El apego es el lazo afectivo más potente que siente el ser humano para con sus semejantes buscando placer en sus interacciones y seguridad en momentos de ansiedad. Es un poderoso vínculo que, inicialmente, desarrollamos con nuestra madre (en su defecto; cuidadora) y que será determinante para nuestras posteriores relaciones afectivas. Este vínculo es crucial para sentirnos amados, seguros, protegidos y ayudados y difiere de otros en que éste no solo provee compañía sino que establece una alianza que aporte sentimientos de seguridad y pertenencia.
De todas, la teoría que a mi parecer, explica mejor las relaciones de apego, es la que propuso Bowlby en 1969 y que aún hoy sigue vigente. Este psiquiatra Psicoanalista encontró que el establecimiento de un fuerte vínculo madre-niño es vital para la supervivencia del bebé. Este vínculo se desarrollará en un período crítico concreto y pasado este tiempo puede ser imposible llegar a formar una verdadera relación íntima y emocional (1988). Este lazo afectivo evoluciona a través de cuatro etapas;
Fase de preapego; (del nacimiento hasta las 6 primeras semanas aproximadamente) El niño acepta a cualquier persona que le proporcione comodidad pero prefiere la voz de la madre a la de cualquier otro adulto.
Fase de formación del apego; (desde las seis semanas hasta los seis meses) Hay ansiedad cuando se separa al niño de cualquier adulto pero principalmente cuando se separa de la madre.
Fase de apego; (desde los 6-8 meses hasta los 18-24 meses) Vínculo afectivo muy fuerte con la madre. Cuando ella desaparece se produce un enfado y una ansiedad muy notable.
Formación de relaciones profundas (de los 18-24 meses en adelante) El niño calma la ansiedad porque entiende que la ausencia de la madre no es definitiva.
Al final de estas cuatro etapas hay un vínculo afectivo sólido entre ambos que ya no necesita de un contacto físico por parte del niño ya que éste siente la seguridad de que su madre le responderá en momentos de ansiedad. Pero ¿qué pasa si esto no se desarrolla con normalidad? ¿Qué sucede cuando este vínculo se rompe o no se produce? ¿Todos los niños pasan por estas cuatro etapas? ¿Qué tiene esto que ver con nuestros futuros vínculos? ¿De qué depende?
La situación extraña de Ainsworth
La Psicóloga Ainsworth (1978) y sus colaboradores desarrollaron una técnica para analizar la calidad de apego entre la madre (en su defecto; cuidadora) y su hijo. A través de una situación de laboratorio en la que la madre se separaba de su bebé y era sustituida por una persona extraña, dichos investigadores concluyeron la existencia de tres tipos de apego. Más tarde, Main y Solomon (1986) añadieron un cuarto tipo. Todos ellos, que se describirán a continuación nos dan las bases para definir nuestra manera de vinculación en nuestra vida adulta.
1. APEGO SEGURO; Este tipo de niños lloran cuando la madre desaparece, buscan el contacto con la madre pero cuando ésta regresa el niño reduce significativamente el lloro.
2. APEGO EVITANTE; Estos niños no muestran ni ansiedad ni enfado cuando la madre desaparece pero sí cuando se quedan solos. Hay una reacción semejante ante la madre y la persona extraña. Cuando la madre regresa no hay especial alegría.
3. APEGO RESISTENTE; Este tipo de niños se muestran resistentes a que la madre les abandone. Cuando ellas regresan se muestran enfadados y puede haber conductas de agresividad hacia ella y también rechazo.
4. APEGO DESORGANIZADO/ DESORIENTADO; En este caso, cuando la madre regresa el niño se siente desorganizado, con conductas contradictorias. Muchos de estos niños no suelen mirar a la madre y se muestran fríos y distantes.
En cuanto a otros factores que afectan al desarrollo del apego se ha constatado; las características de la madre(los niños que poseen apego seguro tienen madres más amables y receptivas mientras que las de los otros tipos carecen de estas cualidades) las circunstancias de privatización materna (los niños abandonados por sus madres entre el tercer mes y el primer año de vida mostraban apego inseguro con terceros cuidadores según estudios de Spitz aunque estudios posteriores han confirmado que dependiendo del centro de acogida o tipo de adopción esto puede no ser así) Calidad de la crianza (padres insensibles desarrollan apego inseguro en el hijo) Características del niño (parto prematuro o enfermedades) y por supuesto el tipo de apego de los padres ( que influirá en el apego en los hijos)
Entendido esto, veamos qué relación tiene esto con nuestros vínculos.
En 1987, Hazan y Shaver, siguiendo la tipología de Ainsworth empezaron sus estudios sobre la relación de apego vivida en la infancia y el tipo de relación “romantica” expresada en la adultez. Se encontraron paralelismos significativos entre ambos tipos de vínculos por lo que concluyeron que el tipo de apego se reproducirá en la relación afectiva, adulta futura. Otras investigaciones han apuntado hacia la misma dirección.
1. APEGO SEGURO; este tipo de personas tienen un buen concepto tanto de sí mismos como de los otros. Tienen predisposición para acercarse afectivamente a los demás y se sienten cómodos y confortables con la intimidad. No se preocupan de ser abandonados y no tienen problemas en que su pareja dependa de ellos.
2. APEGO EVITANTE; estos tienden a desarrollar modelos de sí mismos como inseguros y poco inteligente y de los otros como poco confiables y poco dispuestos a comprometerse en relaciones íntimas. Estas personas suelen tener miedo al abandono y se preocupan de que sus parejas no las quieran. Buscan la intimidad pero sienten temor a ser rechazados por lo que valoran excesivamente su autonomía.
3. APEGO RESISTENTE; estos individuos se desarrollan como suspicaces, escépticos y retraídos y ven a los otro demasiado ansiosos para comprometerse en relaciones íntimas. Por lo tanto se sienten incómodos intimando con otros y encuentran muy difícil confiar y depender de ellos. Defensivamente desvalorizan la importancia de los vínculos afectivos.
4. APEGO DESORGANIZADO/ DESORIENTADO; se muestran desorientados y confusos en sus relaciones afectivas. Hay una idea negativa de sí mismos y de los demás. Este tipo de vínculo en la infancia puede llegar a ser calificado en la vida adulta como grave debido a que hay mucha dificultad de regulación de las propias emociones y la de los otros. Este tipo de apego se ha relacionado con el trastorno límite de Personalidad en la vida adulta ( Fongay, 1999)
Visto esto, es interesante, adentrarnos en la reflexión de nuestros actuales vínculos afectivos. Quizás, detrás de nuestras desconfianzas, miedos y frustraciones se encuentre un niño enfadado o herido porque nunca entendió que dejaran de atenderlo...
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