OPCIONS DE MENÚ

dimecres, 15 de juliol del 2015

AGRADECIDO, HASTA PRONTO!


Quiero despedirme con un poema, un canto a la vida y a escribir nuestra historia. Un grito a vivir los sueños, las pasiones, no a guardarlos en el cajón de los imposibles.

Como dice el poema no podemos vivir an contra de nosotros mismos, eso transforma la vida en un infierno.

Así que invito desde aquí a hacer conscientes esos sueños, alimentarlos, cuidarlos y hacerlos realidad.



NO TE DETENGAS
No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
"Emito mis alaridos por los techos de este mundo",
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros "poetas muertos",
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los "poetas vivos".
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas ...
W.Whitman

Fotografia Joan Piñol. Formentera 2012.




Amigas y amigos, necesito parar para seguir avanzando.

Parar, respirar, sentir, observar y observarme, reflexionar, volver a la calma…, para seguir avanzando.

El redescubrimiento de antiguas aficiones, la búsqueda de nuevas maneras de expresión,  la necesidad de poner atención a todo lo que en la vorágine del día a día no llego a apreciar...; hace que deba corregir rumbos, ver otras perspectivas, cuidarme, andar nuevos caminos, fijar nuevas metas, encontrar nuevas ilusiones, nuevas pasiones… 


En resumen darme la oportunidad de construir nuevas realidades. Porqué justo es eso, la pasión, la ilusión, la curiosidad, lo que da sentido a mi vida.

Y para conseguir todo esto hace falta parar, stop, frenazo, como si de pronto quisiera congelar el instante, detener la vida, para poder realizar el proceso con calma, tranquilidad y consciencia.   

Así que he decidido, necesito, darme un descanso de publicar en el Bloc. El verano es una época de quietudes, de calma, de reflexión, hay tiempo para todo porque todo se ralentiza, tiempo para compartir, descansar, reflexionar, sin reloj, lejos de los horarios y las prisas.

Necesito poder empezar el año (para mi empieza en septiembre), con renovadas fuerzas, nuevos proyectos que generen ilusiones, donde poner pasión porque así nace la creatividad. Pero para eso es necesario fijar metas, planificarlas, cuidarlas, y buscar los espacios y tiempos que propicien su logro. Y saber que tendré de caminar la incertidumbre. 

Será el tiempo quien decida cuando y como retomar la marcha del Bloc, quizá con más fuerza, quizá nunca, quizá de otra manera, otro formato, no tengo ni idea… necesito buscar otras formas de expresión que nazcan de más adentro, del corazón. Noto que debo desarrollar nuevas formas de creatividad, salirme de lo estandarizado y poner mucho más de mí, de lo que siento, pienso y vivo.

Han sido cinco años compartiendo diariamente reflexiones, entrevistas, fábulas, vídeos, en definitiva emociones que creo, nos han motivado a avanzar, nos han acercado a las emociones que sentimos y, lo mejor, nos han ayudado a vivir más conscientemente.

Os echaré en falta, lo sé, la búsqueda de los artículos, las imágenes, todo el proceso de maquetarlos, esos buenos días por la mañana con el café humeante, los comentarios, nos han acercado. A pesar de que muchos no nos conocemos estamos cerca, hemos compartido momentos virtuales, con algun@s largas charlas y algún café. A veces nos hemos desnudado el alma, o simplemente hemos leído, en definitiva nos hemos acompañado.

No pretendo desaparecer del todo, los que nos leemos por facebook seguiremos en contacto, seguiré compartiendo fotos, canciones, aficiones, pasiones…. Solo dejaré de publicar en el Bloc. Por eso os quiero avisar, es un tiempo de descanso y reflexión, de parar para tomar impulso. Cuando hacemos siempre lo mismo no avanzamos, estamos en la zona cómoda, así que debo explorar nuevos territorios para poder seguir creciendo.

Le robo una cita a Gabriel García Márquez: "Los seres humanos no nacen para siempre el día que sus madres los alumbran, sinó que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez".

Ya empiezo a notar esa sensación tantas veces experimentada en mis viajes mezcla de excitación y nerviosismo ante algo que se presenta nuevo, por construir. Pero si antes era por algo externo que se me ofrecía para ver y saborear en paisajes espectaculares, gentes maravillosas, ciudades fascinantes... ahora quiero crearlo yo, desde mi interior hacia afuera.


Gracias a tod@s  por todas estas emociones compartidas, por todo este tiempo vivido y sentido, ha sido un placer... y hasta la pronto!.



Hace años tomé esta foto en La Habana.
Ahora lo siento así, como un grito.


QUÉDATE CONMIGO. Àlex Rovira.

Quédate hoy conmigo,
vive conmigo un día y una noche
y te mostraré el origen de todos los poemas.

