
La pregunta que podemos formularnos es
muy simple:
¿vale la pena pelearse por tener la razón? Sinceramente, en muchas
ocasiones creo que no. En otro artículo hemos hablado de la inteligencia y de
sus tipos según Gardner. Pero más
allá de las investigaciones científicas, soy de la opinión que la inteligencia
más interesante es aquella que nos permite ser felices y tomar decisiones
que nos ayudan a sentirnos bien. Cualquier persona a la que le
preguntes sobre su objetivo vital, en un porcentaje altísimo, te dirá que ser
feliz y vivir en paz. Si este es nuestro anhelo, tendríamos que plantearnos si
las ideas que esgrimimos por tener la razón y la energía que perdemos en
determinadas “batallas
dialécticas” nos ayudan a ello. Nuestros padres, pareja o amigos
pueden ser de un modo u otro, al igual que nuestra empresa o nuestro país…
Podremos criticarlos, enfadarnos, montar blogs de crítica… pero si no está en
nuestras manos un cambio sustancial y no estamos dispuestos a hacer algo por
dicho cambio, no vale la pena desgastarse en ello. Por tanto, un
truco para incrementar nuestra felicidad es sencillamente negarnos a alimentar
conversaciones y pensamientos que nos desgastan por dentro por mucha razón que
tengamos. Si
queremos cambiarlo, hagámoslo; si no, aceptémoslo pero no nos peleemos por ello.
No es práctico ni demasiado inteligente para nuestro anhelo de felicidad.
Todo lo anterior no significa
desarrollar una actitud de sumisión o de resignación ante la realidad. La
resignación es la falta de acción y es diferente a la aceptación. Aceptamos lo
que no podemos evitar o aquello que no está en nuestras manos. La
resignación lo es a priori de cualquier intento de cambio y de búsqueda y está
relacionada con actitudes sumisas, las cuales, son la antítesis de la felicidad.
Cuando hablo de practicidad en nuestras decisiones, me refiero a la esencia del
conocido proverbio chino o a la famosísima máxima de Gandhi:
Conviértete en el cambio
que quieres ver en el mundo.
Si sustituimos el concepto
preocupación por pelea, llegaremos a la misma conclusión. Si algo te molesta, actúa; y si no quieres
o no puedes, cambia la actitud para contemplarlo de manera más amable.
De otro modo, generarás una actitud poco práctica para el desafío más
importante que tenemos: ser felices (y posiblemente, contribuir a la felicidad
de los que te rodean).
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