Palabras, imágenes, canciones, emociones que nos acompañan en nuestro camino.


diumenge, 11 de setembre del 2011

OLVIDA LAS VACACIONES. Jordi Jarque. La Vanguardia.


La vuelta al trabajo se convierte en un pequeño calvario para algunos y huyen del presente aferrándose a las imágenes idílicas de las vacaciones
Es fácil quedarse contemplando las musarañas recordando algunos momentos del periodo estival, ya sea la playa disfrutada con los amigos, con la familia o con ambos, o evocando los paisajes sorprendentes del país visitado, o sencillamente viene a la mente el libro recién leído o sintiendo todavía en la piel las emociones despertadas durante las vacaciones. Sea lo que sea, generalmente el estrenado mes de septiembre pesa y hay tendencia a mirar lo vivido durante el mes pasado. Se contempla con cierta nostalgia. Y aparece el desdén del nuevo curso que empieza. Los expertos aseguran que no es extraño porque el tiempo de ocio se acostumbra a vivir como un espacio de libertad personal, donde en teoría cada uno hace lo que realmente quiere. Esto unido al buen tiempo y los días todavía largos, da la sensación que los buenos momentos se escurren entre los dedos. Qué frustración no poder retenerlos. Sólo queda evocarlos en un presente del que la mayoría no se siente demasiado a gusto.
“No le pasa a todo el mundo, pero es habitual que al volver de vacaciones la mente divague hacia los días recién pasados”, explica Esther López, psicóloga y psicoanalista. Después comenta que durante las vacaciones “has estado más tiempo con los amigos, has tenido la oportunidad de conocer nuevas personas interesantes, otras formas de pensar y de ver mundo. Has dispuesto de un tiempo que no suele tenerse en el resto del año”. Que suceda esto no es un problema. Pero los expertos señalan que en septiembre aumenta el número de pacientes que requieren la ayuda de un profesional.
Bárbara Tovar, psicóloga, ex coordinadora de la comisión de estrés postraumático de la Sociedad Española para el estudio de la Ansiedad y el Estrés y actualmente directora de la clínica Bárbara Tovar, asegura que la vuelta de vacaciones “es uno de los momentos del año que se detecta un aumento sustancial de estrés. Después añade que cuando empiezan los meses fríos y en primavera, “son otros dos momentos del año que se incrementan las consultas y los ingresos”. En cualquier caso, “es verdad que en septiembre hay personas que se quedan enganchadas con las vacaciones”, añade esta experta.
Por otra parte, Iñaki Piñuel, psicólogo, profesor de Organización y Dirección de Empresas de la Universidad de Alcalá, en Madrid, autor y director del Barómetro Cisneros (herramienta que evalúa los riesgos psicosociales en el trabajo), y autor del libro La dimisión interior. Del síndrome posvacacional a los riesgos psicosociales en el trabajo (Ed. Pirámide), constata que en la vuelta al trabajo se produce lo que ahora algunos expertos denominan síndrome posvacacional, y que engloba una sintomatología que va desde un cansancio aparentemente inexplicable hasta algunos dolores de tipo muscular, así como algunos trastornos digestivos. Esto y un estado de ánimo bajo, cierta apatía o desgana. Para Iñaki Piñuel no es normal que al volver del trabajo suceda esto.  
No sucede sólo con el trabajo. La insatisfacción no es patrimonio del mundo laboral. Se produce en otros ámbitos. Jerónimo Saiz, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y jefe del servicio de psiquiatría del hospital Ramón y Cajal de Madrid, no habla de síndrome posvacacional ni de trabajo, sino de adaptación a un ritmo de vida distinto al que se estaba llevando. Pilar Varela, psicóloga y autora de, entre otros libros, Ansiosa-mente (Ed. Esfera de los libros), asegura que cambiar de ritmo en sí está bien. No es problema. Al contrario, es un lujo. “El síndrome posvacacional es un cuento chino que corresponde a una era de hiperconfort. Quien tiene vacaciones y trabajo tendría que estar saltando de alegría”. 
El problema generalmente viene de la actitud. En ese sentido, Esther López habla de la necesidad de establecer estrategias para que la transición de ritmos y rutinas no conlleve más problemas que el adaptarse lo más eficazmente al cambio. Pero las imágenes de las vacaciones siguen ahí, en la mente y a veces es difícil convencer a la gente para que salte de alegría. “Que las imágenes de las vacaciones estén ahí no es un problema. Es normal. Te lo pasaste bien y lo recuerdas. El problema es si estas imágenes te secuestran del presente, si no te permiten hacer con eficacia lo que tengas que hacer”, señala Esther López, y añade que estar secuestrado por las vivencias del pasado va produciendo una especie de cansancio.  
Linda Hawes Clever, profesora de Medicina de la Universidad de California, presidenta del departamento de Salud Laboral en el centro médico California Pacific y presidenta de Renew, una organización sin ánimo de lucro que tiene el objetivo de ayudar a las personas a recuperar el entusiasmo y mejorar su salud física y mental, y autora, entre otros libros, de Vence tu cansancio (Ed. Oniro), asegura que tras ese cansancio que va apareciendo hay necesidades y deseos no cumplidos o no reconocidos. Y al volver de vacaciones se pone más en evidencia, aunque sea por contraste con el tiempo de ocio recién vivido. 
Bárbara Tovar resalta que la clave es el autocontrol de los pensamientos, algo así como olvidarse de las vacaciones cuando el individuo lo desee, pero para ello hay que abordar la causa por la que se produce ese enganche con las vacaciones. Y generalmente tiene que ver con la insatisfacción con el presente. Es como si se pensara que todo lo bueno ya se acabó, como si no se pudiera sacar más beneficios del presente. “La insatisfacción del presente te bloquea y angustia, y eso hace que las situaciones las vivas en blanco y negro, en bueno o malo. El problema no es recordar las vacaciones sino la dificultad para controlar las preocupaciones, la incapacidad para vivir el presente sin proyectarnos a nuestro futuro o a nuestro pasado. Es uno de los síntomas que indican que de alguna manera nos falta aprender a dominar el estrés que nos produce el día a día. Cuando no se sabe gestionar el estrés y aparece la ansiedad, se produce una huida del presente. Es como un mecanismo porque el individuo no tiene herramientas para afrontar la realidad del momento presente. Y cuando huye del presente puede perder muchas oportunidades. Por perder hasta puede perder el saber disfrutar de unas cervezas con los amigos porque está pensando en las cervezas que estaba tomando en verano en un entorno distinto”. 