Tendrás entonces todo cuanto hay de grande
en la Tierra y el Sol
y nada tomarás ya nunca de segunda ni de tercera mano,
ni mirarás por los ojos de los muertos,
ni te nutrirás con el espectro de los libros.

Tampoco contemplarás el mundo con mis ojos.
Ni tomarás las cosas de mis manos.
Aprenderás a escuchar en todas direcciones.
Y dejarás que la esencia del Universo se filtre por tu ser.

WALT WHITMAN


Leo a Whitman de nuevo y emergen a vuela pluma estas palabras:

Mirar con los propios ojos para ver con nuestra propia alma: desnudarnos de prejuicios sobre nosotros mismos, los demás y la propia vida para que caigan filtros que nos impiden percibir desde la desnudez, y sorprendernos, apreciar, valorar, reconocer lo esencial, lo que de verdad vale la pena; renacer en cada instante.

Mirar de comprender y no estorbar, y estar dispuestos a cuidar nuestro círculo, nuestro jardín, porque servir es darnos a quienes tenemos cerca y nos necesitan.

Sabernos pequeños y humildes en esta diminuta burbuja que flota en un Universo infinito y desconocido, cuidando la tierra que nos ha sido dada para entregarla a nuestros hijos.

Sumar en lugar de restar, cuidar, vivir con delicadeza y entregados al eterno presente, pues eso es lo único que somos.

Abrazos,


Álex




dimarts, 14 de juliol del 2015

EL PROBLEMA DE LOS OTROS. Paulho Coelho. Fábula.

Érase una vez un sabio muy conocido que vivía en una montaña Himalaya. Cansado de convivir con los hombres, había optado por una vida sencilla y pasaba la mayor parte de su tiempo meditando.
Su fama, no obstante, era tan grande que las personas estaban dispuestas a caminar por estrechos senderos, subir colinas escarpadas o vadear caudalosos ríos sólo para conocer a aquel hombre santo, al que creían capaz de resolver cualquier angustia del corazón humano.
Este sabio, como era un hombre muy compasivo, no dejaba de dar un consejo aquí y otro allá, pero procuraba librarse cuanto antes de los visitantes no deseados. A pesar de todo, éstos aparecían en grupos cada vez mayores y, en cierta ocasión, una multitud se agolpó a su puerta diciendo que en el periódico local se habían publicado bellas historias sobre él y que todos estaban seguros de que sabía cómo superar las dificultades de la vida.
El sabio no dijo nada; les pidió a todos que se sentasen y esperasen. Pasaron tres días y no paraba de llegar gente. Cuando ya no quedaba espacio para nadie más, él se dirigió a la muchedumbre que esperaba frente a su puerta:
– Os voy a dar la respuesta que todos queréis. Pero debéis prometerme que, a medida que vuestros problemas se solucionen, les diréis a los nuevos peregrinos que me fui de aquí, de manera que yo pueda continuar viviendo en la soledad que tanto anhelo.
Los hombres y las mujeres presentes hicieron un juramento sagrado: si el sabio cumpliese lo prometido, ellos no dejarían que ningún otro peregrino subiese a la montaña.
– Contadme vuestros problemas –pidió entonces el sabio. Alguien comenzó a hablar, pero fue inmediatamente interrumpido por otras personas, ya que sabían que aquélla era la última audiencia pública que el hombre santo daría y temían que no tuviera tiempo de escucharlos a todos. A los pocos minutos, la situación ya era caótica: multitud de voces gritando al mismo tiempo, gente llorando, hombres y mujeres arrancándose los cabellos de desesperación ante la imposibilidad de hacerse oír
El sabio dejó que la escena se prolongase un poco más y por fin gritó:

–¡Silencio!

La multitud enmudeció inmediatamente.
–Escribid vuestros problemas y dejad los papeles aquí, frente a mí.
Cuando todos terminaron, el sabio mezcló todos los papeles en una cesta, pidiendo a continuación:
–Id pasando esta cesta de mano en mano y que cada uno saque un papel y lo lea. Entonces podréis cambiar vuestro problema por el que os ha tocado o pedir que os devuelvan el papel con el problema que escribisteis originalmente.
Todos los presentes fueron tomando una de las hojas de papel, la leyeron y quedaron horrorizados. Sacaron como conclusión que aquello que habían escrito, por muy malo que fuese, no era tan serio como lo que afligía a sus vecinos. Dos horas después intercambiaron los papeles y cada uno volvió a meter en su bolsillo su problema personal, aliviado al saber que su aflicción no era tan dura como se imaginaba.
Agradecieron la lección, bajaron la montaña con la seguridad de que eran más felices que los demás y, cumpliendo el juramento realizado, nunca más permitieron que nadie perturbase la paz de aquel hombre santo.


