El verano es
época de enamoramientos, idilios que duran semanas, meses a lo sumo, intensos
pero con fecha de caducidad. Y no siempre es fácil gestionarlos emocionalmente
Si la primavera la sangre
altera, el verano acaba re-volucionando el corazón. Todo indica que durante la
estación estival el juego de muñecas de Cupido es más ágil, y la puntería de
sus flechas mucho más afinada. El amor de verano no es sólo cuestión de cine o
literatura. Es una experiencia vital que los psicólogos consideran importante
para la madurez personal. De hecho, suele ser un amor especial por su brevedad, intensidad
y por los buenos recuerdos que deja. Y aunque normalmente se trate
de una relación con fecha de caducidad, existen muchos recursos para afrontar
la despedida y aprovechar al máximo el idilio veraniego.
Para el 82% de los solteros
españoles esta es la mejor época para encontrar pareja, según una encuesta del
portal Match.com. ¿Alguna vez se ha preguntado por qué tendemos a
enamorarnos más en verano? La biología, el ambiente que nos rodea y
nuestro propio comportamiento contribuyen a ello. Durante esta época confluyen
varios factores que propician la chispa del amor. Mila Cahue, psicóloga del centro Álava Reyes especializada en
relaciones de pareja y exasesora de los portales de búsqueda de pareja on line
Meetic.es y Match.com, apunta una serie de razones. El ritmo de la naturaleza
es una de ellas. "El
verano, época en la que hay más luz, es el momento natural de reproducción, y
en el fondo del cerebro se activa ese instinto". Pero añade que
en el caso del ser humano hay que analizar más allá del instinto, y recalca que
durante estos meses estamos más descansados física y mentalmente, que al bajar
el ritmo de trabajo desciende el estrés y que rompemos las rutinas, lo que nos
predispone a estar abiertos a nuevos estímulos.
Mila Cahue subraya que
cualquier relación requiere tiempo, y es justamente en verano cuando no tenemos
que mirar tanto el reloj. "Precisamente una de las razones de que muchas
parejas en invierno vayan mal es que casi no queda tiempo para atenderla",
apunta. Al contar con más tiempo, la gente aprovecha para emplearlo en el ocio
que más le gusta, y es ahí donde coincide con otras personas con quienes
comparte esa afición. Es como si todo nos condujera a encontrar a una persona
especial.
Por si todo lo anterior fuera
poco, el factor sorpresa también tiene un papel importante. En vacaciones, nos
desplazamos a diferentes destinos como la playa, la montaña o el pueblo, y la
novedad de un entorno distinto es estimulante. Pero, tal como apunta la
psicóloga Cahue, también entra en juego otro tipo de fascinación. "Una
sorpresa doble que nos saca del aburrimiento: es muy agradable que alguien nos
sorprenda y, al mismo tiempo, resultar sorprendente para alguien. En verano
estamos más abiertos a descubrir a gente nueva que nos gratifique".
En esta época de sol, arena, agua y fiestas nocturnas además, se agudizan los
estímulos visuales y sensoriales. "Puede parecer una tontería –confiesa Cahue–, pero
en verano hay más piel, que es fundamental en cualquier tipo de relación".
El tacto entre pieles crea un vínculo de confianza especial tanto en las
parejas enamoradas como durante la lactancia entre una madre y su bebé, dado
que el organismo segrega oxitocina, conocida como molécula del amor u hormona
del apego.
Mati
Segura,
terapeuta sexual y de pareja y miembro del Col·legi Oficial de Psicòlegs de
Catalunya, va un poco más allá. Asegura que cuando la relajación del verano
coincide con un enamoramiento el cerebro se inhibe, se bajan las barreras y se
deja paso libre al amor. "Durante esa época la amígdala cerebral, que es la
parte que controla el miedo, está desconectada. No se ven los peligros y se
deja llevar". Los mecanismos de defensa del cerebro se
desconectan y se activan los de recompensa. Parece que tanto el entorno como
nuestro propio cuerpo se confabulan para empujarnos a vivir una relación
amorosa durante estos meses.
No obstante, para evitar
posibles desilusiones, conviene recordar en todo momento en qué consiste un
amor de verano.
"Al fin y al cabo, es un juego –explica la psicóloga Cahue–. Y hay que
saber participar en él, saber aceptar las reglas, no engañar a nadie, y, sobre
todo, no autoengañarse". Pero eso no quiere decir que el amor de verano sea
frívolo ni superficial. Los psicólogos advierten que la frivolidad
reside en actuar conscientemente con engaños, sin tener en cuenta los
sentimientos de la otra persona. Pero el amor debe ser incompatible con el
dolor. Cahue aclara que si dos personas saben lo que están haciendo, no hay
engaño. "Se trata de aceptar y decir que vamos
a jugar, y que cuando se acabe el juego nos despedimos y todo está bien".
