Todas las pasiones son
buenas cuando uno es dueño de ellas, y todas son malas cuando nos esclavizan. Jean-Jacques Rousseau
LA
SORPRESA
No creemos que algo así pueda
ocurrirnos. ¿Quién lo piensa? ¿Quién se imagina que, de pronto, la persona que
amamos nos da la mala noticia de que ya no siente nada o muy poco por nosotros?
Nadie está preparado y por eso la mente ignora los datos: «A veces siento que está más distante, que ya no me mira como antes,
deben de ser imaginaciones mías». Pero un día cualquiera, tu pareja te dice
que quiere hablar contigo y con una seriedad poco habitual y una mirada
desconocida, te lo suelta a quemarropa: «Ya no te quiero, ya no quiero que estemos juntos, es
mejor para los dos…». En realidad tiene razón: es mejor para los
dos, ya que ¿para
qué estar con alguien que no te ama? o ¿para qué estar con alguien a quien no amas?
Pero no sirve de consuelo, de nada te sirve la «lógica», porque había metas,
sueños, proyectos… La ruptura no es un acto administrativo y duele hasta el
alma, no importa cómo te la empaqueten.
COLAPSO
Y ATURDIMIENTO
Una vez que te enteras, todo ocurre
muy rápido y en el lapso de unos minutos pasas por una montaña rusa emocional.
Después del impacto que genera la noticia, la angustia te hace preguntar
estupideces:
«¿Estás totalmente segura? ¿Lo has pensado bien?». En realidad, ¿qué
más puede hacer uno sino preguntar o llorar? No obstante, el organismo insiste
y una esperanza cogida por los pelos, tan lánguida como imposible, te hace
especialmente ingenuo: «¿Lo has pensado
bien?… ¿No quieres tomarte un tiempo?…». ¡Como si fuera cuestión
de tiempo! Y la respuesta llega como una ráfaga helada: «No, no, lo he pensado bien…».
En algún momento echas mano a la manipulación: «¡No te importa hacerme daño!» o«¿Y si te
arrepientes?». Silencio. No hay mucho que responder ni mucho más que
agregar, eso
es lo que quiere. Otra vez el llanto… La crisis va en ascenso y te
da la sensación de que vas a estallar, sobre todo porque te das cuenta de que
no miente. ¿Habrá
algo más insoportable que la seguridad de quien nos deja?
LA
PREGUNTA INEVITABLE: ¿POR QUÉ DEJÓ DE AMARME?
Algunas posibilidades: hay otra
persona, quiere reinventarse y para eso necesita estar solo (tú serías
un estorbo) o, simplemente, y ésta es la peor: el sentimiento se ha apagado sin
razón ni motivos especiales.
Un hombre me decía entre lamentos: «Lo que lo hace
más cruel, lo que más me duele, aunque parezca absurdo, ¡es que no me ha dejado
por nadie!… Nada le impide estar conmigo, sino ella misma…». Y es
verdad, un desamor sin razones objetivas es más difícil de sobrellevar porque
la conclusión no se asimila fácilmente: «Si no hay nada externo, ni amantes, ni crisis, ni una
enfermedad… no cabe duda: ¡el problema soy yo!».
Más tarde sobreviene el repaso
histórico, en el que se busca hasta el más mínimo error o se
inventa: lo que hemos hecho mal, lo que podríamos haber hecho y no hicimos, los
defectos que deberíamos mejorar (si se nos brindara otra oportunidad)… en fin,
todo lo personal es rigurosamente examinado.
¿ME
ACEPTARÍAS NUEVAMENTE SI PROMETO CAMBIAR?