Paulo Coelho

DARLE TIEMPO AL TIEMPO. Xavier Guix. El País 26/07/09

Las vacaciones son una buena oportunidad para regalarnos tiempo y también para reflexionar sobre su sentido en nuestra vida.
“No nos damos cuenta de que somos tiempo. Cada vez que decimos que no tenemos tiempo es como decir que no existimos”
“Cuando llegan las vacaciones, para la mayoría mandan las necesidades del momento y nada más”
Decía José Luis Borges que el tiempo es la materia de la que hemos sido creados. Dios sabe en qué dimensiones existimos cuando habitamos en el paraíso, pero al materializarnos, al venir a este mundo, entramos forzosamente en dos grandes dimensiones que no abandonaremos hasta nuestra finitud material: el tiempo y el espacio.
No todos los tiempos son iguales. Al menos existen tres grandes mitos por los que transitamos los humanos, según sean nuestra cultura, estilos de vida y estaciones del año. Como cuenta el filósofo Jesús de la Pienda, existe el tiempo “lineal”, muy propio de nuestras latitudes occidentales, o sea, la idea de que todo empieza y todo acaba, es como una línea sin principio ni fin en la que se sitúan todas las cosas que tienen duración. Los calendarios, por ejemplo, son lineales. Un día nacimos y otro moriremos. No hay más.

VIVIR EN TIEMPOS DIFERENTES
“Afortunado es el hombre que tiene tiempo para esperar” (Calderón de la Barca)
El segundo mito es el tiempo circular, muy propio de las culturas orientales. Se basa en la creencia de que el tiempo del universo entero, con todas sus criaturas, gira en un círculo, una rueda cósmica, de creaciones y destrucciones sin fin, volviendo una y otra vez a sus orígenes. El tiempo cíclico es el de las reencarnaciones propiamente dichas del alma humana, sometidas a la ley del karma, o sea, el principio de la causalidad universal o de la consecuencia de la conducta humana. Nada empieza y acaba, sino que todo está en movimiento continuo, en una danza inacabable donde lo que no se resuelve hoy tal vez se aclare en otra vida.
El tercer y último mito es el del tiempo simultáneo. Es el que domina la mente de los pueblos negroafricanos de cultura bantú. El tiempo lo constituyen los acontecimientos. Sus calendarios son histórico-biográficos y se confeccionan según lo que le ocurre a la tribu, al clan o a la familia. El día no se divide en horas, sino en momentos marcados principalmente por el Sol, la Luna, y en función del cuidado del ganado. El reloj-máquina no existe, ni, por tanto, la enfermedad del estrés ni tantas otras que la vida occidental acarrea.
Cuando llegan las deseadas vacaciones, la mayoría solemos instalarnos en el tiempo simultáneo. Mandan las necesidades del momento y nada más. Se come cuando hay hambre, y no cuando es su hora. Se vuelve de la playa cuando los niños están cansados, y no porque toca. Se hace de menos o de más según las necesidades del momento. Es un vivir muy cercano al ritmo de la naturaleza o al ritmo de los acontecimientos.
Recuerdo a un amigo que en un viaje por esas tierras bantúes tuvo que hacer un traslado en autobús. Al preguntar por la hora de salida le dijeron: “Cuando el bus esté lleno”. Eran las 12 del mediodía y, efectivamente, el autobús no salió hasta las seis de la tarde, o sea, cuando por fin se llenó. Esto en nuestra cultura es impensable. Por lo visto, aquí pecamos por el otro extremo, ya ponemos mala cara cuando pasa un minuto de la hora de salida de cualquier transporte.

UN TIEMPO CON SENTIDO 
“El hombre que confía en el tiempo como medio para conseguir su felicidad, vive en la ignorancia y, por tanto, en el conflicto” (Jiddu Krishnamurti)
La mayoría de nosotros llena su cotidianidad de los tres tiempos. Por un lado, tenemos una perspectiva de vida personal y laboral más o menos planificada. Nos sometemos a un presente continuo, pero con la mirada puesta casi siempre en el mañana, en el futuro próximo. Vivimos linealmente. Pero a su vez celebramos onomásticas, aniversarios, fiestas populares, celebraciones de todo tipo que se repiten año tras año. Son siempre lo mismo, son un eterno retorno, como diría Mircea Eliade. Y también nuestra existencia es simultánea cuando lo dejamos todo para asistir a un acto familiar o para atender infortunios, o para gozar de un instante amoroso que quisiéramos infinito.
Ahora que llegan las vacaciones podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿para qué voy a utilizar el tiempo?. Obsérvese que pregunto ¿para qué?, y no ¿en qué? Somos muy dados a llenar el tiempo, a querer amortizarlo, a pretender manipularlo a nuestro favor, estirándolo para que encaje todo lo que queremos vivir. Entonces somos esclavos del tiempo, dependemos de su paso inexorable y de su cronometría perfecta.
¿Qué ocurriría si simplemente nos regaláramos tiempo?. Eso es, regalarse el no hacer nada. Es como darle tiempo al tiempo, como dejar que las cosas ocurran, sin intervenir, sin voluntades, sin forzar nada, sin obligarse a nada, sin expectativas de nada. Dicho de otro modo: si aprovecháramos el tiempo para vaciar, en lugar de seguir llenando, ¿no sería hermoso sentirse que uno es tiempo y no que corre tras él?

