Hay dos clases de personas: las que viven dormidas y las que están despiertas; las que no se plantean nada y las que no paran de hacerse preguntas; los cómodos conformistas y los incansables buscadores; los pasotas pasivos y los angustiados activistas; los creyentes y los creativos; las ovejas blancas y las negras; los explotados y los explotadores; los que se dejan comprar y los que no están en venta; los estúpidos cortos de mente y los listos que se las saben todas; los pragmáticos y los románticos; los que viven distraídos y los que están pendientes del trabajo; los realistas y los utopistas; los ingenuos y los cínicos; los que llevan corbata y los hippies; los gregarios y los individualistas; los urbanitas y los rústicos; los fanáticos y los me importa un bledo; los violentos y los pacifistas; los adaptados y los outsiders; los que lo tienen todo muy claro y los que a menudo se contradicen…
No, no hay dos clases de personas.
En realidad, cada persona puede ser muchas personas a la vez, muchas máscaras o muchas personalidades que se van sucediendo una detrás de la otra…
Lo más importante no es llegar a comprender quiénes somos de verdad, sino jugar a ser todo lo que podemos ver y experimentar sin miedo a las infinitas posibilidades que nos ofrece la vida.
(Soren Kierkegaard – Diario de un seductor)
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