Ayer alguien me
comentó que yo era demasiado exigente conmigo mismo y con los demás. Seguramente en cuanto oí esta afirmación, respondí
con argumentos basados en mis creencias y en la importancia que para mí tiene
la exigencia de coherencia. Comenté que hay pocas personas que sean realmente
coherentes en su vida con lo que creen, piensan o sienten. Solo hay
que verlos actuar, contradiciendo todo aquello que afirman con contundencia y
sugieren a los demás.
Pero, una vez más, reflexiono a posteriori sobre la afirmación sobre mi
presuntamente demasiado alto nivel de exigencia. Y ahora pienso que es verdad.
Siempre he sido una persona exigente conmigo mismo y, por ende, con los demás.
Debo admitirlo. Tal vez se deba a mi manía de ser coherente hasta el
último extremo. Creo que esa es una de mis cualidades y,
por tanto, tal vez una de mis mayores limitaciones. Como siempre, el
equilibrio es el punto justo. Ser exigente tal vez persigue la perfección y, a
la vez, provoca una cierta ansiedad. Pero esa exigencia cada día más es fruto
de mi innata necesidad de ponerme a prueba con unas ciertas garantías… y no
tanto por el reconocimiento que obtenga o no de los demás, ni del miedo ante la
siempre posibilidad de equivocarme. Creo que mis grandes equivocaciones han sido la puerta
principal de mi aprendizaje, gracias a lo cual he llegado hasta donde he
llegado como persona… si es que he llegado a algún lugar, destacable!
Pero cuando esa exigencia se proyecta hacia
los demás, uno corre el peligro de ser en cierta forma una persona intolerante
con las debilidades de los demás. ¿No será que yo
mismo soy intolerante con mis debilidades? Evidentemente, la debilidad es lo
que me hace humano! Y, cada día más, acepto mi debilidad y mi flaqueza, después
de tal vez demasiados años sin permitírmelas. Erróneamente creí que la debilidad me hacía
incapaz de lograr muchas cosas en mi vida! Y dado que en ella tuve
que conseguir por mí mismo todo lo que hoy soy y tengo, pocas veces reparé en
mi debilidad, que obviamente la hubo en muchos momentos de mi vida. Pero, con
el tiempo, me di cuenta de que lo que antaño fueron debilidades, al llegar a
ser consciente de ellas es cuando obtuve la mayor fortaleza. Reconocer mis
errores y flaquezas es precisamente lo que me da firmeza como persona.
Así,
reconocer que a veces tengo miedo o estoy confundido no me hace débil, sino
consciente. Y, a la vez, esa conciencia es lo que me invita a superar mis
debilidades. No
es valiente el que no tiene miedo, sino el que mira y acepta el miedo, de cara.
Y sí, a ratos debo gestionar mi confusión y mi miedo… e incluso admitirlo públicamente,
sin reparo! Ahora veo que ese es el necesario primer paso para dejar de sentir
miedo ante una situación que se me escapa de las manos. Porque quizás la vida
en ciertos momentos nos invita a dejarnos llevar por las circunstancias
-incluso las adversas- y a confiar en ella. Todo en nuestra vida tiene su sentido,
incluso lo desconocido e imprevisible, es decir, todo aquello que no
controlamos y, por ello, nos provoca temor o confusión…
Confiar, una vez más, es la clave ante el
exceso de exigencia. Si confío en mi mismo, no seré tan exigente conmigo, ni
con los demás! Si confío en la vida y en su devenir, ahora ya sé que ella me
dará oportunidades para aprender y seguir mi camino, aunque pueda tener
errores. La sabiduría de la vida es, afortunadamente, acumulativa! Y eso
incluye aceptar tanto nuestra propia perfección como nuestra imperfección… y la
de los demás! Al fin y al cabo, todos somos eternos aprendices ante la vida y,
de una manera u otra, con nuestras perfecciones e imperfecciones, todos
transitamos por esta vida con la misma ignorancia y perplejidad ante lo nuevo y
desconocido! Lo
único que nos distingue a unos de otros es nuestra capacidad de sorprendernos y
dejarnos sorprender por la vida y la valentía que demostramos para ser
coherentes con lo que sentimos en nuestro interior! Así, crecer
juntos es un privilegio, en el que aprendemos a perdonarnos mutuamente y a
celebrar el logro de ser más coherentes y tolerantes con nosotros mismos y, a
la vez, con el otro, nuestro compañero en el camino de nuestra vida!
Estaba yo buscando esto en @, " si soy exigente conmigo misma , soy exigente con los demás " , y entre otros miles de entradas me paré en este , el blog de Joan. No suelo comentar casi nunca, lo hago pocas veces, pero me gustaria hacerlo en este caso .
ResponEliminaYo soy muy exigente conmigo misma , por eso lo soy con los demás .Y esto en el sentido de ser persona.
Lo de ser coherente lo intento pero como bien dice Joan , a veces no se consigue, no somos perfectos, no creo que lo consiga nadie sinceramente.Te pasas la vida creyendo que todo tu mundo es teóricamente un plan que te has trazado , tienes tus convicciones , tus ...codigo ético y moral y zas , a veces todo te hace cambiar de perspectiva.¡ dónde queda la coherencia?, es una premisa obligada, sólo hay respuesta ? , no hay varias, también coherentes. Cuanto más cultura tengas más tendrás la mente abierta .
- ¿ no crees que según el lado en el que estés se ve todo de una manera o de otra ?.
Me quedo con eso de que no hagas lo que no quieras que te hagan a ti.
Y creo que somos totalmente imperfectos porque la perfección no existe.Y yo creo que cuando soy más consciente de mis debilidades más me doy cuenta de lo imperfecta que soy.