Tengo 68 jóvenes años. Nací
en Salamanca y vivo en Barcelona desde los ocho años. Bien casado por
segunda vez. Tengo dos hijos, uno fallecido que me
dejó tres nietas. Soy ingeniero industrial. En
política nos urge más responsabilidad de gestión y justicia distributiva.
Perdí la fe.
PASAR
AL MOVIMIENTO
“Tengo dos médicos: la pierna
izquierda y la derecha", decía G.M. Trevelyan. Ante el dolor
más desgarrador, la muerte de un hijo, Alex Rodrigo llevó a la práctica esas
palabras del historiador británico y sin pretenderlo se convirtió en Alex Walk,
así lo rebautizaron sus amigos. Bajo ese seudónimo ha autoeditado tres libros
sobre el hecho de caminar: Barcelona en 1.000.000
de pasos, Peso libre
(alimentación, salud y autoestima), y La magia de la armonía (reflexiones en
movimiento sobre el control emocional). Los derechos de autor están dedicados a
las oenegés Sonrisas de Bombay y Ayuda en Acción, con las que hace 20 años que
colabora. Tiene apadrinados 43 niños.
¿Ha creado 25 empresas?
Sí, dirigí doce de ellas al mismo tiempo. Y sigo
creando.
Pues dicen que menos es más.
A mí la vida me llevó a la expansión. He levantado
fábricas en China y en Rumania con 800 empleados a mí cargo.
¿Estaba estresado?
Nunca, porque he sabido descomprimir; no he dejado
de practicar deporte y dedicar horas a la lectura. No me he permitido hacer
despensa de estrés negativo.
¿Y tenía tiempo para taus cosas?
En la oficina sólo estaba cinco o seis horas
diarias. Ese es mi secreto: dedicar tiempo a la creatividad, a pensar y pasear; tener
perspectiva y formar buenos equipos en los que delegar. Añada la empatía y la
asertividad.
¿En eso basa su éxito empresarial?
Yo en el día a día de mis empresas intervenía
poco, sólo cuando surgía un problema, prefería formarme, ver lo que hacían las
empresas punteras, leer a sus creativos y aplicar los nuevos sistemas en mis
empresas, de esa forma incentivaba a mis ejecutivos.
Entiendo.
Mi
pretensión no ha sido ser el mejor empresario sino el mejor humano posible; tener
excelentes relaciones con clientes y proveedores. No sólo me he nutrido de
libros sobre el mundo de la empresa: mis grandes maestros han sido los
clásicos.
¿De verdad nunca se ha estresado?
No, pero tengo un truco: me llevo a mí mismo al
extremo, me
planteo el peor escenario posible y me pregunto si lo puedo soportar, y si la
respuesta es sí, la vida sigue.
Convierte los problemas en desafios.
"Si me arruino, ¿podré superarlo?". "Si la mujer que amo me deja, ¿recuperaré con el
tiempo la alegría?"... Hasta hoy la respuesta siempre ha
sido sí, y eso me tranquiliza.
¿Así afrontó su divorcio?
Fue complicado, pero tenía un objetivo: seguir
siendo padre a tiempo completo, aunque a principios de los años ochenta, con un
niño de cuatro años y otro de seis, conseguir la custodia compartida fue
dificil.
¿Lo consiguió?
Si, fui un padre "practicante". Pero con
los años entendí los versos de Jalil Gibran: "Tus
hijos no son tus hijos, son hijos de la vida". Si te
dedicas en exceso a ellos olvidándote de ti, es difícil no perder la distancia.
El equilibrio es un difícil arte.
Lo sé, pero si piensas que tus hijos son tú, la relación se vuelve
insana. Por muy cerca que estemos, por mucho que queramos
protegerlos, ellos son ellos y la distancia es grande, pero no la queremos ver.
Tener hijos pensando en que te van a dar satisfacciones e ilusiones es un mal
planteamiento.
Hace tres años murió uno de sus hijos.
Sí, a los 38 años, casado y con tres niñas, un
chico sanísimo. De un día para otro le diagnosticaron un cáncer de huesos... Y
se acabó..., algo increíble de la lotería de la vida. No supe entenderlo: ¿Qué haces?, ¿te mueres con él? ¡Es tan
duro! Yo fui creyente hasta entonces.
¿Qué hizo a partir de ahí?
Todo pierde el sentido, se vuelve absurdo. Decidí
refugiarme en el deporte, no pensar. Los fines de semana los amigos me llevaban
a caminar y decidí hacer el camino de Santiago. Caminando descubrí pensamientos y emociones
que no había sentido nunca.
Y se convirtió en Alex Walk.
Caminando,
la mente se serena, es como una meditación. Las grandes caminatas te hacen
percibir cosas de ti que no conocías... Caminando recuperé la serenidad y la
esperanza y escribí libros sobre eso.
¿Cuántas horas caminaba?
Hacía 50 km diarios. Eso me daba paz, mi único
objetivo era caminar, evitar quedarme tirado en un sofá lamentándome. Ese fue
mi gran aprendizaje: que la vida es un caminar y que pase lo que pase todo es
relativo, con el tiempo ves las cosas diferentes.
¿Cómo ve hoy la muerte de su hijo?
Todos estamos sentenciados, y la distancia entre
la muerte de unos y de otros, la suya y la tuya, es en realidad insignificante.
Se ha vuelto a casar.
Sí, a los 65 años. Mi nieta me acompañó al altar.
Tras la mala experiencia de mi primer matrimonio había decidido no volver a
casarme, pero con los años comprendí.
¿Qué es lo que comprendió?
Que
el amor es desafío constante y no un lugar de reposo. Moverse, crecer,
desarrollarse, trabajar juntos, entregarse. La profundidad de la relación, su
vitalidad y madurez emocional son los frutos en los que reconocemos el amor.
Parece un hombre muy controlado.
Considero
que el control emocional es esencial. He visto a muchos amigos perder los
nervios por tonterías. Muchas personas viven bajo un estallido emocional
constante, y esa
inmadurez emocional es fuente de mucho sufrimiento.
Ahora diseña bastones de marcha nórdica.
Sí, para mejorar el impulso, y una app para
aprender geografía jugando, una almohada efecto lifting..., todo lo que se me
va ocurriendo mientras camino.
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