La pregunta es
sencilla, cuando programas el GPS del coche para que te lleve a una dirección
que desconoces, ¿qué información introduces en el navegador? ¿Le metes la calle
concreta y el número al que te diriges, o le indicas varias opciones de
direcciones por las que no debería ir?
Tanto con la
primera opción, introducir la dirección correcta, como la segunda, en la que
descartas las alternativas que te conducen a un lugar equivocado, buscas llegar
al sitio deseado. Pero la primera es fácil y eficaz, y por ello es la que
siempre utilizamos, y la segunda solo te complica la vida.
Pues esta
metáfora del GPS también te la puedes aplicar a tu forma de procesar la
información, a
los pensamientos que eliges para alcanzar tus metas, a cómo interpretas lo que
ocurre a tu alrededor y que condiciona tus emociones y tus actuaciones.
Tu cerebro es
un GPS y el que lo programa eres tú. Si le metes la dirección equivocada, si
centras la atención en los fallos, en lo que no tienes que hacer, al final
aumentas la probabilidad de fallar, de desconcertarte y obtienes información
contradictoria, en lugar de darte instrucciones sencillas, claras, positivas y
útiles.
Fíjate en el
ejemplo que te describo a continuación.
Has quedado
con una persona que te gusta mucho y tienes miedo a estropear la cita. Durante
el camino hasta el restaurante vas pensando...
• No te pongas nervioso.
• No seas aburrido.
• No parezcas un soso.
• A ver si no vas a estar a la altura.
• Seguro que le parezco poco interesante.
• Etc.
Estás introduciendo en tu GPS lo que no deseas que ocurra, estás
dando valor al fracaso, a todo aquello que puede echar por
tierra tu cita. En el fondo deseas gustarle, triunfar, que se interese por ti,
pero en lugar de hablarte en términos útiles, te hablas con miedo, anticipando
lo que no deseas que pase porque piensas que así lo previenes. Pero lo único
que consigues es acrecentar el error. ¿No sería más sencillo que te dijeras
algo así como...?
• Sonríe, estate tranquilo.
• Piensa en qué te gustaría contarle. Vete
buscando temas de conversación.
• Compórtate con naturalidad, como tú eres.
• Siendo amable y simpático, siendo yo
mismo, no corro el riesgo de equivocarme.
• Disfruta.
Si al final te
hablas a ti mismo en estos términos, no te asegura el éxito, ni gustarle a la
chica o al chico, pero seguro que sí aumenta la probabilidad de que ocurra lo
que estás planeando. Estás introduciendo en el navegador la dirección
correcta.
No importa la
temática, el ejemplo es una cita, pero podría ser una competición, la
interpretación de una ruptura, una pérdida, una entrevista de trabajo... Lo que
trato de hacer llegar a través de este artículo es la importancia de
facilitarte la vida, incluyendo lo que piensas.
Nuestro
cerebro está programado para buscar amenazas y para detectar el peligro. Es una
función biológica que nos protege y nos permite reaccionar con bravura ante
situaciones que podrían acabar con nuestra vida. Pero ahora hemos convertido en
amenaza todo lo que nos rodea, por lo tanto estamos todo el día en tensión,
anticipando cosas negativas, viendo fantasmas donde no los hay.
Hay pacientes
que convierten un catarro de sus hijos en una pulmonía, un dolor de pecho en un
infarto (que pueden ser hasta gases), un mal día de trabajo en un despido, un
"no me cogen el teléfono" en un "ya he hecho algo y se ha
molestado conmigo"... La vida es más fácil.
¿Qué haces
todo el día pensando en lo que no quieres que ocurra? Trata de focalizar la
atención en lo que tiene que pasar, en lo que depende de ti, en programar al
GPS con la dirección correcta. No te vuelvas loco anticipando miedos y situaciones
catastróficas que puede que nunca ocurran.
La próxima vez
que tengas un reto por delante, una situación en la que te gustaría estar
relajado o un miedo al que te tengas que enfrentar, deja sencillamente de
pensar en lo que sientes o en lo que puede salir mal. Verbaliza en alto lo que quieres que pase.
Mientras llenas tu depósito de pensamientos útiles, mientras eliges lo que
tiene que pasar por tu mente, impides que entren esas ideas negras, tristes,
marchitas, aterradoras que te bloquean y te impiden avanzar. Esos pensamientos
los eliges tú. Sólo tienes que tomar conciencia de qué deseas que ocurra y
verbalizarlo. Nada más. Y repetir este ejercicio hasta que se automatice.
Para
facilitarte la tarea, puedes empezar por preparar lo que deseas pensar por
escrito. Ante una situación, describe la historia que te gustaría vivir, pero
siempre en términos de lo que hay que hacer y no en términos de aquello en lo
que puedes fallar. El cerebro obedece mejor cuando le damos órdenes claras y
sencillas, que cuando le damos frases con dobles negaciones y contradictorias.
Y olvídate de
la FALSA
NEGATIVIDAD, que es esa que procesan algunas personas pensando que
si anticipan lo peor, les llegará algo bueno. Dicen que si fantasean con el
éxito, el batacazo será mayor. Pero la ciencia ha demostrado que las personas
que se preparan para fracasar pueden caer en la profecía autocumplida.
Su cerebro se convierte en ese radar que está pendiente de los estímulos que
confirman su teoría, esa que dice que todo puede salir mal.
Las personas
que se preparan para tener éxito, se esfuerzan más, porque confían en que al
final tendrán un premio. Y cuando se equivocan o no consiguen aquello para lo
que se esforzaron, les duele, pero con la misma intensidad que los que
anticipaban el fracaso. Así que ser pesimista ni siquiera te protege del malestar
y el dolor cuando no alcanzas lo que deseas.
completamente de acuerdo. Desde que positivizo todo lo que me pasa, soy más feliz y casi todo me sale bien. Así que ánimo y a ser positivos-as
ResponEliminaMuchas gracias, eso, bien positivos sin perder de vista la realidad...
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