SER TIEMPO PRESENTE 
“El tiempo es el horizonte dentro del cual toda realidad adquiere sentido” (M. Heidegger)
Cabe observar que no hacer nada no es lo mismo que ‘hacer el vago’. No hacer nada tampoco significa apalancarse ante un televisor o dormitar días enteros, aunque a algunos les haría mucha falta. No hacer nada no significa estar desactivado, sino todo lo contrario. Vivimos en el tiempo cuando estamos conectados con nosotros mismos, sin actividades ni distracciones que nos descentren. Estoy conmigo y estoy con los demás abiertamente, atentamente, pero sin esfuerzo. Como diría un taoísta: no hacer nada, pero sin dejar nada por hacer.
Todo lo contrario les ocurre a esas personas que van a pasar las vacaciones cambiando unas obligaciones por otras. A aquellas que en nombre de las vacaciones van a agotarse aún más. A aquellas que no se darán tregua alguna y seguirán viviendo contando las horas, proyectando lo que harán los próximos 60 minutos. No se trata de cambiar unas rutinas por otras, sino de dejar de ser quien somos cada día, para no ser nada ni nadie. Ser sólo eso, tiempo presente vivido con toda intensidad, sin expectativas ni obligaciones.
Creo que no nos damos cuenta de que somos tiempo, de que no lo podemos separar de nosotros. Cada vez que decimos que no tenemos tiempo es tanto como decir que no existimos. A ver qué va a ocurrir ahora, que se supone que vamos a tener, al menos, unos cuantos días para recuperar nuestra naturaleza temporal. Aprovéchelos para reflexionar sobre su relación con el tiempo, cómo desea vivirlo, como se relaciona con él. Es muy duro creer que todo lo que somos se rige por unas simples manecillas del reloj.
Tengo la sensación que estructuramos demasiado la vida. En lugar de permitirnos abrazarla, parece que preferimos construir compartimentos estanco. Que nuestras vidas transitan entre marcos referenciales, llevando al extremo aquello de un tiempo para cada cosa y cada cosa a su tiempo. La vida no funciona así, y por eso creo que andamos a contracorriente. La vida se expresa de forma discontinua; no atiende a horarios, no es homogénea, ni equilibrada. La vida, ni corre demasiado ni se entretiene. Simplemente, fluye. 

MITOS, SER Y SENTIDO

1. Libros:
‘Los mitos del gran tiempo y el sentido de la vida’, de Jesús Avelino de la Pienda. Biblioteca Nueva, 2006.
‘El ser y el tiempo’, de Martin Heidegger. Fondo de Cultura Económica.

2. PelÍculas:
‘Atrapado en el tiempo’, de Harold Ramis. Columbia Pictures.
‘12 Monos’, de Terry Gilliam. Universal Pictures.

dilluns, 13 de juliol del 2015

¿Nos sientan bien los elogios?. Jenny Moix Queraltó. El País.

