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dimarts, 11 de març del 2014

PON EN TU VIDA ECOLOGIA EMOCIONAL.

Los residuos tóxicos, las energías contaminantes,la sobreexplotación de los recursos y el calentamiento de la atmósfera son términos que pueden aplicarse a la vida emocional, vista como un ecosistema.
La ecología emocional es el arte de gestionar nuestras emociones y sentimientos de forma que su energía promueva conductas que aumenten nuestro equilibrio personal, favorezcan nuestra capacidad de adaptación, la mejora de nuestras relaciones y el respeto y cuidado de nuestro mundo. Dos valores están profundamente unidos a este planteamiento; la responsabilidad y la conciencia del impacto emocional global. Si bien no somos responsables de lo que sentimos, si que lo somos de lo que hacemos con lo que sentimos. Y nuestras acciones y nuestra pasividad tienen consecuencias.
Ya nadie pone en duda que es preciso cuidar el entorno. Poco a poco tomamos conciencia de que es importante no contaminar porque nos estamos jugando nuestro porvenir y el de la vida del planeta. La ecología emocional traza un paralelismo entre la ecología ambiental y el mundo afectivo. De la misma forma que no se considera admisible lanzar residuos tóxicos a un río -porque las plantas, los peces y el propio río pueden morir- tampoco podemos permitirnos ir lanzando indiscriminadamente partículas emocionales tóxicas al exterior. Los seres humanos y la naturaleza somos sistemas interdependientcs Nuestro ecosistema afectivo y natural es frágil y somos responsables de protegerlo.

RECICLAR LAS EMOCIONES
La gestión de las propias emociones no es delegable. Debemos reciclar nuestros residuos emocionales a diario. De no hacerlo asÍ corremos el riesgo de utilizar a quienes nos rodean como contenedores para volcar nuestra tensión y toxicidad no procesada. Recibimos lo que lanzamos y si no nos gusta lo que nos llega conviene revisar lo que emitimos.
Nuestro mundo se ha convertido «zona irritable». La globalización lo facilita. Las distancias son cada vez menores y hacen que todo parezca mas pequeño. Nos contagiamos costumbres, deseos, ansias, ideas, emociones, conductas... Mucha información que de ser procesada adaptativamente si queremos mantener el equilibrio.
La gestión incorrecta de nuestro clima emocional interno repercute en el empeoramiento del clima emocional global, que se deteriora debido a una mezcla de analfabetismo emocional e irresponsabilidad. Esta incompetencia no solo genera mayor sufrimiento e infelicidad en uno mismo, sino también quienes nos rodean, dado que se pueden contaminar con nuestro caos.
El contagio emocional negativo es el fenómeno por el cual lanzamos, al exterior o al interior de nosotros mismos residuos emocionales. Fluye a mas velocidad que el contagio positivo. Se contagian conductas, ideas y emociones desadaptativas que nos producen dolor y debemos aprender a filtrar.
El clima emocional global podría, finirse como el resultado de la interacción de las emanaciones emocionales que cada persona aporta al medio. Podemos ofrecer alegría, ternura, gratitud, sensibilidad, amor, serenidad... o bien ira, resentimiento, envidia, angustia, miedo... En función de cuál sea la tonalidad emocional dominante obtendremos unos resultados u otros. No solo se calienta la Tierra por las emisiones de dióxido de carbono: padecemos también un calentamiento emocional global que se manifiesta en multitud de signos, como una lluvia acido que daña nuestra piel y el resto de células del organismo.