Una fuerza desconocida te lleva a
pensar que eres capaz de hacer un cambio extremo en tu persona y reconquistar
el amor perdido (crees sinceramente que, donde hubo un romance tan maravilloso,
alguna cosa debe quedar). Le cuentas la «buena nueva» a tu ex, le juras que tendrá a
su lado una persona renovada y te haces un haraquiri emocional en su presencia,
pero vuelves a encontrarte con el silencio aterrador de antes. Como último
recurso te inventas un optimismo de segunda: «Quizá mañana cambie de parecer, quizá
mañana despierte de su letargo». Y como al otro día no pasa nada,
decides esperar un poco más, y así pasan las horas, los días… Al mes, has
adelgazado cinco kilos y él o ella se mantiene firme en su decisión. Una vez
más: ya no te quiere. Es una realidad y te niegas a aceptarla.
VENCER
O MORIR
Y cuando todo parece acabado, te sacas
un as de la manga. Desde tu más tierna infancia te han enseñado que nunca había
que darse por vencido y que debemos luchar por lo que consideramos justo y
valioso, así que decides llevar acabo una reconquista. Pero, a cada intento,
te humillas y el rechazo se confirma. Pensar que las cosas que hacemos por amor
nunca son ridículas es un invento de los que se profesan afecto: el amor te
doblega, hace que te arrastres y, si te descuidas, acaba contigo.
Con el paso de los días, a medida que el abandono se hace evidente, tu
autoestima va para abajo. Uno no puede lidiar solo, quijotescamente, contra el
desamor de la pareja e intentar salvar la relación. Se necesitan dos personas, dos ganas, dos
necesidades, dos que «quieran querer». Cuando verdaderamente ya no
te aman, con independencia de las razones y causas posibles, hay que deponer el
espíritu guerrero y no librarse a una batalla inútil y desgarradora. Luchar por
un amor imposible, nuevo o viejo, deja muchas secuelas. Mejor sufrir la pérdida de una vez que
someterse a una incertidumbre sostenida y cruel; mejor un realismo
desconsolador que la fe que ignora razones, que nunca mueve montañas.
¿HAY
OTRA PERSONA?
Si tu pareja es infiel, te convertirás
en un obstáculo para sus planes: el desamor que sienta por ti no será ni tan
limpio ni tan honesto. Querrá quitarte de en medio para seguir libremente con
su amante. Es cuestión de espacio: «Otra persona ha
entrado en mi corazón y ya no cabes tú». No se trata de
alejamiento transitorio, sino de exclusión y a veces de desprecio. También
existe otra posibilidad que le agrega más dolor y desconcierto al que ya
tienes: no sólo te deja a un lado porque hay alguien más, sino que te culpa
directamente por lo ocurrido.
En lo más profundo de tu ser sabes que
deberías
alegrarte de que semejante personaje se haya ido de tu vida, pero la
dignidad suele doblegarse ante la avalancha de interrogantes motivados por el
despecho y el apego: «¿Por qué a mí?», «¿Qué tiene el otro o la otra que yo no
tenga?», «¿Desde cuándo me es infiel?», «¿Es mayor que yo, tiene más dinero, es
más atractivo?». Las ganas de escarbar y meterse uno mismo el dedo
en la llaga tienen mucho de masoquismo y bastante de desesperación. El cómo,
cuándo y dónde no pesan tanto como qué te hizo. Lo que importa es que fue
infiel y no te quiere; lo otro es secundario o una forma de alimentar el morbo.
¿Realmente esperas que el universo, en su infinita bondad, te devuelva a tu
pareja en perfecto estado, como si nada hubiera pasado? Los «milagros
amorosos» y las «resurrecciones afectivas» son pura
superstición: cuando el amor se acaba, hay que enterrarlo.
EL
DESAMOR QUE LIBERA
Es el lado feliz del despecho, la pérdida que merece festejarse.
