Tengo 51 años: más tiempo
vivido que por vivir y calculo en qué no lo gasto. Vivo
a 200 metros de donde nací en Nancy. Creo en la política como construcción
de lo comúm; no en los partidos. Amo a una mujer y
tenemos un hijo. Creo en los valores cristianos, pero no en Dios
AROMAS
Si alguna vez se han
preguntado si es posible ganarse la vida haciendo lo que uno quiere sin
fanfarrias, ni excesos, ni egos desaforados, aunque lo que uno quiera hacer sea
cine, la respuesta es Philippe Claudel, enhebrando con sencillez el relato de
una vida tranquila en un pueblecito de Alsacia, rodeado de bosques y de viejos
amigos, a los que les da igual cuánto ha hecho de taquilla su última película o
si le van a dar uno o tres Oscar o ninguno. Allí se abre Claudel al mundo y lo
percibe y lo explica en ráfagas de imágenes esenciales sobre un abeto, una
acacia o el ajo. Aromas que agita en la memoria "como un pañuelo perfumado esparce
recuerdos en el aire".
Una película o es un misterio
y una pregunta incómoda sobre ti mismo o es un videoclip publicitario. Yo
prefiero hacer preguntas a anuncios.
¿No hay otras posibilidades?
Cualquier obra de arte tiene
que dejar a quien la completa, es decir, al espectador, interrogándose sobre si mismo; sobre lo
que ha visto; sobre los demás...
También existe la posibilidad
de ir al cine a pasar un buen rato.
Para eso están los buenos
anuncios: un filme que te dan perfectamente empaquetado: cerrado. Son los que
Hollywood lleva décadas vendiendo, porque venden.
¿Qué hay de malo?
Nada. Te colocan una trama
donde te dicen en qué momentos debes pasar miedo o respirar aliviado cuando el
protagonista se salva por los pelos de que lo atropelle el tren.
O tal vez sea una comedia.
Entonces te dan unos gags
empaquetados en los que el guionista te marca cuándo debes reírte y cuándo
emocionarte.
No soporto las risas
enlatadas.
Es parte de lo que le digo: no te dan una
película, te dan una orden. Es una historia cerrada y simple sin ninguna
posibilidad de entender más allá de lo que te dice el guionista, que
repite esquemas considerados infalibles. Yo intento hacer todo lo contrario: dejar
una trama abierta para que la gente tenga que hacerse preguntas.
¿Y no es muy cansado hacerse
tantas preguntas?
Yo encuentro cansado no
hacérselas. A nadie que mande le interesa que nos hagamos preguntas. Quienes no se
hacen ninguna pregunta suelen obedecer mejor y, además, compran lo que se les
dice sin protestar.
Eso quiere decir ir al cine a
pensar.
Eso quiere decir que la
película te haga reflexionar sobre tu propia vida. Es lo que he intentado con
Avant d'hiver, gracias a Daniel Auteuil v Kristin Scott Thomas. Son una pareja
perfecta gozando de una vida maravillosa, según todas las apariencias, pero cuando
empiezan a hacerse preguntas, todo se desmonta.
¿Va de recesión y crisis?
En absoluto. Va de la vida.
De que a más dinero no hay más felicidad. Y de lo equivocados que están quienes
confunden nivel de vida con calidad de vida y con visir. Yo animo a que se
reflexione y no se confunda.
¿Podemos tener calidad de
vida sin nivel de vida?
Por supuesto que no hablo de
ascesis ni de ser monjes aquí, sino de sentido común. ¿Por qué vas a ser más
feliz con el iPhone 4 que con el 5 o el que toque comprar ahora?
Y eso quien pueda pagárselos.
Los demás, los
que ya no se pueden pagar nada, ya no salen en la foto de la publicidad. ¿Lo
ve? Ya no interesan. No existen.
Pero están.
Ellos mismos se consideran
fuera de foco. Fíjese en cómo hemos interiorizado las órdenes que nos dan sin
cuestionarlas. Cuando yo estudiaba, nadie en mi clase del instituto respondía
si le preguntabas qué iba a ser de mayor "Yo quiero ganar dinero".
¿Qué hay de malo en ganar
dinero?
Sólo digo que en mi juventud
la gente quería ser médico, ingeniero, artista... Pero el dinero era un medio para serlo; no era
el ser en sí. Hoy los chavales en el aula te dicen que quieren ser
lo que sea -es lo de menos- para “ganar mucho dinero".
Espero que haya de todo en
las aulas.
Tal vez algún chaval se esté
haciendo preguntas sobre su vida y su futuro, y descubra que es mucho más
importante tener la calidad de vida de poder hacer algo que te gusta que el
nivel de vida de ganar haciendo algo que no te gusta.
Seguro que alguno habrá.
Ya no le hablo de grandes
revoluciones, sólo me refiero al puro sentido común. Ese que le ha faltado a
quien quería hacer películas, o esculturas o simplemente irse a viajar por el mundo
y ha acabado esclavizado por un sueldo, que, además, cada vez es menor y menos
seguro.
¿Usted sí que tuvo sentido
común?
El hecho de hacer lo que he
querido, esto es, escribir y filmar sobre todas las preguntas que hago y me
hago, es para mí el sentido común. Y no es sólo mío: todos pueden tenerlo si
quieren.
¿Y así se puede pagar la
hipoteca?
No confunda la vida con la
hipoteca. Yo no vivo en París, vivo a cien metros de donde nací, en un lugar
que amo de Alsacia. Eso me ha permitido paradójicamente ser libre y no tener
que pagar alquiler. Y así no tener que trabajar de algo que no me gustaba.
¿Nunca se ha arrepentido?
No me arrepiento de nada, pero ahora calculo en qué
empleo cada segundo, porque me queda menos tiempo delante del que he dejado
atrás. Y en ese cálculo le aseguro que el dinero sigue siendo secundario: sólo
importa en la medida en que importa. Lo justo.
¿Alguna ventaja en ese
cálculo?
Al saber que te queda menos vida, la aprecias más. Y al
haber llenado tu memoria de momentos y lugares preciosos, al compararlos con
otros nuevos, todos me resultan aún más bellos. Y los gozo más.
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