En muchos casos los amores de
verano están condenados a ser relaciones con caducidad, porque tras las
vacaciones toca hacer la maleta y volver cada uno a su realidad, a cientos o
miles de kilómetros de distancia de la otra persona. A lo largo del verano se
acumulan las promesas, los sueños y los planes de futuro forjados al calor del
sol o al amparo de largas noches estrelladas, aunque al llegar septiembre
muchas veces acaban desvaneciéndose. ¿Cómo afrontar una relación que
probablemente acabará con el verano? La terapeuta sexual Mati Segura no está de
acuerdo con esa afirmación: "Un amor de verano no tiene más fecha de caducidad
que un amor de invierno". La cuestión es que, sencillamente, en
esta estación hay más posibilidades de enamoramiento y, además, hay más parejas
que por distancia geográfica no pueden mantener la relación.
Para ese caso, la psicóloga
Cahue revela tres consejos. El primero es vivir la experiencia con naturalidad desde
el inicio hasta el fin y ser tolerantes con la frustración, ya que hay
muchas cosas que acaban y no pasa nada. El segundo es tener claro que de amor no hay que morir:
"El amor
es para disfrutarlo, y merece la pena dure lo que dure". Y, por
último, recordar que un amor corto no es insustancial, "simplemente
es un juego, como la vida misma". De todos modos, nadie puede
saber si una relación va a durar o no. "Hay muchas parejas felices que se conocieron en la
playa", espeta la terapeuta sexual Segura. La cuestión es que
las relaciones de pareja pasan por distintas fases y la primera suele ser el
enamoramiento, una etapa casi ficticia para los amantes y que Segura no duda en
definirla como una especie de trastorno mental transitorio.
El amor de verano se enmarca
precisamente en esa fase inicial de pasión, de ahí su intensidad, ya que ofrece
lo más apasionado de una relación de pareja. No obstante, Mila Cahue recalca
que el enamoramiento no es la relación, aunque es absolutamente necesario para
que las relaciones se inicien. "El amor
requiere más que enamoramiento, necesita vivir distintas fases y el
conocimiento mutuo". Ese es el gran reto al que los amantes
de verano se enfrentan los últimos días de sol: despedirse y dejar atrás una
bonita historia de amor o decidirse por entrar en la siguiente fase de la
relación e intentar mantener el amor más allá del verano.
Ambas opciones pueden ser
acertadas. De hecho, casi la mitad de las parejas creadas en verano perdura a
lo largo del tiempo, según una encuesta del portal de parejas Match.com. Es
justamente antes de tomar la decisión de seguir con la relación cuando hay que
tener en cuenta que los amores de verano también entrañan ciertos riesgos. Recuérdese,
si no, el disgusto que se llevó Olivia Newton-John en la película Grease
cuando, tras un romance veraniego de lo más dulce, de pronto se topó en otoño
con un John Travolta chulo y prepotente. "No hay nada más terrorífico que el doctor Jekyll se
convierta en Mr. Hyde en invierno", asegura la psicóloga Cahue.
En verano sólo se ve un cara muy pequeña del amante, no se conoce a la persona
en su contexto, no hay tiempo de buscar sus defectos, y ahí reside uno de sus
riesgos: que se tienen que tomar decisiones basándose en una reducida imagen.
Pero la verdad es que es un riesgo
que se asume al inicio de cualquier tipo de relación.
Y nunca se sabe, pues todas la relaciones empiezan a corto plazo y lo mismo pueden durar unos meses que toda una vida. Por si acaso, la terapeuta sexual Segura recomienda al enamorado no tomar decisiones importantes por lo menos hasta que llegue otoño. Y en el caso de que quien esté obnubilado por el amor veraniego no sea usted, sino su hijo, su amigo o alguna persona cercana, y esa persona de repente quiera dejarlo todo para irse a donde sea para seguir adelante con la relación, Segura recomienda aconsejarle que se dé un tiempo para decidirlo más fríamente, pero no cuestionarle nunca sus sentimientos porque puede ser contraproducente.
Y nunca se sabe, pues todas la relaciones empiezan a corto plazo y lo mismo pueden durar unos meses que toda una vida. Por si acaso, la terapeuta sexual Segura recomienda al enamorado no tomar decisiones importantes por lo menos hasta que llegue otoño. Y en el caso de que quien esté obnubilado por el amor veraniego no sea usted, sino su hijo, su amigo o alguna persona cercana, y esa persona de repente quiera dejarlo todo para irse a donde sea para seguir adelante con la relación, Segura recomienda aconsejarle que se dé un tiempo para decidirlo más fríamente, pero no cuestionarle nunca sus sentimientos porque puede ser contraproducente.