Quién lo iba decir: hay veces en que el desamor del otro nos quita el peso de
la incertidumbre: ¡ya no tendrás que deshojar margaritas! ¡Se acabaron las
indagaciones y las pesquisas existenciales! Hay dudas dolorosas que la certeza
calma. Una paciente me comentaba: «Ya no estaba segura de si él me quería y durante meses
traté de descifrar sus sentimientos…¡Cuánto sufrí…! Pasaba de la ilusión a la
desilusión en un instante… Y es curioso, cuando me dijo que quería separarse,
sentí alivio». ¿Cómo no sentirlo? ¿Cómo no reconocer que el
sufrimiento de ver las cosas como son, crudamente, conlleva algo de bienestar?:
«¡Ya sé a qué
atenerme!». No todo desamor es malo y no todo amor es sostenible.
Recuerdo a una paciente, amante de un mafioso, a quien éste utilizaba como si
fuera una esclava sexual. Tenía que estar disponible las veinticuatro horas y
vivía amenazada de muerte si miraba a otro hombre. Pues bien, el truhán se
enganchó a una jovencita de dieciocho años de edad y automáticamente mi
paciente pasó a ser una bruja fea y vieja. Cuando ella me preguntó qué podía
hacer al respecto, le recomendé que se afeara lo más posible porque había que
ayudar al destino. Al poco tiempo, la echó a la calle sin ningún tipo de
miramientos. En realidad le abrió la jaula y la echó a volar. ¡Bendito el
desamor que les llega a los mal casados, a los mal emparejados, a los que se
hacen daño en nombre del amor!
Propuestas
para no morir de amor, cuando ya no te quieren
1.
APRENDER A PERDER, AUNQUE DUELA
¿Tiene sentido perseguir algo o a alguien que ya ha escapado a
tu control?
Se ha ido, ya no está, ya no quiere estar. ¿Para qué insistir? Hay cosas que te son
imposibles, no importa el deseo y la ganas que le pongas. ¿Qué opinarías de alguien que pataleara y
se retorciera de rabia porque llueve? ¿No sería mejor sacar el paraguas que
lloriquear y protestar contra el mal tiempo? Aprender a perder es la
capacidad que tiene una persona para discernir qué depende de uno y qué no,
cuándo insistir y cuándo dejarse llevar por los hechos. No tiene mucho sentido «convencer» a
alguien de que te quiera (el amor no sigue ese camino), pero sí puedes
despejar tu mente para dejar entrar a una persona que se sienta feliz de
amarte. Es mejor que emplees cada gota de energía y sudor en sanar
tu alma que invertirla en lamentarte por lo que podría haber sido y no fue. Los
que se quieren a sí mismos emplean esta frase afirmativa y orgullosa, saludable
a fin de cuentas: «Si alguien no me quiere, no sabe lo que se pierde».
Como consuelo, he conocido infinidad
de personas que fueron abandonadas y con el tiempo terminaron agradeciendo la
ruptura porque encontraron a alguien mejor para ellos. Piensa en los amores que
han pasado por tu vida, en lo que representaron en su momento, en aquella
adolescencia ciega y frenética de amor y míralo ahora con la perspectiva que
dan los años. ¿Te provocan algún impulso irrefrenable, algún sentimiento
desbordado: te agitan, te mueven, te angustian? No, ¿verdad? La memoria
emocional ha dado paso a una memoria más conceptual, fría y adaptativa. Muchos
de esos recuerdos no pasan de ser una anécdota, elementos de tu historia
personal y parte de tu currículum vítae afectivo. ¡Y habrías hecho cualquier
cosa para mantener esas relaciones! En su momento, pensabas y sentías que
morirías en cada adiós o por cada amor no correspondido, pero actualmente no te
hacen ni cosquillas. Pues lo mismo ocurrirá con la persona que hoy ha dejado de
amarte: será
un recuerdo más, cada vez más aséptico y distante. A medida que el
tiempo transcurra y empieces a vivir tu vida, llegará la calma. No existen
fármacos para este tipo de dolor, no hay una píldora para «el día después» o los seis
meses posteriores, que es lo que más o menos dura un duelo. Hay que soportarlo
y resistir, como si se tratara de un combate de boxeo: hoy le ganas un round al sufrimiento y
mañana te lo gana él. Lo único que debe preocuparte es no perder por
knockout, porque si aguantas, aunque te desplomes sobre la lona una y otra vez,
te aseguro que ganarás por puntos.
