“Necesitamos horizontes que nos inspiren, pero también saber manejar el día a día, saber vivir en el ahora, en el aquí”
Nuestras vidas, metidas de lleno en la incertidumbre, se ven repletas de preguntas que urgen respuestas. Sin embargo, hay preguntas que están formuladas para abrir la mente, para bucear en nuestro interior y tomar decisiones de largo alcance. Cómo hemos de vivir es una de ellas.
Cuentan que Sócrates se pasaba el día deambulando por las calles atenienses, dedicándose a la dialéctica mayéutica, o sea, a interrogar a sus conciudadanos hasta desbrozar la verdad que podía ocultarse tras el bosque de creencias y prejuicios que anidaban en sus mentes. No se trataba tanto de poner en evidencia su falta de juicio o el desorden de sus planteamientos como de desvelarles su propia capacidad de “conocer”, de crear creencias verdaderas justificadas.
Los tiempos que vivimos son fuente de muchas preguntas e inquietudes sobre cómo resolver las dificultades presentes y, sobre todo, qué nos puede deparar un futuro que nace de cenizas tan amargas a veces. No obstante, la forma de interrogarnos y la necesidad de respuestas inmediatas puede acabar siendo peor. No es lo mismo preguntarse de qué comeremos mañana, que decirse ¿dónde podemos encontrar más comida?. Una crea más incertidumbre; la otra promueve acción y creatividad.
Del mismo modo, hay preguntas existenciales que vamos resolviendo a lo largo de la vida: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿adónde voy?. Tarde o temprano nos encontramos con ellas y las atendemos o desechamos según nuestro momento vital. Sin embargo, a mi modo de entender, hay una pregunta que no admite demora ante la vida incierta que tenemos por delante: ¿cómo hemos de vivir?.
A VUELTAS CON LA FELICIDAD
Sugiero que nos adentremos en las preguntas que genera la propia pregunta. De eso se trata. Y también de no quedarse embobado haciendo malabarismos mentales, sino en dilucidar caminos por los que transitar nuestro proyecto de vida. Se acabaron los tiempos de la homogeneidad, de los valores dictados y de pasar por el tubo porque es lo que toca.
Por fin estamos apropiándonos de nuestra responsabilidad personal a la hora de elegir la vida que queremos vivir. Eso es un fastidio para los que buscan falsas seguridades en falsas identidades, sean propias o ajenas.
Una respuesta común a cómo hay que vivir es “felices”. No obstante, el acuerdo deviene desencuentro si tratamos de definir el secreto de la felicidad. No basta entonces el concepto de felicidad para definir ¿cómo hemos de vivir? Sin embargo, es muy útil disponer de tal quimera. Cuando la felicidad se convierte en un bien que nos inspira, en una representación de nuestra capacidad de vivir plenamente, entonces poco importa si existe de veras, si se puede o no alcanzar o si dura un rato o toda una vida.
El profesor de filosofía A. C. Grayling argumenta que para vivir la mejor vida posible tiene que haber algo ideal y muchas cosas prácticas. Necesitamos horizontes que nos inspiren a realizar una vida que valga la pena ser vivida, que nos ayuden a ir más allá de nuestras, a menudo, limitadas expectativas sobre nosotros y sobre la existencia. Pero también hay que saber manejar el día a día, saber vivir en el ahora, en el aquí, aprendiendo a resolver los avatares que asoman a nuestra cotidianidad. De poca cosa nos servirá encontrar la respuesta a la existencia de la felicidad cuando intentamos atorar una pequeña inundación en el lavabo de casa.
¿QUÉ HACEMOS CON EL TIEMPO?
Otra decisión a tener muy en cuenta es cómo decidimos vivir el tiempo que vivimos. Es cierto que existe un tiempo cósmico, otro psicológico y el más reconocible, que es el cronológico. Todos ellos son aspectos del tiempo que quedan situados en la acera de enfrente de nuestra vida. No es de extrañar que tengamos la sensación de perderlo, de no tenerlo, de verlo pasar inexorablemente.
No se nos ocurre, en cambio, pensar y sentir el tiempo como parte de nuestra propia creación. ¡Somos tiempo!. ¿Estamos decidiendo cómo vivirlo?.
UNA VIDA MERECIDA E INSPIRADA
PARA SER MÁS QUE DECORADO
A VUELTAS CON LA FELICIDAD
Nunca vivimos, sino que esperamos vivir, y, al estar siempre dispuestos a ser felices, es inevitable que nunca lo seamos (Pascal)
Sugiero que nos adentremos en las preguntas que genera la propia pregunta. De eso se trata. Y también de no quedarse embobado haciendo malabarismos mentales, sino en dilucidar caminos por los que transitar nuestro proyecto de vida. Se acabaron los tiempos de la homogeneidad, de los valores dictados y de pasar por el tubo porque es lo que toca.
Por fin estamos apropiándonos de nuestra responsabilidad personal a la hora de elegir la vida que queremos vivir. Eso es un fastidio para los que buscan falsas seguridades en falsas identidades, sean propias o ajenas.
