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dissabte, 4 d’octubre del 2014

Comunicar lo que nos une. Ferran Ramon-Cortés.

No nos callamos ni un reproche. Pero omitimos muchos halagos. Nuestra “cuenta corriente emocional” está permanentemente en números rojos, cosa que afecta muy negativamente a nuestras relaciones.

Tengo una amiga que se acaba de despedir del trabajo. Tras anunciar que se iba, su jefe la llamó a su despacho, y le dijo:
- ¿Por qué te vas? Eres una excelente persona y me gusta como trabajas. Te valoramos mucho en la empresa y nos haces falta.
Su respuesta fue muy simple:
- Porque en nueve años es la primera vez que me lo dices.
Estamos acostumbrados a decir a los demás todo lo que no nos gusta. Pero raras veces les decimos lo que sí nos gusta. Comunicamos casi siempre lo que nos separa, pero casi nunca lo que nos une. Y lo cierto es que esta carencia de halagos y exceso de reproches nos acaba afectando. Daña nuestra autoestima (cuando a uno le recuerdan cada día lo mal que hace las cosas se lo acaba creyendo), y daña también inevitablemente nuestras relaciones.

Nuestra “cuenta corriente emocional”:
Stephen Covey nos sugiere la metáfora de la “cuenta corriente emocional” para entender cómo se construye (o se destruye) la confianza entre dos personas. Nos explica que funciona como una cuenta bancaria: si hago “ingresos” (soy amable, honesto, me comunico positivamente y mantengo mis compromisos) voy llenando la cuenta. Pero si hago “reintegros” (soy irrespetuoso, traiciono la confianza, critico, juzgo, lanzo reproches y falto a mis compromisos) la cuenta se vacía. Cuando los “reintegros” superan a los “ingresos”, la cuenta está en números rojos, y se pierde la confianza.
Pero en esta particular “cuenta corriente” la relación entre “ingresos” y “reintegros” no es paritaria, porque somos mucho más sensibles a los “reintegros” que a los “ingresos”. James Hunter, autor que ha profundizado en la idea de Covey, nos revela el dato: por cada “reintegro” hacen falta cuatro “ingresos” para equilibrar la cuenta. Una relación, como mínimo, de 4 a 1 para mantener un buen saldo.

Balance entre reproches y halagos
Desde que leí esta metáfora de Covey, quise fijarme en lo que ocurría a mi alrededor, tanto en el trabajo como fuera de él. ¿Cuál era la proporción entre alabanzas y reproches?. No encontré ni uno sólo en que se llegase a la proporción de 4 a 1. Ni siquiera alguno en que los halagos ganaran. Incluso en un caso extremo, la proporción que pude observar fue de uno a cinco... pero a favor de los reproches. El cien por cien de las cuentas corrientes en flagrantes números rojos. Toda una serie de relaciones en las que la confianza se había necesariamente esfumado.
Puede que no sea así en todos los casos, pero lo que es seguro es que estamos muy lejos de un balance sano.
Deberíamos hacer más ingresos en la cuenta, no dejar de decirnos las cosas que nos gustan entre nosotros, no dejar ningún halago por comunicar. Y ahorrarnos algunos reproches. Como nos recuerda John Powell, “Debemos ser cuidadosos y no asumir la vocación de hacer ver a los demás sus errores”.

Ser explícitos con los halagos
A menudo nos cuesta decir a los demás lo que nos gusta de ellos. Lo que están haciendo bien. Lo que más valoramos. Y lo cierto es que hacerlo es una gran fuente de motivación. Todos necesitamos pequeñas “palmadas en la espalda” que nos den energía y confianza. El que alguien reconozca nuestras habilidades y nos lo diga es signo de que nos valora y nos presta atención.
Algo tan importante para nuestra motivación no podemos dejarlo implícito. No es suficiente con que se sobreentienda. Debemos ser explícitos con los halagos. Tan explícitos al menos como somos con los reproches. Y en mucha mayor proporción si queremos que sirvan de motivación. Pensar que “el otro ya lo sabe” es una mala excusa. Muchas veces no lo hacemos porque nos incomoda. Pero ahorrarnos los halagos es en cualquier relación una mala estrategia.

Da la casualidad que conozco bien al jefe de mi amiga. Sé que no se prodiga en halagos. Y que no suele ahorrarse los reproches. Pero sé también que no lo hace en absoluto con mala intención. Es de los que piensan que “ya lo saben”, que “estas cosas se notan”, y
que los reproches no son personales. Espero que la marcha de mi amiga le ayude a cambiar su comunicación con su gente. A ser más explícito y no ahorrarse ni un halago. Y a tener menos presentes los reproches. Sólo así podrá empezar a cargar los saldos de las “cuentas corrientes emocionales”, y a salir de los números rojos.


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