RESIDUOS TÓXICOS PROPIOS
Hace más de medio siglo, Cesare Pavese decía: ‹Se acumulan rabias, humillaciones, barbaridades, angustias, llantos, frenesíes y al fin nos encontramos con un cáncer; una nefritis, una diabetes, una esclerosis que nos aniquila». Acumulamos residuos emocionales que deberlan ser eliminados por higiene. Su retención nos causa desequilibrio y enfermedad. Tendemos a menudo a buscar culpables en vez de erigirnos como responsables y gestionar el revoltijo de emociones caóticas que a veces nos inundan. Rebotamos la agresión -que creemos haber recibido- a quien servimos que nos ha ofendido o acaso a quien, por pura casualidad, pasaba por ahí.
De forma lenta, insidiosa y progresiva nuestro entorno va acumulando residuos tóxicos o materiales inflamables que emanarnos y luego «respiramos». Así nos vanos contagiando unos a unos y amplificamos el caos, el sufrimiento y la destrucción. Este calentamiento emocional global tiene consecuencias, precios demasiado elevados que no nos podemos permitir pagar.

LOS 7 PRINCIPIOS PARA LA GESTIÓN DE LAS OFENSAS
«Si cada día nos arreglarnos el cabello, ¿por qué no bucemos lo mismo con el corazón?», decía Gandhi.
Con cada una de nuestras conductas colocamos una pieza en el fundamento de nuestro mundo interior bien en el sentido del equilibrio u en t del caos. ¡No esperemos que alguien solucione nuestra vida, tenemos margen de maniobra y podemos mejorar nuestro clima emocional! Al final del artículo se recogen algunas propuestas de la ecología emocional. Pero, ¿qué hacer cuando surgen conflictos? Estos siete principios sugieren cómo afrontarlos:
Autonomía: “Ayúdate u ti mismo y los demás te ayudarán”. Una forma de ayudarse a uno mismo es descargarse del peso de las ofensas, librándose de los rencores y aprendiendo mejores estrategias para prevenirlas y solucionarlas. Quien se ayuda a sí mismo recibe ayuda. Es preferible no ejercer el papel de quejica ni de víctima. Mejor, pues, colaborar con uno mismo en la adquisición de más conocimientos, concediéndose lo que se necesita sin esperar que venga de los demás. Vale la pena abrirse a la vida y darse todas las oportunidades que uno se merece.
Prevención de dependencias: «No hagas por los demás aquello que ellos puedan hacer por sí mismos>. Porque podemos ofenderles si lo hacemos, Sería como considerar que las otras personas son incapaces o menos competentes, y eso supone una invasión de su espacio de crecimiento, de libertad, de decisión, de aprendizaje... De ese modo se establece una relación de poder y dependencia que genera ofensa y asentimiento. Además, implica una falta de respeto.
Correspondencia o efecto bumerán: “Todo lo que les haces a los demás también te lo haces a ti mismo". Es decir, que si ofendemos, nos atendemos, y si perdonamos, nos perdonamos. Lo que emitimos, recibimos. Así pues, si no nos gusta lo que recogemos es preciso revisar lo que sembramos...
Reconocer la individualidad y la diferencia: “No hagas a los demás lo mismo que quieres paro ti: ellos pueden tener gustos distintos". En el terna de la ofensa hay muchos factures culturales imbricados. Es importante no ir por el mundo con una actitud paternalista o de pensamiento única. La flexibilidad mental y el reconocimiento del derecho del otro a pensar y a sentir por sí mismo, dentro de un marco de valores que fomenten la convivencia, son estrategias esenciales para vivir libres de la carga de la ofensa.
Moralidad natural: No hagas a los demás aquello que no quieres que te hagan a ti. ¿Alguien no desea recibir agresiones, críticas, insultos, humillaciones u ofensas? Pues el primer paso es no hacerlos uno mismo. ¿No queremos que se nos ignore o se nos aísle ni ser objeto de burlas par nuestro modo de obrar o de ser? Pues no hagamos eso tampoco nosotros. Es uno de los grandes principios comunes a todas las culturas y civilizaciones. Quizá no nos pongamos de acuerdo en lo que es deseable pero pocas personas disienten acerca de lo que consideran indeseable.
Auto aplicación previa: «No puedes hacer ni dar a los demás aquello que no te das a ti misma» aunque hay quien piense que es posible. A veces intentamos cuidar al prójimo sin cuidar de nosotros mismos; dar paz, sin tener sosiego interior; recomendamos a los niños que se perdonen, pero vivimos peleados. En esos casos tenemos un problema de coherencia personal. Esa división interna genera un sufrimiento que repercute en la conducta. Conviene empezar por uno mismo. Solo a partir de ahí es posible educar e influir positivamente en los demás. Quizá se podría añadir a la oración del Padrenuestro: «así como nosotros nos perdonamos u nosotros mismos... y a nuestros ofensores>.
Limpieza emocional: Tenemos el deber de hacer limpieza de las relaciones fictícias, insanas y que frenan nuestro crecimiento personal... Somos responsables sobre nuestras relaciones. Y si estas son agresivas e irrespetuosas, dañan nuestra autoestima o ahogan nuestra posibilidad de ser, es preferible desprenderse de ellas. Porque si convivimos con alguien que ha elegido vivir ofendido o que ejerce de ofensor acabaremos contaminándonos emocionalmente y contagiándonos con su conducta.

