En otras consultas se ha comentado que los recuerdos traumáticos pueden almacenarse de dos formas diferentes: de una forma bastante exacta y parecida al suceso real ocurrido, o bien podrían ser reprimidos u olvidados. McGaugh explica que en situaciones difíciles, el cerebro produce sustancias con diferentes efectos, unos potenciadores de la memoria, como la epinefrina, y otras inhibitorios, como los opiáceos. Para lo que sí parece existir consenso es para el hecho de que una de las funciones necesarias de la memoria es el olvido. Christianson y Engelberg consideran que el olvido de las experiencias traumáticas cumple una función de superviviencia. Puede que, efectivamente, esto sea lo que te ha ocurrido a ti.
Después de vivir un evento traumático, también es frecuente que ocurra ese embotamiento que describes, o anestesia emocional, que se caracteriza por una acusada disminución del interés o participación en actividades que antes resultaban gratificantes, una sensación de alejamiento de los demás, o una acusada disminución de la capacidad para sentir emociones, como a ti te está pasando.
Llorar sirve para expresar emociones, sentimientos, para desahogarnos. Pero la cantidad de lágrimas no está relacionada con la tristeza que sientes, ni con el amor que sentías por la otra persona. De la misma forma que llorar no es signo de debilidad, no por no llorar se es más fuerte, ni más duro, ni se pasa mejor ante las dificultades de la vida. El llanto, por lo general involuntario, cumple la función de desahogo. Lo importante es que encuentres la forma de expresar y desahogar tu sufrimiento y encontrar una forma de aliviarlo. Si no es a través de las lágrimas, puede serlo hablando, compartiéndolo con otros, gritando, haciendo ejercicio, escribiendo.
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