2. EN
LOS AMORES IMPOSIBLES: LA ESPERANZA ES LO PRIMERO QUE HAY QUE PERDER
No futuro. Realismo crudo: el aquí y el ahora desnudo y sin
analgésicos.
Te han enseñado que la esperanza es lo último que debes perder —y posiblemente
sea cierto en algunas circunstancias límite—, pero en el amor imposible o en el
desamor declarado y demostrado, la desesperanza es un bálsamo. Si ya no te
aman, no esperes nada, no anticipes positivamente: un pesimista inteligente es
mejor que un optimista mal informado. Una adolescente al borde de la
depresión me preguntaba: «¿Y si me vuelve a amar y yo ya no lo quiero?».
Mi respuesta fue simple: «¡Te importará un rábano si te ama o no!». Los
amores tardíos son amores enclenques e indeseables. No sirven.
3. EL
SESGO CONFIRMATORIO: «AÚN ME QUIERE»
La desesperación puede llevarte a
creer que, por arte de magia, todo vuelve a ser como antes: «Si lo deseo con
todo mi corazón, mis sueños se harán realidad». Pura quimera con
algo de alucinación. La esperanza irracional e injustificada hace que la mente
distorsione la información y empecemos a ver lo que queremos ver y a sentir lo
que queremos sentir. Una mirada, una sonrisa, una mueca, un gesto,
una llamada… todo es interpretado como el renacimiento del viejo amor.
Un paciente al borde del delirio me
presentaba sus propios sentimientos como prueba de que su ex todavía lo amaba: «Yo sé que me
quiere… Lo siento, me llega la sensación, es como una premonición…».
Armado de una confianza a prueba de balas intentó la reconquista, y lo que
obtuvo fue una denuncia por acoso. En otro caso, una mujer me pidió ayuda
porque su novio la había dejado por su mejor amiga. En una consulta me comentó
llena de optimismo: «Ayer me lo encontré después de cuatro meses y estoy
segura de que me sigue queriendo… Por cómo me miró, sé que no me ha olvidado…
Fui consciente cuando me dio el beso de despedida. Es más, estoy segura de que
coqueteó conmigo…». Unos días después, sumida en la más profunda de
las tristezas, me decía: «Estoy confundida, no sé qué pensar… Me acabo de enterar
de que se casa con ella… ¡Me ha mandado incluso una invitación!».
Jugadas de la mente, entelequias patrocinadas por un corazón que se engancha al
pensamiento mágico.
«Todavía me quiere, pero no lo sabe.» ¿Habrá mayor
autoengaño? Me lo dijo una jovencita que llevaba tres años de novia con alguien
que nunca le había dicho que la amaba. El amor de pareja no es mágico: es el resultado de una
realidad que construimos a pulso, guiados por el sentimiento y por nuestras
creencias. Por desgracia, algunas son francamente i rracionales.
4.
¿PARA QUÉ HUMILLARTE?
La humillación en cualquiera de sus formas
—suplicar, jurar, «agachar la cabeza», esclavizarse o halagar excesivamente al
otro—, tienen
un efecto bumerán. Malas noticias para los que se adhieren a un amor
sin límites: la sumisión, con el tiempo, produce fastidio. Si quedaba algo de
afecto, se pierde; si había algo de respeto, se esfuma. ¿Quieres que te tengan lástima? ¿Quieres darle más poder a la persona
que no te ama? ¿Quieres agrandar su ego? ¡Si fuera tan fácil convencer
al desenamorado…! ¿Cómo salvar la baja autoestima de un lacónico y lastimero: «¡Por favor,
quiéreme!» Las palabras no van a modificar el comportamiento de
quien no siente nada por ti. Acéptalo con madurez. ¿Para qué humillarte si con
eso no lograrás resucitar el amor?