LA PÉRDIDA DE RECURSOS EMOCIONALES
De forma lenta e insidiosa nuestro medio va acumulando residuos tóxicos o materiales inflamables que emanamos y luego respiramos. Así nos vamos contagiando y amplificamos el caos, el sufrimiento y la destrucción. Este calentamiento emocional global tiene un precio demasiado caro que no nos podemos permitir pagar. Algunas de sus consecuencias son:
  • Adicciones como forma de huida.
  • Sufrimiento global.
  • Aumento de los miedos y fobias.
  • Agotamiento.
  • Caos emocional.
  • Conductas violentas: mobbing, maltrato físico, verbal, psicológico, emocional o moral.
  • Desesperanza.
  • Corrupción.
  • Enfermedades ansioso-depresivas.


GESTIONAR MEJOR LAS EMOCIONES
Los seres humanos y la naturaleza somos sistemas interdependientes. Nuestro ecosistema afectivo y natural es frágil y somos responsables de protegerlo.
Anticiparse: "Vivimos una de esas situaciones decisivas en que la diferencia entre la solución violenta y la solución anticipado puede significar la diferencia entre lo destrucción y el fértil desarrollo de nuestra civilización, (Erich Fromm) ¿Qué eliges: formar parte del problema o ser parte de la solución?
Seguir el modelo CAPA, palabra que resume los cuatro ejes en la conducta de la persona: Creativa, Amorosa, Pacífica, Autónoma.
Autogestión emocional. Debemos dar una salida no agresiva a nuestro caos. Es preciso aprender a cultivar la mente para que sea más flexible y capaz de comprender que no existe una realidad única y que somos interdependientes. También hay que gestionar de forma emocionalmente más ecológica las emociones y dirigir su energía hacia la mejora individual y colectiva.
Buen uso y ahorro de energía emocional. Elegir bien los objetivos y las personas en las que invertimos energía emocional. No despilfarrarla. Centrarnos en aquello que podemos controlar y mejorar -nosotros mismos- en vez de empeñarnos en cambiar a los demás.
Energía emocional limpia y renovable. Movernos por el empuje de la alegría, la curiosidad, la confianza, la valentía, la generosidad o el amor, en lugar de hacerlo por coacción, un falso sentido de la obligación, lo que dirán los demás, egoísmo o interés. La misma acción puede dar lugar a resultados totalmente opuestos en función de si la fuente de energía emocional es contaminante o limpia.
Crear espacios protegidos para especies emocionales en peligro, como: la ternura, el amor, la serenidad y la gratitud.

Protección del clima emocional evitando las contaminaciones por quejas, rumores, insultos, juicios de valores, menosprecios.

Revista Cuerpo Mente.
Jaume Soler i Mª Mercè Conangla.

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