“El que lo piensa todo primero, no
escribe nada después” (Francisco Umbral)
“No hay espejo que mejor refleje la
imagen del hombre que sus palabras” (Juan Luis Vives)
Gracias a la lectura, nuestro mundo
personal se enriquece con otros mundos, se ensancha nuestra vida con otras
vidas. Leer, sin lugar a dudas, es crucial en el crecimiento y desarrollo de
los individuos y de la sociedad. Tanto es así que desde distintos sectores se
trabaja para elevar los índices de lectura en la población. Nos hemos dado
cuenta de ello. De lo que aún no nos hemos percatado es del poder mágico y transformador que tiene
la otra cara de la moneda: escribir. Tal vez para muchos esta
actividad está reservada para “aquellos que saben escribir”. La mayoría de
nosotros nos sentimos excluidos del olimpo de las letras, reduciendo nuestros
actos en este sentido a un puñado de correos electrónicos, listados de la
compra o redundantes mensajes en las redes sociales. Pero pensar que esta
actividad está reservada a los grandes literatos sería tan estúpido como creer
que no podemos salir a correr porque no somos Usain Bolt. Del mismo modo que
para realizar este deporte solamente se necesita dar un paso tras otro, para
escribir, como decía Oscar Wilde,
solamente hay dos reglas: tener algo que decir y decirlo. Y todos
tenemos cosas que contar, como mínimo a nosotros mismos. Repasemos tres géneros
que nos abrirán la puerta a sorprendentes beneficios para nuestro progreso
personal e incluso para nuestra salud, tanto emocional como física.
Aprovechemos un poder que, literalmente, está en nuestras manos.
El diario personal es una de las
herramientas más usadas por los psicólogos para reordenar las emociones de los
pacientes. Sus beneficios son muchos; incluso, según un estudio llevado a cabo
en Nueva Zelanda y publicado en la revista Time, la gente que lleva un diario personal
cicatriza antes sus heridas, y no hablamos de las emocionales, sino
de las físicas. Sin embargo, al margen de la terapia, también puede servirnos
para crecer,
progresar, conocernos mejor. Solamente necesitamos un bolígrafo, un
cuaderno y 15 minutos de tranquilidad antes de ir a dormir. De este modo:
Reflexionaremos
nuestro día.
El diario nos obliga a organizar lo que hemos vivido y a ponerlo en relación
con nuestros sentimientos. Volvemos, por así decirlo, a vivir y sentir lo más
importante del día.
Dan
Brown,
autor de El código Da Vinci, estaba de vacaciones. Un día, en la piscina de un
hotel, no tenía nada que hacer y se aburría. De repente encontró un libro
abandonado en una hamaca. Era un thriller. Lo leyó y pensó que eso estaba tan
mal escrito que podía hacerlo él. Así que empezó a escribir para paliar el aburrimiento,
cuando él nunca había sentido la llamada de las letras. Así que nunca se sabe
cuándo uno empezará a escribir ni hacia dónde le llevará ese camino. Lo que es
seguro es que siempre nos va a sorprender.
Evaluaremos
nuestras respuestas emocionales. La reflexión nos conduce a la
evaluación. ¿Hemos
actuado correctamente? ¿Nos hemos dejado llevar por los sentimientos?
¿Volveríamos a actuar de esta manera? Estas preguntas nos permiten mejorar o
reforzar nuestra conducta, y así crecer en confianza y autoestima.
Pondremos
en perspectiva las situaciones. Porque podremos repasar las páginas
escritas y darnos cuenta de que esto que tanto nos preocupaba, con el paso del
tiempo, resulta que no tenía tanta importancia. O que aquel problema que
pensábamos que no tenía solución, resultó tenerla.
Liberaremos
estrés.
Escribir de lo que nos pasa es una manera inigualable de exteriorizar emociones.
De airear sentimientos. O, incluso, de dar rienda suelta a fantasías. Y ya sean
emociones, sentimientos o fantasías, es importante que no se retroalimenten en
nuestra cabeza enrareciendo nuestro ambiente emocional.
Dormiremos
mejor.
Todo lo que hemos mencionado provoca que aligeremos carga antes de ir a dormir.
Que estemos más relajados y con más seguridad para afrontar el nuevo día, lo
que facilita que durmamos mejor y descansemos profundamente, y así al día
siguiente estaremos más despiertos. En todos los sentidos.