Ilustración Anna Parini
Aceptar los cumplidos no resulta sencillo: exige grandes dosis de humildad, evitar caer en
la tentación vanidosa y saber distinguir entre los interesados o tóxicos y los verdaderamente sinceros.
Un elogio sincero es un termómetro de cómo nos ven desde fuera. Ferran Ramon-Cortés.
Los elogios tienen peligro: creerse que uno se ha vuelto infalible y vuela por encima del bien y el mal. Hay que relativizarlos. Javier F. Maroto
En un rincón de su estudio, una chincheta sujetaba en la pared tres corazones de cartulina. Cada uno de ellos contenía un mensaje escrito con un grueso rotulador rosa: “Bonita sonrisa”, “Entusiasta” y “Divertida”. Cuando los ojos de María se cruzaban con esos corazones, se detenían un instante para sentir ese aire cálido que le dejaban dentro. Provenían de un taller de autoestima en el que había participado tres años atrás. Concretamente, de un ejercicio en el que los participantes anotaban en un corazón alguna característica positiva del resto de compañeros. De tal manera que cada uno recibía corazones anónimos con sus bondades.
A María ese ejercicio le había sentado estupendamente. De hecho, la caricia emocional y el empuje que notó en su día todavía resurgían al releer esas palabras rosas. ¿A todos los participantes les sentó igual de bien? Probablemente no, pues en este tipo de ejercicios las ­reacciones suelen ser muy diversas. A diferencia de nuestra protagonista, algunas personas no digieren bien las alabanzas. No les entran. Por sus neuronas pueden circular ideas como: “Lo han dicho porque tocaba”. Si nuestra autoestima está dañada, las palabras bonitas, por muy sinceras que sean, caen en saco roto. Existen personas valiosísimas que se sienten infinitesimales. Por mucho que las intentes animar exponiéndoles sus puntos fuertes, las palabras se resquebrajan cuando llegan a su cerebro. Los psicólogos experimentamos a menudo la aguda sensación de inutilidad al intentar y no conseguir transmitir su valía a una persona. Les prestarías tus ojos para que se vieran a través de ellos.
Rehusamos los elogios cuando creemos que no somos dignos de ellos. Pero este es solo un motivo. A veces, el rechazo del piropo es una maniobra inconsciente de nuestro ego. “No, no es cierto”, respondemos, deseando, con un fervor no reconocido por nuestra conciencia, que nos lo repitan y, si puede ser, lo agranden aún más. Tal como sugiere François de la Rochefoucauld, “rechazar una alabanza es desearla el doble”. En otras ocasiones no reaccionamos nosotros, sino nuestro cuerpo. Enrojecemos y hundimos la cabeza como si nos quisiéramos fundir en el ambiente. Rabindranath Tagore lo describe con sutileza: “Me avergüenza la alabanza porque me satisface en secreto”.
No aceptar los aplausos se ha vuelto casi una cuestión de educación. Con su aceptación podríamos estar sugiriendo que creemos merecerlos. Y eso, paradójicamente, en esta sociedad no está bien visto. Así que aunque pensemos que nuestro trabajo está bien, si alguien nos lo confirma, lo suyo es ponernos el traje de la falsa modestia y seguir las varias alternativas que nos sugiere el protocolo. La primera consiste en empequeñecer nuestro trabajo: “No, no es para tanto, era fácil”. La segunda, en rebotar el elogio: “Lo que está realmente bien es lo que has hecho tú”. La lista puede expandirse hasta la orilla de nuestra creatividad. Las retorcidas reglas sociales apuntan que lo correcto es no aceptarlos.
Las normas de educación teóricamente están pensadas para hacer sentir cómodo a nuestro interlocutor. ¿El rechazo del elogio es bien recibido? La respuesta ya la sabemos porque a todos alguna vez nos han troceado en mil pedazos algo franco y bonito que hemos expresado. No es una sensación cómoda. Es como un menosprecio a nuestro punto de vista. Elogiar sinceramente es dar nuestra opinión; si no se acepta, parece que nos sugieran que no es válida. O que alberga una intención oculta. Y entonces nos viene a la cabeza algo así: “Se piensa que le estoy diciendo esto para conseguir algo”. Y puede resultarnos desde irritante hasta ofensivo.
Aunque aceptar elogios nos parece propio de personas vanidosas, en el fondo es señal de humildad. Las inseguridades pululan en el interior de todos los humanos. Es una de nuestras señas de identidad. Preparas un pastel, lo pruebas y está exquisito, pero… ¿les gustará a los amigos que vienen a cenar? Esos titubeos siempre tintinean dentro de nuestras cabezas.
Justamente porque somos humanos y las inseguridades se apropian de nosotros, si alguien nos dice: “Qué rico está el pastel”, lo recibimos como un auténtico bálsamo. Necesitamos y debemos aceptar los elogios justamente porque somos humanos. La aceptación de un elogio es una muestra de humildad, con ella estamos diciendo que lo necesitamos. La arrogancia sería actuar como si no los requiriéramos porque la seguridad en nosotros mismos es total.
Ilustración Anna Parini
Un ejemplo. Debemos seleccionar un candidato para un puesto de trabajo. Leemos los currículos de los dos que se han presentado. Ambos excelentes. Así que felicitamos tanto al candidato A como al B. El candidato A nos contesta: “La verdad es que he tenido mucha suerte a lo largo de mi carrera”, y el B: “¡Gracias de verdad! No me ha resultado fácil, estos últimos años me he tenido que esforzar mucho”. ¿A quién le daríamos el puesto?
Años atrás vino a mi despacho un alumno a revisar la nota de un examen. Había obtenido un 4,5 y quería que lo aprobara. Le comenté que era imposible. La asignatura se aprobaba con un 5 y no podía hacer excepciones. Y me soltó: “¡Jenny, tú que eres tan simpática!”. Ahora lo recuerdo y sonrío. La intencionalidad del elogio era tan evidente que incluso me conmueve pensar en su inocencia si creyó que yo podría sucumbir. Existen elogios manipuladores. Algunos, como este caso, son más evidentes, otros andan camuflados.
¿Cómo desenmascarar a los camuflados, cómo distinguirlos de los auténticos? Difícil. Las investigaciones sobre cómo detectar engaños no arrojan resultados contundentes, ni conectando a una persona a un gran aparataje para descubrir sus mentiras somos capaces de acertar. Podríamos pensar que el camino es seguir lo que nos dice el corazón, pero incluso él se despista a menudo. Quizá la cuestión no sea diferenciar los elogios auténticos de los que no lo son, sino fijarnos adónde nos llevan. Supongamos que después de masajearnos el ego, explicándonos lo bien que lo hacemos todo, nos piden que realicemos un proyecto y lo aceptamos. Aquí lo importante no es tanto si el elogio era real o falso, sino si realmente nos apetecía realizar el trabajo.
A veces los elogios pasan de bálsamo a convertirse en droga dura. No podemos vivir sin ellos. Y entonces caemos en la trampa mortal de olvidarnos de lo que realmente nos gusta para ir hacia la búsqueda descontrolada de nuestra dosis. El ritmo de la sociedad industrializada nos ha traído elogios homogeneizados e instantáneos: los “me gusta” de Facebook son un buen ejemplo. Se debería realizar algún estudio científico para comprobar qué satisface más, si degustar una buena paella o los “me gusta” que se pueden conseguir colgando su foto en la Red. Creo que los resultados indicarían que algunas personas se decantan por la recompensa cibernética.
Conversando con una alumna, me confesaba que a ella le costaba horrores elogiar a los demás. No estoy hablando de una chica fría y desalmada, sino todo lo contrario. Le pregunté si el motivo era que no encontraba nada para ensalzar. “No es eso, de hecho encuentro muchas cosas dignas de admiración, pero no me atrevo a expresarlo. A veces, lo único que consigo es elogiar indirectamente, como en broma”. Al expresarnos sinceramente, nos mostramos, nos exponemos, pero la alternativa, cerrarnos, impide crear sólidos hilos de unión.
No todos los elogios sientan igual. Los hay que saben a interés y resultan más bien tóxicos. Otros huelen a formulismo y nos dejan impasibles. Los que realmente nos nutren son los que salen del alma. En particular, nos gustan los concretos, no es lo mismo “buen trabajo” que “me gusta cómo está redactado tu trabajo, los esquemas que empleas y la presentación”. Las especificaciones lo convierten en más real y nos ayudan verdaderamente a mejorar. Si decimos las cosas en el momento en que se “tienen que decir”, parece demasiado protocolario. Un amigo nos enseña su piso, el “qué bonito es” en el mismo momento puede parecer porque toca. Si se lo repetimos al día siguiente por teléfono, la verosimilitud de nuestra opinión se multiplica. Son detalles esenciales que a menudo olvidamos.
Si el simple aleteo de una mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo, ¿qué pasaría si hoy todos nos pusiéramos de acuerdo en regalar elogios sinceros?

