Tengo 52 años. Nací en Caracas y vivo en Madrid desde hace 25 años.
Casada y sin hijos. A pesar de que yo no vine en
patera, me identifico con los inmigrantes. Los que ya están aquí
deberían estar regularizados y tener derecho a cobrar por su trabajo, y no
todos cobran. No creo en Dios, pero rezo por las
noches a mi abuela materna.
LA RUEDA
Mujeres
malqueridas (Esfera
de los Libros) analiza el cómo y el porqué de que nos atemos a relaciones
destructivas. Un mal que no es exclusivo de mujeres, ya que en todos hay
masculino y femenino. No trata el tema partiendo de la compasión sino de la
responsabilidad. No somos tontas, me insiste: esa repetición que se impone -
elegir siempre amores frustrantes- tiene que ver con cómo transitamos por esa
primera historia de amor con papá, mamá y hermanitos. "Sólo cuando hayas podido determinar
qué papel has desempeñado tú misma en tu sufrimiento podrás restituir tu propia
identidad más allá de la relación que mantengas. Si lo consigues, habrás
deshecho la rueda de la repetición y tu próxima historia de amor será tu propia
historia de amor".
—Defíname
a las malqueridas.
—Mujeres que
padecen por un mal amor, enzarzadas en relaciones imposibles, destructivas, que
lloran por un amor perdido o sin futuro aunque pasen toda su vida enganchadas a
esa relación.
—¿Y
no hay hombres malqueridos?
—¡Por
supuesto!, aunque hablemos de mujeres y de hombres, se trata de posición
femenina y posición masculina.
—¿Mujeres
complacientes?
—Y mujeres que
son fuertes ante todos los retos de la vida, brillantes para resolver sus
tareas, valientes para todo excepto para resguardarse de ese hombre que las
quiere mal.
—¿Hay
síntomas?
—No hablan de
otra cosa que de su relación, viven pendientes del móvil, no rinden, no duermen
bien.
—¿Por
qué empeñarse en una relación así?
—La elección de
pareja no es cosa del azar, es un reencuentro con algún personaje de tu
historia infantil olvidada pero que se repite. ¿Recuerda el cuento
de la Ratita Presumida?
—De
todos los pretendientes, elige al peor.
—Al gato, al
único que seguro que se la va a comer. Elige al que cumple con un programa
secreto que tiene que ver con la historia infantil oculta. Yo tenía una
paciente que en realidad a quien quería conquistar era a una abuela durísima
que no le hacía ni caso.
—Entonces
no hace falta haber vivido un trauma para ser malquerido.
—No, pero
lleva un tiempo descubrir a ese personaje secreto.
—Su
teoría nos aboca al psicoanálisis.
—La señal de
alarma es la repetición, porque todos hemos pasado por un mal amor, pero cuando
sólo se eligen gatos, ¡ojo!
—Enséñenos
a detectar posibles errores.
—Hay que estar
atento a las preguntas que uno se hace, porque a la margarita le hacemos
preguntas equivocadas. No se trata de ¿me quiere?, ¿no me quiere?, sino de ¿me
quiere como yo quiero que me quieran?, ¿me quiere a mí?, ¿me compensa esta
relación?, ¿me hace feliz? Porque con la frase lapidaria de «es que
yo le quiero» somos capaces de atravesar situaciones infernales.
—Usted
identifica cuatro pecados capitales que nos abocan al fracaso.
—La sumisión,
cuando dejamos de ser nosotros mismos en la vida cotidiana y aceptamos el deseo
del otro como el propio deseo: dejas de frecuentar a tus amigos
porque a él no le gustan, te vestías de tal manera y ya no lo haces... Acabas
perdiéndote a ti mismo.
—La intermitencia.
—Sí, parejas que
viven en un parque de atracciones, rompen y reanudan la relación una y otra vez.
Los reencuentros son fantásticos, adrenalina pura. En nombre de mantener el
enamoramiento, el precio que se paga es la prueba del terror, momentos de
abandono en los que se sufre una barbaridad.
—El
efecto pausa, lo llama usted.
—Pasan una
noche fantástica, luego él desaparece y la vida de ella se detiene. Reaparece y
todo vuelve a ser fantástico. La excitación que produce el reencuentro es lo
que engancha. Porque hay una cosa importante: las malqueridas no son tontas.
—Hay
un beneficio en ese amor...
—Sí, retorcido
y triste. El miedo a ser abandonada o a quedarse sola es el peor, prefiere
apostar una y otra vez por «él va a cambiar». Por ejemplo, las mujeres que
tienen relación con hombres casados que prometen que se van a separar en
cuestión de meses, y no.
—La
adicción.
—A una mujer
adicta a un hombre le da igual que él lleve un cartel en la frente que diga
«soy perjudicial para tu salud», no puede prescindir de él. Hay que decir que
no a tomar un café con él, igual que el alcohólico debe decir no a una
inofensiva cerveza.
—¿De
dónde viene la adicción?
—De la necesidad
de sentirnos plenos con algo, el llegar a ser uno con el otro. Las
adictas están convencidas de que detrás de lo que se ve hay un hombre
fantástico.
—La
impostura.
—Se trata del
cuento de la Cenicienta, esa mujer cuya pareja está continuamente poniéndola a
prueba a ver si encaja o no con el zapato que tiene en su cabeza:
«Deberías adelgazar un poquito, leer un poco más...».
—Como
la carcoma.
—La parte más
patética de la impostura es cuando la madrastra le dice a una de sus hijas que
se corte los dedos de los pies para entrar en el zapatito, y ella va y se los
corta. Hay mujeres brillantes, extraordinarias, que están con un hombre que no
las merece. A veces pensamos que porque nos quiere estamos obligadas a
perdonarlo todo.
—¿Existe
una predisposición femenina al amor incondicional?
—Sí. Cuando un
bebé nace, alguien tiene que estar dispuesto a olvidarse de sí mismo. La mujer
tiene esa disposición y a menudo transforma a su pareja en un bebé bigotudo.
—«Mi
soledad no es completa, me hace falta un hombre.»
—A veces estamos
mucho más solas con un hombre que sin un hombre, y es la soledad más triste.
Pero cuando una mujer afirma: «Yo estoy dispuesta a tolerar», de alguna manera
se pone una capita de supermujer que la enaltece, y resulta difícil luchar
contra eso.
—Le
ha dado usted la vuelta al tema.
—Creo que una
mujer malquerida no es que no tenga autoestima, es que la tiene trastocada:
cree que puede hacer más de lo que realmente puede hacer, que puede soportar
más sufrimiento y perdonar más.
—¿Se
trata de comprender?
—De desentrañar
y pasar página, ser libre de la historia infantil y poder decir: «Me vas a
querer como soy o no me vas a querer».
Genial!
ResponEliminaGracias Yolanda!. Un beso!
ResponEliminaExtraordinari!
ResponEliminaGràcies Araceli!
ResponEliminaClavat, genial. Gracies
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