Atomismo y hedonismo racional son dos
de los conceptos que le debemos a la doctrina filosófica del griego Epicuro de Samos (341 a.C.-270 a.C.),
el epicureísmo.
Sus padres, un maestro de escuela y
una adivina, eran pobres, aunque Epicuro pudo estudiar en varias ciudades con
maestros como Demócrito, hasta
fundar su propia escuela de filosofía en Atenas, llamada “Jardín”. Para él, la búsqueda
de un placer prudente y la huida racional del dolor son la base de la
existencia, y reniega del determinismo, del destino, diciendo que la naturaleza
está regida por el azar, dentro del que podemos encontrar la libertad.
Desde esta perspectiva, también
criticó el poder absoluto de los mitos religiosos, para dar más peso a la
decisión de la persona de buscar la ataraxia, o un estado de bienestar del cuerpo
y el alma, frente al dolor o miedo (a los dioses, a la muerte, al dolor mismo y
al fracaso en la búsqueda del bien). La lucha contra los miedos es una parte muy importante
del epicureísmo.
Epicuro
aborda el placer desde la inteligencia y la moderación: descarta ir al extremo
del exceso o la privación pues conllevan dolor en un futuro. El conocimiento y
el cuidado nos sirven de herramientas para encontrar la felicidad.
Conocemos estas ideas gracias a la
obra “De rerum Natura” de Lucrecio y a apenas tres cartas (a
Heródoto, Pitocles y Meneceo, respectivamente) y las Máximas Capitales que apenas se conservan de un grueso de 300 obras
que Diógenes Laercio afirma que Epicuro elaboró. Profundizó en la Gnoseología
o lo que es verdadero y falso de la realidad; en la Física, respecto a la
naturaleza; y en la Ética. Os invito a conocerle a través de algunas citas:
La ausencia de turbación y de dolor
son placeres estables; en cambio, el goce y la alegría resultan placeres en movimiento
por su vivacidad. Cuando decimos entonces, que el placer es un fin, no nos
referimos a los placeres de los inmoderados, sino en hallarnos libres de sufrimientos del cuerpo
y de turbación del alma.
¿Quieres
ser rico? Pues no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu
codicia.
El
hombre que no se contenta con poco, no se contenta con nada.
El que
no considera lo que tiene como la riqueza más grande, es desdichado, aunque sea
dueño del mundo.
Así
pues, practiquen la filosofía tanto el joven como el viejo; uno, para que aun
envejeciendo, pueda mantenerse joven en su felicidad gracias a los recuerdos
del pasado; el otro, para que pueda ser joven y viejo a la vez mostrando su
serenidad frente al porvenir.
El
hombre es rico desde que se ha familiarizado con la escasez.
El más
grande fruto de la justicia es la serenidad del alma.
El
permanecer oculto no sirve de nada al pecador; pues aunque consiga encontrar un
buen escondrijo le falta la confianza.
Llegará
un momento en que creas que todo ha terminado. Ese será el principio.
Quien
un día se olvida de lo bien que lo ha pasado se ha hecho viejo ese mismo día.
Retírate
dentro de ti mismo, sobre todo cuando necesites compañía.
Os deseo una feliz semana,
Álex Rovira
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