Para conectarnos
Libros
‘La química de las relaciones’. Ferran Ramon-Cortés (Planeta, 2013)
Una fábula.
Estaba un cuervo posado en un árbol y tenía en el pico un trozo de queso. Atraído por el aroma, un zorro que pasaba por ahí le dijo:
“¡Buenos días, señor Cuervo! ¡Qué bello plumaje tienes! Si el canto corresponde a la pluma, tú tienes que ser el Ave Fénix”.
Al oír esto el cuervo, se sintió muy halagado y lleno de gozo, y para hacer alarde de su magnífica voz abrió el pico para cantar, y así dejo caer el queso. El zorro rápidamente lo tomó en el aire y le dijo:

“Aprenda, señor Cuervo, que el adulador vive siempre a costa del que lo escucha y presta atención a sus dichos; la lección es provechosa, bien vale un queso”.

NO CAMBIES. Anthony de Mello

Durante años fui un neurótico. Era un ser angustiado, deprimido y egoísta. Y todo el mundo insistía en decirme que cambiara. Y no dejaban de recordarme lo neurótico que yo era.
Y yo me ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar, pero no acababa de conseguirlo por mucho que lo intentara.
Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo neurótico que yo estaba. Y también insistía  en la necesidad de que yo cambiara.
Y también con él estaba de acuerdo, y no podía sentirme ofendido con él. De manera que me sentía impotente y como atrapado.
Pero un día me dijo:
- No cambies. Sigue siendo tal como eres. En realidad no importa que cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte.
Aquellas palabras sonaron en mis oídos como música:
- No cambies. No cambies. No cambies... Te quiero....
Entonces me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y, ¡Oh, maravilla!, cambié.
Ahora sé que en realidad no podía cambiar hasta encontrar a alguien que me quisiera, prescindiendo de que cambiara o dejara de cambiar.

