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dimecres, 23 d’abril del 2014

AMAR EN TIEMPOS LÍQUIDOS. Marta Mejía. La Vanguardia.

El amor duradero sigue vigente pero ya no como único modelo

Se tiende a buscar (y al mismo tiempo a temer) las parejas sin ataduras.
El mundo de la rapidez e inmediatez afecta a lo afectivo
“Compromiso” es hoy día una palabra casi maldita entre los jóvenes

Si ya nada es para siempre, aún menos las relaciones de pareja, cada vez más frágiles, inestables, fugaces y perecederas. ¿Es una tendencia de ida sin vuelta? ¿Suena mal? ¿Es positiva?
"Mi hija -que se casa dentro de diez meses- me consulta a menudo sobre cómo proteger sus derechos en el negocio que tiene con su novio. entiendo perfectamente. Pero me preocupa que ahora los jóvenes empiecen su vida en común con una perspectiva tan poco sólida de lo que se supone es un proyecto de vida",
Está muy enamorada y satisfecha con todos los aspectos de la relación, pero lo que tiene claro es que no hay nada para siempre. La comenta Mercé, empresaria de 60 años.
Relaciones sólidas como la de Paul Newman y Joan Woodward, quienes, hasta la muerte del actor, afirmaron haber sido muy felices durante los más de 50 años que duró su matrimonio, son infrecuentes. Son tiempos en que el enamoramiento y las relaciones afectivas se parecen más a las que viven los personajes de Scdnfeld, o Anatomía de Grey.
Es decir, uniones intensas, fugaces y frágiles, más cortas y menos comprometidas. Aunque la gente quiere vincularse, prefiere relaciones ligeras que no demanden demasiado esfuerzo. Esto es el amor líquido, término acuñado por Zigmunt Bauman, filósofo y catedrático emérito de Sociología en la Universidad de Leeds y la Universidad de Varsovia y ganador del premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010. Bauman afirma que en la sociedad líquida de la posmodernídad, se han resquebrajado los cimientos de las ideologías, la economíay las relaciones, que las estructuras -poco consistentes- se pueden cambiar con facilidad, y la pareja no supone una excepción.
En la búsqueda de identidad y autonomía se establecen vínculos frágiles y perecederos. El deseo de vivir el presente lleva a falta de compromiso y entrega. Los motivos cambian con facilidad yel anhelo de preservar la libertad personal y de tener un espacio propio muchas veces colisionan de frente con el concepto de una relaciónn estable. Son cada vez más numerosas las búsquedas virtuales sin objetivos a largo plazo. Y las relaciones empiezan y acaban a la misma velocidad, cuando atraen otros productos, como sucede en general en la sociedad líquida que también describe el autor.
Los códigos sociales del pasado exigían constuir una familia y luchar por mantener la pareja en medio de las dificultades. Ahora se tolera menos el dolor y la insatisfacción y no hay por qué soportarlas en nombre de la estabilidad. Del amplio menú disponible, se eligen opciones diferentes a la pareja concebida tradicionalmente. Esto no quiere decir que el amor duradero, que se fundamenta en la intimidad, la fidelidad y el esfuerzo cotidiano, haya desaparecido, pero ya ha dejado de ser la única fórmula de amar.
Si algún signo caracteriza nuestro tiempo, ese es la convivencia de diferentes esquemas y modelos en una misma comunidad, en un mismo grupo y, a veces, en una misma persona. Ante el ritmo vertiginoso de un mundo en renovación permanente y con actualizaciones al segundo, el individuo se ha visto abocado a nuevos retos. Las nuevas formas y entes sociales, sin tiempo para consolidarse, ya no le sirven de marco de referencia en sus planes a largo plazo; ante la inmediatez que requieren las exigencias actuales tiene que hallar nuevas formas de organizar su vida. Enfrenta innumerables y símultáneos proyectos que en ocasiones no suponen una secuencia que conceptos como carrera y progreso requieren. Precisa flexibilidad y capacidad de adaptación; estar permanentemente preparado para cambiar de técnicas y tácticas, casi sin aviso, abandonar compromisos y lealtades para aprovecharlas oportunidades alas que tiene acceso. Ya no compra el reloj para siempre, ni tiene el trabajo para siempre, ni la casa para siempre; tampoco concibe la pareja para siempre.

