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divendres, 28 d’octubre del 2011

POEMA A MI HIJA. Jorge Bucay

Antes de morir, hija mía,
quisiera estar seguro de haberte enseñado…
a disfrutar del amor,
a enfrentar tus miedos y confiar en tu fuerza,
a entusiasmarte con la vida,
a pedir ayuda cuando la necesites,
a decir o callar según tu conveniencia,
a ser amiga de ti misma,
a no tenerle miedo al ridículo,
a darte cuanta de lo mucho que mereces ser querida,
a tomar tus propias decisiones,
a quedarte con el crédito por tus logros,
a superar la adicción a la aprobación de los demás,
a no hacerte cargo de las responsabilidades de todos,
a ser consciente de tus sentimientos y actuar en consecuencia,
a dar por que quieres y nunca porque estés obligada a hacerlo.

Antes de morir, hija mía,
quisiera estar seguro de haberte enseñado…
a exigir que se te pague adecuadamente por tu trabajo,
a aceptar tus limitaciones y vulnerabilidades sin enojo,
a no imponer tu criterio ni permitir que te impongan el de otros,
a decir que sí solo cuando quieras y decir que no sin culpa,
a tomar más riesgos,
a aceptar el cambio y revisar tus creencias,
a tratar y exigir ser tratada con respeto,
a llenar primero tu copa y después la de los demás,
a planear para el futuro sin intentar vivir en función de él.

Antes de morir, hija mía,
quisiera estar seguro de haberte enseñado…
a valorar tu intuición,
a celebrar las diferencias entre los sexos,
a hacer de la comprensión y el perdón tus prioridades,
a aceptarte así como eres,
a crecer aprendiendo de los desencuentros y de los fracasos,
a no avergonzarte de andar riendo a carcajadas por las calles sin ninguna razón,
a darte todos los permisos sin otra restricción que la de no dañar a otros ni a ti misma.

Pero sobre todo, hija mía,
porque te amo más que a nadie,
quisiera estar seguro de haberte enseñado…
a no idolatrar a nadie… 
y a mí, que soy tu padre, menos que a nadie.

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