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dimecres, 22 de febrer del 2012

EL FIN DEL AMOR ROMÁNTICO. ES. La Vanguardia.

El fin del amor romántico hacia la pareja es una experiencia tan triste como, según las estadísticas, frecuente. Según el Instituto Nacional de Estadística, en el año 2010 se rompieron 110.321 matrimonios. Es decir, unos 300 al día. Y no se cuentan las rupturas de parejas que no pasaron por el altar o el juzgado. Otro dato: el 25% de las personas de entre 19 y 39 años afirman sentirse menos enamoradas desde que se casaron, como se refleja en el informe Matrimonios y parejas jóvenes. España 2009. ¿Malos tiempos para el amor romántico?

“Ya no siento lo mismo que al principio”,me ha sido infiel”, “la quiero pero no estoy enamorado”, “me he enamorado de otra persona”, “ya no lo aguanto”… Motivos para que una pareja se rompa, hay muchos. Aunque seguramente el más frecuente sea el fin del amor para, al menos, uno de los miembros de la relación. Cuando dos personas se sienten atraídas y empiezan a enamorarse, “todo viene dado, no hay que hacer nada, sólo sentir”, explica Anabel López, psicoanalista del Espacio Psicoanalítico de Barcelona. En la etapa de enamoramiento predominan la pasión, el sentimiento de que la otra persona nos colma de felicidad, las ganas de estar siempre en su compañía... Pero, como señala Isabel Menéndez, psicoanalista y autora del libro La construcción del amor (Espasa), “enamorarse es disfrazar al otro con lo que nosotros necesitamos. Y eso es un engaño que nos hacemos y una exigencia al otro que es intolerable”.

Pero qué duda cabe de que enamorarse sienta de maravilla. “Cuando nos enamoramos, nuestro organismo segrega más adrenalina y noradrenalina –explica Luis de Rivera, psiquiatra y director del Instituto de Psicoterapia e Investigación Psicosomática–, hormonas que promueven la búsqueda del contacto físico. Y ese exceso hormonal puede durar como mucho dos o tres años”. Cuando ese subidón hormonal empieza a remitir, algunas personas echan tanto de menos esa sensación maravillosa que prefieren empezar de nuevo. Pesa más el deseo de recuperar ese chute neuroquímico que las ganas de seguir con la pareja. 

Así que esa fase de enamoramiento acaba. Y debe acabar. Antes o después, hace acto de presencia la realidad. La fantasía de que el otro es perfecto cede, “y empiezas a ver sus limitaciones”, explica Isabel Menéndez. Algunas personas, cuando sienten que ese enamoramiento es menos intenso, se frustran y deciden poner punto final a la relación. En algunos casos, el amor no daba para más. Pero en otros, “ese fin del amor se debe a una creencia errónea: que el otro te debe colmar siempre, que no te puede frustrar”, apunta Menéndez. Cuando el príncipe azul o la mujer diez empiezan a ser impuntuales, perezosos, algo vulgares o, simplemente, personas normales, con sus luces y sus sombras, sus virtudes y sus limitaciones, las mariposas en el estómago no son tan frecuentes. La realidad ha hecho acto de presencia. Pero no tiene por qué ser el fin de la película. Tras esa fase de enamoramiento, la pareja puede continuar y disfrutar del amor romántico. Es decir, un amor que incluye deseo, el sentimiento de que la otra persona es muy especial, ganas de hacer cosas juntos… Aunque la pareja no podrá vivir, como los primeros meses, sólo de ese amor. “El amor romántico es uno de los pilares de la pareja. Pero también debe haber compañerismo, una visión común del mundo y, muy importante, que las dos personas hayan tomado la decisión de que ya no van a seguir buscando, de que se han comprometido”, considera Luis de Rivera. “Si no se dan también esos tres pilares, el amor romántico se difuminará. El problema es que, desde la década de 1960, se ha extendido la creencia de que el amor romántico es el único criterio que justifica una relación de pareja”. Una creencia amplificada por películas o novelas que hacen del amor apasionado y constante prácticamente el único requisito para mantener una relación de pareja. 

“Lo más difícil para una pareja es pasar de la fase del enamoramiento a la del amor –considera Isabel Menéndez–. El enamoramiento es muy demandante e infantil, y el amor es generoso y gratificante, mucho más duradero, maduro y placentero. Pero no es aburrido”. Aunque la fase de enamoramiento dé mucho de sí, “te quita otras cosas, porque sólo puedes estar pendiente de tu pareja, y no se puede estar siempre así. Por eso creo que está sobrevalorada. Es como la juventud, que es fantástica, pero también lo pasas mal”.