Esta técnica nació principalmente para la superación de
situaciones traumáticas y dolorosas. Sin embargo, hoy es de uso
común para todas aquellas personas que quieran conocerse mejor y tener un mayor
control sobre sus emociones. La escritura expresiva se basa en no pensar. En dejarse
llevar por la palabra. De esta manera conseguimos asomarnos a
nuestro inconsciente y conectar con realidades interiores que de otra manera
seguirían bloqueadas y ocultas. James
Pennebaker, psicólogo de la Universidad de Texas, estudia sus beneficios
desde hace más de tres décadas y asegura que “estimula la protección inmunológica,
relaja y mejora la calidad del sueño, ayuda a controlar la presión arterial y
reduce el consumo de alcohol y fármacos”. Si queremos empezar este viaje
interior, solamente debemos:
Escoger
un tema que nos preocupe, por ejemplo, por qué no me llevo
bien con esta persona, o por qué me siento mal en esta situación, o por qué no
consigo hacer esto que me propongo… Lo que sea, pero que tenga relevancia para nosotros.
Escribir
20 minutos durante cuatro días seguidos. Es
importante ser constante durante el proceso. Encontrar un momento de
tranquilidad en el que sepamos que no seremos molestados. Apagar teléfonos,
aislarse por un rato.
Solo
escribir. Hacerlo sin pensar en el qué. Dejar que las
palabras fluyan, que las frases salgan de nuestro interior. Sin atender al
estilo ni a la corrección ortográfica. No juzgar; por sorprendente que sea lo
que nos venga a la cabeza, escribámoslo. Sin miedo.
No
leer hasta el final. Durante los cuatro días que dura este
experimento personal es conveniente no repasar. No leer lo que hemos escrito para que no
contamine la escritura del siguiente día. Una vez finalicemos,
entonces sí hay que hacerlo para ver qué sentimientos tenemos ante esa
fotografía interior. Y así, analizar en qué nos puede ayudar, qué hemos
aprendido y cómo nos hace sentir.
En la prestigiosa Harvard Business
Review apareció un artículo titulado ‘Los
beneficios de la poesía para profesionales’. En él, John Coleman insistía en que todos los empresarios deberían
escribir poesía. Que para ejercer cualquier puesto de responsabilidad era
necesario tener visión de poeta y dejar a un lado los libros de management.
Revolucionario e inesperado, el artículo de Coleman nos descubre algunos
beneficios de escribir poesía que todos, seamos empresarios o no, tenemos a
nuestro alcance. Y es que la poesía es la mejor medicina para:
Convertir
en simple lo complejo. El limitado espacio de un poema nos
obliga a sintetizar. A buscar metáforas, paralelismos que conviertan el caos en
algo comprensible. La poesía es un ejercicio constante de encerrar lo
inalcanzable en una imagen entendible.
Desarrollar
la empatía.
La poesía no solamente nos obliga a estar atentos a nuestros sentimientos, sino
también a los de los demás. Una exploración con la que entendernos y
conectarnos con el mundo que nos rodea.
Potencia
la creatividad. La lucha constante por encontrar la palabra justa
que consiga expresar aquello que queremos decir, la capacidad de asombro ante
cualquier detalle o el trabajo de imaginación continuo son ejercicios creativos
de primer orden.
Nos
enseña a valorar la belleza. Cuando estamos conectados con nuestro
yo poético, somos capaces de apreciar la belleza en un simple charco. La poesía
nos conecta con un sentido estético de la vida.
Estos ejercicios toman la escritura
como partida para el progreso emocional. Pero la palabra es magia, en general
tanto cuando hablamos con los demás como cuando lo hacemos con nosotros mismos.
No es extraño oír a alguien decirse “¡Qué idiota he
sido!” en lugar de dedicarse algo constructivo del tipo “Aquí fallé por esto o por lo otro”. Charles Reade dijo: “Siembra un
pensamiento y cosecharás un acto. Siembra un acto y cosecharás un hábito.
Siembra un hábito y cosecharás un carácter. Siembra un carácter y cosecharás un
destino”. Pero no debemos olvidar que los pensamientos se hilan con palabras, y
según sea ese hilo, así será el tejido de nuestro destino.
LIBROS
‘La magia de escribir’. José
Antonio Marina y María de la Válgona. (Debolsillo)
Es un manual lleno de entusiasmo y
pasión por la palabra escrita, ya sea novela, poesía o no ficción.
‘Zen en el arte de
escribir’. Ray
Bradbury
Un compendio de artículos del genial
escritor de ciencia-ficción acerca de todo lo que nos puede dar el mundo de la
palabra.
Escribir es una verdadera medicina.
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