¿Vida libre-vinculada?  David y Susyse conocieron en sus estudios de posgrado y, tras una relación de dos años, se fueron a vivir juntos. Se casaron hace seis meses y al cabo de cinco semanas se separaron. Él explicó que se sentía ahogado, lo que ella y las respectivas familias no consiguen entender, pues en la práctica su vida no había cambiado: continuaban viviendo en el mismo piso, con sus respectivos trabajos, compartiendo amigos y actividades, realizando aficiones personales, no hubo conflictos ni dificultades; al parecer nada había cambiado significativamente, pero sí para David, que se sintió atado en su nueva condición. Esta amenazaba su autonomía que antes, al parecer, no estaba en juego. Las relaciones sentimentales están atrapadas entre las irreconciliables necesidades de seguridad y de libertad. Los lazos fijos y duraderos en relación con la familia, la pareja ya no son sinónimo de seguridad ni resultan imperativos, ineludibles ni deseables.
El amor supone elección libre y compromiso con una persona que a su vez tiene la misma libertad para elegir y el empeño de seguir adelante con la relación. Ahora bien, en ausencia de las garantías que ofrecían las convenciones sociales, el compromiso parece unilateral y, en consecuencia, precario. El matrimonio tradicional de la modernidad sólida significaba permanecer juntos en lo bueno y en lo malo, más por convenciones enraizadas, que por las circunstancias. Y la permanencia en él, no fusionaba satisfactoriamente las funciones tradicionales con el ideal de una elección libre. ¿Resuelve la posmodernidad líquida, la tensión entre la libertad individual y la vinculación amorosa? No parece que así sea, pues se tiende a buscar y a temer al mismo tiempo las relaciones sin ataduras.
Esa es la esencia del amor líquido, marcado por la inseguridad y la fragilidad, que describe Bauman: "El eterno deseo de conectarnos y formar lazos, pero al mismo tiempo dejando los nudos flojos, preparados para la huida `cuando haga falta'. Queremos la seguridad que nos brinda un `para siempre', pero al mismo tiempo le tememos, y este temor nace de una paradoja: queremos ser libres para tener la libertad de movernos y `relacionarnos'. Y cuando encontramos dicha relación, la saboteamos con el fin de seguir buscando `relaciones'..:', concluye el pensador polaco. Así pues, dejar el nudo flojo mantiene las opciones abiertas.
Hay varias opciones del menú actual. Parejas a tiempo parcial que no comparten vivienda o círculos de amigos, comparten cuando les apetece, "estamos muy bien así", "veremos cómo funcíona", "no me quiero complicar la vida". O bien parejas que viven juntas, comparten amigos y actividades, pero que saben que el precio de una ruptura no sobrepasa un cambio de domicilio. También parejas abiertas con el no-compromiso explícito, etcétera. Todo ello se pone en evidencia cuando a alguien le preguntan sobre su pareja y contesta: "Estamos bien, pero...". Peros que suelen ser muy variados y cuyo objetivo es dejar la cadena que te une con tu pareja un tanto abierta,"por lo que pueda pasar".