Pilar Varela insiste en un mecanismo primordial en la transición entre el periodo vacacional y el trabajo. “Se llama adaptación. Somos capaces de adaptarnos. El ser humano tiene una capacidad asombrosa por adaptarse. Y al volver de vacaciones hay unos pasos de adaptación. Al principio hay niveles de estrés importantes”. Esther López añade que parece ser que se produce una cierta pasividad que fomenta el dejarse invadir por las imágenes que van pasando por la cabeza, “como si no se pudiera hacer nada con las circunstancias que nos rodean. No puedo cambiar el presente, luego me dejo invadir por el pasado”. En este sentido hay mitos que hacen daño. Bárbara Tovar señala que el popular “yo soy yo y mis circunstancias”, no se corresponde con la realidad. “Lo que está claro es que si no mejoro yo, tampoco lo harán mis circunstancias”. 
Pero hay que querer mejorar y creer que se puede mejorar. “A nivel emocional se puede trabajar todo”. Para quien crea que no puede porque baila al son del sistema hormonal, Bárbara Tovar recuerda que ahora “ya se ha comprobado que nosotros tenemos el poder de modificar la bioquímica de nuestro cuerpo”. Y Esther López señala que con los ejercicios de relajación “podemos cambiar nuestro estado de ánimo. La respiración profunda es una buena aliada”.
Hay más estrategias para controlar esta mente revuelta. “Un fantástico ejercicio sería establecer un momento del día para evocar estas imágenes de las vacaciones”, explica Bárbara Tovar. Añade que da muy buenos resultados. “Muchas veces recomiendo este tipo de ejercicios a mis pacientes, que si bien al comienzo me miran con cierta guasa, una vez que lo practican quedan encantados con la mejora que obtienen de forma prácticamente inmediata. Se trata de elegir una hora al día para sumergirse en estas imágenes de manera intensa. La idea es ir tomando un control de nuestros pensamientos. Y eso ayuda”.
Linda Hawes Clever propone más estrategias que pueden servir para tomar las riendas ante la insatisfacción del presente. “Se empieza por tomar conciencia (es importante reconocer la situación). Luego se reflexiona sobre los recursos de que se dispone (valores, personas, sueños). Luego se aprende a mantener conversaciones importantes con los seres queridos y con los colegas para poner a prueba las observaciones previas. Finalmente, se avanza hacia la planificación y la acción, en que se toman decisiones sobre los objetivos y las estrategias. Por el camino se separará el grano de la paja. Este proceso permite aclarar qué es lo que verdaderamente nos importa en la vida. Es un acto de transformación y de renovación. Nos da la libertad de empezar de nuevo. Puede hacerlo. Ya se ha hecho antes”.  
Todos los expertos recuerdan que esto no significa ni mucho menos que no se pueda evocar las vacaciones. Esther López afirma que es sano hacerlo y compartirlo. “¿A quién no le gusta reunir a familiares y amigos para enseñar las fotos del último viaje, riendo las mil anécdotas vividas? Es un sano carburante emocional evocar la sensación del bienestar. Pero fíjate que no estoy hablando de perderse en un pasado, sino de que lo trasladas al presente al compartirlo y disfrutarlo con tus amigos. Es muy distinto a quedarse colgado mirando las musarañas. En ese caso utilizas la excusa de lo vivido en el pasado para disfrutar del momento presente. No hay una huida del presente. La actitud es positiva y no pasiva. La clave es esa positividad”. En ese sentido, Linda Hawes Clever comenta que hace unos años, “el comité de acción por los valores del centro médico California Pacific describió qué era positivo y qué no lo era tanto. Los miembros decidieron que seguir una pauta positiva aporta fluidez, como el agua que fluye por encima y alrededor de las rocas para sortearlas. Se avanza. Las cosas encajan. Hay buenas sensaciones y uno se siente bien consigo mismo (no complaciente, sino bien). Se va al trabajo con ganas de superar la próxima colina. Se siente que hasta el menor paso es un avance. Se es feliz. La vida es como una aventura, llena de sorpresas y de emociones, en lugar de un viaje pesado en el que cada vez cuesta más avanzar”. Después añade que cuando la pauta es positiva, la actitud también lo es. 
Ser positivo no significa creer que todo está bien y tampoco hace falta irse al otro extremo y pensar que todo está mal porque se quiere todo perfecto. El perfeccionismo también es un aspecto que juega en contra de la persona. Y al volver de vacaciones puede emerger de forma más visible. Al menos para quien lo sufre. Contrariamente a lo que se cree, Bárbara Tovar destaca que el perfil de la persona perfeccionista es más habitual entre mujeres de 30 a 35 años, con un nivel muy alto de autoexigencia. “Por una parte son más empáticas, más amables, más sensibles y a la vez más vulnerables. Exigen mucho de la vida y de sí mismas. Esto produce estrés y ansiedad." 
También es verdad que antes venían más mujeres a la consulta y que ahora se está equilibrando: el hombre ha aprendido a pedir ayuda”, señala esta experta. Esther López indica que estar arropado socialmente ayuda mucho. “Lo que sucede es que en el ritmo de vida actual se han perdido algunas buenas costumbres, como la conversación. Durante las vacaciones es más factible conversar, pero no tanto cuando se vuelve de ellas. Las sobremesas son un buen antídoto". Linda Hawes Clever desvela qué aporta un sano debate con los amigos. “Durante la conversación, recibe apoyo, comentarios, datos nuevos y perspectiva. Se sentirá menos aislado, más fuerte y con más capacidad de decisión. Con la conversación podrá implicar a otros en su combate contra el cansancio. No se sorprenda demasiado si ve que sus compañeros de conversación recuperan su propia energía, salud y vida junto a usted. La renovación suele propagarse de persona a persona. De hecho, es parte de la idea. Durante la conversación puede recibir consejos fantásticos. Puede ampliar sus emociones y sus conocimientos”.Pilar Varela comenta que además de las conversaciones es importante aprovechar la vuelta de vacaciones “para profundizar un poco con tu situación. Valorar positivamente el poder estar trabajando. Obtenemos beneficios económicos, pero también tiene sus beneficios sociales. Refuerza la autoestima y la autoimagen. Es importante sentirse agradecido, y eso no quita que haya pequeños problemas en el trabajo derivados de las envidias y las tensiones. Pero hay la oportunidad de aprender a distanciarse emocionalmente y a desarrollar el sentido del humor”. En cualquier caso, para acabar Esther López recuerda que sea como sea el presente, “que nos quiten lo bailado”.

