Michael Braungart, químico; creador del ciclo ‘cradle to cradle’ (de la cuna a la cuna)
Tengo 54 años: los casados ganamos un kilo al año, así que voy a hacerme champú con esa grasita. Fui director para Europa de Greenpeace y fundé la agencia medioambiental de la RFA e investigo para el Gobierno holandés. He participado en SmartCity de Fira de Barcelona.
No sea marciano
Si nos portamos como alienígenas con la Tierra, la Tierra nos tratará como a alienígenas y nos exterminará. Nuestro planeta está enfermo de un virus letal: somos nosotros, los humanos. Y, como todos los virus, cuando destruyamos al ser que infectamos, moriremos también con él. Ya es tarde para evitar dañarlo: hay que curarlo. Lo dice Braungart: "Dejemos de fabricar para el consumo y el vertedero y fabriquemos para el uso y la vuelta a la fábrica". Braungart aduce que este cambio salvador es la tercera revolución industrial, junto con la producción de energía renovable en cada casa. Ambas serían el nuevo plan Marshall para volver a hacer crecer a toda Europa.
Sabe que España ha anunciado que será neutral en emisiones de carbono en el 2020?
Algo había oído.
Pues eso es imposible. Sólo hay una manera de conseguirlo: que ustedes no existan. Que todos dejemos de respirar.
¿Morir para dejar de contaminar?
Ese es el sentimiento que propicia el ecologismo sostenible: te hacen sentir culpable de tirar de la cadena, de ir al lavabo, de lavarte los dientes... ¡y hasta de respirar!
Pero hay que limitar el daño ecológico.
Para conformarnos con eso ya es demasiado tarde y ya somos demasiados. Ahora la única alternativa a la degradación del planeta y a nuestra ulterior destrucción no es ser menos humanos, sino ser más árboles.
¿En qué sentido?
Los árboles no son sostenibles: ¡Olvide la sostenibilidad, está superada! Los árboles al vivir limpian aire y agua. No son neutrales ni de emisiones cero. ¡Son positivos!
¿Cómo?
Ya no basta con contaminar poco o no contaminar: debemos repensar nuestras vidas para que nuestra actividad limpie y recupere el planeta y lo deje mejor que antes.
¿Podemos ser positivos como árboles?
Tenemos la técnica y los medios. Falta cambiar la mentalidad –que el objetivo deje de ser no ensuciar y pase a ser limpiar– y ponernos ya manos a la obra. Por ejemplo, proyectando edificios que limpien la tierra, el aire y el agua. Tenemos las técnicas.
¿Es posible?
¡Nosotros ya hemos empezado!. Hemos diseñado vertederos y cloacas en Brasil que no es que no ensucien..., ¡es que limpian el agua y la tierra! Y edificios que mejoran el aire. Son viviendas que dejan el medio mejor de lo que estaba antes de que se construyeran.
No parece tan fácil de lograr.
Insisto en que es cuestión de cambiar nuestros objetivos y nuestro marco mental. El problema es que hemos estado tan ocupados siendo menos malos que no hemos hecho nada aún por ser buenos con la tierra.
Por ejemplo.
Se han fabricado alfombras más fáciles de reciclar, pero cancerígenas. ¿Sabe por qué?
¿Para decir que eran reciclables?
Porque deberían haberse hecho para mejorar el medio y se han hecho pensando en no dañarlo. Por eso, ahora debemos reinventarlo todo: detergentes, plásticos, alfombras, gomas... Los neumáticos, por ejemplo: están diseñados para durar cada vez más...
... Y así gastar y contaminar menos.
¡Error! Duran mucho más hoy que hace veinte años, pero si analiza por qué descubrirá que llevan 640 nuevos compuestos químicos de los que 487 son nocivos para nosotros, pero los inhalamos cada día en las calles. Y la prueba es que el asma va en aumento.
¿Qué propone?
Cambiar el chip. En vez de hacer ruedas para que duren más, fabriquémoslas para que vuelvan al ciclo orgánico cuando se gasten.
¿Y una nevera vieja?
¡Jamás debe ir al vertedero! ¡Tenemos que eliminar los basureros de nuestra mente! Cuando ya no funcione, debe volver a la fábrica. Todos sus componentes deben regresar a la tecnosfera para ser reutilizados.
Desde luego, es más racional.
Ahora mismo usted se está comiendo este sofá: respira sus partículas y las absorbe por su piel. Así que debemos diseñar sofás comestibles y respirables y, tras su uso, se integrarán en el ciclo orgánico. Mire mi zapato.
¿Es cómodo?
¡Podría comérmelo!. Cuando se calienta a alta temperatura, todo él se deconstruye en partes que se reintegran en el ciclo biológico: fibras vegetales, cuero... Y también compraremos calzado con data de caducidad.
¿Cómo?
Unos zapatos que duren hasta el 2020, y entonces los devuelves a fábrica, a cambio de de una parte de lo que pagaste por ellos, y allí los refabrican. Nada se tira. Todo debe usarse y reusarse y usarse y reusarse...
¿Adiós al consumo?
¡Adiós al consumo: viva el uso! Todo se reincorpora al ciclo biológico o a la tecnosfera. Que lo que quede del sofá o los zapatos ya inservibles acabe sirviendo como abono...
¿Siempre es posible?
¡Claro! Ya no compramos sillas de oficina, sino el uso de las sillas por un periodo para que después sean reaprovechadas en fábrica una y otra vez... ¡Nada se tira!. En Alemania, reusar es un concepto en auge. ¡Ya no queremos ni basureros ni vertederos!
Eso requiere esfuerzo reorganizativo.
Nos daría una ventaja competitiva decisiva sobre los productores baratos de los países emergentes, que fabrican sin ninguna preocupación por el medio. El Gobierno holandés nos financia la investigación sobre el paso del ciclo fábrica-consumo-vertedero al de fábrica-consumo-fábrica (cradle to cradle). Fíjese: ahora mismo tengo que ir al lavabo a desbeber y por eso me deprimo.
¿La próstata...?
Es que cada día eyectamos fosfatos y su exceso provoca leucemia en los niños. Por eso diseñamos una planta en Brasil que reutiliza el fosfato del váter en la agricultura.
Pero, ¿es eficiente?, ¿es rentable?
Las españolas en su vida comen seis kilos de pintalabios. No es eficiente ni rentable, pero es efectivo. Como regalar flores. Lo efectivo es que dejemos de ser negativos y degradar el medio y empecemos a ser positivos y limpiarlo. No basta con vivir sin ensuciar: al vivir debemos limpiar.
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