Un
receso ayuda.
Volver a hablar con tu familia, recuperar las raíces, aquellos valores que te
pertenecen y que hoy parecen desdibujarse por el afán y la desesperación de un
amor que no te conviene. Métete esto en la cabeza y en el corazón: los principios
no se negocian. Si quieres sufrir, llorar y acabar con todas las
lágrimas, gemir en voz alta, arrastrarte por la habitación y abrazar a tu
sufrimiento desgarradoramente, hazlo, pero no entregues tu soberanía, no aplastes tu
ser. Vuélvete anónimo en tu dolor. Sufre cuanto quieras, pero no hieras tu
amor propio: no te regales.
5.
RODÉATE DE GENTE QUE TE AME
Hay gente que se especializa en echar
sal a las heridas del prójimo. ¿No te ha pasado alguna vez? Supongamos que tu «amiga del
alma» te dice: «Has perdido a un gran hombre. Era el mejor, entiendo cómo
te sientes…». ¿Cómo que «a un gran
hombre » o «el mejor»? ¿Qué necesidad
de hacer semejante comentario a una despechada casi moribunda? Los que te
quieren de verdad toman partido y te defienden, intentan sacarte a
flote, no importa si tienes razón o no, se preocupan por ti, y punto. Aléjate
de esa mujer que adopta el papel de camarada y te recuerda a cada instante lo
estúpida que has sido o que eres, y, si quieres hacer catarsis, ¡mándala a la
porra! Lo mismo con aquellos amigos que pretenden ser «objetivos» y tratan de
equilibrar lo que no puede equilibrarse. Me refiero a la persona que, a modo de
consejo, te dice: «Es verdad que ella era una mujer muy complicada, pero debes reconocer
que tú no eres nada fácil». ¡Vaya momento de sacar a relucir
defectos y debilidades! Ve despejando el camino y el hábitat afectivo.
Lo que necesitas es apoyo, soporte
emocional, silencios compartidos, el golpecito en la espalda, la
palabra de ánimo, el amor de los tuyos, de los que buscan mermar tu dolor.
Necesitas «queridos
mentirosos» que te digan que eres genial, atractivo, buen partido o
cualquier otra cosa que le venga bien a tu aporreado «yo». La crítica constructiva
hay que dejarla para después de que pase el aluvión. Hay que sacarte del
agujero en que has caído, y en este proceso ayudarán mucho los que te quieren de verdad.
Y es ahí, en la base segura de la amistad, donde irás reconstruyendo tu
capacidad de amar.
6.
ALÉJATE DE TODO AQUELLO QUE TE RECUERDE A TU EX
Nada de romanticismos empalagosos. Además, ¿a
qué romance te refieres si ya no hay con quien compartirlo? No necesitas
visitar a solas los lugares contaminados de recuerdos afectivos. ¿Para qué
ocupar «el
breve espacio en que no estás» y pegarte a la música, a los olores,
a los regalos? En ocasiones, meterse de lleno en el recuerdo y sufrir hasta
donde el organismo sea capaz cumple una función terapéutica, pero es mejor que
estas «inundaciones» sean dirigidas por un profesional especializado en el
tema. Mejor intenta
crear a tu alrededor un microclima de paz que se refleje en tu interior.
Limpia el lugar y genera un nuevo ambiente motivacional. Recuerda: ya no hay
esperanza, te han dejado de amar, es irrecuperable. ¿A qué estás esperando?
Saca, empaqueta y regala todo lo que te haya quedado de la relación. Empieza de
cero, pero ¡empieza!
7.
APLICA LA TÉCNICA DEL STOP
Cada vez que te llegue un pensamiento
referido a él o ella, una imagen o un recuerdo, da una palmada y di en voz
alta: «¡Stop!».
Es un alto en el camino que desorganiza el pensamiento por unos instantes y te
da un respiro. Después de intentarlo algunas veces, el stop será parte de tu
lenguaje interno.
