“Es fundamental recordar que todo el mundo hace lo que puede en función de su nivel de comprensión y de su grado de bienestar”
Ya están aquí. Como cada año por estas fechas,
vuelven las fiestas de Navidad. Las calles se visten de gala, cubriéndose con
adornos despampanantes. La televisión nos bombardea con anuncios de juguetes
para niños, perfumes para mujeres y relojes para hombres. Mientras, los
comerciantes se frotan las manos, viendo cómo se disparan las ventas y el
consumo.
A pesar de la crisis económica, en los últimos
años las familias españolas vienen destinando una media de 820 euros a sus
compras navideñas, 500 de los cuales se gastan en regalos, según los estudios
realizados por Deloitte. Y este importe crece año tras año. De ahí que se diga,
cada vez con más fuerza, que esta crisis es una crisis de valores y de consciencia.
Cegados por el materialismo, estamos perdiendo de vista lo más importante: cultivar en
nuestro corazón la felicidad, la paz y el amor. Porque, ¿de qué sirve
comprar cosas si no amamos con mayúsculas a quienes se las regalamos?
La ironía es que en medio de este exceso
consumista, también se nos recuerda –con cierto tono moral– que lo más
importante es que seamos “buenas personas”. De ahí que los ricos
dediquemos estos días para hacer “buenas obras”, atendiendo a los pobres. Es
decir, a los que tienen menos. Parece como si en esta época del año tuviéramos
que ser buenos samaritanos simplemente porque toca. Lo cierto es que pocos
cuestionamos nuestras verdaderas motivaciones, preguntándonos honestamente por qué
–precisamente ahora– hacemos lo que el resto del año no solemos hacer.
¿EN MEMORIA DE
JESÚS?
“Aunque tienen ojos, no ven. Y aunque tienen
oídos, no escuchan ni comprenden” (Jesús
de Nazaret)
La Navidad es una de las fiestas más importantes
del cristianismo. Celebra el nacimiento de Jesús de Nazaret, un filósofo
revolucionario cuyas enseñanzas atentaban contra las creencias religiosas y los
intereses políticos del statu quo de su época. Probablemente, si hoy volviera a
nacer seguiría yendo en contra del actual orden establecido. Más que nada
porque sus palabras nos inspiran a cambiar de mentalidad, aprendiendo a ser
felices para amar a los demás y a la vida como a nosotros mismos.
Contrariamente a lo que se suele creer, este sabio
no fundó el cristianismo. Tras ser crucificado por los sacerdotes de su época,
sus enseñanzas fueron extendiéndose rápidamente. De hecho, fueron los
emperadores y los clérigos quienes crearon e institucionalizaron la religión
cristiana por toda la cuenca del Mediterráneo.
Así, en el año 313, a través del edicto de Milán,
el emperador Constantino el Grande legalizó el cristianismo. Y doscientos años
después, el emperador Justiniano I la declaró “religión oficial” del Imperio
romano. Aunque ningún historiador sabe el día exacto en que nació Jesús, la
Navidad se celebra el 25 de diciembre. Etimológicamente, esta palabra procede
del latín “nativitas”, que significa “nacimiento”.
LA RIQUEZA DEL CORAZÓN
“Encuentra el reino de Dios dentro de ti y todo lo demás se te dará por añadidura”. (Jesús de Nazaret)
Al haber edificado nuestra existencia sobre un
sistema capitalista que promueve la filosofía del materialismo, actualmente la
Navidad se ha alejado de su sentido original: recordar la filosofía esencial
predicada por Jesús. Es decir, aprovechar esta época del año para recogernos y hacer
balance –desde una perspectiva emocional– del rumbo que está tomando nuestra
vida. No en vano, el mensaje de este sabio es que la verdadera
riqueza reside en el amor y que los regalos auténticos son los que se hacen con
el corazón.
A día de hoy la Navidad se ha distorsionado a
causa del mercantilismo y el consumismo imperantes. De ahí la aparición del
simpático y bonachón Santa Claus, que trae regalos a los niños que se portan “bien”,
y muchos regalos a los niños que se portan “muy bien”. Estas fiestas también afectan a
los adultos. Por más que no sepamos qué regalarnos, cada año compramos cosas innecesarias para
cumplir con la tradición. En algunos casos, parece como si nuestro
amor se midiera en función de la cantidad y la calidad de nuestras compras.
Con la Navidad también vuelven las ansiadas comidas y cenas familiares. Dado que a lo largo de los otros 362 días apenas encontramos tiempo para disfrutar de nuestra mutua compañía, los días 24 (Nochebuena), 25 (Navidad) y 26 (San Esteban) de diciembre son idóneos para pasar un agradable rato juntos y así ponernos al día.
Sin embargo, muchos nos relacionamos no porque queramos o nos apetezca, sino porque sentimos la obligación de hacerlo. No en vano, en cada núcleo familiar se han establecido una serie de ritos y tradiciones, muchos de los cuales son impuestos por la sociedad. Y aunque nunca hemos asumido estos compromiso sociales, se da por hecho que hemos de cumplirlos. Si bien a muchos acudimos con alegría, a otros vamos con cierta pereza y resignación. O dicho de otra manera: vamos para no sentirnos culpables, evitando ser juzgados por el resto de nuestra familia.
Precisamente por este motivo, estos próximos días volveremos a reunirnos con los diferentes miembros de nuestra familia. A su lado compartiremos charlas, turrón, alcohol y villancicos. Con algunos el trato es cordial. Con otros, incluso cómplice y amistoso. Y aunque cada hogar tiene su propia historia y su forma única y especial de relacionarse, en cada familia suele haber algún que otro personaje problemático y conflictivo. Por más adornado que esté el salón donde nos reuniremos, bajo la alfombra suelen esconderse todo tipo de miedos, resentimientos y envidias. A veces basta un pequeño comentario para desenterrar viejas heridas emocionales y que empiece a liarse la marimorena.
