Angustia, tormento, desesperación
El
sufrimiento nos convierte en prisioneros de una existencia desnuda y vacía. No
en vano, los expertos lo
definen como la causa más común del tan silenciado suicidio. Cuando toma el
control de nuestra mente, nada parece tener sentido. Como un “tsunami”
emocional, arrasa con cualquier vestigio de alegría y bienestar,
consumiéndonos. Sin embargo, también nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre
nuestra propia vida, pues nos conecta con nuestra más profunda vulnerabilidad.
Si nos permitimos bucear en ese espacio interior
auténtico, crudo y honesto, donde reposan nuestras verdaderas inquietudes y
necesidades, podremos redefinir nuestros límites, reubicarnos y reconstruirnos,
saliendo fortalecidos de la experiencia. Así, aprender a transformar el sufrimiento en una fuente de
aprendizaje nos permitirá tomar impulso de nuevo, creciendo ante las
dificultades y superando obstáculos que creíamos insalvables. De ahí que los
grandes sabios afirmen que el sufrimiento puede convertirse en un gran maestro, una
puerta abierta a la comprensión.
Sin embargo, para aprender de la experiencia que
nos ofrece, es necesario trascenderlo. Y el primer paso para lograrlo es tomar
consciencia de la diferencia que existe entre el dolor y el sufrimiento.
Mientras el dolor es una reacción física (como por ejemplo un fuerte
dolor de cabeza), el sufrimiento es una reacción psicológica, una interpretación
negativa de ese mismo dolor, que nos limita y nos lleva a quejarnos,
lamentarnos y victimizarnos. Así, mientras el dolor es inevitable, el sufrimiento
es algo que depende de la forma en la que reaccionamos ante un
estímulo determinado.
Cómo pasar de oruga a mariposa. “La adversidad es
ocasión de virtud”, Séneca
Cuenta una antigua historia que un joven paseaba
por el bosque. En su camino, halló una crisálida de mariposa resguardada entre
las hojas de una planta, y la curiosidad le impulsó a llevársela a su casa para
ver cómo nacía. Tras esperar durante varias horas, el joven observó,
emocionado, cómo se había abierto un diminuto orificio en el capullo de
mariposa. A los pocos minutos, empezó a notar cómo luchaba por salir a través
del minúsculo agujero.
El tiempo pasaba, y parecía que la mariposa se
había quedado atascada. Daba la sensación de que no progresaba en su intento
por librarse de la cárcel de la crisálida. El joven, generoso y atento, decidió
ayudarla. Sin pensarlo dos veces, cogió unas finas tijeras y realizó un corte
lateral en el orificio del capullo para agrandarlo y facilitarle la salida. Y
la mariposa salió al exterior sin necesidad de hacer ningún esfuerzo más.
El joven, satisfecho por su intervención, se quedó
mirando a la mariposa, que tenía el cuerpo hinchado y las alas pequeñas,
débiles y plegadas. Esperaba ansioso ver cómo volaba por primera vez. Sin
embargo, debido a su ignorancia, había impedido que la restricción de la
abertura del capullo cumpliera con su función natural: incentivar la lucha de
la mariposa, de manera que los fluidos de su cuerpo nutrieran sus alas para
fortalecerlas antes de salir al mundo y comenzar a volar.
El sufrimiento como oportunidad de aprendizaje. “Aquello
que no eres capaz de aceptar es la única causa de tu sufrimiento”, Gerardo
Schmedlig
Nuestra mente, traicionera, se aferra al miedo, a la exigencia, al
deseo y a las dañinas expectativas. Y cuando la realidad no se
adapta a lo que nosotros esperamos, nos invade la frustración, preludio del
sufrimiento. Este dolor psicológico es el resultado de todas aquellas creencias
y reacciones que limitan nuestra comprensión, y tiene una clara función: derribar los
muros de nuestra ignorancia, ampliando nuestro nivel de consciencia.
Aunque la mayoría de seres humanos pasan por la
vida huyendo del sufrimiento, se trata de una gran oportunidad para aprender y
evolucionar, haciéndonos más fuertes y sabios. De ahí la importancia de atrevernos a
enfrentarlo. Y sea cual sea la causa que lo desencadene, no desaparecerá
hasta que la comprendamos y la integremos en nuestra forma de ver la vida.
El sufrimiento nos enseña que no podemos controlar
nuestras circunstancias, pero sí la actitud que tomamos ante ellas. Nos
ayuda a superarnos a nosotros mismos, a eliminar nuestras resistencias. Y
cuando comprendemos el mensaje que nos quiere transmitir, se desvanece. Al fin
y al cabo, esta perversa trampa de la mente nos lleva a saturarnos de malestar.
Y al llegar a nuestro límite, el cambio se convierte en algo necesario e inevitable.
Dejar de sufrir pasa por conocernos a nosotros mismos y aprender a ser
protagonistas de nuestra vida, en vez de víctimas de nuestros pensamientos. La
clave está en comprender que, como en la historia de la mariposa, la adversidad
tiene su función
En clave de coaching
¿Cuáles son
las situaciones que más sufrimiento me han generado?
¿Por qué creo
que me sucedieron?
Libro
recomendado
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