Ilustración de Anna Parini |
Para promocionar en un empleo, y abrirse camino en
la escala corporativa, hace falta algo más que cualificaciones, suerte, méritos
o confianza… hace falta llevarse bien con el jefe. La mala relación con el jefe
inmediato superior afecta al trabajo, pero también tiene consecuencias en otras
esferas de la vida, incluida la familiar y el estado de salud del trabajador: síntomas como:
estrés, insomnio, inseguridad, fatiga, baja autoestima… o una mezcla de todo
ello, tanto a nivel psicológico como físico.
La mayoría de trabajadores que afrontan este
problema dimiten con la esperanza de que en el nuevo trabajo disfruten de una
mejor atmósfera. Y así, una mala relación se traduce en la búsqueda de un nuevo
empleo. El
70% de las personas que cambian de trabajo lo hacen por su mala relación con su
jefe inmediato.
Estudios de la empresa Gallup destacan que los
empleados renuncian para dejar a los jefes y no a las empresas. La misma
agencia concluyó, en el mercado estadounidense, que una mala relación con el
superior inmediato es la primera causa para renunciar a un empleo. Y por tanto,
supera a otras razones que podrían parecer más importantes como: el nivel
salarial, la falta de promoción, el exceso de horas extras no retribuidas o el
trabajo en sí mismo.
“Si tus acciones inspiran a otros a soñar más,
aprender más, hacer más y ser mejores, eres un líder” Jack Welch
Más datos: seis de cada diez empleados españoles “no confían en
su jefe”, y una tercera parte se lamenta de que “nunca les escucha”, según una encuesta
realizada por la consultora Otto Walter. Del otro lado las cosas no están
mejor, la misma consultora llega a estas conclusiones: nueve de cada diez
directivos españoles opinan que es muy difícil contratar personas responsables,
competentes, motivadas y comprometidas con la empresa.
La opción de quedarse en la compañía y darle la
vuelta a la situación no es la favorita, según se deduce de las estadísticas.
Pero quizá es la mejor. Sin duda, encontrar una vía de entendimiento
favorecería al trabajador que así mejoraría sus habilidades. De otra parte,
¿quién le garantiza que en el siguiente empleo no le ocurrirá lo mismo? Ir de
trabajo en trabajo, en búsqueda del ambiente perfecto, parece una utopía. Huir no parece
una solución porque al final uno siempre acaba encontrándose consigo mismo y
con sus debilidades. ¿Y si el reto no fuese sobrevivir a la relación
y aguantar, sino convertir esa mala relación en algo completamente diferente y
en una motivación para quedarse?
1. Decir lo
que el jefe piensa.
Hace al
empleado irrelevante. Si no hay debate, aportaciones de valor,
complementariedad, contraste, incluso diferencias… ¿para qué contratar a dos
personas que idean lo mismo? Tal vez bastaría con una. Por esta razón, estar de
acuerdo en todo no es una buena estrategia.
2. Decir lo
que uno piensa.
Hace al
empleado rebelde. En el polo opuesto está el trabajador que siempre
está en desacuerdo, llevando la contraria, buscando la polémica. Es una
situación en la que no hay puntos en común, ni entendimiento, ni ganas de
tenerlo. Y crea un ambiente explosivo que convierte el espacio laboral en una
guerra de trincheras. Es un rol destructivo. Al fin y al cabo, nadie en su sano
juicio dice siempre todo lo que piensa, por prudencia o respeto.
3. Decir lo
que el jefe no piensa. Hace al empleado necesario. Cuando un empleado
“sorprende” a su superior y hace aportaciones: diferentes, creativas, nuevas…
añade valor al equipo; ya que proporciona una nueva mirada. Siendo así hay
complementariedad, suma de criterios, aportación mutua de ideas, aprendizaje
compartido. Es un rol constructivo. De las tres opciones, esta es la mejor
porque crea sinergias y convierte al empleado en alguien valioso, más necesario
y menos reemplazable que otros.
4. Entender
las necesidades del jefe. Tener trabajo no significa que quien está en esta
situación tenga claro para qué le contrataron y qué se espera de él o ella. La
forma más rápida de saberlo es preguntando al jefe inmediato: ¿cuáles son mis
objetivos prioritarios?, ¿qué resultados debo proporcionar?... Cuando se tienen
presentes las necesidades del superior y los desempeños del cargo, todo es más
fácil, no hay malentendidos y la relación fluye mejor.
5. Ser
empático y ponerse en su lugar. De entre todas las expresiones de la
inteligencia emocional, la empatía ocupa un lugar prioritario. Cada uno sabe
cómo está, qué siente y qué piensa, pero a menudo olvida que el jefe también
tiene que lidiar con todo eso. Tratar de imaginar qué le motiva, cuáles son sus
preocupaciones y temores, incluso sus inseguridades, permitirá acercarse a la
persona que hay detrás del profesional y poder entenderla mejor.
