Existen muy poquitos
miedos que sean innatos, los demás los vamos aprendiendo a través de las
experiencias que mantenemos con las personas y con las situaciones que vivimos.
El miedo es una reacción
exagerada a una situación, persona o experiencia que desata en nosotros
emociones como la angustia.
Las personas damos la respuesta de
miedo porque nos prepara para defendernos de lo que sí son amenazas reales,
como que alguien se acerque a ti navaja en mano, presenciar un accidente en el
que tienes que socorrer de forma rápida a alguien o defender a un niño que está
siendo intimidado en el parque. Si no fuéramos capaces de dar esta respuesta,
de tensarnos, sacar rabia y una fuerza por encima de lo normal, nos veríamos
incapaces y sin recursos en situaciones en las que nuestra vida o la de otras
personas corren peligro.
Lo cierto es que la mayoría de los miedos que tenemos son
irracionales y creados por nuestra mente, que no siempre es la mejor aliada.
Observamos lo que nos rodea de forma negativa, hacemos interpretaciones de
fracaso, vemos maldad y malas intenciones en las personas... y esto nos lleva a
ver fantasmas y peligros donde no los hay... o cuando menos, donde no los
podemos controlar.
Miedos existen muchos, tantos como tu imaginación sea capaz de
crear.
Pero hay varios que nos bloquean y nos impiden vivir de forma plena, porque en
lugar de estar aquí y ahora, disfrutando de la vida, te dedicas a anticipar,
proteger, prevenir algo que igual o no llega a pasar nunca, o si pasa no será
algo que tú puedas controlar. A partir de hoy puedes cambiar la forma que
tienes de reaccionar ante ellos. Te sentirás mucho mejor... y con control sobre
la situación.
Esos miedos que no están bajo tu control,
sobre los que no tienes poder de actuación, si están para ti... te tocarán,
como el miedo a volar, a que los hijos tengan un accidente cuando se van de
excursión con el colegio, a que le pase algo a tu pareja cuando vuelve en coche
de un viaje de trabajo, etc. Mientras estás inmerso en lo que te da miedo,
mientras estás volando, lo estás pasando tremendamente mal, tu respiración se
agita, el corazón golpea con fuerza, incluso puedes llegar a marearte... ¿y qué
me dices de esas emociones tan angustiosas, en las que te sientes nervioso y
con ganas de llorar? La verdad es que es absurdo pasarlo mal, porque no puedes
intervenir ni prevenir nada.
Una vez que has tomado la decisión de
volar o de que tus hijos se vayan de excursión, el destino ya no lo controlas
tú. Deja que todo tenga un curso natural. Por mucho que te preocupes no conseguirás alterar la
suerte. No te hace ser mejor padre ni madre, ni pareja, ni persona
que estés dándole vueltas a la cabeza pensando en todos los peligros que
amenazan... sencillamente no son controlables. Sufrir en esta situación
es un desgaste tremendo de energía, además de una conducta poco inteligente. La inteligencia
busca adaptarse al medio y salir lo más airoso posible, y tú no lo estás
haciendo.
Así que podrías optar por apartar de
tu cabeza eso que tanto te preocupa, es material tóxico para ti, porque te hace sufrir. Puedes
decirte a ti mismo algo como "Basta, lo
que tenga que ser, será; no está bajo mi control", y educar
a tu cerebro con esta frase. Educar al cerebro significa, que cada vez que
vuelva a aparecer algo no controlable, tienes que volver a repetirte la frase.
Si intentas razonar contigo mismo, si buscas encontrar la solución que te deje
tranquilo, la llevas clara, porque no existe. Y las soluciones que hasta ahora
tienes, no son suficientes, porque sigues angustiado. ¿Para qué seguir? Para.
Otra técnica es distanciarte de esa preocupación.
¿Cómo? Dale un nombre a tu miedo, por ejemplo "esta es mi excursionfobia",
o "este
es mi trompazofobia (cuando pienses en el posible accidente que puede tener tu
pareja volviendo de viaje)". Intenta que el nombre sea cómico,
fomenta tu sentido del humor, porque permite que el miedo pierda valor, que te
rías de él y lo contemples como algo menos catastrófico. Cuando tengas el
nombre, y cada vez que te venga a la cabeza el miedo, dite a ti mismo: "¡Hombre!
La historia de mi trompazofobia, esta me la conozco ya". Y no
sigas pensando, no le des más vueltas, vuelve a dirigir tu atención a la
actividad que estabas haciendo. Vuelve a concentrarte en qué cocinabas, en la
lectura o en tu trabajo. Concentrarte es sencillo, verbaliza en voz alta lo que
hacías, habla
contigo mismo en voz alta, así impedirás que el miedo vuelva a entrar otra vez
en tu cabeza. Elige lo que en ese momento quieres pensar. Las
personas respetan mucho sus angustias y no les gusta reírse de sus miedos, como
si fuera algo irresponsable dejar de preocuparte por algo que no tiene
solución. Lo
que realmente es irresponsable es amargarte la vida, la tuya y la de los demás,
por situaciones, por el futuro o por temas sobre los que no puedes hacer nada.
No puedes apartar de tu cabeza
aquellas preocupaciones en las que sí tienes poder de decisión o tienes
maniobra. Si te da miedo que tu hija enferme porque tiene 38 de fiebre, puedes
llamar al médico o llevarla a urgencias. En este caso no puedes decir "basta..." ni
reírte del miedo. Porque en este caso sí tienes control y puedes
hacer algo. La preocupación te lleva a evaluar las diferentes alternativas y
tomar decisiones. Pero con todos los demás miedos, esos en los que tú no eres
el protagonista, ni siquiera un actor secundario, huye y decide apartarlos.
Hay un libro muy bueno que se llama La Trampa de la Felicidad, de Russ Harris. Te dará muchas más
estrategias para controlar los miedos y poder vivir sin angustia. ¡Ánimo!
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