A menudo intentamos
evitar el conflicto. Pero el conflicto en si no es malo; es más, puede ser muy
bueno si sabemos gestionarlo.
Durante mucho tiempo me ha
asustado especialmente el conflicto. Pero últimamente me asustan mucho más las
organizaciones o las relaciones en las que nunca pasa nada, en las que nadie
tiene nada que discutir con nadie, en las que nadie discrepa de nada.
La ausencia de conflicto puede ser
un síntoma de modélica convivencia, pero más a menudo es un claro síntoma
de organizaciones "anestesiadas", o en el peor de los
casos asustadas, en las que nadie dice y todos esconden. O de relaciones en
las que ya hemos "tirado la toalla" y no vamos a decir
nada para tener la fiesta en paz.
Los grupos y las organizaciones
vivas y activas discrepan, discuten y a menudo entran en conflicto. Y esto no
debería asustarnos. En el camino de construcción de confianza en una relación
hay actos de prueba y error, y en el error, conflicto. La clave no está en evitarlo a toda costa
sino en saber salir de él.
Y para salir del conflicto no hay
otro sistema que resolverlo. Resolverlo hablando. El tiempo no cura los conflictos; casi
siempre los pudre. Por tanto tenemos que tener valor y afrontarlos.
Sin ánimo de victoria sobre el otro, sin querer tener la razón. Sencillamente
buscando el encuentro.
Es esencial buscar el momento
oportuno: ni
demasiado pronto (las emociones todavía están en ebullición) ni demasiado
tarde (el conflicto se enquista y las malas interpretaciones están
servidas). Y es buena idea buscar un momento y un lugar tranquilos. Compartir
un café, y hablar de qué nos ha pasado. No de cuál ha sido nuestra discrepancia sino de qué ha
ocurrido con nuestros sentimientos. Pedir disculpas si nos hemos
equivocado; y no exigirlas nunca.Todos -si lo pensamos- tenemos algunos cafés
pendientes con personas de nuestro alrededor. Conviene tenerlos, porqué lo que
nos quita el sueño no es la cafeina, es el conflicto.
* * *
* * *
Tener confianza y complicidad no
ha de significar no tener conflictos. Pero sí poder hablarlos y resolverlos.
La verdadera complicidad quiere
libre expresión de la discrepancia y una dosis razonable de confrontación. Y
adquirida esa complicidad nuestra comunicación dará un salto. Sabremos
exactamente y en todo momento qué nos queremos decir, sabremos interpretar
nuestros gestos y nuestro lenguaje, y dejaremos el conflicto definitivamente
atrás.
Pero
no conozco relaciones auténticas sin el paso por el conflicto. El conflicto es
el maestro, aunque a menudo no somos conscientes de ello hasta que lo hemos
superado.
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