Son pocos los que contestan "estamos estupendamente", "nos amamos como locos" o "siempre estaremos juntos". De hecho, cuando alguien responde algo así podemos pensar: ¡qué ser más iluso! Y es así porque somos hijos de la modernidad... ¿cómo negarlo?, y las expresiones de amor explicito e incondicional ahora parecen de lo más cursi y un tanto falsas. "Guardamos contactos en Msn, Facebook, o cualquiera de las redes de amigos y catalogamos a los 'por si acaso', porque la idea central es nunca quedarse sin recursos. Somos fácilmente reemplazables y no siempre reciclables, pasamos de ser únicos e irrepetibles a un “si te he visto, no me acuerdo”. afirma Carlota, de 29 años, que se revela como claro exponente de la generación líquida.
Pero en la base de una actitud aparentemente frívola, habitualmente residen los miedos: miedo a la soledad y miedo a las relaciones. Hombres y mujeres que se sienten desechables. Temen que una relación estable se convierta en una carga, huyen de las tensiones que no quieren experimentar. Chicos y chicas se quejan sobre lo dificil que resulta conocer a alguien que en cuanto percibe una dosis de compromiso no huya despavorido. Y creen que esto condicionala espontaneidad. "No quiero llamarle para no parecer intensa", "no quiero que se sienta atado", "es muy independiente y no parece interesada en comprometerse", "no me atrevo a dar más pasos para que no se agobie", "no conviene aferrarse a nadie porque en cualquier momento te manda a la papelera", "con un simple clic del ratón, tras un mensaje, un whatsapp o un e-mail, te puede borrar de su vida", son algunos de los comentarios en una improvisada encuesta sobre las expectativas en las relaciones afectivas con una muestra de quince jóven es barceloneses entre los 25 y los 35 años.
En consulta Los vínculos ambivalentes son preocupación mayoritaria de la gente que pregunta en consulta sobre el amor, las relaciones, las rupturas; en general, sobre las pérdidas afectivas. El desencanto del amor está instalado en las sesiones de terapia, como lo está en las conversaciones cotidianas. Como describe la psicóloga argentina, Bettina Calvi, "en los consultorios se escucha a diario la muerte de alguna pequeña o gran esperanza de amor. Muerte debida al miedo o a la fobia. Y a la enorme dificultad de creer en proyectos compartidos. Ellas (y ellos, antes sólo ellas) se quejan del touch and go; y ellos (y ellas, antes sólo ellos) de la amenaza latente de ataduras. Consultan cómo reforzar la relación pero también cómo, en caso de necesidad, separarse sin dolor y con la conciencia tranquila.
Según Bauman, las personas esperan escuchar de los expertos "cómo lograr la cuadratura del círculo; cómo comer el pastel y conservarlo al mismo tiempo; cómo saborear el dulzor de la relación omitiendo los bocados amargos y menos tiernos; cómo conseguir que el vínculo confiera poder sin que la dependencia debilite; cómo lograr que habilite sin condicionar; cómo sentirse plenos, que no sobrecargados..:'. Algunos consejeros de pareja afirman que hay quienes no se atreven a consultar en primera persona, ni a comentarlo con su entorno próximo, y acuden a publicaciones semanales o mensuales -o a foros en la red- en los que se relatan amores y desamores de desconocidos y se consuelan viendo que no están solos en sus aflicciones. Aprenden de otros lectores o internautas, a tratar con las "relaciones de bolsillo", descritas, por Catherine Jarvie en el periódico británico The Guardian, como instantáneas y disponibles; aquellas que se usan cuando hace falta y, cuando no, se guardan en el bolsillo para una próxima ocasión.