Una respuesta común a cómo hay que vivir es “felices”. No obstante, el acuerdo deviene desencuentro si tratamos de definir el secreto de la felicidad. No basta entonces el concepto de felicidad para definir ¿cómo hemos de vivir? Sin embargo, es muy útil disponer de tal quimera. Cuando la felicidad se convierte en un bien que nos inspira, en una representación de nuestra capacidad de vivir plenamente, entonces poco importa si existe de veras, si se puede o no alcanzar o si dura un rato o toda una vida.
El profesor de filosofía A. C. Grayling argumenta que para vivir la mejor vida posible tiene que haber algo ideal y muchas cosas prácticas. Necesitamos horizontes que nos inspiren a realizar una vida que valga la pena ser vivida, que nos ayuden a ir más allá de nuestras, a menudo, limitadas expectativas sobre nosotros y sobre la existencia. Pero también hay que saber manejar el día a día, saber vivir en el ahora, en el aquí, aprendiendo a resolver los avatares que asoman a nuestra cotidianidad. De poca cosa nos servirá encontrar la respuesta a la existencia de la felicidad cuando intentamos atorar una pequeña inundación en el lavabo de casa.
¿QUÉ HACEMOS CON EL TIEMPO?
El tiempo es la materia de la que he sido creado (Jorge Luis Borges)
Otra decisión a tener muy en cuenta es cómo decidimos vivir el tiempo que vivimos. Es cierto que existe un tiempo cósmico, otro psicológico y el más reconocible, que es el cronológico. Todos ellos son aspectos del tiempo que quedan situados en la acera de enfrente de nuestra vida. No es de extrañar que tengamos la sensación de perderlo, de no tenerlo, de verlo pasar inexorablemente.
No se nos ocurre, en cambio, pensar y sentir el tiempo como parte de nuestra propia creación. ¡Somos tiempo!. ¿Estamos decidiendo cómo vivirlo?.
Algo parecido ocurre con nuestros espacios vitales. Nuestras vidas acaban condicionadas por los espacios que escogemos, los lugares que ocupamos. Por desgracia, mucha gente vive mal por sentirse atrapada en los contextos que ha construido y de los que se siente incapaz de desprenderse. En realidad, todo nuestro espacio vital es el que cabe en nuestro cuerpo. Vivimos en él. Si algo debe preocuparnos, es lo que ocurre en su interior y cómo se refleja exteriormente. ¿Hasta cuándo vamos a permitir convertirnos en una pieza más del decorado?.
UNA VIDA MERECIDA E INSPIRADA
Lo que eres habla tan alto que no puedo oír lo que dices (Ralph Waldo Emerson)
Muchas personas viven aún creyendo que deben ganarse la vida. Se acuestan por la noche resoplando y se dicen: “¡prueba superada!”. No estamos en esta vida para aprobar nada, sino sencillamente porque la merecemos. No obstante, debemos hacernos dignos de tal donación. Cada uno a su manera, y con las cartas de las que dispone, está aquí para aprender. Y no lo va hacer solo, sino con los demás. Va a ser en ese intercambio donde puede descubrir la naturaleza del amor como fuente de inspiración.
¿Qué te ha inspirado a seguir adelante en la vida?. ¿Quién es para ti un ejemplo de inspiración?. ¿Qué significa vivir una vida inspirada?. Creo, efectivamente, que hay que vivir una vida inspirada. Nos inspiran las obras de los demás, sus palabras, sus gestos, sus compromisos, sus valores o principios. Nos sentimos inspirados cuando somos capaces de compartir experiencias que nos trascienden, que impactan en nuestro ser y sirven, desde ese momento, como guía de nuestra conducta. Necesitamos inspiración para lograr superar momentos adversos o para afrontar grandes retos que nos parecen inalcanzables.
Este ha sido un artículo con muchas preguntas, seguro que sin suficientes respuestas. Esta era la intención. Preguntarnos por cómo hay que vivir nos invita a ir más allá del día a día, para cuestionarnos sobre la satisfacción de lo vivido y por dónde queremos circular a partir de ahora. ¿Qué le da sentido a nuestra existencia? En horas de crisis cabe volver a las preguntas esenciales que desvelan la razón por la que seguir adelante y la poesía necesaria para que el sí a la vida sea rotundo y sin dudas.
PARA SER MÁS QUE DECORADO
1. Libros
– ‘La elección de Hércules (el placer, el deber y la buena vida en el siglo XXI)’, de A. C. Grayling. Intervención Cultural, 2009.
– ‘El factor humano’, de John Carlin. Libro en que se basa la película ‘Invictus’. Seix Barral, 2009.
– ‘La buena vida’, de Àlex Rovira. Aguilar, 2008.
2. Películas
– ‘La vida es bella’, de Roberto Benigni. 1997.
– ‘Cadena de favores’, de Mimi Leder. 2000.
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