Tengo 76 años. Nací en Nueva York. Casada, tengo 3 hijos y 6
nietos. Catedrática de la Universidad de Nueva
York, imparto un máster basado en mi método de la escucha. Hay que
cambiar la estructura patriarcal incluyendo la voz de las mujeres. Soy judía no practicante
VOZ PROPIA
Fue docente en las
universidades de Harvard y Cambridge y tiene escritas varias obras de referencia
basadas en sus investigaciones sobre el desarrollo de las niñas y de los niños,
explorando los puntos muertos en las relaciones entre hombres y mujeres. Su
nombre ha aparecido en la lista de las 25 personalidades más influyentes de la
revista Times, y tiene un mensaje claro y contundente: "Nuestros
hijos son seres empáticos y sensibles hasta que los convertimos en niños, y
nuestras hijas tienen una voz propia y clarividente hasta que las convertimos
en mujeres, es el precio de la sociedad patriarcal". GiIligan
ha dado una conferencia en la Fundació Víctor Grífols i Lucas.
Normalmente yo estoy en su
situación.
¿Preguntando y escuchando?
E identificando esos discursos
que repetimos, pero que no salen del corazón.
¿De eso versa el estudio al que ha
dedicado la vida?
Investigo la relación entre mujeres y niñas, y entre hombres y
niños, cómo y cuándo les transmitimos una manera de estar en el mundo: el
modelo patriarcal.
¿En qué consiste?
Desde la infancia establecemos
diferencias en la formación de la conciencia moral de hombres y mujeres. En los hombres
predomina una conducta basada en normas y criterios de justicia mientras que en
las mujeres tienen más importancia la relación afectiva y la empatía emocional.
¿No es algo natural?
Nacemos con una capacidad de
comunicarnos y el deseo de vivir relacionándonos con otras personas. Dentro de
nosotros todos tenemos los requisitos para el amor y la ciudadanía democrática.
Pero para construir una sociedad patriarcal no democrática hay que romper esos
requisitos naturales.
¿Y cuándo se quiebran?
Cuando los niños se convierten
en niños (entre los 4 y 7 años), y las niñas en niñas, a partir de los 11 años
hasta los 15.
¿Cómo?
Los niños son muy sensibles emocionalmente, y se convierten en
niños en la escuela, cuando se les presiona para que sean un niño más. Así ocultan
aquella parte que hay en ellos que haría que sus compañeros los vieran como
niñas. Se les enseña a ser seguros y a hablar alto y claro, para eso deben
silenciar su voz interior, sus dudas, su ternura. Es una manera de
sacrificarlos.
¿Qué ocurre con las niñas?
Si quieres oír una voz clara y
honesta, debes escuchar a las niñas de 11 años: justo antes de esa iniciación en la que se
les dice que si quieren ser queridas y respetadas, tienen que silenciar su voz.
¿Quién dice eso?
Nuestra sociedad patriarcal. La
investigación que hice conn niñas de esa edad tuvo un impacto enorme, estuvo en
la portada de The New York Times y el titular era "Confiada a los 11 años, confusa a los 15". A las niñas
de esta edad continuamente se les dice: —Esto no lo digas, porque a la gente no
le gusta"
¿Sí?
Sí, lo que pasa es que está tan
asumido, que no nos damos cuenta, pero entre mujeres es habitual decir una cosa
en privado y otra en público.
¿Enseñamos a las niñas a callar?
Sí. Cuando las niñas están bajo
la presión de decir lo que realmente piensan y creen, se resisten. Se silencian
a sí mismas porque se supone que una buena mujer no debe tener voz propia.
¿Los niños pueden tenerla?
Habitualmente, las descripciones
de sus propias vidas son, en hombres y niños, descripciones falsas. Pero no es
así antes de la iniciación: si un padre o una madre no quieren que algo se
sepa, deben silenciar al niño, que es perceptivo y sabe captar perfectamente
los estados de ánimo y las verdades.
¿Qué podemos hacer?
Reconocer sus verdades. A las niñas de 10 y 11 años hay que
escucharlas y animarlas a pensar contigo, darles la oportunidad de que digan lo
que sienten y piensan realmente. Evitar que separen mente y cuerpo.
Entiendo.
Es muy importante que niñas y
mujeres hablen de manera honesta, que les expliquemos lo que sabemos: pero esa
conversación a menudo no sucede. Todas sabemos cómo nos adaptamos al mundo, sobre todo en
la relación que establecemos con los hombres.
Lo importante para ellas es que
permanezcan
en contacto con sus propios deseos y evitar la presión que se ejerce
sobre ellas para que no sepan lo que quieren, es decir: para que se centren en
lo que otros quieren y lo que otros quieren que quieran.
¿A qué otras conclusiones llegó
trabajando con niños y hombres?
Durante años me he reunido con
padres de niños de entre 4 y 5 años. La pregunta clave era: "¿Qué veis
en vuestros hijos que os hace deciros a vosotros mismos: `Espero que nunca
pierda esto'?".
¿Cuál es la respuesta?
Coinciden en que no quieren que
pierdan su
apertura emocional, su espontaneidad. Y todos los padres afirman que
a medida que ellos se fueron haciendo mayores tuvieron que sacrificar esas
cualidades.
¿Para ser aceptados?
Sí, y quieren que sus hijos se
hagan hombres sin perder esas cualidades de la infancia, pero sin soportar
que su sensibilidad les dé problemas con sus compañeros.
Es triste lo que cuenta.
Mis estudios muestran dónde
podemos intervenir para evitar que se repitan patrones que nos llevan a
traumas, tragedias y problemas. Debemos plantearnos si queremos transmitir a nuestros
hijos las pérdidas que nosotros hemos experimentado.
Es un text molt interessant que tots hauriem de tenir en compte
ResponEliminaEstic totalment d'acord
MOltes Gràcies!
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