también se aprende, como el golf o el esquí"
Cada vez parece más claro que la nueva fiebre del oro no tiene que ver con hacerse millonario ni con encontrar la fuente de la eterna juventud. El tesoro más codiciado de nuestros tiempos es atesorar felicidad, un concepto abstracto, subjetivo y difícil de definir, pero que está en boca de todos. Incluso es materia de estudio en la prestigiosa Universidad de Harvard.
Durante varios años, algunos de los estudiantes de Psicología de esta universidad americana han sido un poco más felices, no solo por estudiar en una de las mejores facultades del mundo, sino porque, de hecho, han aprendido a través de una asignatura. Su profesor, el doctor israelí Tal Ben-Shahar, es experto en Psicología Positiva, una de las corrientes más extendidas y aceptadas en todo el mundo y que él mismo define como “la ciencia de la felicidad”. De hecho, sostiene que la alegría se puede aprender, del mismo modo que uno se instruye para esquiar o a jugar al golf: con técnica y práctica.
Con su superventas Being Happy y sus clases magistrales, los principios extraídos de los estudios de Tal Ben Shahar han dado la vuelta al mundo bajo el lema de “no tienes que ser perfecto para llevar una vida más rica y más feliz”. El secreto parece estar en aceptar la vida tal y como es, lo cual, según sus palabras, “te liberará del miedo al fracaso y de unas expectativas perfeccionistas”.
Aunque por su clase de Psicología del Liderazgo (Psychology on Leadership) han pasado más de 1.400 alumnos, aún así cabría hacerse la siguiente pregunta: ¿Alguna vez se tiene suficiente felicidad? "Es precisamente la expectativa de ser perfectamente felices lo que nos hace serlo menos”, explica.

Estos son sus seis consejos principales para sentirse afortunado y contento:
1. Perdone sus fracasos. Es más: ¡celébrelos! “Al igual que es inútil quejarse del efecto de la gravedad sobre la Tierra, es imposible tratar de vivir sin emociones negativas, ya que forman parte de la vida, y son tan naturales como la alegría, la felicidad y el bienestar. Aceptando las emociones negativas, conseguiremos abrirnos a disfrutar de la positividad y la alegría”, añade el experto. Se trata de darnos el derecho a ser humanos y de perdonarnos la debilidad. Ya en el año 1992, Mauger y sus colaboradores estudiaron los efectos del perdón, encontrando que los bajos niveles de este hacia uno mismo se relacionaban con la presencia de trastornos como la depresión, la ansiedad y la baja autoestima.

2. No dé lo bueno por hecho: agradézcalo. Cosas grandes y pequeñas. "Esa manía que tenemos de pensar que las cosas vienen dadas y siempre estarán ahí tiene poco de realista".

3. Haga deporte. Para que funcione no es necesario machacarse en el gimnasio o correr 10 kilómetros diarios. Basta con practicar un ejercicio suave como caminar a paso rápido durante 30 minutos al día para que el cerebro secrete endorfinas, esas sustancias que nos hacen sentir drogados de felicidad, porque en realidad son unos opiáceos naturales que produce nuestro propio cerebro, que mitigan el dolor y causan placer, según detalla el entrenador de easyrunning y experto corredor Luis Javier González.

4. Simplifique, en el ocio y el trabajo. “Identifiquemos qué es lo verdaderamente importante, y concentrémonos en ello”, propone Tal Ben-Shahar. Ya se sabe que “quien mucho abarca, poco aprieta”, y por ello lo mejor es centrarse en algo y no intentarlo todo a la vez. Y no se refiere solo al trabajo, sino también al área personal y al tiempo de ocio: “Mejor apagar el teléfono y desconectar del trabajo esas dos o tres horas que se pasa con la familia”.

5. Aprenda a meditar. Este sencillo hábito combate el estrés. Miriam Subirana, doctora por la Universidad de Barcelona, escritora y profesora de meditación y mindfulness, asegura que “a largo plazo, la práctica continuada de ejercicios de meditación contribuye a afrontar mejor los baches de la vida, superar las crisis con mayor fortaleza interior y ser más nosotros mismos bajo cualquier circunstancia”. El profesor de Harvard añade que es también un momento idóneo para manejar nuestros pensamientos hacia el lado positivo, aunque no hay consenso en que el optimismo llegue a garantizar el éxito, sí le aportará un grato momento de paz.


6. Practique una nueva habilidad: la resiliencia. La felicidad depende de nuestro estado mental, no de la cuenta corriente. Concretamente, “nuestro nivel de dicha lo determinará aquello en lo que nos fijemos y en las atribuciones del éxito o el fracaso”. Esto se conoce como locus de control o 'lugar en el que situamos la responsabilidad de los hechos', un término descubierto y definido por el psicólogo Julian Rotter a mediados del siglo XX y muy investigado en torno al carácter de las personas: los pacientes depresivos atribuyen los fracasos a sí mismos, y el éxito, a situaciones externas a su persona; mientras que la gente positiva tiende a colgarse las medallas, y los problemas, “casi mejor que se los quede otro”. Sin embargo, así perdemos la percepción del fracaso como 'oportunidad', que tiene mucho que ver con la resiliencia, un concepto que se ha hecho muy popular con la crisis, y que viene prestado originariamente de la Física y de la Ingeniería, con el que se describe la capacidad de un material para recobrar su forma original después de someterse a una presión deformadora. "En las personas, la resiliencia trata de expresar la capacidad de un individuo para enfrentarse a circunstancias adversas, condiciones de vida difíciles, o situaciones potencialmente traumáticas, y recuperarse saliendo fortalecido y con más recursos”, afirma el médico psiquiatra Roberto Pereira, director de la Escuela Vasco-Navarra de Terapia Familiar.