Anthony de Mello

diumenge, 12 de juliol del 2015

Cuál es la materia de nuestros sueños. Pilar Jericó

“El futuro pertenece a quien cree en la belleza de sus sueños”. Anna Eleanor Roosevelt
Decía Shakespeare que “estamos hechos de la materia de nuestros sueños” y quizá tenga razón. Con nuestros sueños construimos futuros y vamos dibujando nuestras decisiones para poder alcanzarlos. Los sueños son nuestra brújula, pero esta no sirve por sí sola para realizar una travesía. Hacen falta recursos, aunque sea de tiempo, arriesgar, cruzar acantilados que unen lo real con lo deseado y, a veces, la ayuda de otras personas. Y además de todo lo anterior, requieren de una gasolina especial: nuestra pasión y nuestra fuerza para despertar ese ser nuestro invencible, que no “hay quien lo pare”, como dice Mario Alonso Puig, escritor y conferenciante. Esa misma pasión que ayudó a Steve Jobs a levantarse de las múltiples caídas, como reconoció poco tiempo antes de morir.
Cuanto más nos enamore nuestro sueño, más capacidad tendremos de seducirnos y de arriesgarnos en ese acantilado que a veces puede parecer un foso con cocodrilos en forma de miedos. Por ello, necesitamos sueños que nos cautiven, que nos despierten por dentro. Sin olvidar que ayudar a otros es también un bonito sueño, que nos hace especialmente felices, como se demostró en la Universidad de Israel. Uno de los colectivos que generalmente reciben ayuda son los discapacitados mentales. En dicha universidad se desarrolló un proyecto distinto: se pidió que fueran ellos quienes ayudaran a otras personas. Pasadas varias semanas, se comprobó que sus índices de satisfacción personal habían incrementado considerablemente. No cabe duda que ayudar a otros nos da alas para sentirnos más plenos, por eso, nuestra felicidad no solo se ha de basar en conseguir nuestros sueños sino en ayudar a otros a que también los alcancen. Pues bien, con esta filosofía, tenemos una aplicación para móviles, ‘Feeldreams’, - www.feeldreams.org -, gratuita y sin ánimo de lucro, que nos permite hacer una radiografía de la materia de nuestros sueños y, por qué no, de ayudar a otros. Y el padre de la criatura es, cómo no, un soñador.
Jesús Vega ha sido capaz de atravesar múltiples “acantilados” en su propia vida personal. Fue director de Recursos Humanos en Inditex y dejó todo para dar la vuelta al mundo con una mochila. Años después, se ha lanzado a crear una aplicación, que tal como la define su creador, “sirve para prestar atención a las pocas cosas que son importantes en la vida: que se cumplan nuestros sueños”.
‘Feeldreams’ lleva poco tiempo en el mercado pero ya recibe los sueños de más de cuatro mil personas de diferentes partes del planeta. Lo bonito de esta app es que está basada en la colaboración. Cada usuario puede incluir su sueño, y son los demás usuarios los que le ayudarán a conseguirlo. Cuanto más ayuda proporcione cada usuario a otras personas, aumentará proporcionalmente su ‘karma’, y sus deseos se harán más visibles a los demás.
Esta iniciativa nos ofrece datos muy curiosos que nos ayudan a conocer con qué soñamos, ya que divide en categorías nuestros sueños. ¿Y con qué lo hacemos? La formación y el empleo ganan la puntuación con un 24 por ciento. Muchos mensajes se dirigen a conseguir un trabajo mejor o a estudiar fuera del país de origen. El siguiente grupo ganador son los viajes, con un 11 por ciento; seguido de dejar una huella social y mejorar nuestro ocio, con un 10 por ciento. Termina el ranking el amor (9%); la aventura (8%); el arte y cultura (8%); los deportes (6%) y el resto, otros. Por tanto, no es de extrañar que en una situación de crisis o de salida de la misma, las personas que no tengan trabajo lo anhelen, muy por encima de cualquier otro sueño. Así pues, parece que la materia de nuestros sueños tiene un punto de partida importante: en la medida que podamos cubrir necesidades básicas, seremos capaces de dejar nuestra imaginación volar con más fuerza.
En definitiva, todas las personas tenemos la capacidad de soñar, es algo que rejuvenece nuestra alma. En la medida que nos ilusionemos con nuestros sueños, podremos encontrar la fuerza para tomar decisiones; y en la medida que ayudemos a otros, podremos sentirnos mucho más satisfechos con nosotros mismos.
Ojala todos nos atrevamos a verbalizar nuestros sueños y a tener el coraje de atravesar los acantilados que nos separan de ellos.




"Por muchos planes que hagas, solo eres Io que te sucede". Joan-Carles Mèlich. La Contra de La Vanguardia.

Joan-Carles Mèlich, filósofo.
Tengo 53, pero cada año que cumplo me duele menos. Naci en el Eixample de Barcelona. Soy un agnóstico de cultura cristiana. Me gano lavida enseñando Filosofía en Ciencias de la Educaci6n el maestro da; el buen maestro se da y yo aspiro a entregarme. Publico 'La lectura como plegaria'


Tiene usted suerte de poder vivir filosofando.
Como cualquiera que se ponga. Yo les invito a todos a escribir, que es como rezar, y a leer, que es una plegaria...

