Pablo Rudomin, neurólogo; premio Príncipe de Asturias
Tengo 77 años: llevo 50 investigando la mente, ojalá la mantenga lúcida. Nací en México y lo amo, pero también hay otros países. Tiempo para la familia nunca es tiempo perdido. ¡Qué suerte tenemos de no saberlo todo! Así podemos gozar investigando.Colaboro con la UPC.
Somos una red
De la neurona al universo, somos una red... Extendida sobre el tiempo. Y el neurocientífico Rudomin hace más de medio siglo que recorre sus nódulos como una araña que teje conocimiento. Y pedagogía. Todo lo que nos explica acaba enlazado en la lógica del entramado universal de redes. Todo tiene un único fin: perpetuarse. Las neuronas y los individuos desaparecen, pero las redes capaces de adaptarse perviven y en ellas usted, yo y Rudomin seremos sustituidos por nuestros descendientes. El neurocientífico no se permite juicios morales. La lucha por sobrevivir nos hace competitivos, pero también altruistas y solidarios: ni buenos ni malos, somos supervivientes, somos personas.
Yo era un desastre social en el colegio. Sufría eso que hoy llaman bullying.
¿Qué le hacían?
Lo que me dolía más es que me rechazaran para jugar a fútbol. Los capitanes de cada equipo se repartían a los jugadores y a mí no me quería nadie.
Era usted bueno para otras cosas.
¿De verdad? Si usted quiere ver un tonto, oblígueme a conducir marcha atrás.
Nadie es perfecto.
Yo era zurdo y mi madre lo veía como un defecto horroroso en vez de apostar, como la naturaleza, por que tal vez ser zurdo podría llegar a ser una ventaja. Así que me obligaba a usar la derecha y el resultado es que hoy tengo problemas de representación de la lateralidad. Por ejemplo, al conducir.
Es usted un científico universal zurdo.
Pero si la medida de la inteligencia es el fútbol y la conducción, soy un tonto. Es mi mujer la que logra aparcar por mí.
No le veo acomplejado.
Y tengo un nieto, Sebastián, con una inteligencia singular que los especialistas califican de ligero autismo. Lo sabe todo de los dinosaurios y a sus siete años elabora complejos cálculos aritméticos que nos dejan a todos asombrados.
¡Bien!
Pero sufro pensando cómo se integrará en una sociedad obsesionada por uniformizar y jerarquizar un solo tipo de talento.
Sólo cuenta lo que puede medir.
Y no hay nada más tonto que un test de inteligencia, porque, aunque consiguiera medir la cantidad, ignora la especificidad. No olvide que las ratitas son más inteligentes que nosotros, pero sólo para salir del laberinto.
¿No somos más tolerantes que antaño?
¿Tolerantes? Esa palabrita no me gusta, porque, en el fondo, consagra la supremacía de una supuesta mayoría sobre la minoría.
¿...?
Una mayoría tolerante es la que se cree con el auténtico derecho a existir y, sintiéndose generosa, tolera a la minoría, siempre que no cuestione su superioridad.
...
Pero en la naturaleza y la evolución las minorías no sólo tienen el mismo derecho a ser que las mayorías, sino que son igual de necesarias para la adaptación al medio.
¿Por qué?
La reserva de diversidad en las minorías es la que permite adaptarse a las mayorías.
¿Cómo?
Si el medio cambia –siempre está cambiando– y toda la población ha llegado a ser uniforme, le es mucho más difícil readaptarse.
Si todos están cortados por un mismo patrón y el patrón cambia...
La inteligencia es saber resolver un problema, y el problema siempre es un cambio en el medio. Por eso, lo que hoy se juzga inadaptación mañana es la clave adaptativa.
¿Por eso es importante la diversidad?
Tanto que la genética la crea aleatoriamente –las mutaciones– y conforme cambia el medio va seleccionando por ensayo-acierto-error los cambios útiles y los incorpora. Y eso precisamente hace también el cerebro.
¿Cómo?
El aprendizaje consiste en transformar la información en conocimiento: seleccionar de lo que sabemos lo que es útil para solucionar un problema. El cerebro sólo retiene de forma natural lo que le es útil, lo que utiliza.
O lo usamos o toca empollarlo.
Por eso nos funciona tan bien el método de enseñanza de las ciencias del Nobel de Física Charpack: ninguna información al estudiante sin su experiencia, sin experimento.
Dijo eso aquí y tenía razón.
Hoy vivimos abrumados por la cantidad de información, pero cada vez estamos más necesitados de conocimiento. Porque si acumulamos toda esa información que recibimos sin relacionarla y estructurarla, no nos informa, sino que sólo nos confunde.
No sé si tenemos tiempo para todo.
La eficiencia se confunde con la velocidad. Y, sin embargo, mis ideas me llegan en momentos de distracción. Cuando me relajo, la otra mitad de mi mente trabaja y encuentra soluciones. A veces, lo que parece ser perder el tiempo, puede ser ganarlo.
Si antes has trabajado lo suficiente...
El cerebro requiere ese tiempo para hacer sus relaciones. La información se acumula, el conocimiento, en cambio, se estructura al relacionarse, como las neuronas. Al cabo, nosotros somos lo que nuestras neuronas: una red. Y cada uno de nosotros es una red que a su vez conecta con las otras redes que son los otros mediante las neuronas espejo.
Un descubrimiento reciente.
Ahora se discute si están o no en el área de Broca, la del lenguaje. Yo intuyo que actúan más bien en red, pero lo esencial es que nos permiten entrar en resonancia con los demás: compartir información, sensaciones, emociones...Y solucionar problemas juntos.
Veo que siempre hay un problema.
Siempre. El problema es adaptarse. Todo ser vivo es producto del continuo esfuerzo de adaptación a los retos del medio siempre cambiante. Pero lo que hace humano al primate es que no se conforma con solucionar el problema inmediato...
¿...?
Además, siente necesidad de solucionar problemas que aún no se le han planteado. Por eso se entrega a la pasión del conocimiento, la investigación, que, como le cuento a mi nieto, es buscar preguntas y respuestas que aún no están en los libros.
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