Imagen José Castillo |
Nos cuesta el cambio y cuando ocurre nos adentramos en fases
algunas incómodas. En la medida que entendamos cuáles son, podremos
acelerar su proceso y por supuesto, la salida. Dichas fases son similares si
nos enfrentamos a un nuevo trabajo, a una nueva relación afectiva, una
enfermedad o a una pérdida, aunque lógicamente la profundidad de la curva y su
duración será bien distinta. Lo hemos recogido en una bonito gráfico, pero por
supuesto, nunca es tan lineal. Hay días que nos sentimos fuertes y avanzamos a paso de
gigantes; y otros, parece que retrocedemos kilómetros atrás. Pero es normal.
Así son nuestras emociones.
Lo que vamos a
presentar son las fases para poder reconocerlas y lo más importante, poder
acelerarlas. Todas ellas son similares a las que viven los héroes de las
películas de guión “bien hecho” (Matrix, La Guerra de las Galaxias o las de
Disney, por ejemplo). Se inspiran en el minucioso trabajo de Joseph Campbell
después de estudiar la mitología, las religiones o las tradiciones
antiquísimas, y las cuales recogen el proceso que requieren las emociones para
ir deshaciéndose.
Nuestra mente va más deprisa que nuestros sentimientos.
Podemos comprender la bondad de las cosas que nos ocurren o incluso el sentido
de la muerte de un ser querido enfermo y muy mayor. Sin embargo, por mucho que
comprendamos, no significa que no suframos o que no nos adentremos en desiertos
emocionales. Por ello, cualquier cambio que implique una transformación y un
aprendizaje vivirá fases con una determinada duración, pero si somos
capaces de comprenderlas, al menos tendremos más recursos para atravesarlas y
vivirlas desde una actitud de protagonista y no como víctima.
Veámoslas a continuación con algunas claves:
Llamada
a la aventura
Es el comienzo
de cualquier cambio, el cual según la medicina tradicional china puede ser
motivado por la llamada del cielo, cuando es algo buscado (nuevo proyecto,
nueva relación afectiva, tener un hijo); o llamada del trueno, cuando es
inesperado y desconcertante (un error, un despido, la pérdida de un ser
querido). Los primeros lógicamente son más sencillos, pero no están exentos de
pequeños o grandes truenos. En dicha fase lo más importante es decirse:
¿Cuál es la
invitación que tengo para dar lo mejor de mí mismo o de mí misma?
Negación
No hay héroe que no tenga un momento de debilidad o de duda. El
motivo es sencillo: la mente actúa como un parapeto para aceptar los cambios.
En dicha fase están las quejas, los enfados, culpar al otro o caer en el
victimismo, que busca evitar responsabilidades o simplemente, protegernos de
emociones que a veces nos superan. Así sucede, por ejemplo, cuando vivimos algo
doloroso, como una separación o un fracaso. En dichos momentos, existen
personas que pueden creer que están bien, sin embargo, su humor es amargo o cae
en estados iracundos. La negación "niega" la realidad, nuestras
emociones o nuestras responsabilidades y es posiblemente, la fase más difícil
de superar. En otro post, la analizaremos con más detenimiento dada
su complejidad, sin embargo, las preguntas que aceleran son sencillas:
¿Qué papel he
jugado en todo ello? ¿Qué puedo aprender? ¿Qué me está doliendo?
Miedo
Es la emoción
reina en nuestra vida y que siempre nos acompañará. Sin embargo, cuando dejamos
de echar culpa al mundo que nos rodea y miramos un poco hacia dentro, aparece
el miedo con gran intensidad. Existen dos tipos de miedo: el sano, que es la prudencia y el tóxico, que
es el que nos lastra. El desafío no es no tenerlo, puesto que
neurológicamente es imposible, sino que al menos no nos impida seguir adelante.
La reflexión que nos ayuda es:
¿Qué es lo que no
quiero perder? A pesar de mi miedo, ¿qué decisiones podría tomar?
Travesía
por el desierto
Cuando caemos
en la frustración o aceptamos una pérdida surge el desierto, del que hablamos
en otro artículo. No existe héroe ni en los cuentos ni en las religiones que no
atraviesen su desierto metafórico. Es el momento de rendición, de aceptar el dolor y de
tocar con nuestra humildad. El desierto siempre es un lugar de
“intercambio”. Perdemos
cosas para ganar otras. Es imposible abrirnos a aprendizajes nuevos
si no desaprendemos otros. Pueden durar minutos o meses. Lógicamente, cuando
nos enfrentamos a una pérdida dolorosa el desierto se convierte en una noche
oscura, con profundidades emocionales mucho más complejas. Por ello, si
queremos salir del dolor el único camino es aceptarlo y no negarlo. La mirada
positiva es válida solo cuando se ha abrazado lo que nos duele, no cuando se
niega. De ahí, la fuerza transformadora de los desiertos. La reflexión en esta
fase es:
¿De qué tengo que
despedirme? ¿Y qué nuevas posibilidades se abren?
Nueva
realidad y nuevos hábitos
Todo el mundo
sale del desierto en mayor o menor medida, excepto casos de pérdidas extremas,
que siempre dejan una cicatriz difícil. Es entonces, cuando aparece una nueva realidad, que se
acompaña de unos nuevos hábitos. Aceptamos un despido o un fracaso
profesional cuando hemos transitado por el dolor y comenzamos a hacer cosas
diferentes. En dicho momento, hemos integrado el proceso y vamos experimentando
con una nueva realidad. Para acelerar la curva, existen algunas claves de las
que hemos hablado en otros artículos o lo haremos en un futuro, como:
Visualizar el nuevo proyecto: Definirlo en
objetivos concretos y planes.
Poner pasión. Un gran antídoto ante el miedo es el
disfrute y la ilusión.
Aprendizaje a través de la frecuencia.
Transformar emociones negativas en positivas,
aprender a relativizar y a tomar distancia.
Apoyarse en las personas que nos rodean.
Confianza en uno mismo.
Compromiso hacia los otros
De hecho, cada
día vivimos al mismo tiempo diferentes curvas tanto a nivel personal como
profesional, y que es el gran síntoma de que estamos vivos. La vida es algo a
descubrir que no a someter en hojas de Excel, donde todo deba encajar. En cada
paso que damos entran en juego emociones que nos superan y realidades que
también nos sorprenden. En la medida que desarrollemos nuestra curiosidad y
nuestra capacidad de aprender, podremos acelerar ese potencial que todos
tenemos y por supuesto, sentirmos con más serenidad.
Fuente: Jericó, P (2010): Héroes
Cotidianos, Planeta.
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