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divendres, 3 de juliol del 2015

Sobre las relaciones. Ferran Ramon Cortés.

Ando estos días ordenando mis archivos y entre los muchos papeles que guardo he recuperado una verdadera perla, que mi maestro Oriol Pujol Borotau nos dio en uno de los primeros cursos que hice con él.  Se trata de la Oración de Gestalt de Fritz Perls, que reproduzco a continuación:
  
Yo hago lo mío y tu haces lo tuyo.
No estoy en este mundo para vivir según tus expectativas.
Y tu no estás en este mundo para vivir según las mías.
Tu eres tu. Yo soy yo.
Si por casualidad nos encontramos, es maravilloso.
Y si no, no se puede remediar.

Recuerdo que en cada curso Oriol nos pedía que la leyéramos y dijéramos qué nos parecía. Y recuerdo que cada vez que la leía me rebelaba. Me sonaba a un ataque de rabia, a una declaración de guerra a la relación, fuera cual fuera. Y Oriol siempre nos decía lo mismo: “depende del tono con que se lea”. Me costó años ser capaz de leerla con otro tono, y así poder verla con otros ojos. Me costó mucho comprenderla y sobretodo aceptarla.
Hoy, después de varios años enterrada bajo montañas de papel, cuando la recupero y la leo sólo puedo decir que me parece extraordinaria y profundamente sabia. Y reveladora si pensamos en las relaciones de amistad, aunque no son las únicas a las que se dirige esta oración.
Sólo concibo las relaciones de amistad si se basan en la más absoluta libertad. Estoy plenamente convencido de que sólo así tienen una oportunidad. A la que aparecen las expectativas, las decepciones estarán acechando a la vuelta de la esquina.
He tenido muchas experiencias en las que he luchado por un tipo de relación distinto al que la otra persona me ofrecía. Y desafortunadamente para mi nunca ha funcionado. Es más: en la mayoría de los casos la otra persona ha huido.
En cambio las (pocas) veces en que simplemente he tomado lo que la otra persona me ofrecía, fuera mucho o fuera poco, fuera lo que yo deseaba o una cosa totalmente distinta, ha funcionado. Y hemos tejido relaciones auténticas y sobre todo duraderas.
Tengo un amigo con el que comparto no más de cuatro o cinco mensajes al año y en el mejor de los casos un encuentro. Y los dos valoramos profundamente nuestra relación. Y tengo también un amigo con el que compartimos muchas horas juntos. Somos felices haciéndolo y nuestra relación es entrañable. Y claro, a los dos nos gusta. Pero creedme si os digo que esta segunda relación no es para mi mejor que la primera; es diferente. Probablemente más intensa pero no más profunda. Yo se que lo que tengo con mi primer amigo es lo que el está cómodo compartiendo. Y como está cómodo, los momentos en que estamos juntos son simplemente mágicos. También se que si lo necesito, me responderá, porque se siente un buen amigo mío, pero esa es otra historia.
Tengo amigas y amigos de muchos abrazos, y los tengo también de un par de correos al año; ni ellos ni yo esperamos más, simplemente porque no tenemos tiempo, o energía, o ganas para más; pero con qué cariño leemos esos correos, y cuánto nos ayudan a que cuando nos vemos personalmente no partamos de cero.
Releyendo la Oración de Perls podríamos llegar a interpretar que existe una accidentalidad en las relaciones contra la que no podemos luchar (si por casualidad nos encontramos…) y esto podría llevarnos a no trabajarlas, a no hacer nada por ellas; creo que sería una interpretación errónea. Las relaciones necesitan trabajo, hay que dedicarles tiempo y mimo. Si nadie hace nada por esa relación, se desdibuja y muere. Creo que esto es una obviedad. Lo que ocurre es que (y eso es lo que yo tomo de Perls) ese trabajo no puede ir nunca en contra de la libertad del otro, no puede forzar lo que el otro quiere darnos o simplemente (por su vida, por sus circunstancias, por el momento en que se encuentra o por sus ganas) puede darnos.
He tenido muchas expectativas en muchas relaciones por lo que quería que me diesen. Y soy plenamente consciente de que puedo haber roto muchas expectativas de algunos amigos por lo que yo he dado en algunas relaciones. Como diría Perls “no se puede remediar”. Y desde mi lectura de Perls no es fatalismo, es un canto a la vida y a la magia de las relaciones.

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