El “ya no es como al principio” es el lamento de muchas personas que sienten que se les acabó el amor por su pareja. Aunque si eso pasa cuando llevan un año o dos, “hay que plantearse qué veía uno en esa persona, porque nadie pasa de ser perfecto a un desastre en tan poco tiempo”, explica Isabel Menéndez. Si la fase de enamoramiento tiene mucho de proyectar las propias fantasías en otra persona, ese lamento consiste en echar de menos a alguien que, en realidad, existía sobre todo en nuestra mente. Nostalgia por un tiempo pasado que se considera el paraíso perdido. Aunque, para Isabel Menéndez, esa nostalgia, “que veo mucho en mi consulta, no tiene que ver sólo con lo que creen que han perdido. Va más allá”. Tan allá que hay que remontarse a los primeros meses y años de vida. Como señala Luis de Rivera, “todos tenemos la sensación de que hemos perdido una relación muy intensa e íntima”. La relación de un bebé con su madre, que proporciona al pequeño todo el alimento físico y afectivo que este necesita. Y, según opinan los expertos, algo de ese anhelo de revivir una unión perfecta y total puede darse en la relación de pareja. Curiosamente, “las personas que en su infancia han tenido una relación suficientemente buena para ellos con su madre”, apunta Luis de Rivera, son quienes mejor toleran las frustraciones normales que se producen en la relación de pareja. “A una consulta no se suele llegar por un problema de relación con la madre. Son temas que pasaron hace tiempo. Hablamos de la capacidad de establecer nuevas relaciones con nuevas personas, que dependen mucho de cómo uno ha aprendido a establecerlas desde pequeño. Hay quien ha interiorizado que tiene que poseer al otro antes de perderlo. Y otras personas establecen una relación con confianza, y si no nos llevamos bien no pasa nada. Esas dos actitudes se empiezan a aprender desde niño.” 

“El problema es que podemos elegir a una pareja para compensar carencias que en principio no conocemos”, señala Isabel Menéndez. “Recuerdo el caso de una mujer que se enamoró perdidamente de un hombre que era muy protector y bastante controlador. Y ella se quejaba de él por esto. Pero eso era lo que ella le pedía. Resulta que murió el padre de ella, que era frío y nada protector. Y ella tuvo que aceptar que no había tenido al padre que necesitaba, y le exigía más y más a su pareja. Le atacaba hasta el punto de poner en peligro la relación. Para recibir lo que su pareja le daba, tuvo que aceptar, en el proceso de un análisis, que no había tenido al padre deseado. Y la pareja siguió adelante”.

Tuvo que hacer un trabajo personal para que el amor sobreviviera. Si en el enamoramiento todo es sentir, para que el amor romántico perdure en las parejas que superan esa primera fase hay que sentir y trabajar. Para Anabel López el gran motivo de que el amor romántico se acabe es “la falta de trabajo y de comunicación”. En una pareja que se ponga manos a la obra y cuide la relación, el amor va y viene. No todos los días son maravillosos. Incluso, es probable que se produzcan crisis profundas o que se decida que ha llegado el momento de separarse. Quizás han hecho todo lo que podían pero han evolucionado de forma diferente, algo frecuente en parejas de larga duración. Según los expertos, muchas separaciones se podrían evitar. Para Anabel López, “se habla mucho de lo cotidiano, del trabajo, pero no de lo que siente o le pasa al otro. Pero hay que comunicarse para ir reformulando la relación, pensar en lo que necesita el otro, crear espacios de intimidad que no sean sólo sexuales, compartir aficiones…”. Si el aburrimiento se instala en la relación de pareja, puede ser el inicio del fin del amor romántico. “Además, las personas que sienten que se les acabó el amor suelen quejarse del otro. Pero no acostumbran a plantearse qué están aportando a la relación para que esta funcione”.

Aunque las amenazas al amor de pareja no vienen sólo de la mayor o menor pericia de cada uno para alimentarlo. Sentirse atraído por otra persona puede dinamitar una relación. La clave es distinguir hasta qué punto se trata de un calentón, ya sea consumado o no, o de algo más que puede justificar el fin de la pareja. El riesgo de equivocarse en este sentido es mayor para las personas que, por ejemplo, sólo han mantenido relaciones sexuales con su pareja “y no saben distinguir que, aunque el sexo vaya muy bien, no implica que vayan a enamorarse de esa persona”, opina Anabel López. “Por otro lado, las mujeres suelen ser un poco más realistas y se dan cuenta de que esa atracción no va más allá. En cambio, muchos hombres rompen con su pareja, inician una nueva relación y, cuando se encuentran con problemas, se arrepienten”.

Otro de los momentos en los que puede peligrar el amor de pareja es con la llegada de un hijo. Cambian las rutinas, el tiempo que se le dedica a la pareja, la intimidad… “Y, muchas veces, el padre no quiere o no se ve capaz de entrar en el triángulo que debe formarse”, explica Isabel Menéndez, “pero lo que fomenta la vida y el amor es el triángulo, ya sea un hijo, el trabajo, otras amistades… Amar a alguien implica aceptar que hay algo más que esa persona”.

De todos modos, el fin del amor romántico no siempre implica la disolución de la pareja. “Hay muchas parejas que están juntas sin que apenas haya amor romántico”, apunta Anabel López. En el mejor de los casos, son dos amigos bien avenidos. Y, por otro lado, seguramente muchas personas pagarían casi lo que fuera por una pastilla que les ayudara a desenamorarse. Cuando uno está enamorado de alguien que no le conviene, cuando la pareja tan amada es infiel, cuando la relación no tiene futuro… Hay quien intenta olvidar buscando el amor en otras personas, “pero no suele funcionar”, apunta Anabel López. ¿Es posible desenamorarse voluntariamente? “Sí, pero cuesta y es doloroso”.

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