Lo cierto es que cada vez es
más fácil mantener un amor de verano a lo largo del año gracias a las nuevas
tecnologías. Especialmente los más jóvenes están muy habituados a desenvolverse
por las redes sociales, y gracias a ello muchas relaciones en las que la
geografía separa físicamente a la pareja prueban suerte y a través de la red
intentan mantener el amor a distancia. Es una de las posibles etapas que puede
seguir al amor de verano, pero conviene asumir que una relación vía Skype,
Whatsapp o teléfono no tiene nada que ver a la intensa experiencia vivida
durante las vacaciones. "Con los medios de comunicación que tenemos, hay
algunos amores de verano que duran un poco más, pero, realmente, la distancia
llega a dificultar la relación –comenta Cahue–. Hay que mantenerla a base de
ilusión y ganas... pero no tiene la normalidad de una pareja. La tecnología no sustituye nunca la
relación de piel que realmente forja un vínculo y hace sentirnos plenos".
Además, tras volver a la rutina, suele cambiar bastante la dedicación que cada
uno presta a la relación. Lo más habitual suele ser que esas relaciones vayan
enfriándose, se acaben y se conviertan en un bonito recuerdo estival.
Los amores de verano, no
obstante, ya no son lo que eran. Han cambiado y evolucionado al mismo ritmo que
lo ha hecho nuestra sociedad. "Si nos paramos a pensar, nos daremos cuenta de que
el amor de verano es más antiguo que moderno", asevera Ángeles Sanz, psicóloga clínica y
autora de libros como Terapia sexual
(FUE) o La vida en pareja (Temas de
Hoy). "Ahora
hay muchísima más movilidad social y cultural. El mundo es mucho más pequeño,
se ha reducido. Hoy en día, por ejemplo, muchos jóvenes tienen la opción de
irse de Erasmus, pero antes la oportunidad de conocer a nueva gente era el
verano". Debido a ese gran cambio social, Sanz cree que la
película de amor de verano por antonomasia, Grease, hoy no tendría ni el
sentido ni el éxito que cosechó a finales de los años setenta y los ochenta.
Aún así, la mitificación del amor en general, y del amor de
verano en particular, sigue en pie en nuestros días. Sanz advierte
que vivimos en una cultura en la que todo lo que gira en torno al amor está muy
sobredimensionado. "Parece que si nos vemos ante la
posibilidad de comenzar una relación siempre hay que apostar por ella y
vivirla, que es de tontos renunciar". Pero no deja de ser
más que un factor meramente cultural. Es más, si uno prevé desde el principio
que la otra persona dentro de quince días se tendrá que volver a su país de
origen y la precipitada relación de amor le acabará rompiendo el corazón,
puede ser mejor frenar a tiempo. "Es verdad que cuando una persona se siente atraída
por otra se pierde bastante la noción de la realidad. Pero es muy importante no
engañarse a uno mismo. Mucha gente se mete en una relación imposible con la que
luego sufre mucho por no frenar a tiempo".
Pero uno no se puede proteger
del desamor de la misma forma que se protege del sol. Curarse en salud no
siempre es posible, ni tampoco recomendable, se tiene que vivir . "¿Conoces a
algún torero que no tenga una cornada? ¿Algún futbolista que no tenga una
lesión? –pregunta la psicóloga Cahue–. Pues en el juego del amor ocurre lo
mismo. Algunas veces te tienen que romper el corazón". Cuanto
más se implica la persona en la relación amorosa, más dolorosa puede resultar
la ruptura al final del verano, pero también puede servir para el crecimiento
personal. La psicóloga clínica Sanz afirma que el amor de verano es una
experiencia que probablemente hay que vivir en la adolescencia o la juventud
para madurar.
"Aunque la relación salga mal, sirve para aprender. Es una experiencia que
aporta ilusión, ganas de vivir y mucho autoconocimiento".
Un
cóctel hormonal explosivo
La ciencia ha demostrado que el
amor de verano tiene una importante base biológica. En esta estación el
organismo genera un cóctel hormonal que hace que se disparen el deseo sexual y
la predisposición al enamoramiento. La cantidad de testosterona del cuerpo, por
ejemplo, varía dependiendo de la luz: cuanto más largo es el día, más aumenta
el nivel de testosterona. Según las universidades norteamericanas de Cornell y
de Rutgers, la hormona del deseo sexual alcanza su nivel máximo en verano. Lo
mismo sucede con la serotonina, un neurotransmisor que al calor del sol
fortalece sus propiedades afrodisíacas, potencia el apetito sexual y aporta una
mayor sensación de placer y euforia. Asimismo, las altas temperaturas y las
actividades al aire libre hacen que la piel esté más descubierta y adquiera más
importancia en la estimulación sexual que el resto del año: nuestra piel
segrega más feromonas, moléculas que sirven para atraer, y también aumenta la
oxitocina, molécula del amor. De hecho, para los meses de invierno en los que
las hormonas reducen su actividad, existen perfumes de feromonas y sprays de
oxitocina que aseguran funcionar como reclamo amoroso, aunque con dudosos
resultados. También se suman al cóctel de la pasión las endorfinas. Se genera
tras el ejercicio físico y los orgasmos, pero también es fotosensible, y en
verano aumenta su presencia en el organismo.
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