Tengo 38
años. Nací y vivo en Brooklyn, Nueva York.
Casada, tengo dos hijos. Estoy licenciada en
Historia, Educación y Liderazgo Escolar. Mi política es que con
independencia del dinero que tengas debes tener acceso a una buena educación. Católica, voy a misa cada domingo.
CONVICCIÓN
Cuesta
imaginarla, tan menuda, dando clases en escuelas públicas en Harlem y en el
Bronx. Años que le sirvieron para diseñar su estrategia educativa y volver a su
barrio para abrir un nuevo instituto público de educación secundaria en una de
las zonas marginales de Brooklyn sólo para chicas. En cinco años el Young Women's Leaderships Network ha
conseguido la calificación más alta que se otorga en EE.UU. y que mide el
rendimiento académico y el clima escolar. El cien por cien de sus alumnas han
accedido a la universidad. Talana ha participado en la jornada Lideratge femení a I'entorn educatiu organizado
por Easse (Asociación Europea de Educació Diferenciada)
Viene usted de
abajo?
Sí, mi
padre era camionero y mi madre costurera. Pero cumplidos los 50, mi madre
decidió volver a la universidad y obtener el título de maestra para dar clases
en un colegio que ha acabado dirigiendo.
¿Usted también
soñaba con ser maestra?
No. Yo
quería ser la jefa, trabajar en el departamento de educación del Gobierno
dictando las leyes. Pero para poder mandar primero debía ser maestra, y por el
camino me enamoré de esa profesión.
¿Cómo fue su
primer colegio?
En Long
Island, un colegio de niños ricos de entre 14 y 18 años. Yo tenía 21.
¡Tres años mayor
que sus alumnos!
En siete
años aprendí a conectar con la particularidad de cada uno, pero quise volver a
Brooklyn, pensé que allí me necesitaban más. Antes pasé por la universidad:
hice un curso de liderazgo para directores de escuela y un año de prácticas en
Harlem.
Un barrio pobre.
Sí, en un
colegio sólo de chicas, algo que yo aborrecía. Lloré a mares.
¿Por qué?
Yo
defendía los colegios mixtos. Pero en seguida me di cuenta de que aquello no
estaba tan mal, las chicas se implicaban, preguntaban, estaban interesadas en
las clases. Su actitud me sorprendió.
Cuénteme.
En el otro
colegio no prestaba atención a las chicas. Los chicos alborotaban tanto que
conseguían toda mi atención, preparaba las clases para que ellos estuvieran
interesados y mantuvieran la tranquilidad.
Y acabó abriendo
un colegio público y gratuito para féminas.
Sí, en
Brooklyn. Pero antes pasé por un colegio mixto en el Bronx. Fue duro, pero
aprendí. Para acceder al colegio había que pasar por un detector de metales,
eran niños pobres que pertenecían a bandas. Pero hoy tengo el convencimiento
que los niños hacen cualquier cosa que les animes a hacer.
Da gusto oírla.
Si tú le dices a un niño lo que tiene que
hacer, le marcas unos objetivos y le ayudas a medir su progreso, ellos lo
hacen. Tus expectativas son sus posibilidades.
En EE.UU. el
fracaso escolar era altísimo y el Congreso cambió sus leyes (2001).
Mi
propósito era que todas mis alumnas fueran a la universidad y entraran en
campos como ciencia, tecnología e ingeniería.
Fácil de decir y
dificil de conseguir.
Primero
tienes que creerlo, y a menudo las chicas no se creen capaces, así que tienes
que convertirte en su animadora.
A las
universidades norteamericanas llega un 24% de los estudiantes, y usted consigue
un 100 ¿Cómo lo hace?
Tenemos un
programa específico a partir de los diez años para prepararlas para ir a la
universidad, las recorremos todas e invitamos a profesionales para que les
expliquen en qué consiste su trabajo.
¿Qué más?
El voluntariado también es obligatorio
desde los diez años, forma parte del currículo escolar y puntúa. Considero que
es fundamental formar buenos seres humanos.
Hila usted fino.
Tienen que ser capaces de devolver lo que
han recibido y preocuparse de los demás y no sólo de ellas. Evaluamos la
confianza en ellas mismas, la capacidad de ayudar a los demás, la apertura de
miras, la perseverancia, el esfuerzo, la responsabilidad y su capacidad de ser
respetuosas.
La autoconflanza no es voluntaria.
Buscamos la manera y les ofrecemos
herramientas para que cada una aprenda a valorarse, a tener amor propio.
¿Con chicos en
clase es distinto?
Sin ellos se concentran más, no se
preocupan por su imagen ni se sienten juzgadas, tienen una relación más cercana con las profesoras, se atreven a
preguntar, aprenden a expresar sus ideas, se sienten poderosas. Son edades, de
los 10 a los 18, en las que tienen mucha influencia del entorno.
Entiendo.
Están más
confiadas. Todas
las actividades, desde el consejo de alumnas, los proyectos de voluntariado y
los clubs de estudios, están dirigidas por las propias estudiantes.
Alumnas
implicadas en su educación.
Exacto. Al
terminar el curso exponen ante el profesorado y sus padres cuáles han sido sus
retos y sus triunfos. Es una manera de hacerlas conscientes y responsables de
su educación. Aprenden
a marcarse objetivos a corto y largo plazo y a evaluarlos.
¿No se estresan?
No, porque
ese camino lo hacen acompañadas y tienen muchas clases de expresión artística y
deporte. Ante
las que tienen dificultades hay que preguntarse por qué (¿no sabe
organizarse?, ¿tiene malos hábitos de estudio?) y solventarlo, darle herramientas.
¿Qué es lo
esencial para ser un buen profesor?
Creer que tus chicos son capaces de
conseguir cualquier cosa y ser capaz de encontrar la manera para que cada uno
de ellos lo haga. Los alumnos deben sentir que la profesora se preocupa por
ellos.
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