6. Proveer
soluciones a los problemas. En lugar de dejar sobre la mesa del superior
todos los problemas, conviene aportar opciones y posibles soluciones a medida
que van surgiendo las dificultades. A nadie le gusta estar resolviendo todo a
todos, resulta agotador. Cuando se llevan asuntos al jefe es una prioridad
acompañarlos de posibles soluciones para discutirlas.
7. El jefe no
es un amigo. El
ámbito laboral y el profesional son diferentes y mezclarlos puede ayudar o
puede perjudicar, pero no garantiza una mejor relación. Dos tercios de los
empleados creen que no es posible ser amigo del jefe debido a los diferentes
roles. Como siempre “el camino medio” es lo más prudente: no
mantener una relación ni demasiado estrecha ni demasiado distante. Hay que huir
del amiguismo y abrazar la profesionalidad. No hace falta ser íntimos, pero sí es
necesario llevarse bien; son cosas distintas.
8. No tratar
de “caerle bien”.
Lo que los demás piensan es incontrolable. Por lo tanto, tratar de ser del
agrado de un superior es una empresa perdida de antemano. Aunque podemos
influir en lo que piensan los demás de nosotros, nunca podemos controlarlo, y
estar pendiente de ello es una pérdida de tiempo y energía.
9. Mejorarse a
sí mismo. En
lugar de intentar arreglar la relación, ¿por qué no tratar de mejorar uno
mismo? El mundo está lleno de gente tratando de cambiar a los otros, pero pocos intentan
hacerlo consigo mismos. Las relaciones son un reflejo de las
personas, si queremos cambiar los efectos, habrá que enfocarse en las causas. Y
las causas dependen de todos y cada uno de los intervinientes. Cuando un
trabajador transciende los problemas con su jefe, a menudo lo hace también con
otros tipos de relaciones, ya sean personales o profesionales.
10. Centrarse
en el trabajo.
Tal vez el trato con el jefe no es el mejor, pero hay otras cosas buenas en el
trabajo. Conviene recordar por qué se eligió ese trabajo y recuperar los
elementos que hacen del puesto una buena opción. No todo es perfecto, pero
tampoco todo es malo. Además, cuando se está enfocado en la tarea, los
problemas se relativizan, hay prioridades más allá de uno mismo, y el bien del
equipo, o del departamento, eclipsan otros objetivos.
Tal vez, deberíamos huir de los patrones: o todo o
nada, amigo o enemigo. Cuando el ego toma el control de una relación, desea
poner la relación a su servicio y manipular al otro: si el otro se comporta
como su ego desea, todo irá bien y será amigo; si no se comporta como espera,
la relación se deteriorará y le declarará enemigo. Hay un camino medio de
transformación que atañe a ambos: jefe y subalterno; y el poder está en las
manos de ambos por que la relación es de los dos.
La
asertividad es “el camino medio” en el cual una persona manifiesta su
opinión, pero lo hace de un modo respetuoso y no agresivo. Manifiesta lo que
piensa y siente, lo cual es indiscutible, ya que es su propiedad emocional y
mental. Y no discute lo que hace o dice el otro, porque no le corresponde juzgar.
En ese ámbito aséptico y no personal, el diálogo puede desarrollarse libre del
ego de ambos, lo cual beneficiará a todos. Una vez más, dialogar con el jefe es
la solución, no desde la rebelión o la sumisión, sino desde la asertividad.
Un cambio en la relación redundará en un entorno
laboral más efectivo. El jefe respetará más a su subordinado y éste habrá
mejorado sus habilidades comunicativas que le servirán para una promoción en
ese puesto o en otro. Y una vez hecho ese cambio, y cuando la relación se
normalice, entonces uno puede plantearse quedarse o marcharse (ya no es una
huida) con la certeza de que la próxima relación con un nuevo responsable será
un desafío para el que se cuenta con las habilidades que le permitirán
afrontarlo con éxito.
Cuando los
empleados también son líderes
“Todos
tenemos un líder interior que está deseando que lo liberen. Todos poseemos una
capacidad natural para dirigir que no tiene nada que ver con un cargo, ni con
la edad, ni con dónde vivimos. Todos tenemos este potencial. Lo único que
necesitamos es ser conscientes y reconocerlo. Si la gente de todas las
organizaciones, de las empresas, de los Gobiernos, de las comunidades, de las
escuelas abrazaran este concepto, el mundo entero se transformaría. Y una vez se despierta el líder interior,
se ha de poner en práctica cada día, porque cuanto más se utiliza este poder,
más se conoce”
(Robin Sharma, autor de El líder que no tenía cargo).
PARA SABER MÁS
Libros:
- ‘Jefes: aprenda a conocerlos y gane su confianza’. Xavier Guix
- ‘El líder que no tenía cargo’. Robin Sharma
- ‘El alma del liderazgo’. Deepak Chopra
Películas:
- ‘The company men’ (2010). John Wells
- ‘El jefe’ (2010). Fernado Ayala
- ‘Cómo acabar con tu jefe’ (2011). Seth Gordon
Hola Joan, bon diumenge.
ResponEliminaGràcies per compartir aquest article, a vegades trobes perles en el moment que les necessites.