Ningún escritor –ni lector- está de más, pero creyentes hay cada vez menos.
Para filosofar no hace falta creer, basta con querer conversar con los clásicos, que es como hablar con la humanidad de todas las épocas. Yo no me confieso con curas, sino con libros y cuadernos.

¿Por que leer tanto? Hubo nazis muy leídos y muchos sabios analfabetos.
Si lees a Sófocles, Dante, Cervantes, Dickens, Dostoyevski, Melville,  Tolstoi, Strindberg, Proust, Rilke, Kafka, Musil, Joyce, Pessoa, Woolf, Mann, Beckett, Borges, Espriu o Canetti te entenderás mejor a ti y a los demás:  vivirás más.

Hay muchos otros autores y más modernos que también enseñan a vivir.
Los libros de autoayuda no me interesan, porque solo dan respuestas que pasan de moda casi en el mismo instante en que se escriben. En cambio, los clásicos plantean nuevas preguntas cada vez que se leen.

¿Y si ya tengo bastante con mis dudas?
Podrà compartirlas con los clásicos, que en vida eran tan humanos, Iuego tan finitos, como usted y como yo: podian hacer planes, pero al final sólo somos lo que nos sucede..

Asumido.
...En cambio, como autores son inagotables. A cada uno nos dicen algo diferente en cada momento, porque no pretenden decirlo todo de una vez para siempre. Son clásicos porque no escribieron textos sagrados.

¿Cual es la dlferencia?
Un texto clásico es el que nunca se agota en ninguna lectura y, por tanto, siempre se lee como algo nuevo; pero la autoridad, al decretar que un texto es sagrado, intenta reducir su sentido inagotable a un significado inmutable. Eso es el totalitarismo.

Y si alguien cree tener la única verdad, también cree tener derecho a imponerla.
Por eso me atemoriza to sagrado, porque pone fin a toda conversación con los libros y la reduce a una orden. "Este texto significa esto". Después, llegan los mandamientos de todos los catecismos: cómo debes pensar, hablar, comer, vivir, guerrear, morir...

¿La religión no nos hace mejores?
Los actos demoniacos se cometen en nombre de Dios, pero el humano es un ser en busca de sentido, por eso también es irrenunciablemente religioso, aunque el modo de serlo pueda ser tan diverso como la propia humanidad. Pero, cuando se impone, la religión deja de ser lo que es: búsqueda y misterio, para devenir dogma y dominación.

Pues muchos se quejan del relativismo moral y del todo vale de nuestros dias.
Al contrario, yo creo que aún hay demasiado absolutismo y excesiva fe en certezas universales e incontestables. Hay demasiada moral y demasiada poca ética.

Pensaba que la ética sucedía a la moral.
La moral es un conjunto de normas, de valores, de hábitos propios de una cultura concreta en un momento de su historia. Y en la actualidad no hay una crisis moral. Todo lo contrario: nunca se habian redactado tantos códigos deontológicos.

Pero no por ello se actúa mejor.
Porque la moral nos dice qué debemos hacer; la ética nos dice que tenemos que hacer algo sin decirnos qué ni cómo hacerlo. No somos éticos porque sepamos qué hacer, sino porque no lo sabemos. Ser ético es no saber qué hacer, pero hacerlo al cabo.

Pues entonces no es tan complicado.
Al contrario, ser ético es dificil, porque lo fácil es seguir la norma sin más: quien es obediente no está obligado a pensar en las consecuencias de su obediencia. Quien es ético debe asumir Isa consecuencias de sus dudas.

Da seguridad tener normas.
Es habitual pensar que la inseguridad es inquietante, pero para mi lo mis inquietante es la seguridad. La moral dicta la ética duda.

¿La ética pone en duda lo que la moral ordena?
Asi es, pero lo esencial es que al final no hay ética sin compasión. Y ser compasivo es acompañar al otro en su sufrimiento.

¿Es ser empatico?
No; la compasión no es la empatia. El torturador es empático sólo para poder torturar mejor. Compasivo no es quien siente el dolor del otro, sino quien siente al otro sufrir.

¿Usted perdonarla al terrorista que asesina a su familia por una causa?
No hay motivos para perdonar, por eso mismo el perdónn es absurdo y por eso es perdón. Tan solo se puede perdonar lo imperdonable. El perdón no restaura, pero sin él no hay restauraci6n posible. Asi que, al menos, intentaría perdonar a ese terrorista.

¿Tiene usted miedo a morir?
No: la muerte no se vive. Por eso dice Epicuro que no hay que pensar la muerte, puesto que ninguno puede vivirla.

Si está ella, no estamos nosotros y si estamos nosotross, no está ella.
Pero lo grave no es tu muerte, sino la del ser querido: su ausencia. La muerte no se vive, pero si se muere la muerte de un ser amado.