Tengo 78 años: la vejez libera: cada vez disfruto más de los menos años que me quedan. Nací en Nueva Jersey: católico pero ni siquiera irlandés, italiano. Mis padres tenían acento, por eso me empeñé en poseer el inglés y ser periodista, que era como ser muchas personas a la vez
¡Viejo y libre al fin!
Es la primera vez que envidio los muchos años de alguien. Los de Gay Talese. Le veo partir ilusionado Rambla abajo persiguiendo su nuevo reportaje, como un becario a punto de firmar su primer artículo. Le pido su vacuna contra los años: “Si la asumes con ilusión, la vejez te hace libre: cada vez tienes menos años, pero más ganas de disfrutarlos: ¿y para qué demonios quiero dejar ni un dólar aquí? Cada día también tengo menos miedo a morir, porque también me va quedando menos cuerpo que enterrar”. Es igual de lúcido al explicar por qué nos aburren las historias de éxito: “Porque, al final, todos somos perdedores, aunque algunos tarden más que otros en darse cuenta”.
Señor Talese... ¡Qué elegante va!
Los periodistas no somos gran cosa, por eso debemos vestirnos como si fuéramos mucho para que nos traten como si fuéramos algo.
Tomo nota.
Además mi padre, un sastre italiano, me utilizaba como anuncio ambulante de su sastrería cuando yo era un niño en Nueva Jersey.
Y le quedó el gusto por el buen corte.
Y ahora mismo voy al Liceu y no quiero ir mal vestido y que me confundan con el repartidor de pizzas.
¿A la ópera? ¿A las diez de la mañana?
Hace meses que persigo a Marina Poploskaya y hoy me espera allí en un ensayo. Ese nombre tal vez no le diga nada, pero se lo dirá pronto. Aunque eso a mí no me importa... Si me importara la fama estaría persiguiendo a Madonna, que no me interesa.
¿Le gusta la ópera?
Me aburre profundamente desde que mi padre me obligaba a escuchar a Caruso. Pero me interesa el carácter de la Poploskaya. La he seguido en Moscú, Buenos Aires y ahora en Barcelona... Luego vendrá a Nueva York.
¡Eso es hacer periodismo de lujo!
En todo caso es mi lujo: me lo pago yo con mi dinero. Tengo 78 años ¿En qué me lo gastaría mejor que en hacer lo que me gusta?
Viajar también tiene sus peligros.
Prefiero morir a navajazos en un atraco en Barcelona o en Moscú que de asco en un asilo mientras los enfermeros se escaquean de quitarme las babas y los mocos...
... Además, si muriera de un navajazo, mi necrológica quedaría mucho más bonita...
El redactor de necrológicas, contento.
Y ahora con los años viajo mucho más ligero de equipaje: la vejez libera. Ya verá.
¿En qué sentido?
Cuanto menos tiempo me queda, más lo disfruto. Y menos tengo que perder: me gasto feliz todo lo que tengo... ¿Para qué dejar ni un dólar aquí?. Y cada día me va quedando ya menos cuerpo del que preocuparme, pero, en cambio, mantengo intacta toda mi capacidad de disfrutar de mi trabajo.
Pero ¿a quién interesa la Poploskaya?
A mí.
¿A alguien más?
Parece usted un editor. Siempre me dicen cosas así. Hay que ignorarlos. Un día de 1999 estaba viendo la final del Mundial de fútbol femenino: China-EE.UU.
Tampoco lo veo de portada.
Si quiere hacer periodismo, olvídese de la portada. Ahí sólo salen cosas de usar y tirar: políticos, bulos, tonterías que hoy nos venden como cruciales y mañana no son nada.
¡Pero es la portada!
Yo quiero publicar en la página 30. Allí a veces se cuela en los periódicos alguna cosa interesante que durará cuando las noticias de portada den risa. Yo vi aquel partido China-EE.UU. que acabó 0-0.
No suena muy divertido.
Acabó en penaltis y todas los metieron menos una china que falló y perdieron el partido: ¿cómo es perder un partido en EE.UU. para una niña china que calza tacos de acero cuya abuela llevaba los pies vendados?
Una perdedora.
Los perdedores suelen decirnos más que los triunfadores.
¿Por qué?
Porque todos somos perdedores: sólo es cuestión de tiempo que nos enteremos. Por eso me fui a Pekín con la perdedora.
Usted nunca trabaja con políticos.
Porque no son personas al menos mientras son políticos. En mí y en cualquier periodista y en cualquiera sólo ven un medio o un obstáculo para tener más poder. Y en eso me permito considerarme diferente de ellos: ellos cobran y ascienden por ocultar la verdad –al menos la parte que no les interesa y a mí me pagan por buscar esa parte.
Nunca lleva usted grabadora.
La grabadora es la perdición del periodismo.Sirven para robots que toman declaraciones –no la verdad, sino sólo declaraciones y las vierten tal cual. No me extraña que cada vez se lean menos periódicos.
Pero ¿cómo recuerda lo que oye?
Una cámara o una grabadora mata cualquier diálogo. Lo condiciona. Yo aprendí periodismo oyendo a las clientas contar sus penas a mi madre mientras tomaba medidas...
¿Y...?
Las personas dicen lo más interesante cuando titubean... Jamás les interrumpa: tenga paciencia y escuche... Y verá.
Lo que dice cualquiera no es noticia.
La noticia son las personas; no lo que deciden los que mandan. Uno de mis libros, The bridge, salió de conversar simplemente con los obreros que construían un puente: hoy creo que hay en él más noticias que en las portadas de los diarios de entonces.
¿Cuántos años lleva casado?
Cincuenta y uno... ¿No está mal, eh?
Noticia bomba.
A la pareja no la mantiene unida ni el sexo ni el amor...
...
A la pareja sólo la hace durar el respeto. Y la tolerancia. Y lo mismo le digo de mi trabajo: he escrito sobre gángsters y criminales, pero, a pesar de sus crímenes, tenían un lado humano en el que había una dignidad que yo respetaba. Si no, no escribía sobre ellos.
¿Por qué?
Escribir es trabajoso. Yo sufro escribiendo. Así que no vas a invertir todo ese esfuerzo en explicar gilipolleces... Por eso nunca escribo por dinero.
Vaya serenidad y sabiduría , de mayor quiero ser como él.
ResponEliminaMuy interesante tu post Joan, es una manera agradable y exquisita de adentrarnos con clase en el ciclo vital del mayor.
Saludos.