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dimarts, 14 d’octubre del 2014

Nuestras trampas mentales y cómo superarlas. Pilar Jericó.

Tengo una mala y una buena noticia, como en los chistes. La mala, tu mente te engaña. La realidad la observas con unas gafas que llevan unos determinados filtros. Dichos filtros hacen que ante un mismo acontecimiento (un cambio, una mala noticia o un ruptura), haya personas que lo contemplen como una maravillosa oportunidad y otros, que se ahoguen en un vaso de agua. Los filtros son tan potentes, que actúan como trampas, que nos atrapan y que nos introducen en emociones no siempre agradables. Por eso, dependiendo de tus filtros o de tus trampas, sufrirás o disfrutarás con lo que haces. Ya lo hemos dicho: la mente es capaz de engañarse a sí misma hasta jugando al solitario. Ahora bien, la buena noticia es que eres capaz de cambiar los filtros y contemplar la vida de un modo más amable. La realidad no puedes modificarla (si te han despedido, te han despedido; si te han abandonado, te han abandonado…), pero sí puedes modificar la interpretación de la misma y, con ello, transformar tus emociones (tengo oportunidad de comenzar un proyecto de trabajo que me ilusione o existen nuevas experiencias en el amor que puedo comenzar a vivir…). En definitiva, puedes escaparte de tus propias trampas, aunque no sea fácil, como ya decía el gran Albert Einstein:
¿Qué sabe el pez del agua en el que nada toda la vida?
Es difícil pero no imposible. ¿Cómo puedes hacerlo? Cada vez que te asalte un pensamiento negativo, recapacita en qué trampas estás cayendo. En la medida que conozcas tus trampas mentales, podrás distanciarte de ellas. Es decir, si te viene a la mente: “Siempre me pasa a mí lo peor” en vez de introducir más leña al fuego y enfadarte con lo que te ha sacado de quicio, toma distancia y observa que estás generalizando. “¿Seguro que siempre te pasa lo peor? ¿Nunca te ha ocurrido nada bueno?” Verás que no es cierto. Que hay cosas buenas y otras no tan positivas. Pero la generalización te aleja de la realidad, te impide ver otras cosas más amables y lo que es peor, te puede llevar a emociones incómodas. Pues bien, veamos algunas de las famosas trampas con algún ejemplo y hagamos una tabla de gimnasia mental para alejarnos de ellas, como dice mi socia Marta Romo.

Generalizar (siempre, todo, nunca…)
Aquí se enmarcan las frases de tipo “Nunca me hablas cuando ves la televisión”, “Mi jefe siempre me ignora”, “O todos los italianos comen pasta dos veces al día”… Puede que sea habitual, pero seguro que hay ciertas excepciones.

Etiquetar antes de conocer
“Los españoles son toreros” o “Las rubias son tontas”, además de generalizar se está etiquetando y está claro que es erróneo, aunque por supuesto haya españoles toreros y rubias con poco cociente intelectual.

Catastrofismo
Cuando anticipamos cualquier acontecimiento de un modo negativo. Una frase habitual está relacionada con ¿Y si?...  “¿Y si va mal toda la fusión?”, “¿Y si me equivoco?”… Date tiempo para comprobarlo y para equivocarte, pero no te agobies anticipadamente.

Leer el pensamiento de otros
“Seguro que ha pensado que soy un desastre”. Aquí es cuando se hace alarde de vidente o de echador de cartas. Imaginamos que los otros piensan de nosotros cosas peores de lo que realmente ocurre. También puede ser al contrario, si caemos en un cierto narcisismo. En cualquier caso, es presuponer y sufrir si es algo negativo.

Dramatizar
En este apartado se encuentra cualquier exageración del tipo “Todo ha sido horrible” o la queja constante. He visto auténticos profesionales que dramatizan para llamar la atención y lo que consiguen es generar emociones incómodas a su alrededor y a ellos mismos.

La hiperresponsabilidad
Caemos en esta trampa cuando nos sentimos los salvadores del planeta y creemos que nuestro mundo no puede continuar sin nosotros. “Yo soy quien debo hacerlo todo”, “Necesito tenerlo todo absolutamente controlado porque si no, ya se sabe…” El agotamiento que genera para uno mismo esta trampa es considerable.

El mundo del debería
Aquí sustituimos el deseo como una obligación que, además, nos hace sufrir:  “Debería continuar esta relación”… en vez de reconocer que “necesito continuar esta relación”. Cuando hablas de lo que realmente necesitas, te sientes más fuerte para asumir tu decisión.


Como verás, hay trampas de todos los colores. En el fondo, una trampa es cuando generalizamos la realidad (“siempre tengo mala suerte”), la distorsionamos con interpretaciones extrañas (“la gente piensa que soy raro”) o porque solo contemplamos una parte de ella (“a nadie le ha gustado la conferencia”). Si eres capaz de observar tu trampa mental y de aterrizarlo, serás capaz de sufrir menos y, por tanto, de ser más feliz. Sin duda, es un buen deporte para practicar.


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