Los valores entran en juego

¿Qué tienen que ver los valores con combatir la insatisfacción del presente, el cansancio vital?. Según Linda Hawes Clever, mucho. “Sencillamente esto: cuando uno sabe cuáles son sus convicciones más profundas, puede tomar decisiones acordes con ellas. Puede eliminar lo superfluo y centrarse en lo que le alegra el corazón”.
Linda Hawes Clever explica que ante el estrés del día a día, se tiende a buscar constantemente un equilibrio que evidentemente no se está dando. En cambio todo eso “cambia completamente cuando tiene sus valores personales como puntos de anclaje. Gracias a ellos, las opciones se reducen en número, pero se vuelven más firmes.
"Conocer sus valores personales es fundamental en cada uno de los pasos que he señalado antes (tomar conciencia, reflexionar, conversar y planificar y actuar)”. Añade que reflexionar sobre problemas, creencias, emociones y opciones ayuda a reforzar los valores. También las conversaciones ayudan a elaborar planes en torno a ellos. Y los planes se transforman en acciones. Al menos esa es la idea. Los valores y las prioridades cambian a medida que cambian la experiencia y la perspectiva.
Linda Hawes Clever comenta, además, que cuando se vive según los valores personales, “se convierten en la base del placer. Y no es que vivir según los valores personales sea fácil. A veces hay que sacrificar un placer en aras de otro. Un padre que reorganizó su horario para pasar más tiempo con su familia tuvo que renunciar a parte de sus ingresos. Había recuperado la alegría de vivir y había encontrado sentido a su vida. Por supuesto no siempre es fácil. En ocasiones nos topamos con valores contradictorios, y algunos pueden ser muy difíciles de seguir. Por eso, saber cuáles son sus verdaderos valores es fundamental a la hora de elaborar su receta contra la insatisfacción”.
Eso también da otra perspectiva a las vacaciones vividas. “Ya no quedan desgajadas del presente, sino integradas”, señala Esther López. Una retroalimentación positiva.

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