En nuestra vida, nos guste o no, siempre hay luces y
sombras. Ambas son inherentes al ser humano. Es más, cuanta más luz llega a
nuestra vida, más sombras provoca -o despierta- de nuestro interior…
Cuando intentamos huir de las sombras, no aceptarlas como
algo nuestro o intentamos esquivarlas, éstas permanecen ocultas y se
manifiestan a la menor ocasión. Pero, al fin y al cabo, siempre hay luces y
sombras en nuestro corazón y es nuestra la decisión de permitir que dominen o
no nuestra vida!
Y quizás la Navidad que estos días llega es una de esas
ocasiones, en la que lo mejor de nosotros y lo peor se manifiestan, en esas
fechas señaladas especialmente evocadoras de sentimientos. Por eso, para
algunos la Navidad es un momento de luces, canciones, sonrisas, encuentros,
colores y regalos, mientras que para muchos otros lo es de soledad, tristeza,
lágrimas y oscuridad!
Bajo las luces de las calles iluminadas y engalanadas, se
distinguen sombras, que cobran una especial relevancia en estos días. Personas solas que malviven en la calle,
otras que están tristes pues sus seres queridos están demasiado lejos o
simplemente ausentes para compartir con ellos estas fiestas tiernas y
entrañables…
Felicidad e infelicidad comparten estas fechas,
seguramente como lo hacen el resto del año. Pero en Navidad todo aumenta de tamaño, se engrandece la
justicia y la injusticia, la riqueza y la pobreza, la gratitud y el reproche,
la compañía o la soledad, la alegría o la pena. Todo adquiere una grandeza inusitada, como si el corazón
que las observa y las siente solo se manifestara en Navidad! Y es que es fácil
que el corazón se mantenga dormido durante gran parte del año, despertándose en
momentos especialmente sensibles -y sensibleros-, como la Navidad!
Pienso ahora en todas esas personas que nos abandonaron
alejándose de nuestra vida ordinaria, por voluntad o sin ella, pero que hoy ya
no están. Pienso que la única manera de tenerlas presentes, de compartir con ellas lo
mejor y lo peor de nuestra vida es a través del corazón, aunque sean invisibles
a los ojos. Siento que somos pocos los afortunados que
somos capaces de no echarlas de menos, pues tenemos bien vivo el corazón en
cada instante de nuestra existencia…
Y es que algunos no saben encontrarse el corazón, ni tan
siquiera en estas fechas navideñas. Especulan mentalmente con el amor
artificial y efímero e intentan encontrarlo por fuera, como si fuera algo ajeno
a ellos y a la vida que viven cada día. Y al corazón solo hay que dejarlo brotar desde el interior,
donde siempre estuvo, está y estará el amor verdadero. En él no hay ausencias, ni distancias, ni tiempos
adecuados. El amor de verdad es y estará siempre donde está, en nuestro
interior… aunque quizás escondido tras nuestros miedos y sombras o tras las
luces, sonrisas y melodías navideñas. Solo hay que dejarlo brotar, compartiéndolo sin miedo con los
demás… y tal vez la Navidad sea el mejor momento para ello!
GRÀCIES PER EL BLOG TAN GENEROS.
ResponEliminaBON NADAL !!!
A tu Miquel, pels teus sabis textos... BON NADAL!!
EliminaGràcies per compartir-ho, Joan, molt bon dia de Nadal, amb pau i felicitat! Una abraçada!
ResponEliminaMoltes gràcies Miguel, felicitat, pau i amor per aquests dies de Nadal... i que ens durin per tot l'any....
EliminaUna abraçada!
Buenos días Joan, con tu permiso lo puedo compartir en mi blog?
ResponEliminaClaro que si, solo tiebnes que mencionar el Nombre de Miguel Benavent, el autor. Muchas gracias y feliz dia!!!
Elimina