Lincoln fue uno de los más queridos y
respetados presidentes de los Estados Unidos. Su biografía es bien conocida,
desde su humildísimo nacimiento a su asesinato en un teatro a manos de un
actor, pasando por la guerra civil estadounidense y su decisiva intervención
para abolir la esclavitud en su país. Pero quizá no tan conocida es una carta
que escribió al profesor de su hijo en el año 1830. A pesar de que esta carta
fue escrita ¡hace casi hace 200 años!, sigue siendo una inspiración y parece
que fue escrita ayer mismo.
«Querido
profesor, él tendrá que aprender que no todos los hombres son justos, ni todos
son sinceros, pero por favor dígale:
“Que
para cada villano hay un héroe”...
“Que
para cada egoísta hay también un líder dedicado”;
enséñele,
por favor, que para cada enemigo habrá también un amigo; enséñele que vale más
una moneda ganada que una moneda encontrada.
Enséñele
a perder, pero también enséñele a saber gozar de la victoria; apártelo de la
envidia y dele a conocer la alegría profunda de la sonrisa silenciosa.
Hágalo
maravillarse con los libros, pero déjelo perderse con los pájaros en el cielo,
las flores en el campo, los montes y los valles.
En los
juegos con los amigos, explíquele que la derrota honrosa vale más que la
victoria vergonzosa, enséñele a creer en sí mismo, igual solo que contra todos.
Enséñele
a ser amable con los amables y severo con los rudos; enséñele a no entrar nunca
en el tren simplemente porque los otros entraron. Enséñele a escuchar a todos,
pero a la hora de la verdad a decidir solo.
Enséñele
a reír cuando esté triste y explíquele que a veces los hombres también lloran.
Enséñele
a ignorar las multitudes que reclaman sangre y a luchar solo contra todos si él
cree que tiene la razón.
Trátelo
bien, pero no lo mime, pues solo la prueba del fuego hace el verdadero acero;
déjelo tener el coraje de ser impaciente y la paciencia de ser corajudo.
Transmítale
una fe sublime en el creador y fe en él mismo, pues solo así podrá tener fe en
los hombres.
Yo sé que estoy pidiendo
mucho, pero vea lo que pueda hacer, querido profesor.»
Abraham
Lincoln, 1830.
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