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dimarts, 20 de novembre del 2012

¿ES DOLOR O SUFRIMIENTO?. Gaspar Hernàndez.


El dolor crónico se ha convertido en una enfermedad grave, mal diagnosticada, extendida, incomprendida e infravalorada
Dolor y sufrimiento no son sinónimos. «Se puede te­ner dolor sin sufrir, como una mujer que da a luz en un parto normal a un hijo deseado», escribió el doctor Ramon Bayés, en el libro Cara a cara con tu dolor, de Jenny Moix (Paidós). Y se puede sufrir sin que exista ningún daño, como cuando sentimos miedo ante la posibilidad imaginaria de un diagnóstico de cáncer. El sufrimien­to es un concepto más amplio que el de dolor. Y el dolor no es solo la consecuencia de una estimulación nerviosa. «Los que padecen dolor, los que sufren, no son los cuerpos, sino las personas», escribió tam­bién el doctor Bayés.
Quizá, como dice Pnin, el perso­naje de Nabokov, la historia de la humanidad es la historia del dolor. «El dolor secuestra de su mundo a quien lo sufre y lo abandona en la cima de una montaña mágica, ais­lado y desesperado», escribe Mela­nie Thernstrom en el extraordinario ensayo Las crónicas del dolor, que acaba de publicar Anagrama. Un libro necesario. Una investigación rigurosa sobre la historia del dolor y la situación actual, y al mismo tiem­po una crónica en primera persona de una mujer que considera que el dolor crónico se ha convertido en un fantasma de nuestro tiempo, una enfermedad grave, extendida, incomprendida, mal diagnosticada e infravalorada.
Solo en Estados Unidos el dolor crónico afecta a más de 70 millones de personas y cuesta a la econo­mía más de 100.000 millones de dólares al año. Sin embargo, es­cribe Thernstrom, el tratamiento del dolor crónico es a menudo in­adecuado. Esto se debe, en parte, a que hace muy poco que empezó a considerarse una dolencia con una neuropatología propia y diferen­ciada. El dolor crónico como una enfermedad en sí.
A pesar de que el dolor es uno de los principales motivos por los que la gente acude a consultar al mé­dico en EEUU, solo hay colegiados 2.500 especialistas en medicina del dolor (apenas un médico por cada 25.000 pacientes aquejados de do­lor crónico). «Por lo tanto -escribe la autora- el tratamiento del dolor continúa en manos de los médicos de cabecera, la mayoría de los cua­les saben poco sobre el asunto y no les interesa saber más».
La razón por la cual el dolor no ha sido motivo de estudio hasta hace muy poco se debe a que era considerado el síntoma de una en­fermedad subyacente. Según tal concepción, la solución era sencilla: cura la enfermedad y el dolor des­aparecerá por sí solo. Sin embargo, hace tiempo que la verdad desagra­dable asoma: el dolor crónico sobre­vive a las causas que lo originaron, empeora con el tiempo y desarrolla lo que Thernstrom denomina «una desconcertante vida propia».
No es una metáfora, lo de la vida propia. (Susan Sontag ya dijo que la forma más sincera de contem­plar una enfermedad es la que está depurada de todo pensamiento metafórico). No es una metáfora, porque con el paso del tiempo se ha demostrado que el dolor que no ha sido tratado acaba por reescribir el sistema nervioso central, causando daños patológicos en el cerebro y en la médula espinal que, a su vez, provocan un dolor aún mayor.
¿Con más o menos sufrimien­to? Eso sigue siendo lo más des­concertante: la relación del dolor con el sufrimiento. Hay personas que parecen sufrir lo indecible por causa de un dolor leve y las hay que no sufren ni la mitad por un dolor grave. Según el doctor Eric J. Cassell, «el dolor es el dolor que es, y el sufrimiento toma la forma que toma, en parte debido a los signifi­cados que le aporta el paciente».


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