Tengo 43 años. Madrileño, soltero y sin hijos. Considero que estamos en una
época de cambio de paradigma, una nueva conciencia se abre paso en todos los
órdenes. Creo que el ser humano es espíritu y que
el amor es la palanca que mueve la vibración más alta del universo
ALMA Y
ANHELOS
Fue vendedor de enciclopedias a puerta
fría, analista político y ahora lleva la comunicación y la colección literaria Obra Fundamental en una gran fundación
española. Mientras, a ratos robados, fue narrando un mundo propio y poético,
una mirada inocente y esencial sobre lo que nos rodea y que plasma en dos textos
breves, uno en forma de cuentos, Pájaros en los bolsillos (La Huerta Grande), y
el otro, Más
alto que el aire. Breviario para el alma (Los Libros del olivo), en
reflexiones que rastrean su propia alma y anhelos, profundizando con sabiduría
y belleza sobre las cuestiones más íntimas del ser humano: el amor, el dolor,
la esperanza y el misterio.
¿Ha estado más alto que el aire?
Un profesor mío, José Carlos Fajardo, lo llamaba la experiencia del absoluto. La
primera vez que me pasó tenía 12 años.
Cuénteme.
El cura me mandó a buscar unos
cuadernillos a la capilla, que estaba en un silencio absoluto. Noté una brisa,
y sentí que todo lo que había en mí iba hacia fuera y todo lo que había fuera
entraba en mí. El todo en lo uno y lo uno en el todo. Me arrodillé.
Una experiencia mística.
La experiencia de la grandeza que
somos. Pero la sola contemplación de la naturaleza ya te permite estar más alto
que el aire. Somos naturaleza, moléculas de agua en un 60%. Estamos
conectados con todo.
¿Sin jerarquías?
Ningún pensador osaría decir que el
perfume del espino blanco resulta inútil a las constelaciones, decía Victor
Hugo. ¿Alguien osaría decir que no sirve un solo trino de jilguero para animar
un despertar?
Creo que no.
Pero no hay flor, ni ningún otro animal que no sea el humano,
que se empeñe en ser lo que no es; sin embargo, a muchas
personas les cuesta aceptar que somos también y sobre todo espíritu. Al alma se
la sigue dejando de lado en nuestra sociedad, y es urgente llegar hasta ella,
¿Cómo?
Desde siempre los sabios y los
místicos conectaban con una voz interior (que no es como un Pepito Grillo); es
ese daimon que decían los griegos, esa parte pura, profunda, el ser más sabio
que habita en nosotros, y escuchándolo oían la voz del universo. Estar más alto
que el aire es oír esa voz.
Requiere silencio.
El silencio suena dentro, pero el
pensamiento ensordece.
Nos gusta entretenernos.
Sí. Vivimos sumergidos en pantallas,
al encuentro de mensajes fugaces que alegren nuestro estado de ánimo. No somos más
que un suspiro de software; una sucesión de aplicaciones repetidas sin cesar.
Si no estás conectado, no eres nadie.
Nos enrabietamos porque perdemos un
móvil o un archivo. Tenemos la habitación del alma amueblada de objetos.
Nos dan una falsa seguridad.
Creo que pertenecemos a una sociedad que vive en el miedo. Un miedo que a
menudo se inventiva, siempre nos lo resumen todo en buenos y malos. Vivimos en
un eterno estado de conflicto y creo que es una manera de tenernos
entretenidos.
Habrá que empezar por solucionar los
propios conflictos.
Si elimináramos los conflictos
interiores, acabaríamos con los exteriores.
¿Cuáles han sido sus conflictos?
La separación de mis padres, tenía
cinco años. La culpa en los niños es terrible. Creo que ese momento marcó el
resto de mi vida: me armó de corazas.
Luego no hay quien te las quite.
Con trece años vi El hombre elefante, de David
Lynch. La historia de Joseph Merrick me llegó tan profundo, que no pude
parar de llorar durante más de media hora, descontrolado, casi al borde de la
histeria...
No es una comedia, no.
No podía entender que la gente se
hubiera comportado así con un hombre indefenso y que además era un alma noble.
Aquella película me hizo quitarme mucho del caparazón que había construido y
comencé de nuevo a expresar mis emociones y a entender que lo aparentemente
monstruoso puede guardar un tesoro inmenso.
¿Una historia bastó para librarle de
la armadura?
Me pasé años buscando a mi madre en todas las mujeres que
conocía y buscando fuera el amor que no tenía dentro. Pero creo que a
gran parte de la humanidad nos cuesta querernos. Luego supe que lo que debía
hacer era convertirme en fuente.
¿Cómo se quiere usted a sí mismo?
Hay que entregarse a uno mismo, amar
tu naturaleza esencial, confiar tanto en ti que te dejas a la deriva, sin
desear, rendido a las corrientes submarinas. Quien confía en sí mismo no teme la caída
de la noche ni lo que traiga el día siguiente.
Cierto.
Sí te oyes, párate a escucharte. Si te escuchas, hazte caso. Si
te haces caso, te estás amando. Y si te amas, harás con los otros lo mismo. Y
si los escuchas, si les haces caso, los estás haciendo visibles.
Fluir es un verbo que le gusta.
Esa posiblemente sea la esencia de
todo; el agua de este vaso ha estado en las nubes y ha llovido de ahí. Eso me
ayuda a ver la magia en todo lo que nos rodea, pero estamos tan ocupados en nuestras pequeñeces
que no sabemos ver lo grande.
Usted reivindica los abrazos.
A mí me ha costado mucho abrazar en mi vida, tenía una gran
contención, pero el abrazo es un tren en marcha, la posibilidad de vencer una
resistencia que corta la entrega al otro. La alegría por encontrar al que es
como tú. La oportunidad de quererte.
Aprender a despojarse desde el Gran Silencio de todas las voces y escuchar la Voz que Resuena para llegar a ser Espontaneo.
ResponEliminaUna Abraçada.
Gràcies.
Moltes gràcies!
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