Contrapunto Bauman plantea con audacia una teoría que sin duda resulta polémica, pero que no está muy alejada de la nueva realidad con la que muchos se identifican o identifican a alguien; es la era de los productos listos para usar, las soluciones rápidas, la satisfacción instantánea, los resultados sin esfuerzo, las recetas infalibles, los seguros contra todo y las garantías de devolución. Y este clima, en el que resulta dificil calcular, proyectar o predecir, también condiciona la vida afectiva.
Las relaciones profundas se sustituyen por un caudal de contactos poco consistentes. Bauman invita a buscar medidas para que los cambios tecnológicos y culturales no desvirtúen aquello que, sin demagogia, puede ser llamado el proyecto hombre. "A mi alrededor hay mucha gente que ya antes de emparejarse piensa que un día se separará o divorciará, algunos emparejados ya tienen medidas previstas para tina hipotética salida. Creo que con esta actitud te preparas mentalmente para la ruptura y esto interfiere en la evolución y refuerzo de la relación. Desde luego, tampoco estoy de acuerdo con los usos del pasado, en el que muchas parejas permanecían juntas por la seguridad económica o las conveniencias socíale”, afirma Laia, de 30 años.

Cabe preguntarse: ¿hemos acabado con el amor a base de conferirle flexibilidad, falta de consistencia y duración a nuestros vínculos afectivos? ¿Se trata de la búsqueda de oportunidades más atractivas y al mismo tiempo del miedo a establecer lazos fuertes? ¿Estamos dispuestos a aceptar que el vínculo amoroso sucumba en aras de la posmodernidad? Todos conocemos a alguien en quien reconocemos -algunas, si no todas - las características del amor líquido. Aquellos que parecen no saber lo que quieren, que se debaten entre el amor y la huida, que no aceptan o reconocen una implicación profunda con sus parejas. A alguno o algunos que utilizan las relaciones de bolsillo; y también a alguien que haya hecho uso, como describe Bawnatt en su libro Vída de consumo (Fondo de Cultura Económica, 2007), de un "dispositivo de seguridad que permite la posibilidad de desconexión instantánea, inocua e (eso se espera) indolora".

SI LA COSA FUNCIONA
Comedia romántica dirigida por Woody Allen (2009). Trasfracasar en su matrimonio (su mujer lo abandonó), en su carrera (estuvo a punto de ganar el premio Nobel de Física) y en sus intentos de suicidio, Boris Yellnikoff (Larry David), el personaje princípal –mezcla de Allen y del propio David, escritor, actor y productor de sedes como Seinfeld y Curb your enthusiasm (HBO)-se convierte en un viejo cascarrabias. Una noche encuentra en el portal de su casa de Nueva York a una joven sureña, Melody (Patricia Clarkson), que le pide acogida durante unos días. Él acepta a regañadientes, pero poco a poco surge entre ellos una relación especial. La llegada de los desubicados padres de Melody da lugar a un laberinto de enredos familiares y sentimentales. Las parejas se deshacen y realinean en esquemas afectivos que satisfacen sus necesidades, sugiriendo que no existen reglas en el amor y que es preciso ser flexible y realista.
"Aprovecha todo el amor que puedas dar o recibir, toda la felicidad que puedas birlar o brindar; cualquier medida de gracia pasajera, pues si la cosa funciona...", afirma Borís. Allen ofrece una visión pesimista pero divertida acerca de las cuestiones de la vida, donde las relaciones con las otras personas son tan volátiles que lo que único que queda poresperar es "Que la cosa funcione" Es un buen retrato de las reflexiones de Zygmunt Bauman acerca dei amor líquido y el amor sólido, la modemidad líquida y la modemidad sólida. Donde la felicidad es más una búsqueda activa que una circunstancia estable.

EL PRINCIPITO       
-¡Buenos días! dijo el zorro.
-¡Buenos días! –respondió cortésmente el principito, que se volvió pero no vio nada.
-Estoy aquí bajo el manzano -di jo la voz.
-Quién eres tú?-preguntó el príncipe-. ¡Qué bonito eres!
-Soy un zorro-dijo el zorro. -Ven a jugar con migo -le propuso el principito-, ¡estoy tan triste!
-No puedo jugar contigo -dijo el zorro-, no estoy domesticado.
-¡Ah, perdón!-dijo el principito-. Pero después de una breve reflexión, añadió: ¿Qué significa domesticar?
–Tu no eres de aquí-dijo el zorro-, ¿qué buscas?
-Busco a los hombres-le respondió el principito-, ¿qué significa domesticar?
-Los hombres -dijo el zorro tienen escopetas y cazan iEs muy molesto! Perotambién crían gallinas. Es lo único que les interesa. ¿Tú buscas gallinas?
-No-dijo el principito-. Busco amigos. ¿Qué significa domesticar?-volvió a preguntare! principito.
-Es una cosa ya olvidada -dijo el zorro-, significa crear vínculos.
-¿Crear vínculos?
-Efectivamente, verás-dijo el zorro-. Para mí no eres más que un muchachito entre cien mil muchachitos y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro entre cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo ... Si me domesticas, mi vida se llenará de sol... sólo se conocen las cosas que se domestican. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!
-Empiezo a entender –dijo el principito-, hay una flor... creo que me ha domesticado.

En la antítesis del amor líquido está El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, escrito en 1847. Considerado un clásico de la literatura infantil, una fábula infantil para adultos o un cuento para adultos dirigido al niño que todos fuimos alguna vez y que reside en nuestro interior, analiza la soledad que envuelve al hombre contemporáneo por las prisas en que vive, en su afán de poseer cosas en contraste con lo que le pide su corazón: establecer vínculos a fin de que la vida tenga sentido.




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