Un hombre encontró el capullo de una mariposa. Un día, apareció en él una pequeña abertura, entonces se sentó y observó durante varias horas cómo la mariposa luchaba, esforzándose para poder pasar a través de ese agujerito.
Luego, le pareció que la mariposa ya no progresaba; era como si hubiera llegado al límite de sus posibilidades y no pudiera seguir avanzando. Es por eso que decidió ayudarla: tomó una tijera y cortó el pedacito restante del capullo.
La mariposa salió fácilmente, pero tenía el cuerpo hinchado y las alas pequeñas y arrugadas. El hombre siguió observándola, esperando que en cualquier momento las alas pudieran agrandarse y expandirse para poder soportar el cuerpo que, a su debido tiempo, se contraería. Nada de eso sucedió. De hecho, la mariposa pasó el resto de su corta vida arrastrándose con el cuerpo hinchado y las alas encogidas. Nunca pudo llegar a volar.
Lo que el hombre no comprendió, en su bondad y apuro, es que el obstáculo del capullo y la lucha necesaria para que la mariposa pudiera pasar por la diminuta abertura era el modo en que el fluido del cuerpo de la mariposa llegara a sus alas para que estuviera en condiciones de volar una vez que se liberara del capullo.
Algunas veces, las luchas y dificultades son exactamente lo que necesitamos en nuestras vidas para poder despertar a nuestra divinidad.
exactament! quin conte tant maco Joan, demà marxo de cap de setmana al Santuari del Miracle a participar en un taller de contes impartit per dos monjos benedictins, tot un aconteixement! ja os explicaré a la tornada, ptons
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