ENTRENAR LA
COMPASIÓN
“Amad a vuestros enemigos. Bendecid
a los que os maldicen. Haced el bien a lo que os aborrecen. Orad por los que os
calumnian y os persiguen. Y perdonarlos a todos, porque no saben lo que hacen.”
(Jesús de
Nazaret)
Precisamente por este motivo, mañana, pasado y el
otro volveremos a reunirnos con los diferentes miembros de nuestra carismática
familia. A su lado compartiremos charlas, turrón, alcohol y villancicos. Con
algunos el trato es cordial. Con otros, incluso cómplice y amistoso. Y aunque
cada hogar tiene su propia historia y su forma única y especial de
relacionarse, en cada familia suele haber algún que otro personaje problemático
y conflictivo. Por más adornado que esté el salón donde nos reuniremos, bajo la alfombra
suelen esconderse todo tipo de miedos, resentimientos y envidias. A
veces basta un pequeño comentario para desenterrar viejas heridas emocionales,
y que empiece a liarse la marimorena.
Esta es la razón por la que algunos solemos ver
estos encuentros como un “problema”. Es decir, como una situación en la
que al estar con unas determinadas personas que dicen según qué cosas podemos
potencialmente perturbarnos a nosotros mismos. Que si el abuelo gruñón critica
nuestro estilo de vida. Que si el tío vanidoso presume de lo que nosotros no
tenemos. Que si el primo chistoso nos lanza bromas afiladas sobre nuestra forma
de ser. En el nombre de la confianza, parece como si tuvieran carta blanca para decir lo
que piensan sin tener que pensar en lo que dicen.
Sea como fuere e inspirados por el mensaje
esencial de Jesús, podemos aprovechar estos tres días navideños para entrenar
los músculos
de la empatía, la aceptación, el perdón y la compasión. Gracias a
estas cualidades, podemos ver estos encuentros no como “problemas”, sino como “oportunidades
de aprendizaje”. No obstante, nadie puede herirnos emocionalmente
sin nuestro consentimiento. También es fundamental recordar que todo el mundo
lo hace lo mejor que puede en base a su nivel de comprensión y a su grado de
bienestar.
De hecho, nuestros familiares más conflictivos son
precisamente los más egocéntricos y, en consecuencia, los que más sufren. Y
dado que viven y funcionan de forma inconsciente, no son dueños de sus
pensamientos, de sus palabras, de sus actitudes ni de sus conductas. De ahí que
en última instancia no sean responsables de sus actos. Paradójicamente, no existe ningún escenario
mejor para practicar el verdadero amor que el que nos proporcionan estas
conflictivas ceremonias navideñas.
¿QUÉ HA SIDO
DEL FUEGO?
“Ama al prójimo como a ti mismo” (Jesús de Nazaret)
Hace muchos siglos, un hombre descubrió el arte de
hacer fuego. Al día siguiente, cogió todos los elementos necesarios y se
dirigió hacia el norte, donde se encontraban las tribus que más sufrían los
efectos del frío glacial. Nada más llegar, les enseñó cómo crear fuego, así
como sus enormes ventajas para la supervivencia. En un par de días, los
habitantes ya sabían encender hogueras y las utilizaban para cocinar y
calentarse.
Y antes de que tuvieran tiempo de darle las
gracias al inventor, éste ya se había marchado. No estaba interesado en recibir
agradecimientos ni alabanzas. Sólo quería que la gente se beneficiara del
fuego. Y así fue como poblado tras poblado, poco a poco su fama empezó a extenderse
por el país.
Sin embargo, de pronto se encontró con un gran
obstáculo. Los sacerdotes de la época comenzaron a temer la enorme popularidad
cosechada por aquel sabio inventor. Estaba disminuyendo la influencia y el
control que tenían sobre la gente. Por esa razón decidieron envenenarlo. Y los
habitantes, desolados, empezaron a sospechar de los clérigos. Para evitarse
mayores conflictos, los sacerdotes mandaron hacer un enorme retrato del
inventor. Lo colocaron en el altar principal de cada templo y crearon una serie
de rituales para honrarlo. Pero ya nadie hacía fuego.
Así fue como cada semana la gente acudía en masa a
las iglesias a rendir homenaje al inventor y a los elementos que permitían
crear fuego. Las ceremonias se seguían al pie de la letra. Se habían convertido
en una tradición nacional. Los sacerdotes recordaban por medio de
grandilocuentes sermones los beneficios inherentes al fuego. Y la gente
aplaudía y los veneraba. Todo el mundo hablaba del inventor. Y así ha sido
desde hace más de dos mil años. A día de hoy abundan las estampitas que
ilustran las llamas. Y los cantos sobre el calor y el olor que desprendía. Sin embargo,
desde la muerte de aquel inventor, en aquel lugar jamás se ha vuelto a encender
fuego.
PARA APRENDER DEL AMOR
1. LIBRO – ‘La doctrina oculta de Jesús’, de Ramiro Calle (Ediciones Martínez Roca). Para el autor, Jesús fue un ser humano muy sabio que se rebeló contra los sacerdotes que lo crucificaron y, años más tarde, lo canonizaron.
Una buena entrada , una de las mejores que he visto hasta el momento con respecto a la navidad .
ResponEliminaComo dijiste al principio , lo importante es SER FELIZ .