No es la gran solución, pero ayuda y alivia. No te encierres en tu
propio pensamiento, ni te alejes de la gente. Conviene ir a un cine (donde no
proyecten películas de amor o de vampiros tiernos), ir a comer (no al lugar
donde ibas con él: tampoco pidas su plato favorito), visita ra los amigos
(prohibido hablar del tema)… En fin, salir a la luz pública, exponerte al mundo y al prójimo.
Aunque te cueste creerlo, el Sol seguirá saliendo y el movimiento de la vida no
detendrá su curso. Repito: cuando te encuentres inmerso en algún ritual
negativo motivado por la nostalgia, escribiendo tu propio culebrón, aplica el
«stop» y la trama se disolverá hasta un próximo capítulo.
8.
RECUERDA TANTO LO BUENO COMO LO MALO
Es un sesgo típico. A la mente le gusta la
añoranza, se regodea en ella y se autocompadece cada vez que puede. No tiene
mucho sentido exaltar y recordar los «años gloriosos» ni los «bellos momentos». ¡Equilibra!
Sin necesidad de caer en el aborrecimiento visceral, haz un balance de la
información: no
olvides lo negativo, no santifiques a quien ya no te ama. No
endulces lo desagradable, no disculpes lo que merece rechazo. ¿No tenías buen
sexo? ¿Era egoísta? ¿Te fue infiel? ¿Era indiferente? ¿No tenías de qué hablar?
¡No lo ocultes! ¡Rescátalo
de la memoria, reproduce los hechos! No digo que maldigas ni que te
dejes atrapar por la venganza o el odio, lo que te propongo es tener presente
lo malo de la relación. Porque si empiezas a magnificar y exagerar
los atributos positivos de él o ella, será más lento y difícil elaborar el
duelo. Separarse de un ángel es mucho más difícil que hacerlo de un ser humano.
9. SI
TIENES HIJOS, ÚNETE A ELLOS
No me refiero al apego enfermizo.
Tampoco sugiero que dejes a un lado tus otros roles para convertirte
exclusivamente en padre o madre. Pero los hijos son parte de una misión que
llevamos incorporada en los genes. Tus hijos son parte tuya y el amor que sientes
y que ellos sienten por ti supera prácticamente todas las pruebas. Así que
vuélcate en ellos, en ese amor genuino y descontaminado; míralos
como un regalo que te alegra y te hace la vida más llevadera. Ellos no tienen
la culpa y te necesitan fuerte y eficiente. Por más deprimido que te
sientas tienes que seguir a su lado, educándolos, cuidándolos. La fórmula
parece funcionar de esta manera: tu ex te hunde, tus hijos te rescatan. Tu ex
no lleva tu sangre, tus hijos son sangre de tu sangre; tu ex ya no te quiere,
tus hijos te aman incondicionalmente. No sólo te realiza el amor de pareja,
también lo hace el amor a los hijos.
Extraído del libro “Manual para no
morir de amor” de Walter Riso
ME ENCANTO!! GRACIAS
ResponEliminaGracias por compartir
ResponEliminaGracias, es de mucha ayuda.
ResponEliminagracias, alivia en días de trueno, y sale el sol calmando el alma.
ResponEliminaEl tiempo te enseña que la vida continua. No podemos mirar hacia atras, solo hacia el frente ya sea solos o acompañados.
ResponEliminaexcelente reflexión este hombre es ejemplar
ResponEliminaGracias por este resumen. Lo estudiaré y haré lo posible por seguirlo
ResponElimina👍
ResponEliminaMe parece que simplemente real, lo leo y me veo totalmente reflejado en él,desgraciadamente para mi, es que mis hijas me abandonaron con ella, y aún sigo sin entender, esto ya hace 10 meses, y no lo llevo muy bien... me dicen que no me preocupe, que les de tiempo, pero no puedo más, estoy muy cansado.
ResponEliminaGracias, muchas gracias, necesitaba ver que no soy único y se puede salí...